Por su inte­rés, repro­du­ci­mos este artícu­lo de José Pichel publi­ca­do en el perió­di­co El Con­fi­den­cial.

Des­de el comien­zo de la pan­de­mia, todo el mun­do se pre­gun­ta por qué un mis­mo virus cau­sa reac­cio­nes tan dife­ren­tes. Mien­tras que muchas per­so­nas ni se ente­ran de que están con­ta­gia­das, otras aca­ban en la UCI y miles están falle­cien­do. Algu­nos fac­to­res de ries­go están cla­ros: la edad avan­za­da y pade­cer otras enfer­me­da­des hacen que com­pre­mos más pape­le­tas para sufrir una ver­sión más gra­ve de Covid-19, pero ser joven y sano tam­po­co garan­ti­za que vaya­mos a librar­nos.

Los gene­tis­tas han pen­sa­do que su espe­cia­li­dad tie­ne mucho que apor­tar, que las dife­ren­tes caras de la enfer­me­dad podrían estar rela­cio­na­das con la varia­bi­li­dad gené­ti­ca entre unos indi­vi­duos y otros, pues así es en otras enfer­me­da­des. ¿Esta­rá pasan­do lo mis­mo con el nue­vo coro­na­vi­rus? Para ave­ri­guar­lo, los exper­tos han crea­do The Covid-19 Host Gene­tics Initia­ti­ve, una pla­ta­for­ma inter­na­cio­nal para impul­sar los estu­dios en pacien­tes con coro­na­vi­rus y com­par­tir los resul­ta­dos. Saber si los genes hacen más vul­ne­ra­ble a un pacien­te pue­de ser cla­ve en el pro­nós­ti­co y en el tra­ta­mien­to, y aca­ba­ría sal­van­do muchas vidas.

La ini­cia­ti­va regis­tra ya 127 pro­yec­tos en todo el mun­do, y ocho de ellos son espa­ño­les. El más ambi­cio­so es un con­sor­cio que inte­gra 30 hos­pi­ta­les espa­ño­les, diri­gi­do por Ángel Carra­ce­do, inves­ti­ga­dor de la Uni­ver­si­dad de San­tia­go de Com­pos­te­la, y Pablo Lapun­zi­na, gene­tis­ta del Ins­ti­tu­to de Gené­ti­ca Médi­ca y Mole­cu­lar (INGEMM) del Hos­pi­tal Uni­ver­si­ta­rio La Paz y direc­tor cien­tí­fi­co del Cen­tro de Inves­ti­ga­ción Bio­mé­di­ca en Red de Enfer­me­da­des Raras (Ciberer). Su pro­pó­si­to es rea­li­zar aná­li­sis gené­ti­cos a 8.000 pacien­tes en los pró­xi­mos meses.

De ellos, habrá 7.000 espa­ño­les y otros 1.000 del Rei­no Uni­do, Méxi­co, Bra­sil, Argen­ti­na, Uru­guay y Colom­bia que ser­vi­rán para iden­ti­fi­car si los posi­bles mar­ca­do­res gené­ti­cos que se encuen­tren son carac­te­rís­ti­cos de Espa­ña o no. En prin­ci­pio, no estu­dia­rán el geno­ma com­ple­to de cada indi­vi­duo sino cier­tos mar­ca­do­res (lo que téc­ni­ca­men­te se deno­mi­na ‘estu­dio de aso­cia­ción del geno­ma com­ple­to’ o GWAS, por sus siglas en inglés). Más tar­de, ya secuen­cia­rán 300 geno­mas com­ple­tos para ana­li­zar al deta­lle las alte­ra­cio­nes encon­tra­das.

“Cuan­do habla­mos de genes, uno pien­sa en enfer­me­da­des raras o en cán­cer, pero todas las pato­lo­gías huma­nas son el resul­tan­te del ambien­te y de la per­so­na, y tam­bién en las infec­cio­nes víri­cas la gené­ti­ca tie­ne mucho que decir”, expli­ca Pablo Lapun­zi­na en decla­ra­cio­nes a Tek­nau­tas. La infor­ma­ción gené­ti­ca de un indi­vi­duo “pue­de hacer que su res­pues­ta ante una infec­ción sea dis­tin­ta e inclu­so evi­tar que se infec­te”. El caso del VIH es bien cono­ci­do, sobre todo des­de que en noviem­bre de 2018 un cien­tí­fi­co chino anun­ció que había modi­fi­ca­do gené­ti­ca­men­te embrio­nes huma­nos para que fue­ran resis­ten­tes, moti­vo por el que fue con­de­na­do pos­te­rior­men­te.

Con res­pec­to al Covid-19, “esta­mos ante una infec­ción viral que debe­ría ser banal por­que de cada 100 per­so­nas, cer­ca de un 80% están asin­to­má­ti­cos, ni se ente­ran de que esta­ban enfer­mos, un 10 o 15% se sien­ten gri­po­sos y solo un 5% tie­nen enfer­me­dad gra­ve, así que está cla­ro que la res­pues­ta indi­vi­dual es bien dis­tin­ta”, seña­la Pablo Lapun­zi­na.

“Sin duda algu­na, las varian­tes gené­ti­cas tie­nen que ver con el aumen­to de ries­gos o con la pro­tec­ción fren­te a la enfer­me­dad”, ase­gu­ra, aun­que pro­ba­ble­men­te la res­pues­ta será muy com­ple­ja, la cla­ve no esta­rá en un solo gen. Muchas peque­ñas dife­ren­cias podrían expli­car por qué algu­nas per­so­nas que tie­nen con­tac­to con el virus desa­rro­llan una enfer­me­dad gra­ve, mien­tras que la mayo­ría tie­nen sín­to­mas simi­la­res a los de una gri­pe o ni siquie­ra eso. “Tam­bién es bas­tan­te pro­ba­ble que haya per­so­nas que direc­ta­men­te ni se infec­ten aun­que estén en con­tac­to con el virus, por­que ni pue­da entrar a las célu­las, pero esto va a ser más difí­cil de pro­bar”, ase­gu­ra.

Según expli­ca, ya hay algu­nos datos que indi­can que la pobla­ción euro­pea podría tener una mayor pre­dis­po­si­ción a ser ata­ca­da por el virus, en par­ti­cu­lar, “varian­tes en los recep­to­res ECA de las célu­las con res­pec­to a las pobla­cio­nes asiá­ti­cas”. Los datos dicen que la mor­ta­li­dad de Chi­na fue muy baja en com­pa­ra­ción con la que regis­tra Euro­pa y, “apar­te de que las polí­ti­cas epi­de­mio­ló­gi­cas de con­trol de la enfer­me­dad hayan sido dis­tin­tas, es pro­ba­ble que estos recep­to­res sean deci­si­vos”, opi­na.

No obs­tan­te, harán fal­ta cien­tos de miles de pacien­tes para con­fir­mar que esas suti­les dife­ren­cias gené­ti­cas pro­te­gen o hacen más vul­ne­ra­bles a las per­so­nas. El con­sor­cio inter­na­cio­nal pre­ten­de alcan­zar los 150.000. El pro­ble­ma es rea­li­zar una selec­ción equi­li­bra­da y correc­ta de los par­ti­ci­pan­tes. “Nece­si­ta­mos tener per­so­nas que se han infec­ta­do y han sido asin­to­má­ti­cas, y esto hay que com­pro­bar­lo con aná­li­sis de anti­cuer­pos; tam­bién a otras que han esta­do regu­lar, con fie­bre y pocos sig­nos más de enfer­me­dad, y otros que ante la mis­ma situa­ción han esta­do gra­ves o han falle­ci­do, apa­ren­te­men­te, sin fac­to­res de ries­go”, expli­ca.

Joven sano que acaba en la UCI

Todos los pro­yec­tos inclui­dos en The Covid-19 Host Gene­tics Initia­ti­ve apor­ta­rán una infor­ma­ción míni­ma que sea de uti­li­dad para la pues­ta en común de los datos, pero cada uno de ellos tie­ne sus carac­te­rís­ti­cas par­ti­cu­la­res. Por ejem­plo, otro de los espa­ño­les se cen­tra en los pacien­tes meno­res de 60 años sin otras enfer­me­da­des. Lide­ra­do por el Ins­ti­tu­to de Inves­ti­ga­cio­nes Bio­mé­di­cas de Bar­ce­lo­na (IIBB), del CSIC, se cen­tra­rá en 200 pacien­tes a la espe­ra de obte­ner más finan­cia­ción.

“Nos intere­san todos los pacien­tes, pero obvia­men­te la edad y las pato­lo­gías pre­vias son más vul­ne­ra­bles inclu­so a una gri­pe nor­mal, así que a la hora de hacer un estu­dio gené­ti­co, nos podrían indu­cir a con­fu­sión”, comen­ta Anna Pla­nas, coor­di­na­do­ra de este estu­dio. “En la pobla­ción nor­mal, hay poli­mor­fis­mos o varia­cio­nes gené­ti­cas que nor­mal­men­te no com­por­tan nin­gu­na pato­lo­gía, pero fren­te a una infec­ción víri­ca, a lo mejor hay per­so­nas con una peor capa­ci­dad de res­pues­ta y este fac­tor lo pode­mos iden­ti­fi­car mejor si enfo­ca­mos el estu­dio a per­so­nas ini­cial­men­te sanas”, des­ta­ca.

Ya en la pri­me­ra epi­de­mia de coro­na­vi­rus, la del SARS de 2002–2003, algu­nos estu­dios apun­ta­ron a que tener deter­mi­na­dos poli­mor­fis­mos podía aumen­tar la sus­cep­ti­bi­li­dad a sufrir for­mas gra­ves de la enfer­me­dad. Sin embar­go, se rea­li­za­ron con muy pocos pacien­tes y unas herra­mien­tas gené­ti­cas casi pri­mi­ti­vas en com­pa­ra­ción con los medios actua­les. “Esto nos ani­mó a pen­sar que con los avan­ces de hoy en día, podía­mos explo­rar más a fon­do esta cues­tión”, ase­gu­ra la inves­ti­ga­do­ra.

En Gra­na­da, Mar­ta Alar­cón Riquel­me, cien­tí­fi­ca del Cen­tro de Genó­mi­ca e Inves­ti­ga­ción Onco­ló­gi­ca (Gen­yo), tam­bién se pre­gun­ta­ba por qué la gen­te joven y de media­na edad desa­rro­lla­ba la neu­mo­nía bila­te­ral que carac­te­ri­za la peor ver­sión de Covid-19 y, en par­ti­cu­lar, por qué en los peo­res casos se pro­du­ce una infla­ma­ción que com­pli­ca el esta­do de los pacien­tes.

El reto de explicar la inflamación decisiva

De hecho, los médi­cos coin­ci­den en obser­var una carac­te­rís­ti­ca común entre los casos de Covid-19 que han evo­lu­cio­na­do mal. Gene­ral­men­te, en una pri­me­ra fase, los enfer­mos tie­nen sín­to­mas que podrían asi­mi­lar­se a los de una gri­pe, pero pasa­dos unos días, algo va mal y el sis­te­ma inmu­ne reac­cio­na de for­ma exa­ge­ra­da, pro­vo­can­do lo que se deno­mi­na una ‘tor­men­ta de cito­qui­nas’, pro­teí­nas que debe­rían com­ba­tir la infec­ción pero que en este caso pro­vo­can una infla­ma­ción de los órga­nos, espe­cial­men­te los pul­mo­nes.

“Que­re­mos saber si exis­te algún tipo de pre­dis­po­si­ción que no sea evi­den­teclí­ni­ca­men­te, pro­ce­sos infla­ma­to­rios que pode­mos detec­tar en el ADN bus­can­do mar­ca­do­res de expre­sión géni­ca a tra­vés de lo que se lla­ma la meti­la­ción, e iden­ti­fi­car posi­bles aso­cia­cio­nes gené­ti­cas que nos hablen de una sus­cep­ti­bi­li­dad a desa­rro­llar una enfer­me­dad más seve­ra”, afir­ma Mar­ta Alar­cón. Por ejem­plo, “pue­do tener un gen con una varian­te que hace que se pro­duz­can más cito­qui­nas, de mane­ra que la res­pues­ta va a ser mayor”. Por lo tan­to, no se tra­ta de tener o no tener algún gen, sino de cam­bios cuan­ti­ta­ti­vos.

La cla­ve está en com­pa­rar, den­tro de los pacien­tes hos­pi­ta­li­za­dos, a quie­nes tie­nen una peor evo­lu­ción con los que supe­ran mejor la enfer­me­dad. Para ello, el Gen­yo ya está reclu­tan­do a los pacien­tes y la idea ini­cial es rea­li­zar el estu­dio con 1.300 par­ti­ci­pan­tes, con cola­bo­ra­ción de otros gene­tis­tas de Valla­do­lid, Bar­ce­lo­na, Mála­ga y Milán.

Aun­que den­tro del con­sor­cio inter­na­cio­nal “el 90% de los gru­pos aún no tie­ne datos”, por­que están bus­can­do a los pacien­tes que pue­dan par­ti­ci­par, Alar­cón lamen­ta las tra­bas buro­crá­ti­cas que le han impe­di­do ace­le­rar el pro­ce­so. “Des­gra­cia­da­men­te, ten­go una limi­ta­ción de 15.000 euros para com­prar mate­rial. A par­tir de esa cifra, ten­go que abrir una ofer­ta públi­ca que pue­de tar­dar y que en este momen­to no pue­do ini­ciar por­que esta­mos con los pla­zos admi­nis­tra­ti­vos cerra­dos”. Mien­tras, “en Esta­dos Uni­dos, ya van por delan­te”.

La aplicación de los resultados

Con mayor o menor apor­ta­ción espa­ño­la, los exper­tos están segu­ros de que el con­jun­to del con­sor­cio inter­na­cio­nal apor­ta­rá datos deci­si­vos para luchar con­tra el nue­vo coro­na­vi­rus y que los resul­ta­dos se podrán apli­car en varios fren­tes. Por ejem­plo, “si una per­so­na se pone mala, con un estu­dio gené­ti­co sabría­mos en 24 horas si su ries­go es alto o bajo, y en fun­ción de eso podría­mos deci­dir su ingre­so, su segui­mien­to o inclu­so ana­li­zar el ries­go que corren sus fami­lia­res”, comen­ta Lapun­zi­na.

Por otra par­te, la infor­ma­ción gené­ti­ca tam­bién pue­de ser deci­si­va en el tra­ta­mien­to. Pri­me­ro, en la bús­que­da de nue­vos com­pues­tos o de fár­ma­cos que ya estén en el mer­ca­do y se pue­dan reuti­li­zar. Por otra, para orien­tar la medi­ca­ción de cada pacien­te. De hecho, algo pare­ci­do suce­día has­ta hace poco tiem­po con la hepa­ti­tis C —antes de que los nue­vos tra­ta­mien­tos estu­vie­ran dis­po­ni­bles—: se estu­dia­ban los mar­ca­do­res gené­ti­cos de los pacien­tes para saber quié­nes iban a res­pon­der a los tra­ta­mien­tos dis­po­ni­bles. Era un estu­dio sen­ci­llo que cos­ta­ba 16 euros y anti­ci­pa­ba el efec­to de los fár­ma­cos.

“Hoy en día, un pacien­te ingre­sa y ‘a prio­ri’ no se pue­de saber si al cabo de cua­tro días se irá a su casa o ten­drá que ingre­sar en la UCI, no hay nada que pue­da pre­de­cir­lo”, apun­ta Anna Pla­nas. Sin embar­go, tras estos estu­dios, “en una situa­ción ideal, encon­tra­ría­mos un gen cla­ve y sabría­mos que las per­so­nas que tuvie­ran algu­nas varian­tes del mis­mo serían más sus­cep­ti­bles de desa­rro­llar una enfer­me­dad más gra­ve”. La reali­dad será más com­pli­ca­da, pero la inves­ti­ga­do­ra del CSIC cree que podría lle­gar a rea­li­zar­se “un test a la pobla­ción gene­ral con una gota de san­gre”, sabien­do que “si una per­so­na tie­ne un deter­mi­na­do poli­mor­fis­mo, for­ma par­te de la pobla­ción que hay que pro­te­ger”.

El inves­ti­ga­dor del INGEMM cree que esto, ade­más, podría ser revo­lu­cio­na­rio en rela­ción con las polí­ti­cas epi­de­mio­ló­gi­cas. “Por el momen­to, esta­mos hablan­do de for­ma teó­ri­ca, pero si tuvié­se­mos a toda la pobla­ción estu­dia­da, sabría­mos qué por­cen­ta­je está en ries­go”, apun­ta. En ese sen­ti­do, cabría la posi­bi­li­dad de desa­rro­llar una estra­te­gia epi­de­mio­ló­gi­ca que no pasa­ra por un con­fi­na­mien­to “a cie­gas” como el actual, ya que “no sabe­mos cuá­les son los bio­mar­ca­do­res que hacen que pase­mos la infec­ción asin­to­má­ti­ca­men­te y cuá­les son los que hacen que este­mos en gra­ve ries­go”, sino que podría hacer­se de for­ma mucho más selec­ti­va.

No obs­tan­te, no todo esta­rá en los genes. Por ejem­plo, entre las dife­ren­cias pobla­cio­na­les, está el hecho de que los hom­bres acu­mu­lan muchos más casos gra­ves y falle­ci­mien­tos. Los inves­ti­ga­do­res no des­car­tan que los aná­li­sis gené­ti­cos masi­vos den algu­na res­pues­ta, pero creen que lo más pro­ba­ble es que no ten­ga nada que ver. “Hay muchas varia­bles, los hom­bres sue­len tener más sobre­pe­so, hiper­ten­sión y dia­be­tes. Y segu­ra­men­te hay un fac­tor hor­mo­nal, pare­ce ser que los estró­ge­nos de las muje­res pro­te­gen un poco más. Si qui­tas todos esos fac­to­res, es pro­ba­ble que la dife­ren­cia gené­ti­ca entre hom­bres y muje­res no apor­te mucha dife­ren­cia”, seña­la Lapun­zi­na.

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia