En el año en el que BIOPARC Valen­cia cele­bra su 10º Ani­ver­sa­rio, un ele­men­to real­men­te sin­gu­lar está “cre­cien­do” en su pla­za exte­rior para con­ver­tir­se en el emble­ma de la filo­so­fía del par­que, la unión de la natu­ra­le­za y el arte.

La ori­gi­nal escul­tu­ra de un ele­fan­te afri­cano de 11 metros de lar­go, 8 metros de alto y 15 tone­la­das de peso sur­ge por encar­go de Rain Forest Valen­cia, S.A. (BIOPARC Valen­cia) a Fer­nan­do Gon­zá­lez Sit­ges. Rain Forest Dise­ño diri­gi­do por el Arqui­tec­to Luis María Ortiz Vale­ro y por el Inge­nie­ro Luis Ángel Mar­tí­nez Juez, rea­li­zan el sopor­te téc­ni­co duran­te los once meses que dura la eje­cu­ción que Gon­zá­lez Sit­ges coor­di­na en un taller de cerra­je­ría valen­ciano.

El con­cep­to de bien­ve­ni­da y memo­ra­bi­li­dad ha ins­pi­ra­do a este equi­po de dise­ño, dado que la pla­za que lo alber­ga es el espa­cio de recep­ción de visi­tan­tes a las dife­ren­tes pro­pues­tas de este nue­vo tipo de ocio que desa­rro­lla Rain Forest. Ocio “con cau­sa” cuyo obje­ti­vo es acer­car la natu­ra­le­za sal­va­je, con­mo­ver con la belle­za para con­cien­ciar a la socie­dad y que se com­pro­me­ta con la con­ser­va­ción del medio ambien­te. La Pla­za exte­rior de acce­so a BIOPARC es des­de hace tiem­po en pun­to de encuen­tro de la ciu­da­da­nía para even­tos soli­da­rios, cul­tu­ra­les o lúdi­­co-for­­ma­­ti­­vos de carác­ter abier­to y aho­ra aspi­ra a con­ver­tir­se en algo inol­vi­da­ble para sus visi­tan­tes y en un icono de la ciu­dad de Valen­cia.

La escul­tu­ra del ele­fan­te, mez­cla de metal y mate­ria orgá­ni­ca, recuer­da la nece­si­dad de unir nues­tro desa­rro­llo urbano con el mun­do natu­ral. Nom­bra­do Esci­pión en memo­ria de Publio Cor­ne­lio Esci­pión “El Afri­cano”, la expo­si­ción de su esque­le­to inte­rior sim­bo­li­za, a su vez, la fra­gi­li­dad de los eco­sis­te­mas, de sus ani­ma­les y plan­tas. Y la obra en sí, este colo­sal ani­mal, repre­sen­ta por últi­mo la natu­ra­le­za del arte y el arte de la natu­ra­le­za; una nece­si­dad vital para el espí­ri­tu humano y una mues­tra sin­gu­lar de aque­llo que el visi­tan­te encon­tra­rá en cada rin­cón del inte­rior del par­que.

Des­de hace sema­nas pode­mos ver alza­do el arma­zón de hie­rro que, con un com­pli­ca­do pro­ce­so de cons­truc­ción y mon­ta­je, va com­ple­tan­do día a día un majes­tuo­so ele­fan­te. La cabe­za for­ma­da por 6 sec­cio­nes de estruc­tu­ras tubu­la­res de ace­ro es ya visi­ble, así como la enor­me trom­pa metá­li­ca y los reco­no­ci­bles col­mi­llos, cada uno de 150 kg de peso y for­ma­dos por 2.500 pie­zas de made­ra.

Pró­xi­ma­men­te la vere­mos com­ple­ta­da por unas ore­jas de tren­za­do tupi­do de caña natu­ral de 27 m². En el cuer­po, una vez fina­li­za­da la estruc­tu­ra de ace­ro, aho­ra se rea­li­za el reves­ti­mien­to de las 26 cos­ti­llas de made­ra y tam­bién de este mate­rial esta­rán recu­bier­tos los hom­bros, patas y uñas. La piel del ele­fan­te es de cha­pa de ace­ro de 3 mm de espe­sor y recu­bre una super­fi­cie de 120 m². Toda esta com­ple­ja obra artís­ti­ca está ancla­da en 4 pila­res sobre los que des­can­san las 4 patas del ele­fan­te, de 1 metros de altu­ra y 80 cm de diá­me­tro y sos­ten­drán todo el peso de 15 tone­la­das. Ancla­dos a una losa de hor­mi­gón arma­do y apo­ya­do en un puen­te de vigas metá­li­cas.

 

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