Segu­ro que en más de una oca­sión todos hemos oído aque­llo de “¿por qué no te com­pras un abri­go bueno en lugar de varios que ense­gui­da se te lle­nan de pelo­ti­llas?”. No hace fal­ta vol­ver dema­sia­do la vis­ta atrás para recor­dar esas pren­das que ves­tían nues­tras ante­ce­so­ras, muchas veces dise­ña­das y cosi­das por ellas mis­mas, que dura­ban años y años. De hecho, toda­vía con­ser­vo en mi arma­rio un par de ves­ti­dos de mi abue­la que, a día de hoy, lucen como nue­vos. ¿Crees que gene­ra­cio­nes pos­te­rio­res podrán usar la cha­que­ta que com­pras­te en las últi­mas reba­jas?

Uno de los esta­ble­ci­mien­tos de Pri­mark

Este pen­sa­mien­to pue­de sonar casi extra­te­rres­tre en una épo­ca en la que la pro­duc­ción en serie y a bajo cos­te ha con­so­li­da­do el mer­ca­do de moda dese­cha­ble que dura una sola tem­po­ra­da. Las gran­des empre­sas mul­ti­na­cio­na­les y otros con­glo­me­ra­dos que pug­nan por adue­ñar­se del sec­tor tex­til en nues­tro país ope­ran bajo el esque­ma del lla­ma­do fast fashion, que con­sis­te en ven­der ropa de baja cali­dad a pre­cios irri­so­rios para que el con­su­mi­dor pue­da com­prar en mayor can­ti­dad y fre­cuen­cia. La mayo­ría de estas gran­des empre­sas de pro­duc­ción en masa explo­tan la mano de obra en paí­ses ter­cer­mun­dis­tas, trans­gre­dien­do los dere­chos huma­nos, la dig­ni­dad de las per­so­nas y mani­pu­lan­do los pre­cios en el mer­ca­do, por no hablar de las reper­cu­sio­nes medioam­bien­ta­les que han pro­vo­ca­do ya un impac­to irre­pa­ra­ble en nues­tro pla­ne­ta.

El sis­te­ma de la moda nece­si­ta un cam­bio radi­cal. Por ello, muchas mar­cas y peque­ños comer­cios están toman­do car­tas en el asun­to y ofre­cen pren­das no sólo de una cali­dad mucho más alta, sino que están hechas para durar, ela­bo­ra­das con aten­ción y mimo. Pue­de que sus pro­duc­tos no ten­gan pre­cios tan bajos como los que ofre­cen las mul­ti­na­cio­na­les, pero a cam­bio obte­ne­mos un tra­to pro­fe­sio­nal, cer­cano y per­so­na­li­za­do. Detrás de cada mos­tra­dor encon­tra­mos un autén­ti­co espe­cia­lis­ta que podrá acon­se­jar­nos sin pri­sas, cuyo cono­ci­mien­to y aten­ción apor­tan un valor aña­di­do al sim­ple acto de com­prar. Estos comer­cios defien­den un con­su­mo más res­pon­sa­ble y poseen con­cien­cia sobre la jus­ti­cia social y el impac­to medioam­bien­tal que cau­san en nues­tro pla­ne­ta. ¿sus armas? El dise­ño, la inno­va­ción y la crea­ti­vi­dad.

Por tan­to, repi­to, ¿crees que gene­ra­cio­nes pos­te­rio­res podrán usar la cha­que­ta que com­pras­te en las últi­mas reba­jas? La res­pues­ta la tie­nes tú, con­su­mi­dor. Pero, recuer­da: el cómo y el dón­de se fabri­ca tu ropa es impor­tan­te…

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