En el pano­ra­ma indus­trial actual, man­te­ner la maqui­na­ria, las estruc­tu­ras y los com­po­nen­tes en per­fec­to esta­do es indis­pen­sa­ble para ase­gu­rar la pro­duc­ti­vi­dad, la segu­ri­dad y la cali­dad de los pro­ce­sos.

 

 

Duran­te déca­das, este obje­ti­vo se ha alcan­za­do median­te méto­dos con­ven­cio­na­les que, aun­que cum­plían su fun­ción, pre­sen­ta­ban limi­ta­cio­nes nota­bles: uso de pro­duc­tos quí­mi­cos, téc­ni­cas abra­si­vas que daña­ban las super­fi­cies e inte­rrup­cio­nes pro­lon­ga­das en la acti­vi­dad.

Hoy, una inno­va­ción está mar­can­do un pun­to de infle­xión: la lim­pie­za con láser. Esta tec­no­lo­gía, que en Valen­cia ya cuen­ta con espe­cia­lis­tas como Gemi­limp, per­mi­te eli­mi­nar sucie­dad, óxi­dos, pin­tu­ras, gra­sas y otros resi­duos de for­ma pre­ci­sa, rápi­da y sin dañar el mate­rial ori­gi­nal.

La efi­ca­cia del sis­te­ma resi­de en la absor­ción selec­ti­va de ener­gía. El haz de luz láser inci­de sobre el con­ta­mi­nan­te, que se vapo­ri­za o frag­men­ta, mien­tras que la super­fi­cie sub­ya­cen­te refle­ja la mayor par­te de esa ener­gía, que­dan­do intac­ta. El resul­ta­do es una lim­pie­za mili­mé­tri­ca que no pre­ci­sa con­tac­to físi­co ni el uso de pro­duc­tos quí­mi­cos.

La tec­no­lo­gía ofre­ce ven­ta­jas con­si­de­ra­bles fren­te a los méto­dos tra­di­cio­na­les. Al no ser abra­si­va, pre­ser­va los mate­ria­les deli­ca­dos o de alto valor aña­di­do; la ausen­cia de disol­ven­tes redu­ce ries­gos labo­ra­les y el impac­to medioam­bien­tal; la pre­ci­sión del haz evi­ta afec­tar zonas no desea­das y, en muchos casos, per­mi­te inter­ve­nir sin des­mon­tar pie­zas, lo que acor­ta los tiem­pos de pro­duc­ción para­dos. Aun­que la inver­sión ini­cial es supe­rior a la de otros sis­te­mas, el aho­rro a medio y lar­go pla­zo en con­su­mi­bles, mano de obra y ges­tión de resi­duos com­pen­sa amplia­men­te.

La ver­sa­ti­li­dad es otro de sus pun­tos fuer­tes. Se ha apli­ca­do esta tec­no­lo­gía en sec­to­res tan diver­sos como la indus­tria ali­men­ta­ria —para lim­piar hor­nos, mol­des o cin­tas trans­por­ta­do­ras sin ries­go de con­ta­mi­na­ción—, la auto­mo­ción, la aero­náu­ti­ca, la res­tau­ra­ción de facha­das patri­mo­nia­les o la cons­truc­ción naval. En todos los casos, los resul­ta­dos mues­tran super­fi­cies impe­ca­bles sin alte­rar sus pro­pie­da­des.

El pro­ce­so en sí es sen­ci­llo de des­cri­bir, aun­que téc­ni­ca­men­te sofis­ti­ca­do. El equi­po pro­yec­ta el haz láser sobre la zona a tra­tar, el con­ta­mi­nan­te absor­be la ener­gía y se des­com­po­ne, y pos­te­rior­men­te los resi­duos son aspi­ra­dos o que­dan redu­ci­dos a par­tí­cu­las micros­có­pi­cas. Así, las super­fi­cies que­dan lis­tas para vol­ver a entrar en pro­duc­ción o reci­bir un nue­vo tra­ta­mien­to.

Entre los tra­ba­jos más des­ta­ca­dos rea­li­za­dos se inclu­yen el deca­pa­do de pin­tu­ra en pie­zas indus­tria­les sin des­mon­tar la maqui­na­ria, la eli­mi­na­ción de óxi­do en estruc­tu­ras metá­li­cas, la lim­pie­za de mol­des de inyec­ción para pro­lon­gar su vida útil o la res­tau­ra­ción de facha­das his­tó­ri­cas con total res­pe­to al mate­rial ori­gi­nal.

Más allá de su efi­ca­cia, la lim­pie­za con láser es una alia­da de la sos­te­ni­bi­li­dad. No gene­ra resi­duos secun­da­rios, redu­ce el con­su­mo de agua y ener­gía y evi­ta el reem­pla­zo pre­ma­tu­ro de pie­zas y mate­ria­les. Esto la con­vier­te en una herra­mien­ta cla­ve para avan­zar hacia una eco­no­mía cir­cu­lar y mini­mi­zar la hue­lla medioam­bien­tal del man­te­ni­mien­to indus­trial.

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