Eduardo Ferré traslada a la carta del restaurante Amancaes la idiosincrasia de su país de origen tamizada por las influencias de su estancia en España.
El limeño Eduardo Ferré, formado en la capital peruana, dio sus primeros pasos en los fogones gracias un local propio, siguiendo los pasos familiares. Al llegar a nuestro país, en 2019, prosiguió con su formación, mediante una maestría en Madrid, al tiempo que trabajaba en restaurantes especializados en cocina vasca ‑de la mano del chef Luis Granados, del que valora especialmente la atención a la calidad del producto- o con recetas propias del sur de España durante su estancia en Jerez de la Frontera, como los guisos tradicionales y frituras.
Aterrizado en Valencia, se inició en la cocina mediterránea en diversos establecimientos, “una gastronomía que me llamó la atención por su apego al producto local”, recuerda el chef peruano. Con estas influencias a sus espaldas, Ferré, con la colaboración de Vincenzo Lulli, mano derecha en la cocina, pergeñaron la idea de la primera carta de Amancaes ‑flor propia de Lima y también una de sus festividades más célebres- que abrió sus puertas en el barrio del Ensanche en 2024.
“Podría haber continuado trabajando en cocinas ajenas”, recuerda Ferré, “pero sentía que era el momento, tras haber aprendido como funciona un restaurante a todos los niveles, de poder aportar un sello propio a través de Amancaes. No encontraba el sitio adecuado para poder expresarme, ofrecer una cocina peruana con matices de autor, basada en mi experiencia profesional en España. Se trataba de encontrar el equilibrio, el balance, entre dos continentes”.
Una aventura no muy sencilla, ya que como el propio Eduardo reconoce, la cocina peruana ha tardado en asentarse en nuestra ciudad. A este respecto, Ferré matiza que “el cliente valenciano, que tiene a su disposición una gastronomía local increíble, es muy suyo. Tiene una cultura gastronómica muy potente, que defiende y promueve. Partiendo de esto, es más complicado, en comparación con otras ubicaciones españolas, que otras cocinas, un tanto más desconocidas y alejadas de su imaginario colectivo, puedan entrar fácilmente. Una cocina como la peruana, más elaborada, con sabores más intensos, siempre tiene una entrada más difícil que la pasta, los tacos o las hamburguesas, por poner algún ejemplo”.

Bao de chicharrón

Berejena asada con salsa romesco de panka, katsobushi y caviar de mujol.
Amancaes levantó la persiana en la calle Conde Altea, rodeado de un ecosistema de cocinas variadas, pero, ante todo, muy numerosas. Una ubicación con evidentes ventajas ‑diferentes opciones de calidad para cualquiera que se acerque por la zona- pero con inconvenientes añadidos, como una mayor competencia. “En mi opinión es una zona que mantiene un equilibrio muy interesante entre el cliente local y el turista. Si tu interés es dar valor a la materia prima, esto acarrea un mayor coste, que en consecuencia se refleja en un ticket medio que busca un perfil concreto de cliente que reside o acude a este barrio”.

Taco de vieriras acevichadas en alga nori.

“Suspiro a la valenciana”: adaptación del suspiro limeño con crema de yemas, merengue de naranja, canela y sorbete de mandarina.
Ferré maneja en Amancaes una carta limitada, diseñada de acuerdo con las posibilidades de la cocina y con el objetivo de dar la suficiente rotación al producto, trabajando siempre con ingredientes frescos. La carta de vinos, breve, contiene referencias que se alejan de lo habitual, en la que tiene incidencia la opinión de Mateo, responsable de la barra, quien acude a las catas y realiza una primera valoración y selección de los caldos. Los vinos escogidos son probados posteriormente por todo el personal, teniendo en mente posibles maridajes con los platos. Esta valoración global es la que se refleja en la confección final de la carta.

Mateo, responsable de la coctelería.
El mimo que Ferré refleja en los vinos se traslada también a la carta de cócteles, en el que resulta inevitable el protagonismo del pisco. A partir de aquí, Mateo ‑del que Eduardo destaca su creatividad- desarrolló en primera instancia una gama de cócteles de autor contando con el pisco en mayor o menor medida. Una carta de coctelería que cambia dos veces al año y que tras un tiempo ha incluido licores y combinaciones alejadas del pisco tradicional. La motivación es, como Eduardo revela, “sentarse a la mesa como una celebración de la unión de dos culturas”.
Para este otoño, Ferré apuesta por incrementar la presencia de la gastronomía nikkei en la carta e introducir una variedad de platillos que pueda combinarse con la carta cócteles en una velada algo más informal. Estaremos atentos.
Comparte esta publicación
Suscríbete a nuestro boletín
Recibe toda la actualidad en cultura y ocio, de la ciudad de Valencia