Los empre­sa­rios que depen­den del turis­mo pien­san en fór­mu­las para rein­ven­tar­se y garan­ti­zar la segu­ri­dad de los clien­tes cuan­do aca­be el con­fi­na­mien­to.

Cro­quis con un posi­ble redi­se­ño de uno de los res­tau­ran­tes del hotel VP Pla­za de Espa­ña Design, en Madrid.

*Por su inte­rés, repro­du­ci­mos este artícu­lo de Fer­nan­do Pei­na­do y Gor­ka R. Pérez publi­ca­do en el perió­di­co El País.

Tomar un gin-tonic con­tem­plan­do las vis­tas de Madrid en la lujo­sa terra­za Gink­go es un pla­cer que segui­rá sien­do posi­ble este verano den­tro de “la nue­va nor­ma­li­dad”. Cada visi­tan­te ten­drá su pro­pia bur­bu­ja de higie­ne: debe­rán pro­te­ger­se con mas­ca­ri­llas y guan­tes, y esta­rán sepa­ra­dos del res­to de clien­tes por mam­pa­ras. Cuan­do alguno quie­ra aso­mar­se a ver el atar­de­cer, debe­rá pedir per­mi­so a uno de los emplea­dos y seguir una ruta segu­ra, deli­mi­ta­da en el sue­lo de esta terra­za en la plan­ta 12 del hotel cin­co estre­llas VP Pla­za de Espa­ña Design.

Los pla­nes de la cade­na hote­le­ra madri­le­ña VP son un ejem­plo de la rein­ven­ción que pre­pa­ra la indus­tria turís­ti­ca en Espa­ña ante su verano más negro. VP Hote­les cree que la cla­ve para cap­tar a los pocos turis­tas que haya en Madrid será ven­der­se como un espa­cio extre­ma­da­men­te lim­pio. “Que­re­mos que sea el hotel más segu­ro de toda Espa­ña”, dice el direc­tor gene­ral de la cade­na VP, Javier Pérez Jimé­nez. Aún no se cono­cen las reglas que debe­rán aca­tar hote­les o res­tau­ran­tes cuan­do pue­dan reabrir, ni tam­po­co la fecha, pero Pérez Jimé­nez pien­sa que el míni­mo legal será insu­fi­cien­te para su hotel de super­lu­jo. Dibu­ja estos días los cro­quis con la reor­ga­ni­za­ción de los espa­cios y con­tac­ta a pro­vee­do­res para com­prar los mate­ria­les extra. La cla­ve para atraer clien­te­la será aspi­rar a más, sin impor­tar ser un poco “para­noi­co”. Tam­bién la Aso­cia­ción Empre­sa­rial Hote­le­ra de Madrid está ela­bo­ran­do un pro­to­co­lo para otor­gar un cer­ti­fi­ca­do de “Hote­les Covid Free”. Para el VP Pla­za de Espa­ña las medi­das extre­mas son una nece­si­dad por­que sus hués­pe­des sue­len ser el públi­co más vul­ne­ra­ble al coro­na­vi­rus, ya que de media supe­ran los 50 años.

Cro­quis con la posi­ble reor­ga­ni­za­ción de la terra­za Gink­go en la plan­ta 12 del hotel VP Pla­za de Espa­ña, en Madrid.

Al entrar por la puer­ta, los clien­tes del esta­ble­ci­mien­to debe­rán some­ter­se a un test rápi­do, expli­ca Pérez Jimé­nez. Para ello están hablan­do con varias clí­ni­cas a las que cede­rían una de las salas en la plan­ta baja. No des­car­tan que la prue­ba deba hacer­se en una ambu­lan­cia en la puer­ta, aña­de.

Si están sanos, en recep­ción reci­bi­rán un kit de bien­ve­ni­da con mate­rial de pro­tec­ción: guan­tes, mas­ca­ri­lla y gel. Sus habi­ta­cio­nes serán como “bún­ke­res”, el lugar más pro­te­gi­do. Allí encon­tra­rán obje­tos enva­sa­dos al vacío, como el man­do a dis­tan­cia. Prác­ti­ca­men­te en cada rin­cón halla­rán dis­pen­sa­do­res de gel desin­fec­tan­te, expli­ca Pérez Jimé­nez. El buf­fet de desa­yuno des­apa­re­ce­rá y será sus­ti­tui­do por una bol­sa de pic­nic con fru­ta y yogur que el clien­te reco­ge­rá pasan­do por un cir­cui­to deli­mi­ta­do. En los res­tau­ran­tes se aca­bó lo de pasar el tra­po por enci­ma de la mesa. En ade­lan­te ten­drán que usar unas vapo­re­tas de lava­do a pre­sión.

Javier Pérez Jimé­nez cal­cu­la que el afo­ro de los dos res­tau­ran­tes en plan­tas bajas (800 y 250 per­so­nas) debe­rá redu­cir­se entre un ter­cio y la mitad. En la terra­za Gink­go, de 1.200 metros cua­dra­dos, pre­vé pasar de un máxi­mo de 300 a 200 per­so­nas. Ya no habrá cola en la calle para subir a la terra­za, como ha pasa­do en los últi­mos vera­nos. Será obli­ga­to­rio reser­var.

El plan es ambi­cio­so y caro, dice el direc­tor gene­ral del gru­po. Está solo al alcan­ce de unos pocos gigan­tes del sec­tor que podrán ven­der­se como espa­cios lim­pios. 2020 será el año en que sobre­vi­vi­rán los más gran­des, siem­pre que no estén apa­lan­ca­dos con mucha deu­da. VP cree que resis­ti­rán has­ta sep­tiem­bre gra­cias al turis­mo de nego­cios y even­tos.

Una ven­ta­ja de su hotel, aña­de, es que los baños de los res­tau­ran­tes se abren de for­ma auto­má­ti­ca así que no hay que tocar nin­gún pomo. “En las zonas comu­nes solo tocas el botón del ascen­sor y den­tro vas a encon­trar un expen­de­dor de alcohol”, dice Pérez Jimé­nez. “Vamos a poner expen­de­do­res como si esto fue­ra el fin del mun­do”, aña­de para lue­go reba­jar el dra­ma­tis­mo. “Pero no será el fin. Esto solo será un break”.

Más som­brías ven las cosas muchos due­ños de mul­ti­tud de bares, res­tau­ran­tes o chi­rin­gui­tos. La mayo­ría pare­ce des­car­tar por el momen­to una trans­for­ma­ción radi­cal de sus loca­les. Hay inver­sio­nes como mam­pa­ras que pue­den sen­ten­ciar su via­bi­li­dad.

“La incer­ti­dum­bre de no saber ni cómo ni cuán­do nos van a dejar abrir nos tie­ne limi­ta­dos”, reco­no­ce Gil­do Hidal­go, pro­pie­ta­rio de Doña Cal­ma Gas­tro­bar y Vera­ni­llo de San­ta Ana, dos res­tau­ran­tes en San­lú­car de Barra­me­da (Cádiz). “La reduc­ción del afo­ro tam­bién es algo que tene­mos plan­tea­do, de igual for­ma que ten­dre­mos que inver­tir un dine­ro para com­prar mam­pa­ras para sepa­rar una mesa de la otra”, aña­de. “Es muy jodi­do. Me da mucha pena por los tra­ba­ja­do­res que tene­mos, por­que si antes tenías ocho emplea­dos para 70 comen­sa­les, y aho­ra solo te dejan meter a 20… pues ya me dirás”, lamen­ta Hidal­go.

“Las prohi­bi­cio­nes nos tie­nen en vilo”, se suma Gui­ller­mo Gar­cía Muñoz, otro empre­sa­rio hos­te­le­ro de San­lú­car, uno de los muni­ci­pios con mayor tasa de paro en Espa­ña (30,25% en febre­ro). Es pro­pie­ta­rio del bar Doña Cló, el chi­rin­gui­to Vida Mía y la dis­co­te­ca La Bar­be­ría. Su visión tri­di­rec­cio­nal del sec­tor es igual­men­te poco hala­güe­ña. “La reaper­tu­ra de la dis­co­te­ca la doy por per­di­da. Es un nego­cio que solo resul­ta ren­ta­ble cuan­do está al com­ple­to. Con el chi­rin­gui­to es dis­tin­to por­que lo ten­go en pro­pie­dad y si no lo abro no me gene­ra pér­di­das. Y el bar lo pue­do sos­te­ner por­que el pro­pie­ta­rio del local no me está cobran­do el alqui­ler”, apun­ta Gar­cía Muñoz.

Las dis­tin­tas velo­ci­da­des a las que se desem­pe­ñan los nego­cios resul­tan toda­vía más evi­den­tes cuan­do no hay mayor opción que la pará­li­sis.

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