Marc Cae­llas, escri­tor y per­for­mer lite­ra­rio, en una calle de Bar­ce­lo­na (Ana Jimé­nez)

Por su inte­rés, repro­du­ci­mos la entre­vis­ta de Xavi Ayén al escri­tor y per­fo­mer lite­ra­rio Marc Cae­llas, publi­ca­da en La Van­guar­dia.

Marc Cae­llas (Bar­ce­lo­na, 1974) es uno de los cata­la­nes que más ha escri­to sobre Amé­ri­ca Lati­na. Direc­tor tea­tral, artis­ta nóma­da y poli­fa­cé­ti­co, aho­ra publi­ca ‘Neu­ros Aires’ (Libros del Zor­zal) , volu­men sobre la capi­tal argen­ti­na a caba­llo entre la lite­ra­tu­ra de via­jes, el ensa­yo, la socio­lo­gía y la auto­bio­gra­fía, cuar­ta entre­ga de un pro­yec­to narra­ti­vo sobre ciu­da­des en las que ha vivi­do y a las que retuer­ce el nom­bre para hacer­las decir más cosas: ya han apa­re­ci­do los volú­me­nes ‘Car­ce­lo­na’ (2011), ‘Cara­caos’ (2015) y ‘Dro­go­tá’ (2017), “voy arman­do mi eje del mal”, dice con media son­ri­sa malé­vo­la. Como hom­bre de tea­tro, es res­pon­sa­ble de mon­ta­jes como ‘Sui­ci­de notes’ ‑basa­do en notas reales de ilus­tres sui­­ci­­das- o ‘Gui­ris go home’ ‑que anti­ci­pa­ba la cri­sis turís­ti­ca del ‘mode­lo Bar­ce­lo­na’- así como de espec­tácu­los inter­ac­ti­vos con refe­ren­tes lite­ra­rios, como ‘El paseo de Robert Wal­ser’ o ‘El estó­ma­go de los escri­to­res’. En una edi­ción del Fes­ti­val Inter­na­cio­nal de Lite­ra­tu­ra de Bue­nos Aires, ade­más, orga­ni­zó una fal­sa cere­mo­nia de con­ce­sión del Nobel a Jor­ge Luis Bor­ges.

-¿Por qué hace libros sobre ciu­da­des? 

-No empe­zó como pro­yec­to, escri­bí ‘Car­ce­lo­na’ por­que el edi­tor de Melu­si­na se fijó en mi blog y m pidió un libro. Lo escri­bí en San Tel­mo, en Bue­nos Ares, lue­go me di cuen­ta de que podía ser un géne­ro, escri­bir como un paseo y que el rela­to sea la ciu­dad, siem­pre ciu­da­des en las que, por capri­cho o por amor, he pasa­do tem­po­ra­das lar­gas. Luga­res a los que vuel­vo, me gus­ta la idea de vol­ver, pre­fie­ro vol­ver a des­cu­brir luga­res nue­vos. Y no me fío de la gen­te que escri­be de sitios en los que ha esta­do diez días. Dicen que en Bue­nos Aires siem­pre pare­ce que está a pun­to de pasar algo. Yo con­fir­mo que, si te que­das un tiem­po, suce­de.

-¿La ciu­dad se adap­ta a usted?

-No aspi­ro a escri­bir un libro de via­jes citan­do luga­res y momen­tos, eso ya está hecho y no me intere­sa. Pes­soa decía que para escri­bir hay que res­trin­gir la rela­ción con la reali­dad e inten­si­fi­car la refle­xión sobre eso. Va por ahí. Muchas de las cosas que suce­den en una ciu­dad son pro­duc­to de mi red de afec­tos y pro­yec­tos. La nove­la ‘La ciu­dad inven­ci­ble’, de Fer­nan­da Trías, suce­de toda en unas pocas cua­dras, y no pue­de ser más por­te­ña, con­den­sa en una par­te infi­ni­te­si­mal toda la expe­rien­cia de Bue­nos Aires.

-Es un géne­ro híbri­do, un colla­ge con frag­men­tos y citas de otras obras, pero tam­bién cró­ni­ca perio­dís­ti­ca, como cuan­do se va usted a un par­que temá­ti­co reli­gio­so…

-Los argen­ti­nos no cono­cen ese sitio, nadie ha ido, les pare­ce gro­tes­co, y efec­ti­va­men­te lo es, pero pre­ci­sa­men­te por eso hay que ir a ver­lo. Ate­rri­cé en el aero­puer­to y vi cómo se levan­ta­ba una cruz enor­me ilu­mi­na­da, no sabía si era un roda­je o una sec­ta, me dije que tenía que ir a ese lugar. Es la Dis­ney­lan­dia del cris­tia­nis­mo, tan absur­do que no se pue­de creer. Es el tex­to con más humor de todo el libro.

No me fío de la gen­te que escri­be de luga­res don­de ha esta­do diez días

-¿No es un poco raro que un edi­tor argen­tino publi­que el libro de un cata­lán expli­can­do Bue­nos Aires?

-¿Ver­dad? Lo publi­ca aho­ra en Espa­ña, y lue­go lo hará en Argen­ti­na. Muchos espa­ño­les quie­ren publi­car en Argen­ti­na y no lo con­si­guen por­que hay cier­to recha­zo del esta­blish­ment hacia la escri­tu­ra espa­ño­la, a la que miran con con­des­cen­den­cia. Soy una ano­ma­lía, me sien­to escri­tor argen­tino, de hecho una vez me invi­ta­ron a un fes­ti­val en Puer­to Rico como argen­tino, fin­gir que lo soy ya for­ma par­te de mi vida. Hay que decir que los espa­ño­les que van allá tam­po­co gene­ran espa­cios ni víncu­los para que haya diá­lo­go.

-Hay, por momen­tos, den­si­dad filo­só­fi­ca, pero den­tro siem­pre de la bre­ve­dad, por los auto­res que cita, la ten­den­cia tan argen­ti­na a teo­ri­zar sobre todo…

-Siem­pre he tra­ba­ja­do la inter­tex­tua­li­dad. Cada vez me que­da más inte­gra­da en el rela­to, no quie­ro que inte­rrum­pa la narra­ción sino que abra hilos, son citas de auto­res que he leí­do y for­man par­te de mi canon per­so­nal. 

-En sus otros libros hay más andan­zas sexua­les…

-Aquí me pare­ció que no eran tan rele­van­tes narra­ti­va­men­te, se cana­li­za­ron en la obra de tea­tro que mon­té alí, ‘Entre­vis­tas bre­ves con escri­to­res repul­si­vos’, don­de había mucho sexo. Aquí me intere­sa­ba otra voz, que el narra­dor se fun­die­ra con la ciu­dad. Bue­nos Aires es un cam­po fér­til don­de cre­cen muchos más escri­to­res que en otros lados. Genios hay pocos, como en todos lados, pero el nivel medio es muchí­si­mo más alto.

-¿Qué des­cu­bri­mien­tos nos reco­mien­da?

-Algu­nos ya empie­zan a cono­cer­se en Espa­ña: María Gain­za, Pablo Kat­chad­jian , Fabián Casas, Fer­nan­da Gar­cía Lao, Aria­na Har­wicz, María Moreno, Osval­do Bai­go­rria… Y lue­go Mace­do­nio Fer­nán­dez, Rober­to Arlt, Bor­ges, Cor­tá­zar y César Aira como eje his­tó­ri­co.

En el auto­bús escu­chas a los argen­ti­nos con­tar al ami­go su sesión de tera­pia del día, es una meta-tera­­pia

-¿Algu­nos ras­gos dis­tin­ti­vos de Bue­nos Aires?

-Cara­cas y Bogo­tá son mucho más caó­ti­cas, agre­si­vas, peli­gro­sas, en ellas he sufri­do secues­tros y asal­tos que en Bue­nos Aires jamás tuve. Hay una red de trans­por­te públi­co que fun­cio­na, un ‘sub­te’, auto­bu­ses de 24 horas, líneas muy cómo­das para des­pla­zar­se… La he tran­si­ta­do más por­que cono­cí a mucha gen­te en dis­tin­tos luga­res. En Bogo­tá toda la gen­te que cono­ces vive en el mis­mo barrio. Bue­nos Aires tie­ne a su cla­se media ‑empo­­bre­­ci­­da- mucho más dis­per­sa por todo el terri­to­rio. Y tie­ne unos hora­rios muy pro­lon­ga­dos, pue­des comer­te un bife de cho­ri­zo a la una de la maña­na, y jugar al ping-pong a las cua­tro de la madru­ga­da en un bar de la calle Corrien­tes. Aquí eso sería bas­tan­te cho­can­te.

-Hay un toque casi de thri­ller judi­cial cuan­do apa­re­ce María Koda­ma como super­vi­lla­na.

-Sim­bo­li­za a ‘las viu­das lite­ra­rias’, un plu­ral que los inclu­ye a todos y todas, hay por ejem­plo un señor, Daniel Mar­tino, a quien apo­da­mos cari­ño­sa­men­te ‘Koda­mo’ por­que se enfa­dó cuan­do hici­mos una lec­tu­ra públi­ca de frag­men­tos del ‘Bor­ges’ de Bioy Casa­res, que él edi­tó, un tocho de 1.600 pági­nas que cues­ta 500 euros en Inter­net. Él es una víc­ti­ma ya que ese libro lle­va años sin reedi­tar­se por­que Koda­ma les ha deman­da­do por el uso del nom­bre de Bor­ges ¡sien­do el dia­rio de Bioy! Pero, a su vez, el señor Mar­tino se con­si­de­ra casi coau­tor del dia­rio de otro, y nos recla­ma pago de dere­chos… Hom­bre, si yo me lucra­ra mon­tan­do una obra en el tea­tro Colón obvia­men­te debe­ría pagar dere­chos pero por una per­for­man­ce en una libre­ría… es como la deman­da que le puso Koda­ma a Kat­chad­jian, des­es­ti­ma­da final­men­te por un juez tras muchos años de cal­va­rio. Como esta gen­te tie­ne dine­ro, se lo gas­tan en abo­ga­dos y los crea­do­res desis­ti­mos de dar la pelea por­que no pode­mos pagar­nos la defen­sa. Es bas­tan­te tris­te y des­agra­da­ble. Mire, lle­vo unos cal­ce­ti­nes con la cara de Bor­ges con la fra­se, no sé si apó­cri­fa, de “lo bueno nun­ca es de nadie”.

-¿Quién no ha teni­do un psi­co­ana­lis­ta argen­tino?

-Nun­ca me he psi­co­ana­li­za­do. Me cen­tro más en unas tera­pias alter­na­ti­vas a las que los por­te­ños están yen­do mucho. Hay un des­cen­so últi­ma­men­te del psi­co­aná­li­sis, la gen­te se ha can­sa­do de estar diez años yen­do a tera­pia y ver que están en el mis­mo pun­to. Bueno, han ejer­ci­ta­do el arte de la con­ver­sa­ción, pero de ahí nun­ca se sale, es como un gim­na­sio, para man­te­ner­te en for­ma, no para resol­ver nada. Lo curio­so es que yen­do en ‘bon­di’ (auto­bús), escu­chas a los argen­ti­nos con­tar por telé­fono a sus ami­gos la tera­pia del día, es una meta-tera­­pia, narran lo que les dijo el psi­có­lo­go, cómo les sen­tó, lo que pen­sa­ron y no le dije­ron… Otra cosa es que la tera­pia es cara pero para muchos por­te­ños for­ma par­te de la canas­ta bási­ca, lo con­si­de­ran como el alqui­ler o la comi­da del súper, pre­fie­ren que­dar­se sin vaca­cio­nes, pres­cin­dir de otras cosas. En la obra de tea­tro ‘Entre­vis­tas con escri­to­res…’ paro­dio a la vez las entre­vis­tas con escri­to­res y las sesio­nes de psi­co­aná­li­sis.

Los argen­ti­nos son los úni­cos lati­no­ame­ri­ca­nos que se divier­ten sen­ta­dos

-¿Cómo es eso de que hizo que le die­ran el Nobel a Bor­ges?

-Una per­for­man­ce que orga­ni­za­mos en el Fes­ti­val Inter­na­cio­nal de Lite­ra­tu­ra de Bue­nos Aires (Fil­ba), apro­ve­chan­do que la Aca­de­mia Sue­ca sus­pen­dió el fallo del pre­mio en el 2018. Con el actor Este­ban Feu­ne de Colom­bi carac­te­ri­za­do como la aca­dé­mi­ca Sara Danius y la ayu­da de Juan Men­do­za, leí­mos un tex­to que era un arte­fac­to bor­giano, hecho a par­tir de múl­ti­ples pró­lo­gos suyos a otros escri­to­res, un patch­work, que pare­ce un tex­to ori­gi­nal des­ti­na­do a elo­giar­le a él. Tuvo gran reper­cu­sión, fue una ven­gan­za pós­tu­ma que salió en la pren­sa inter­na­cio­nal. En Bue­nos Aires la lite­ra­tu­ra se expan­de de ver­dad: en las salas de tea­tro, en la vida. Los libros tie­nen una fuer­za que tras­cien­de su pro­pia mate­ria­li­dad. Lite­ra­tu­ra y tea­tro, en esta ciu­dad, se fun­den como en nin­gún otro sitio, y son muy impor­tan­tes para la gen­te.

-Eso es usted. Su tea­tro no se entien­de sin lite­ra­tu­ra pero sus libros tam­po­co sin su tea­tro.

-Se retro­ali­men­tan. La escri­tu­ra es muy soli­ta­ria y los pro­yec­tos tea­tra­les te per­mi­ten ver a gen­te, jugar con ellos, que te hagan ver cosas que tú no ves. Me he dado cuen­ta de que, en todas las dis­ci­pli­nas artís­ti­cas, ten­go al menos a dos argen­ti­nos que admi­ro, pero no le digo a nivel argen­tino sino mun­dial. En cine, Lucre­cia Mar­tel y Mariano Lli­nás, en tea­tro Lola Arias o Lisan­dro Rodrí­guez, en lite­ra­tu­ra María Moreno u Osval­do Bai­go­rria… gen­te que real­men­te es muy bue­na, y muchos no tras­cien­den fron­te­ras. El libro quie­re tam­bién dejar cons­tan­cia de eso. Mariano Lli­nás es un per­so­na­je capaz de estre­nar una pelí­cu­la de 14 horas de dura­ción, yo asis­tí a la pro­yec­ción, en la sala Luga­nes, y pue­do ates­ti­guar que hay una hora y media genial. 

-O esa nove­la de ocho pági­nas que cita…

-El libro ‘Mucho tra­ba­jo’ de Kat­chad­jian, son 200 pági­nas redu­ci­das tipo­grá­fi­ca­men­te has­ta lle­gar a ser solo ocho. La publi­có a un tama­ño de letra minúscu­lo, ile­gi­ble para el ojo humano, se nece­si­ta­ría un teles­co­pio de la Nasa, nadie es capaz de leer eso. La escri­bió real­men­te, con el mis­mo esfuer­zo que si fue­ra a ser leí­da. Sabien­do lo que cues­ta escri­bir una nove­la, su ges­to es con­si­de­ra­ble, lo con­vier­te en una pie­za de arte con­tem­po­rá­neo. Yo entien­do la lite­ra­tu­ra como pla­ta­for­ma artís­ti­ca, para mí el libro es la base de todo. Es dis­cu­ti­ble eso que dicen que, en una obra de tea­tro, la ilu­mi­na­ción o la músi­ca son tan impor­tan­tes como el tex­to, el tex­to es lo que que­da, lo que todos quie­ren publi­car, como el guion de una pelí­cu­la. Artis­tas plás­ti­cos como Domi­ni­que Gon­­za­­lez-Foer­s­­ter, Sophie Calle, Fran­cis Alÿs, Isi­do­ro Val­cár­cel Medi­na… no se entien­den sin la lite­ra­tu­ra, o para mí el dra­ma­tur­go argen­tino Rodri­go Gar­cía está entre los mejo­res escri­to­res vivos.

-Ase­gu­ran los male­di­cen­tes que el mejor nego­cio que hay es com­prar un argen­tino por su pre­cio real y ven­der­lo por el que él cree que vale. ¿De dón­de pro­ce­de este pre­jui­cio?

-A veces los tópi­cos tie­nen par­te de razón. Ellos tie­nen auto­es­ti­ma y eso pue­de ver­se como exce­so de ego pero es tam­bién a veces una cua­li­dad que te hace ser osa­do y lan­zar­te a hacer cosas que otro con más inse­gu­ri­dad no se atre­ve­ría. Se apli­ca a los por­te­ños, no se dice de la gen­te de Rosa­rio o Cór­do­ba. Los por­te­ños, por otro lado, se sien­ten un poco pari­si­nos, pero con los años se van dan­do cuen­ta de que son más lati­no­ame­ri­ca­nos que euro­peos, obvia­men­te. Una cosa sí tie­nen: son los úni­cos lati­no­ame­ri­ca­nos que se divier­ten sen­ta­dos.

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia