La otra tarde llevé a mi hija al circo por primera vez. Antes, por la mañana, le enseñé uno de esos vídeos en los que Papá Noel la llama por su nombre veinte veces, le pide que sea buena y le explica que la ve todos los días del año para comprobar que merece todos los regalos. No era capaz de cerrar la boca de la impresión. Mi bebé de cuatro años. Unas horas más tarde, cuando la función terminó, la pobre lloraba con desconsuelo, con lágrimas de verdad. ¿Por qué? Porque se había enamorado del payaso, o eso decía. Pero usó ese término, enamorarse, y por la noche me pidió una fotografía de él para dormir abrazándola. Yo la consolé, y me tragué la risa y también alguna lágrima. Porque verla así me hizo comprender que cuando menos cuenta me de, habrá crecido y se enamorará de verdad. Aún te faltan muchos payasos que conocer, le anuncié con una sonrisa. Pero en el fondo me pregunté cuántas veces llorará por amor, y si yo sabré estar a su lado para consolarla, si sabré dejarle espacio para que se lo recomponga, si seré capaz de no interferir en su vida como lo hago ahora, con la certeza de qué es lo mejor para ella. Lo más difícil de ser padres es enseñar a nuestros hijos a vivir sin nosotros. Leí esta frase hace algunos años, en una novela maravillosa de una autora norteamericana, Nicole Krauss, cuyo título es “Historia del amor”. Entonces, al leerla, aún no era madre y ya me impactó, y desde que mi hija nació, ha vuelto a mi cabeza una y otra vez. Prevenir que se parta la cabeza es infinitamente más sencillo que evitar que le partan el corazón. Y eso, aunque no quiera, hace que el mío se parta
El movimiento de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo. Es lo que se ha venido en llamar el “efecto mariposa”, y con ello quiere expresarse que una pequeña variación en las condiciones establecidas de un sistema puede precipitar su evolución de forma totalmente diferente a la inicialmente prevista.
Los grandes cambios suelen depender de pequeños pero certeros impulsos. En el ámbito social requieren de personas con la visión, la iniciativa, el valor, la fuerza y la tenacidad necesarios para imaginar los primeros y provocar los segundos.
Rocío y José son dos jóvenes que atesoran todos los valores que he enumerado, además de inteligencia, preparación, generosidad y amor fraterno, que pudiendo haber utilizado sus talentos para procurarse una cómoda existencia en el mundo al que pertenecían, idearon un proyecto para transformar una realidad injusta muy lejos de lo que les era cotidiano y seguro.
Tras formarse en el ámbito de la cooperación internacional, viajaron al Nepal, uno de los países más pobres de Asia, donde entraron en contacto con organizaciones locales y acordaron desarrollar un proyecto (CIDEN) que bascula sobre dos iniciativas: la ayuda a la infancia y el impulso del autoempleo femenino, y que se ha materializado en la puesta en marcha de un orfanato y un taller textil.
El taller da empleo a ocho mujeres, que fabrican bolsos, estuches y otros complementos de algodón. El excedente que deja la actividad tras atender los gastos de producción y la remuneración de las artesanas –bajo las premisas del comercio justo–, se destina al mantenimiento del orfanato.
La viabilidad económica del proyecto se consigue gracias al último eslabón de dicha cadena bien concebida por esta admirable pareja: la tienda que han abierto en junio de este año en la calle Serranos 33 para vender los productos elaborados en el taller.
Los precios del mercado europeo permiten atender muchas necesidades en un país en el que el salario mínimo interprofesional son 47 euros al mes.
Además del comercio, CIDEN impulsa sus proyectos con un programa de apadrinamiento de niños y admite socios para contribuir al sostenimiento de sus causas.
Comprar un pequeño obsequio al lado de las Torres de Serranos de Valencia otorga esperanzas a niños sin hogar y mujeres sin futuro a miles de kilómetros de distancia. La verdad es que nos han puesto fácil ser protagonistas de este maravilloso efecto mariposa.
Lo puedes ver todo en su web: www.ciden-nepal.org
El final del verano y el arranque del otoño no han sido muy buenos. Alguien nos dejó el regalo envenenado de una campaña electoral que va a terminar durando casi cuatro meses, contribuyendo a generar un clima de provisionalidad nada bueno para la economía.
Escribo esta crónica a pocos días, por fin, de las elecciones, y tras la cumbre de Bruselas que ha solventado –con dos años de retraso– el problema de la deuda griega y el de la recapitalización de la banca. Caminamos, con la dirección y tutela férrea de Alemania y su régimen neoparlamentarista, hacia una política económica europea verdaderamente común.
Puede que como consecuencia de lo anterior lo pasemos mal, pero ya sabremos todos a qué atenernos: sudor y lágrimas –nada de sangre–, es lo que nos espera, pero ya lo sabíamos. Era necesario –sigue siéndolo– que alguien nos lo dijera alto y claro.
Nos toca pues tirar del carro. Cada día que pase sin hacerlo es un día perdido. Como dicen los chinos, un lejano destino se empieza a alcanzar dando el primer paso. Y ya no valen ocurrencias.
Ante las elecciones del 20‑N hay propuestas verdaderamente preocupantes. La pretensión socialista, por ejemplo, de aumentar la presión fiscal sobre “ricos” y bancos, cuando lo que necesitamos, justo lo contrario, es que los ricos inviertan y la banca en ruinas se recapitalice. Pero qué fácil es hablarle al público desde el tópico y el maniqueísmo.
Más ridícula parece, incluso, la petición de la patronal para “abaratar” el despido, en un momento en el que lindamos ya los cinco millones de parados. Tampoco parece muy plausible la propuesta popular de subvencionar con 3.000 euritos la primera contratación de un trabajador: paños calientes y retorno al absurdo clima de la dadivosa subvención.
Sensata resulta, en cambio, la propuesta de CiU para exonerar por un año –prorrogable– la cotización social de cualquier nueva contratación. Los catalanes tienen buenas ideas, pero para contar con ellos han puesto encima de la mesa el concierto fiscal, un tema negociable, sin duda, pero que no debe convertirse en la excusa para soliviantar los ánimos del españolismo intransigente ni servir de palanca para los independentistas. Si se habla con Cataluña de un modo pragmático, cabe todo, si se embadurna de política identitaria más vale dejarlo estar.
En cualquier caso, por más medidas e ideas salvadoras que se pongan en marcha, el país no echará a caminar hacia delante si no mejora en competitividad. Lo ha venido diciendo Juan Roig, cuyo mayúsculo éxito se ha basado en una política de estrechamiento de márgenes.
El milagro Mercadona, como el de Inditex también, se fundamenta en recortar precios y mejorar la producción. En eso consiste la competitividad: en ofrecer algo bueno al mejor precio. En época de crisis y empobrecimiento general, sólo cabe esa estrategia si se desea crecer.
Pero para ser competitivo no basta con recortar el coste laboral. Hay que recortar todo aquello que sea posible, desde luego, en clave de eficiencia y no de sobre-explotación. Y se gana competitividad, también, ofreciendo calidad, al menos la máxima dentro del precio al público. Y se gana prestando un buen y profesional servicio, unos correctos acabados, un buen trato postventa –que se lo digan a El Corte Inglés–. Y para ganar en competitividad también hay que tener buena imagen, un marketing adecuado y una tecnología al día.
No hay por lo tanto un único elemento configurador de la competitividad, sino un conjunto de ellos que terminan por producir la fórmula del éxito.
En estas atribuladas fechas, en medio de la depresión general, seguimos viendo a empresarios salir a flote con empuje. Vemos restaurantes que se llenan gracias a sus equilibrados precios en relación con la calidad, e incluso vemos ventas y alquileres inmobiliarios que siguen funcionando gracias a que ofrecen un apreciable producto a un precio muy, muy bueno. Lo cual nos lleva a una clara conclusión: nuestro país se había disparatado de precios. Y eso, antes, lo corregíamos con la depreciación de la moneda. Ahora nos toca corregirlo con la iniciativa competitiva de nuestros empresarios
En el momento de escribir estas líneas, no sabemos cual será el devenir de las finanzas de la Unión Económica y Monetaria. En todo caso, creo que es justo reflexionar sobre el origen de parte de los problemas que acucian a la deuda soberana y bancaria en Europa y Estados Unidos. Y podemos afirmar sin ambages que la negativa a asumir riesgos por parte de los gobiernos y los bancos, y la práctica, convertida en obligación, de contratar a agencias de calificación y tasadoras hipotecarias, ha derivado en un poder omnímodo de estas, y las ha convertido en el director de una orquesta desafinada y que enfila a sus miembros desconcertados al abismo financiero.
Tasar y calificar se han convertido en deportes de riesgo para estas compañías, y en victimas a los tasados y calificados, ya sean particulares, bancos, o gobiernos. Y ello, porque tasar conlleva una importante dosis de subjetividad, hecho que es aprovechado por quien en cada momento necesita la tasación para un determinado propósito. Cuando la orden es vender créditos hipotecarios, la tasación será generosa. Cuando la orden es exigir garantías o ejecutar las mismas, la tasación será cicatera. Por tanto, queda totalmente justificado el carácter pro-cíclico de la actividad tasadora. Se trata de ahondar en el error, llevando al extremo el signo de los tiempos, es decir, ayudando a aumentar el tamaño de la burbuja cuando esta se expande, y agrandando el agujero y la profundidad del mismo, después del estallido. Todo ello agravado por el hecho de que quien tiene la sartén por el mango de estas tasadoras, son los bancos que les contratan, aunque la factura la pague el hipotecado (Te pego un tiro pero pagas la bala. ¡Gran paradoja!).
Y que decir de las agencias calificadoras de riesgos… Su presencia en el mundo de las finanzas, y especialmente en el mercado de la renta fija, es imprescindible. Por ley en el caso de los gobiernos o por estatutos, en el caso de los fondos de renta fija. Es decir, se les ha dado el oligopolio de calificar lo arriesgado y lo que no lo es tanto a tres empresas. Además, les paga el que origina o maneja el riesgo. Si, así es. Actúan por cuenta de quien les paga, que es a quien tienen que calificar el riesgo, pero si se equivocan, las consecuencias las pagan los ciudadanos del país calificado o los pensionistas del fondo inversor. Estos son los responsables de que un día Lehman Brothers tuviera la máxima calificación de riesgos, y al día siguiente quebrara. Que la deuda irlandesa, portuguesa, española etc. fuera de la máxima calidad y apta para invertir bancos y compañías de seguros, etc. y sin saber cómo, se pase a considerar como bono-basura. Y que no nos cuenten que han cambiado las circunstancias porque cobran por atisbar esos cambios en el horizonte.
Tasar y calificar no son más que un ejercicio de compraventa de responsabilidades al contado. Si usted es gestor de un fondo o ministro de finanzas, nada mejor que pagar a un tercero para “que se coma el marrón” si las cosas se tuercen, y éste, que no es tonto, tasa o califica con la salvedad de hacerlo como mera opinión, si las circunstancias fácticas no cambian o la información facilitada por el cliente se ciñe a la verdad. Pues compruebe ud. todo eso que para algo cobra, ¿o no?
Si tasar el valor de los inmuebles y calificar riesgos son ciencias exactas, que paguen los platos rotos por equivocarse, y si es un arte, que se sometan a la crítica y la opinión de todos, pero que no sojuzguen la hacienda particular y pública de ciudadanos y estados
Lo peor de la maternidad, especialmente si es una maternidad primeriza, es el desconcierto. No es la primera vez que lo digo ni que lo escribo, pero sé con certeza que tampoco será la última. El no saber, el creer que te has equivocado, el sentir la inseguridad como parte de tu vida, el convencimiento íntimo y profundo de que eres la única persona en el mundo que está pasando por un acontecimiento aparentemente feliz con sentimientos encontrados. No es verdad. Tampoco es la primera vez que digo esto, tampoco será la última. Por eso no me canso de leer, ni de recomendar, libros que hablan de este momento, el maternal, sin tapujos y sin ñoñerías.
El último es El deseo de ser madre, de mi amiga Anna Gimeno. En este caso, el libro trata todos los aspectos que rodean a la reproducción asistida. No sólo médicos, que también, sino, sobre todo, sicológicos, físicos y afectivos, que suelen quedar al margen de los textos, a pesar de su importancia. El deseo de ser madre es un serio y riguroso estudio sobre los pasos a seguir, los tipos de tratamiento, los posibles resultados y otras consideraciones a tener en cuenta cuando se decide emprender este viaje. Anna Gimeno sabe de lo que habla. Sus gemelos Marc y Jùlia son la prueba palpable. Y su libro, más.
Una de las grandes sorpresas que nos ha dado Valencia en los últimos tiempos ha sido su crecimiento, exponencial, en visitas turísticas. El secreto de la existencia de nuestra ciudad ya es conocido a voces, como bien señala el último libro editado por el Ayuntamiento cuyo título y texto se debe al maestro de periodistas Pérez Puche.
Y así es, en efecto, como se puede comprobar a través de los informes del centro estratégico del turismo municipal que dirige admirablemente José Salinas, o bien dándose una vuelta cualquier día, incluso entre semana y en pleno otoño, por el centro de la ciudad.
Los alrededores de la Catedral, la Lonja y el Mercado Central se han transformado en un continuo río de turistas, desestacionalizados, sin necesidad de acontecimiento mundial alguno. La ciudad tira de su propio carro pero todavía sigue siendo necesario mejorar y mejorar: en flexibilidad de horarios, en instalaciones como la terminal de cruceros, en transportes, en buena información, en idiomas, en certificaciones de calidad, en creer mucho más en lo nuestro…
Y de eso quería hablarles, porque ya sabemos que nuestro centro histórico es atractivo, y que nuestra gastronomía seduce al más pintado gracias al imbatible arroz o al genio de la horchata… pero también tenemos una ciudad de un extraordinario atractivo medioambiental.
Tenemos cerca de 9 kilómetros de playas urbanas –es decir, con buenos servicios, incluidos chiringuitos–, y vivimos pegados a un parque natural envidiable como es la Albufera y su Devesa. El cauce del río Turia es un pulmón de vida y de ocio ciudadano sin parangón en Europa, y algunos grandes jardines de la ciudad como el Botánico de la Universitat, Viveros o Marxalenes resultan muy atractivos pero están por descubrir para el gran público.
Esa extraordinaria oferta medioambiental se complementa con nuevos valores destinados al fomento del ocio, como las prácticas náuticas en el entorno de la antigua dársena del Puerto, las visitas didácticas al nuevo zoológico que llamamos Bioparc, el conglomerado de la Ciudad de las Ciencias y, sobre todo, el Oceanográfico, una instalación modélica, a la que dedicamos nuestra portada, y que mes a mes renueva sus actividades y atractivos.
Mientras elegimos un nuevo destino político el próximo 20‑N, o preparamos la cena de empresa para la inminente Navidad, la que ya nos anuncia Muji en su estreno valenciano –¡ya era hora que esta magnífica firma de diseño aterrizara entre nosotros!–, una servidora les recomienda de verdad que se den una vuelta por el Oceanográfico, vale y mucho la pena.
Ramir Reig, Paco Carsí, León Roca, Juan de Dios Leal, Berlanga, el propio biznieto Vicente Blasco-Ibáñez Tortosa… son algunas de las personas que he conocido y que han dedicado buena parte de su trayectoria al estudio o a la difusión de la vida y obra de Blasco Ibáñez, uno de los hombres más afortunados que ha conocido esta tierra y cuya impronta sigue dejando una profunda huella entre los valencianos.
Blasco tuvo una juventud turbulenta y decidió vivir los años más intensos de la transición española a la modernidad poniéndose al frente de la tormenta. Su osadía política, la limpieza de su escritura y un carácter a mitad de camino entre la inquietud y el hedonismo mediterráneo le convirtieron, finalmente, en un hombre de éxito. Y cuando le llegó fue apoteósico. Triunfó en Hollywood, dio la vuelta al mundo, sedujo a las clases medias valencianas… y terminó gobernando la ciudad a través de los suyos –Azzati y compañía– toda la primera década del siglo xx, enarbolando un programa de importantes reformas urbanas, basadas en el higienismo. Con el blasquismo, por ejemplo, Valencia deja de ser un incipiente núcleo industrial, por mor de las normativas que limitaron las actividades insalubres cerca de zonas habitadas o el uso de las acequias.
Muerto en el exilio, su regreso a casa para reposar en el mausoleo que diseñó Mariano Benlliure constituyó la mayor manifestación popular de Valencia, en una época en que la conquista de la calle era el gran reto cívico y político. Como el Cid, fue aclamado una vez muerto. Debe ser algo muy valenciano.
Ahora, el Museo de la Ilustración (MuVIM), en colaboración con el Ayuntamiento de Valencia y otras muchas instituciones y entidades, presenta una gran exposición sobre la figura del polifacético escritor, una muestra que se anuncia como definitiva sobre la vida y la obra de un personaje cenital en nuestra historia.
El éxito está asegurado, pues recuperar a Blasco Ibáñez es un ejercicio necesario para repensar la complejidad valenciana. Él la ilustra mejor que nadie. Complejo y lleno de contradicciones, por eso es un personaje radicalmente moderno, tal y como él mismo quería y se postulaba. Por eso, resultan anodinas tanto las loas excesivas como las críticas acérrimas.
El nacionalismo, por ejemplo, ha sido particularmente cenizo con Blasco, cometiendo desde mi punto de vista un error histórico que todavía pena. El regionalismo, tampoco supo sacarle todo el jugo que la figura estelar de este valenciano podía proyectar. Todo lo demás, del republicanismo folclorista al wagnerianismo romántico constituyen meras coyunturas de época. Blasco es, sobre todo, un naturalista y un moderno, un hombre que convirtió a su tierra en protagonista y un reformista. Más o menos lo que ahora necesitamos: creer en nosotros mismos y ponernos manos a la obra.
La Casa Museo, también, aprovecha este octubre blasquista para recordar su relación con la Albufera, de la que se celebra el centenario de su cesión a la ciudad por parte de la Monarquía. No han faltado, incluso, actos de recuerdo para la serie Cañas y barro, que en su tiempo fue un auténtico bombazo de audiencia en la televisión.
La Albufera es un don divino que perdura entre nosotros milagrosamente. Una suerte histórica hace que podamos disfrutar de ella y que hayamos superado muchas crisis en su entorno, higénicas y económicas también. Pero ahí está, cien años después, superados los intentos por urbanizar el Saler, a pesar de los enfrentamientos sociales que se han vivido en el Palmar, los abusos incendiarios o los colapsos de la carretera.
Poder contemplar un atardecer en la Albufera, a diez minutos del centro de la ciudad, es un regalo de la vida. Cuando me acerco, generalmente lo hago después de comer en alguno de los muchos sitios de calidad en el tratamiento del arroz –pienso en Carmina, en Rocher, José Luis, en el Duna y tantos otros…–. Pero de lo que siempre me acuerdo es de las palabras de Gil-Albert, cuando le entrevisté. Me dijo que ese era su paisaje favorito, oriental, entre cañizos y arrozales, como si en este rincón del árido Mediterráneo brotara un pedazo de Indochina.
Me cuentan esta historia. Una mujer joven se queda embarazada. Pasa el embarazo cuidándose, alerta, para que nada perturbe la salud del bebé que llevaba dentro. Da luz a un niño sano, perfecto, precioso. Todo el mundo se alegra a su alrededor y nadie parece reparar en que la madre se ha quedado floja, desganada, abatida. Tanto, que no se atreve a coger en brazos a su hijo por miedo a no poder sostenerlo. La miran con cariño, con condescendencia. Piensan que quizá está desconcertada por la maternidad. Pasan dos días en el hospital. Es fin de semana. La mujer tiene, además, diarrea. Se alarman. Tratan en vano que un médico la visite. El lunes la abuela la convence de que tome en brazos al bebé y se haga una foto con él; la hacen, pero la madre pide un segundo retrato porque en ese se le ve el gotero. Quieren cambiarle la vía. No le encuentran la vena. Saltan las alarmas. A las pocas horas, la mujer ha muerto. Los médicos les explican que con el esfuerzo del parto, se le abrió un poro en la vena por el que se le fue la sangre, y la vida. Ahora hay un niño de casi dos años que sólo tiene una fotografía con su madre. Me cuentan esta historia y desde que la sé, trato de no reñir tanto a mi hija. Quien sabe cuánto tiempo vamos a permanecer aquí, cuándo nos iremos, qué recuerdo dejaremos a los que nos quieren, a los que ni si quiera saben cuánto les hemos querido ni cuánto les vamos a querer. No dejo de pensarlo. Piénsenlo ustedes. Por favor.
Todavía no remontamos pero es difícil que vayamos a mucho peor. Y si no, consultemos el ejemplo de Juan Roig, nuestro top of the tops, el rey de Mercadona, quien en un atisbo de realidad pura y dura vaticinó que lo mejor de este 2011 es que iba a ser mejor que 2012. Pero Roig está generando múltiples oportunidades, mejorando, haciéndose más y más competitivo. Y digo yo, en mi ingenuidad, que si Roig apuesta es que lo hace por el futuro, no tira la toalla, no coge su dinero y se va a un paraíso a disfrutarlo. No, sigue aquí, generando actividad. Luego tenemos raíces suficientes como para impulsarnos hacia adelante, ¿no?
Así lo creo, necesitamos ganar confianza en nosotros mismos y generarla hacia el exterior. Miren ustedes, soy optimista, mucho, creo que esto se va a arreglar a poco que actuemos con sensatez y con perseverancia. Acabamos de ver como los restauradores se han volcado en la Ciudad de las Ciencias para sacar adelante el Congreso Mundial del Arroz, y hemos visto, como nunca, un llenazo para abrir temporada en el IVAM, con presencia incluida del nuevo presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, la consellera de Cultura, Dolores Johnson, y el secretario autonómico Rafael Ripoll. Presencia de políticos, pero sobre todo de artistas y críticos para arropar a Consuelo Ciscar, víctima de una payasada de campaña.
Llegan los recortes, sí, pero llega a su vez la hora de la imaginación, la hora de transformar la necesidad en virtud. La cartelera teatral que arranca este octubre es una buena muestra. Se arranca la Universitat, que a pesar de sus necesidades presupuestarias mantiene una programación de altura, con más contenidos y menos grandes nombres. Y lo hace Teatres, y el constante equipo del Circuit del Café-teatre, y cómo no, el incombustible Olympia de los hermanos Fayos.
Y lo mismo cabe decir de la temporada artística, que se inicia con la inauguración conjunta de las galerías que resisten, aunque lo que se observa en el campo del arte es una clara evolución hacia los espacios alternativos, no comerciales, más jóvenes y plurales en sus manifestaciones plásticas. Según lo veo, tiene más rictus ahora comprarse un vestido de Armani o una cocina de Bulthaup antes que una pintura original, entre otras razones porque ya pocos creen en la propia pintura.
Parece que creemos más en la fotografía, en las nuevas tecnologías y en el diseño. Así que, no es por nada, pero Valencia City inaugura sección dedicada al interiorismo y al diseño. Es la consecuencia de la resaca del éxito que ha significado la feria Habitat y la Valencia Diseny Week.Hay un libro que me tiene entusiasmada. Se titula Una madre lo sabe. Todas las sombras del amor perfecto. Lo ha escrito Concita de Gregorio, y en España, en valenciano y en castellano, lo ha editado Tándem. Me consta que Rosa Serrano, la editora, se enamoró del texto cuando lo leyó en italiano y no ha descansado hasta que ha conseguido publicarlo aquí. Y no me sorprende. Concita ha escrito cosas como esta: “Lo que es ‘una buena madre’ lo deciden los demás. El coro. La mirada que da su aprobación o que reprocha. Los que siempre saben lo que hay que hacer y lo que no (…). Si sientes que te vienes abajo, es porque para esto no sirves. (…) Si te cansa, estás deprimida, si te enfurece, eres un monstruo. (…); si la maternidad no te invade natural y espontáneamente como un rayo de luz, si no te cambia las señas personales, volviéndote sol que nutre, dedicada pacientemente en cuerpo y alma: está claro, no tienes el instinto adecuado. Eres rara, eres contra natura. Culpable, para decirlo de una vez por todas. Una mala madre”. Uf. Y esto es sólo el principio. A partir de ahí, veintidós relatos sobre veintidós modelos de maternidad que nadie debería perderse. Y no sólo las madres: los padres, los hijos. Todos quienes pretendan comprender algo tan complejo y tan maravilloso como el hecho de ser madre, de ser hijo. De nacer. De crecer. De vivir.
La economía valenciana no es diferente a las del resto del país, y me atrevo a decir que a la española en su conjunto y tampoco difiere mucho de las del resto de los países que componen la economía del Euro.
Los males esenciales que nos acucian son comunes y endémicos. Me explico. Una abultada deuda pública y privada, mayor de la que se reconoce. Unas cuentas públicas que se cuadran con hipotéticos ingresos futuros y esconden gastos pretéritos. Unas entidades financieras que no prestan porque no les fían, y no les fían porque niegan sus debilidades. Unos presupuestos que no dan para tanto como se promete, y unos contribuyentes que no controlan a sus políticos.
Con todo ello, nuestra economía, la de las pequeñas y medianas empresas, que son las que generan o destruyen la mayor parte del empleo y riqueza, malvive desde hace casi cuatro años. No está siendo de gran ayuda la ingente deuda de las administraciones con sus proveedores, a los que detrae el crédito de por sí escaso, pues la banca ya no se atreve, ni puede con el papel autonómico ni con el municipal.
Es urgente poner orden en las cuentas públicas y liberar pagos atrasados a los proveedores, pues el solo efecto de este movimiento permitiría a los empresarios dedicar los recursos liberados a nuevos o distintos proyectos rentables y adaptados a la nueva situación.
El emprendedor valenciano basa el éxito de sus empresas en su talento, esfuerzo y capacidad de riesgo, pero para ello debe dejar de preocuparse de cuestiones que ahogan su iniciativa, como la gestión de cobro de las administraciones o las reclamaciones de las entidades de crédito para que cancele una póliza o aumente sus garantías por las ya concedidas.
En menos de un siglo, hemos pasado de vivir del campo a vivir de la industria y los servicios. A finales del siglo pasado vivíamos de la industria, la construcción, los servicios y un poco del campo. En la actualidad prácticamente vivimos de los servicios y algo de la industria. Esta rápida transformación implica que haya perdedores y ganadores, y es importante detectarlos. A los primeros, para adaptarlos al nuevo escenario, y a los segundos para que lideren el cambio y proyecten el futuro.
Si nuestra economía depende sobre todo de los servicios, es fundamental orientar todos los esfuerzos a potenciar aquellos que son de mayor valor añadido, en detrimento de los genéricos y poco cualificados. Por tanto, hay que incidir en los que potencian aspectos financieros (¡gran ocasión perdida recientemente con nuestras cajas de ahorros!), comerciales, de marketing, de diseño, de innovación tecnológica, de logística, etc.
En especial, hay que hacer un gran esfuerzo desde la administración para impulsar aquellos productos o empresas que lideran proyectos con visión global. Es muy importante apoyar proyectos que atraigan talento y sean capaces de retenerlo, haciendo hincapié en nuestras fortalezas como territorio: nuestra forma de vida, clima, cultura, tolerancia y adaptabilidad. Esta es nuestra inversión fundamental.
Además de llenar nuestras playas con visitantes esporádicos y veraneantes migratorios, nuestro reto consiste en ser capaces de llenar nuestras aulas de investigación y nuestras pequeñas empresas de las mentes más despiertas y emprendedoras de toda Europa para liderar el proceso de cambio a la tan cacareada “sociedad del conocimiento”, pues solo ésta es capaz de generar trabajo abundante y de calidad para las generaciones más jóvenes.En el mes de diciembre Valencia brilla por los cuatro costados. Es la época del cocteleo comercial de joyas y champán. Un maridaje ideal. Cada día a las ocho de la tarde se ofrece un cóctel en alguna de las joyerías de la ciudad para celebrar las fechas (oh, laica Navidad). Invitar a la fiesta a un famosete es, además, un imán para los periodistas. Simoneta Gómez-Acebo y Beatriz de Orleans estuvieron en la presentación de la nueva colección de Cartier en el hotel Sha Wellness de Altea. Y hubo llenazo hasta la bandera. La madrileña Cari Lapique dio lustre a la velada que ofreció Suárez en su corner de El Corte Inglés. Y, como era de prever, el espacio fue invadido por los invitados con nocturnidad (y quizá alevosía).
Otros recurren al atractivo del catering, que siempre es bien recibido, al grito ducal de «que pasen y beban». Como estas cosas no hay que decirlas dos veces, los periodistas pasamos, bebemos y comemos. Eso es lo que hizo Victoria Cercós que celebró el primer aniversario de su joyería con una mesa con chocolates, lacasitos y gominolas. Allí estuvieron Cinta Mas Soto, Patricia Villarroya, Marisa Martínez, Victoria Soler, las hermanas Mercedes y Dolores Cercós, Amparo Ortuño, Totón Barberá, Amparo Jiménez, Mª José Navarro, Rosa Castellví, Marta de Diego, Eva Marcellán, Mamen Rivas y dos presencias masculinas destacadas: el futbolista Rubén Baraja y Amadeo Carboni.
Hansel y Gretel hubieran pagado por entrar en el espacio de Salomé Corell. Por la mesa de cupcakes que prepararon las chicas de My Little Republic. Todas las invitadas, desde Salomé Quiles a Conchita Cañamás, desde Sonsoles Gómez-Torres a María Gómez-Lechón, Nuria Estrada y Sela Falcó, probaron las deliciosas tartaletas y admiraron sus nuevos diseños. Los joyeros Rafael Torres, en cambio, optaron por el catering de El Alto para la presentación de su nueva colección en la que Isabel Aliño ha posado como modelo. Por allí desfilaron Maity Moróder, Inmaculada Lladró, las hermanas Vilarrasa, Nanda Mateu de Ros, Carmen Topete, Carlos Serra y Susana Lozano, María Gómez-Polo y más.
El diseñador Vicente Gracia optó por una combinación infalible para sus invitados: ostras y champán. Una excusa perfecta para recrear el lujoso ambiente palaciego francés y presentar los ópalos de la colección de Attila Pereghy. Entre los asistentes, Lola Narváez, Alicia de Miguel, Sefa Pedrós, Mª José Solaz y Belén Cuenca. Y del chic francés de Vicente Gracia al look guerrillero de luxe de la colección Platadepalo en la joyería Antonio Romero. Con una Harley-Davidson en medio de la joyería, dos modelazos con el torso desnudo y un dj pinchando música en directo. Entre el público, nombres modernos del artisteo como la presentadora Carmen Alcayde, el diseñador Valentín Herráiz, las actrices Silvia Rico, Mª Josep Peris y Ana Conca, el artista Jarr o el galerista Sergio Adelantado.
La Fiesta del Glamour (la de Tendencias CV) volvió a pasearse por el IVAM en una noche donde caras conocidas de la moda y el diseño premiaron a los protagonistas de este año.
Como Nieves Álvarez, elegantísima a pesar de ser de las pocas que apostó por el pantalón, al igual que las guapas Maribel Vilaplana o Raquel Chillida, o incluso Núria March con un cinturón de macramé sobre topos y ‘minimalista’ bolso de Coach. Entre ellas, Mayrén Beneyto, un ejemplo de saber estar y de ejercer, y con Lola Narváez con espectacular traje corto y medias de encaje.
Eclipsó a la prensa foránea el mantonet de Juan Andrés Mompó, y un trío de obsesiones femeninas: la altura de las plataformas (para muestra de andamios, los de Clara Courel, aunque ella jamás pierde el glamour), el perfume (no hubo necesidad de ambientador ni tampoco insectos) y los exuberantes peinados.
Jesús Torres, Tomás Alía, Tono Sanmartín, Álex Vidal, Francis Montesinos, Juan Vidal, Alfredo Esteve, Jarr, Ferran Cano, Guillermo Arazo, Antonio Romero, Daniel Borrás, Ramón Esteve, Gabriel Seguí, Theo Garrido, Rappel, Antonio W. Rodríguez, Julio Guixeres y Edgar Betoret, fueron los representantes del fashion masculino, entre quienes destacó el smoking chocolate de Aitor Ailanto.
Arrebatadoras lucieron Elena Santamatilde en seda fucsia de Ángel Schelesser, la premiada Virtudes Langa con un vestido en ante y escote “palabra de honor”, Ana Ramírez vestida de Myriam Ocáriz, Silvia Peña, Rosa Monedero en azul infarto; las modelos Marta Ortíz, Carmen Julia o a la redactora jefe de Telva, Maite Sebastiá guapísimas todas, vestidas de Juan Vidal.
Muy presentes también Paola Dominguín, Consuelo Ciscar, Begoña Ricart o las hermanas Fitera. Lecciones de estilo, Fuensante Betoret, a lo Mad men y la premiada Kuki Giménez: menos siempre es más. Se nota que estamos en tierra zapatera pues la mayoría de las mujeres iban muy bien calzadas.
Amparo Chordá, también premiada, fue de las couturières más representadas, como en el caso de la anfitriona Ángela Plá, con maxi-volante y maxi-moño y en amarillo, como María Cosín, de Marta de Diego, ambas desafiando la suerte en una noche propicia.
La mayor parte de las invitadas capearon el temporal apostando por modelos muy personales, aunque hay quien utilizaba el photocall como la foto-recuerdo de una boda. No se puede decir lo mismo de ciertos looks que, te lo juro, es imposible comprar esos vestidos en tienda alguna: de burbuja, de charlestón, de Tarzán, de tartán, de torta-zo, de hippy, incluso había alguna antisistema muy famosa.
El rojo triunfó (Nuria Roca estaba impresionante), pero no siempre con acierto. Los arreglos florales, exquisitos. Eso sí, faltó el premio rociero, que se lo hubiera llevado el estilismo de las azafatas con medias y floc a tono.
¡Vaya vueltas que da la vida en cuestión de un mes! Estábamos preparando las cangrejeras, la dieta y el after-sun cuando nos pilló a todos nada menos que un cambio de President de la Generalitat, y apenas sin respiro, con la prima de riesgo rampante, convocan elecciones generales anticipadas para noviembre… ¡qué frenesí! Y en medio la salida a bolsa de Bankia, que Bancaja ya es pasado, la nacionalización de la CAM, rumores intensos de macrofusiones en prensa, EEUU en el abismo del default, el fútbol que vuelve con más garra que nunca a mitad de mes de agosto, los consejeros de algunas autonomías postulando devolver competencias de sanidad y educación…
Pero no nos apuremos. Pongamos en solfa este exceso de información y démosle al ferragosto lo que tiene de mejor: su tempo moderado, pausado, vacacional… de lecturas y paseos. Para quienes se quedan en la gran ciudad, buscando refrigerios, sepan que la oferta sigue siendo sólida. La zona del puerto, las de los mercados, en especial el Central, ofertan servicios muy atractivos y adaptados a la canícula.
Y si deciden moverse, tengan en cuenta varias alternativas. La más clásica e historicista: volver a Xàtiva, como a Howards End, para disfrutar de la Fira, la más antigua: firarse un regalo a los niños, asistir al homenaje a Bruno Lomas, comer porrat mientras se pasea por la Alameda a la caída de la tarde, tomar churros con chocolate antes de les albaes… Disfrutar en suma de la ciudad más borgiana, más italianizante y de mayor sabor patrimonial renacentista. Y cenar en el Portal Fosc.
Otra alternativa más actual nos lleva hasta Dénia, cuyas playas, a elegir, pueden ser de roca con fondos para la práctica del submarinismo, o de fina arena en Les Marines, donde fecundan restaurantes sublimes como el de Quique Dacosta y alternativas de rigurosa tradición marinera: Casa Federico y La Cuina. Dénia, mucho más allá del consabido arròs a banda, se está erigiendo en la capital culinaria de la Comunidad.
La última alternativa mira al norte, hacia Castellón, y no porque el nuevo President de la Generalitat sea un castellonero público y confeso, no pero también. Castellón, su provincia, es la perla turística por descubrir. Su interior es uno de los más vírgenes en esta zona mediterránea, donde es posible descubrir pueblos con todo el sabor como Vilafranca, Vilafamés y tantos otros del Maestrat. Y de allí vienen importantes productos agrarios. Pero sin sucesión de continuidad se alcanza la playa, mar y montaña, de un modo más inmediato incluso que en otros lares, con puntos como el Grao de Castellón, las playas de Benicàssim y Borriana, o el fenomenal atractivo de Peñíscola. Casualidad o no, el eje valenciano pivota hacia Castellón, mirando a Europa. Bienvenido mister Alberto Fabra, molt honorable.Bien pronto empieza la Liga, la BBVA que ahora se llama, patrocinador, también, de la NBA –sobrados que van. Empezamos antes y así nos parecemos a Europa pese al calor agosteño y los torneos de verano convertidos al fin en pachangas soporíferas. A la hora de escribir estas líneas se anuncia la llegada del joven Canales con permiso del Villarreal y la posible venta de Mata al londinense Arsenal, el equipo cañonero. Si Mata se va será una impiedad. Hace tiempo que no se veía en el mundo del fútbol a un jovenzuelo tan discreto e inteligente. Aficionado a la poesía, amigo de mi amigo Carlos Marzal, un lujo. Una sorpresa de futbolista que debería haber construido toda una nueva época del valencianismo moderno.
Pero el Valencia, como es bien sabido, debe una fortuna, por más que una ajustada gestión por parte de Manuel Llorente –ex-Mercadona, no lo olvidemos: siempre se puede conseguir mejor precio–, le haya salvado de la quiebra. La entidad no ha conseguido renovar sus previsiones de abonos en medio de la crisis económica general aunque se mantiene con 36.000 aficionados leales, una cifra importante, y sin haberse aventurado en acciones mediáticas con fichajes imposibles, algo que ya solo está al alcance de los dos gigantes españoles y los petrodólares del jeque malacitano.
A su favor el Valencia cuenta con que las autoridades municipales no le van a presionar para que culmine el nuevo estadio que, como un fantasma, emerge en la pista de Ademuz cual metáfora del crash económico de la construcción. Su gran acreedor, digo de Bankia, tampoco está para tirar cohetes y pedirle la luna al club, todo lo contrario. Bastante tendrá con solventar sus créditos inmobiliarios que superan con creces la deuda valencianista. Lo que sorprende es que el nuevo banco que ha fusionado a las cajas de Madrid y Valencia no haya intercambiado deuda por un mayor apoyo publicitario del Valencia en la operación de su salida a bolsa.
En cualquier caso, lo que conviene tener en cuenta es que la situación de la mayoría de los equipos de fútbol de la liga BBVA está cercana a la quiebra, como lo es la de las televisiones que se han comprometido a pagar cantidades desorbitadas en plena recesión mundial. Mucho nos tememos que ese temible círculo de deudas acabe en una situación peligrosa para la estabilidad del fútbol nacional.
Lo plausible en estos momentos no puede ser más que una buena gestión basada en la austeridad, y para ello conviene no dejarse llevar por los cantos de sirena de directivos imprudentes y agentes ambiciosos que manejan a jugadores bisoños y familiares ávidos de enriquecimiento fácil. Así que conviene volver a un cierto espíritu deportivo aunque se antoje imposible. La ley de sociedades anónimas no ha traído lo que se prometió: responsabilidades personales a quienes han dilapidado el patrimonio social ajeno. Y con el agravante de que esa ley ha tratado con favoritismo a Madrid y Barça. Así le va a nuestra liga que se ha disparatado, acentuando el desnivel de la misma.
En la actual coyuntura el Valencia debe cuidarse de los aventurerismos. Fuímos un club señor con Arturo Tuzón, y elevamos la autoestima con Paco Roig hasta encontrar un bálsamo en el tono afable de Jaume Ortí, previo a la hecatombe de Soriano y Soler, demasiado ambiciosos para sus cortas luces, un peligro.
Por eso también conviene alabar el trabajo del joven Quico Catalán en el Levante UD, al que ha salvado del marasmo, apuntalándolo a pesar de su situación concursal. Lo mismo que el Villarreal, un club reorganizado de modo personalista por Fernando Roig pero que exhala todo el sentido común y organizativo de las gentes de la Plana, y que esperemos que pronto se contagie al pobre Castellón, club que no levanta cabeza desde los tiempos de Domingo Tárrega.
Al sur, otra liga, la Adelante, se trufa de equipor taifales, alicantinos: el Hércules en horas bajas, el Elche siempre en el filo, el moralista Alcoyano, posiblemente uno de los equipos más simpáticos de España gracias a ello, el equipo donde jugaba de central con ímpetu un gran amigo de mi hermano mayor, José Manuel Rielo. Y todos también somos muy de Xàtiva, del Olímpic faltaría más, y hemos visto fútbol por primera vez en la Murta. Pues ese equipo, por fin, ha subido por la puerta grande a la 2ª B, de la mano de Alfonso Rus. Le seguiremos de nuevo.La crisis financiera que teníamos amarraíta a nuestra cintura ha traspasado fronteras y se nos ha tatuado hasta en la cartera y, aún más, en nuestros pensamientos que están a punto de pasar del euro como moneda de cambio y volver al trueque: cambio unos Louboutin por una arroba de clementinas. No hay sector que, infaustamente, no la haya notado, pasando a formar parte de nuestras vidas con tanta naturalidad como tener un perfil en una red social.
En el terreno fashionista hemos venido constatando desde hace tiempo que la moda se volvió tranquila, sin estridencias, y con un adjetivo azaroso que malmetemos mucho, “ponible”. Todo tenía que ser ponible, para así poder ser vendible, exigible y que se nos antojara comprable. Hasta ahora.
El futuro viene a por los diseñadores, que para algo son creadores, que gustan por empezar a arriesgarse y a proponer nuevas siluetas y sobre todo nuevas tendencias. Abandonando las teatralidades, lamentando muertes con pompas, la física de McQueen, y sin pompas, la misa sonada y cantada de Galliano, nuevas y evolutivas formas de presentar colecciones y desfiles se abren paso a modo de una nueva luz en el camino (o pasarela, o la del final del túnel, tanto da).
La gran precursora, cómo no, es la visionaria Miuccia Prada, que por cierto acaba de visitar nuestra ciudad (y yo la suya medio en secreto). Para su colección de este verano ha conseguido un éxito total de un riesgo crucial. Una explosiva ensalada de tendencias que incluye prints tropicales, colores energy, exageradas rayas, formas 40’s con volantes y una renovada vuelta a los trajes de chaqueta y zapatos Oxford con maxi-suelas de goma y esparto.
La polémica del malogrado John Galliano hizo sombra en las candilejas de su última presentación para Dior, acto honorífico y vestálico que ni siquiera pudo despedir ni in person ni in corpore. Mezclas imposibles de distintas décadas del XX se volcaban en el XXI junto a elementos del XVIII. Vestidos 70’s de aire folk, chaquetas de cuadros de lana 50’s, botines victorianos no de la Secret……
Por nuestros lares quien ha decidido arriesgar (por que puede, todo hay que decirlo) es el gallego Roberto Verino. Convirtió su desfile dentro de una cuestionada Cibeles en uno de los momento mágicos de la Week. Mezcla de prendas de estilo claramente oriental y camuflada occidentalizad, algunas siluetas de principios de siglo XX…
Las de estos tres son propuestas interesantes que logran convertirse en objetos de deseo con la fórmula de mezclar batiburrillos dispares. Y hasta aquí podemos leer en cuanto a ejemplos puntuales de ganarse el cielo de la moda con el mix para triunfar.
Aún no sabemos si se trata de una estrategia de marketing, de un gran trabajo estilístico o, simplemente, del aburrimiento y seguridad que ha proporcionado la llamada slow fashion, la más comercialota. El caso es que se agradece un cambio de rumbo y aún más si viene con ciertos toques divertidos, tonadilleros y pasticheros.