Crecientemente nuestra vida está más y más invadida por lo irreal, y la mayoría de la gente lo ignora. Muchos y muchas están interactuando con criaturas irreales que no existen y hay quien dice que no les importa.
Adolfo Plasencia, 1 de septiembre de 2025
En el verano del año 124 de nuestra era, el Emperador Adriano recorrió en uno de sus viajes la provincia de Asia Menor. Quería conocer, entre otras, las entonces grandes y prósperas ciudades de Pérgamo, Sardis, Esmirna y Éfeso. En una conversación con Antonius Polemon –el gran sofista, nativo de la provincia, que le acompañaba–, el gran emperador le manifestó su intención de embellecer todas esas ciudades porque estaba convencido de que el bienestar de los ciudadanos del imperio requería que vivieran rodeados de belleza, de bellos edificios y bellas esculturas. Cualquiera que haya visitado en Berlín el Museo con el Altar de Pérgamo, o haya visto al natural las magníficas esculturas de las Tres Gracias o la de la mujer danzante, esculpida en magnífico mármol beige, negro y gris, encontrada en la gloriosa ciudad de Perge, sabrá de qué hablo. Pérgamo fue uno de los grandes centros del arte helenístico. Era famosa sobre todo por sus esculturas, que atraían hace 20 siglos a intelectuales y artistas de todo el Mediterráneo. ¿Tenía razón Adriano en que para materializar nuestro bienestar necesitamos estar rodeados de belleza? ¿Se cumple esto ahora? Y, ¿qué tipo de belleza necesitamos hoy en día? Y, ¿esa belleza a la que se refería Adriano, hoy la disfrutamos o simplemente la consumimos malamente unos segundos para hacernos un selfie?
Veamos qué ha cambiado nuestra relación con ese tipo de belleza, en nuestro mundo actual acaparado e infectado por lo digital en el que la belleza ya solo parece un sucedáneo bi-dimensional. La profesora de análisis empresarial y sistemas de información de la Universidad de Quinnipiac, en Connecticut, Tamilla Triantoro, manifestaba este pasado agosto su asombro al abrir el número de ese mes de la Revista Vogue USA. Pero no le asombró ningún artículo o idea publicada en la revista, sino un anuncio publicitario y, en concreto, una imagen. Su asombro le hizo publicar el 20 de agosto un ensayo que comenzaba en estos términos: «Si buscas un ejemplar del Vogue de agosto de 2025, te encontrarás con un anuncio de la marca Guess con una supermodelo deslumbrante. Sin embargo, escondida en letra pequeña, hay una sorprendente confesión: No es real (no existe). Fue generada completamente por Inteligencia Artificial (IA)».
Comenta después para aclararlo que, durante décadas, las imágenes de moda han sido retocadas. Igual que pasa con las portadas de gente famosa en el Hola, en la que especialistas en Photoshop que se encargan de ‘mejorar’ el aspecto de las personas fotografiadas para la revista, en un proceso digital equivalente en las fotografías a las operaciones que los cirujanos de cirugía estética realizan en el cuerpo físico de mujeres u hombres buscando la eliminación de arrugas o defectos físicos propios del paso de los años. Pero esto es diferente, –señala Tamilla–. Esto no es retocar a una persona real; es una representación digital de una «persona» creada, generada, desde cero. Se trata de una composición digital de puntos de datos, diseñada para parecer una mujer hermosa, generada por algoritmos entrenados con millones de imágenes de modelos de moda y, quién sabe con qué otros millones de imágenes, que pueden incluir pornografía, e inconfesables vídeos de desnudos.
Sin ese entrenamiento, –que procede de un latrocino previo, un robo a gran escala y con impunidad de obras gráficas de una ingente cantidad de autores humanos a los que no se pidió permiso para usarlas–; sin ese robo, los algoritmos de los modelos LLM no podrían generar estas supermodelos fake. Lo falso/fake digital no es nuevo. En 2020, hace cinco años, antes de que se lanzaran los LLM o el Chat GPT y sus primos hermanos para generar imágenes fake, ya publiqué sobre la nueva economía global de las falsificaciones profundas o ‘deepfakes’, que se ha convertido en uno de los grandes sectores de negocio de la gran industria global de la notoriedad cuyo aspecto viral tiene aplicaciones desde la política al cine o a la moda, a las que convierten en campos de batalla por la atención y de la invasiva nueva ficción digital generada por medio de la conexión ubicua (desde cualquier lugar y en cualquier momento). Nos buscan allá donde vayamos. Estas bellas imágenes y vídeos fake, nos persiguen. Ya no tenemos que ir a lugar alguno para verlas, como hacían hace veinte siglos intelectuales y artistas que tenían que ir a las ciudades para respirar su belleza. Las imágenes falsas, hoy, llegan a la pantalla de nuestro móvil impulsadas por los algoritmos de las plataformas globales y también por mucha gente que conocemos que dedica gratis mucho de su tiempo a hacer de re-difusores con el WhatsApp y las redes sociales. Trabajan para las plataformas y para la industria de la notoriedad global sin saberlo, ni ser conscientes siquiera de ello.
La industria de la Moda vive ahora, sobre todo, de las imágenes digitales y de su viralidad que gestiona y vehicula la gran economía de las plataformas. Hoy en día, la industria global de la Moda no se entiende sin el comercio, promoción y venta online de sus productos. Y, además, la relación del fabricante y el vendedor con sus consumidores, tampoco se entiende sin plataformas y redes sociales como Instagram, Tik Tok, y otras, que son usadas compulsiva y adictivamente por miles de millones de personas cada día.
Ese mundo comercial y promocional está comenzado a ser impactado por un nuevo factor, el de la Inteligencia Artificial Generativa impulsada por los grandes modelos lingüísticos LLM, cuyo ejemplo más famoso es el Chat GPT. Y, sobre todo, por LLM adaptados para generar imágenes y vídeos mediante algoritmos cuyo producto, tanto imágenes como vídeos, no han sido obtenidas por ninguna cámara fotográfica ni de vídeo. Y sin que personas u objetos físicos hayan sido puestos ante cámara alguna. Los algoritmos de IA las generan por sí mismos, con un acabado de gran calidad, gracias a su entrenamiento con ingentes cantidades de imágenes o vídeos usados para ello. Eso significa que, para la industria de la Moda y su comercio asociado, se está generando un cambio de paradigma.
El Test de Turing de la belleza
La profesora Triantoro recuerda en su ensayo de agosto que fue el informático Alan Turing quien, en 1950, se preguntó si una máquina podría exhibir un comportamiento inteligente indistinguible del de un humano. Para responder a esta pregunta propuso su famoso Juego de la imitación. En él, se puede intuir si hay comportamiento inteligente en una máquina escuchando la conversación de un humano, una persona, con un ordenador –capaz de conversar, como ya hacen ahora los chatbot de voz––, ambos situados tras una cortina. Si no podemos distinguir diferencias entre los dos interlocutores que están uno frente tras la cortina; uno, el ordenador, y otro, la máquina, el artefacto supera la prueba, que se conoce como el Test de Turing.
Durante décadas, el Test de Turing se mantuvo como un punto de referencia teórico esencial sobre el posible comportamiento inteligente de las máquinas. Pero con la reciente explosión de potentes chatbots conversacionales como ChatGPT de Open AI; o Claude de la empresa Anthropic; o Gemini desarrollado por Google, entre muchos otros, se podría decir que la Prueba de Turing original para la conversación ha sido ya claramente superada. Ahora, vayamos un paso más allá. Como veremos en el caso que nos ocupa hoy, y dado que con las nuevas herramientas de la IA Generativa se pueden generar ya perfectas imágenes ––simplemente a partir de prompts, o peticiones de texto–– de mujeres bellas, que son indistinguibles de las fotografías tomadas por una cámara de mujeres bellas reales. Si no distinguimos esas fotos de las modelos, de las de supermodelos generadas por los algoritmos podríamos afirmar que la IA Generativa ha superado el Test de Turing de la belleza, al menos en este caso.
Ya hay acceso masivo a toda una batería de aplicaciones informáticas de IA Generativa para generar imágenes con un acabado extraordinario. Entre ellas, están disponibles gratuitamente herramientas de IA como Microsoft Copilot; el famoso ChatGPT para generar imágenes; Grok, el chatbot de inteligencia artificial de la red social X, la empresa de Elon Musk; Ideogram AI; Perplexity, desarrollado por ex-empleados de Open AI, etc. En paralelo a estas aplicaciones gratuitas para el público en general, se están desarrollando variantes profesionales de pago y combinaciones de ellas que son las que algunas empresas especializadas están usando para el arte final de IA en la difusión de las grandes marcas globales de la Moda. Han saltado recientemente a la fama empresas como Lalaland.ai, o Seraphinne Vallora.
Una copia sin original
El citado cambio de paradigma nos lleva a nuevos conceptos y nuevas preguntas sobre si las imágenes generadas por la IA nos llevan a confusión en relación a si estamos viendo algo real o irreal. E incluso sobre si, a las imágenes generadas por IA ‚las podemos seguir llamando fotografías o no.
El filósofo alemán Walter Benjamin, publicó en 1936 su famoso ensayo «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica», muy alarmado por la facilidad, ya entonces, de la fotografía química para reproducir múltiples copias de cada imagen fotografiada. En el ensayo escribe: «En la época de la reproducción técnica de la obra de arte lo que se atrofia es el aura de esta». Benjamin identifica el aura con la singularidad, con la experiencia de lo irrepetible. Una pintura, según el filósofo, tiene aura porque se pueden ver las pinceladas; una fotografía antigua tiene aura porque capturó un momento real.
Según Triantoro, «El arte generado por IA no tiene tal aura. Es infinitamente reproducible, –clonable–, no tiene recorrido y carece de una historia humana. Por eso, incluso cuando es técnicamente perfecto, puede resultar hueco, vacío». Así que, según su visión, la IA generativa no se limita a copiar la realidad, sino que crea una versión sobre-perfeccionada de ella. Es lo que el filósofo francés Jean Baudrillard, en su obra “Simulacres et Simulation» llamó Simulacro: una copia sin original.
El propio Baudrillard, citó en su ensayo, Cultura y simulacro, un cuento de Borges sobre un mapa (es decir, una representación) tan detallado que tenía una correspondencia biunívoca con el territorio. Con base en esta historia señala que, en la era actual, el territorio ha dejado de existir y solo ha quedado el mapa o, mejor, una situación en la que es imposible distinguir los conceptos mismos de mapa y territorio, dado que se ha borrado la diferencia que solía existir entre ellos. Baudrillard insiste en que la ficción supera a la realidad y asegura que los receptores de la hiperrealidad desempeñan un papel pasivo. Para él, en este caso, no existe la construcción de sentido independiente. Los simulacros son, entonces, aquellos elementos que, según la metáfora de Borges, hacen emerger un mapa (modelo virtual) por encima del territorio real. Ese mapa (o modelo virtual), construido por la sucesión de simulacros, llega a suplantar a la realidad, dando lugar a la hiperrealidad. Según esto, y dado que la realidad se extingue bajo las brumas del modelo virtual, ya solo quedan los simulacros: de aquí en adelante, los simulacros precederán a cualquier acontecimiento, o, más exactamente, a cualquier suceso que ocurra en la hiperrealidad.
Está claro que estas IA Generativas impulsan la hiperrealidad, en el sentido de que la gente se enfrenta a la incapacidad de su conciencia para distinguir la realidad de la fantasía, especialmente en las culturas tecnológicamente avanzadas. Umberto Eco abordó el tema en su libro Viajes en hiperrealidad, describiendo la tendencia de la actual cultura de sustituir la realidad por simulacros o modelos que resultan más atractivos y significativos que lo real mismo. Eco analiza cómo la sociedad, a través de los medios y la cultura de masas, crecientemente, crea o experimenta realidades artificiales y simuladas que se vuelven más palpables que la experiencia directa. Si combinamos la IA Generativa y la magnitud invasiva casi infinita para la persecución y captura de la atención con las omnipresentes y adictivas redes sociales a través de los teléfonos inteligentes, en el mundo actual, la confusión está servida.
Otra pregunta es qué nivel de irrealidad admitirán las mentes asediadas por los algoritmos, –y sin protección contra ellos–, de cualquier humano de nuestra sociedad, con el que aún mantengan la cordura. Jaron Lanier ya nos lo advirtió: «El mayor peligro de la IA no es que nos destruya, sino que nos vuelva locos».
Hoy, cuando se sospecha sobre el origen de una obra artística, al escuchar una canción o al contemplar una fotografía generadas por la IA, ya no se trata simplemente de sentir el ritmo o preguntarse si pudo haber existido fuera de la pantalla. Esto también requiere revisar mentalmente una especie de lista de verificación mental, buscando el fantasma estadístico en la máquina. Hoy por hoy, la IA, de mil maneras se asocia, casi siempre, a algo tras un engaño previo.
El futuro de la belleza en un mundo sintetizado y generado por la IA
Las polémicas modelos inexistentes generadas por IA de Vogue son el ejemplo perfecto. Esas no son imágenes de mujer reales. Son ideales hiperreales con los que ninguna persona viva puede competir. Los usuarios de las redes sociales y los lectores de la revista no la tachan de falsa porque, en cierto sentido, es más «perfecta» que real. Eso es lo que ha hecho viral a gran escala el escándalo de su publicación en la revista Vogue.
Es curioso, como afirma la especialista Kati Chitrakorn de CNN Style que lo que ha hecho viral el ejemplar de agosto de 2025 no es la portada con famosa actriz y celebrity Anne Hathaway, que aparece en él tras el rodaje de la secuela de «El diablo viste de Prada», si no que ha ocurrido mucho más por los anuncios en la revista de la firma de ropa californiana Guess, que publican imágenes de perfectas modelos inexistentes generadas por inteligencia artificial. La segunda foto de este artículo es una imagen que muchas lectoras y lectores no distinguirán de una imagen real. A simple vista, nada parece inusual: mujer caucásica con cabello rubio ondulado, mejillas sonrojadas, dientes perfectos y amplia sonrisa que luce un vestido largo de rayas con un bolso de asa a juego.
Pero para los curiosos, discretamente aparece, en la letra pequeña de la página de la revista, algo que sí es inusual. Es una confesión de la editorial. Revela que la supermodelo fue creada mediante inteligencia artificial, lo cual ahora es novedad, la materia prima principal para la revista. Es decir, estamos viendo algo que no existe en una publicación que habla de noticias reales. No contiene, se supone, relatos de ficción. Y, curioso, aún hoy la legislación americana no otorga derechos de autor a las realizaciones no humanas. Pero, supongo que, por si acaso y para sumarse a la notoriedad, se informa que la campaña fue desarrollada por Seraphinne Vallora, agencia de marketing londinense especializada en IA, cuyo trabajo también ha aparecido en publicaciones como Elle, The Wall Street Journal y Harper’s Bazaar. O sea, que esto es otra confesión. Dicha empresa lleva tiempo inundando las páginas de esas publicaciones de imágenes irreales generadas por IA, sin informar al lector. En este caso lo han hecho, lo cual, es de agradecer.
La revelación de que había modelos de IA en las páginas de Vogue desató un enorme debate en redes sociales sobre lo que esto podría significar para las modelos de la vida real que luchan por una mayor representación y diversidad; y para los consumidores, especialmente los jóvenes, que a menudo se enfrentan a expectativas de belleza poco realistas, por decirlo suavemente, que acaban provocando depresiones, anorexias, desórdenes de conducta, e incluso problemas de salud mental.
Para hacernos una idea del subidón o hype en torno a estas fotos generadas por con IA, su viralización fue iniciada por el usuario de TikTok @lala4an, cuyo vídeo sobre el anuncio de Guess ha sido visto desde entonces más de 2,7 millones de veces. Según relata Kati Chitrakorn la periodista de CNN, una usuaria de TikTok escribió este comentario en la red social: «Es una locura, no solo es porque haya gente buscando trabajo como modelos, sino por otras cosas de este estilo» que ya tiene 67.700 «Me gusta». Y otra usuaria de TikTok, publicó: «Primero, las mujeres normales se comparan con modelos editadas… ¿Ahora tenemos que compararnos con mujeres que ni siquiera existen?». Por su parte, Sara Ziff, fundadora y CEO de The Model Alliance declaró: «Tenemos que preguntarnos en esto, quién cobra, quién es visible y quién es borrado (o cancelado)».
La marejada mediática subió de tono y muchos usuarios de las redes sociales llamaron al boicot contra Guess y Vogue. CNN reclamó a la empresa propietaria de la Revista, Condé Nast, su opinión corporativa y un portavoz de la empresa afirmó al medio que «…una modelo de IA nunca ha aparecido editorialmente en Vogue. Sin embargo, modelos creados digitalmente por IA sí han aparecido en ediciones internacionales de la revista. Vogue Singapur presentó avatares generados por IA en su edición de marzo de 2023. (Aclaró que Vogue Singapur es licenciataria y no es propiedad ni está operada por Condé Nast)». Más balones fuera.
Otros implicados intentaron minimizar el creciente escándalo. Como Valentina González y Andreea Petrescu, cofundadoras de 25 años de Seraphinne Vallora, –la empresa que generó con IA esas imágenes–, que afirmaron que «la indignación generada por la campaña de Guess es infundada». Al preguntársele por qué las marcas no usaban simplemente una modelo real en sus anuncios, Petrescu argumentó que «la IA ofrecía a los clientes mayor variedad y eficiencia, al requerir menos tiempo y presupuestos más reducidos que una campaña de marketing típica». Claro, la pasta es la pasta.
El menor tiempo en el mundo de la moda, además de que algo sea más barato, es muy importante. Esencial. Guess no es la única marca que ha utilizado modelos de IA. El pasado julio, la empresa global de moda de matriz española Mango presentó su primera campaña generada con IA para promocionar ropa para adolescentes. Una imagen de la campaña es la de arriba de este párrafo, en la que una joven luce un colorido conjunto. Pero esa joven no existe. No es real. Si bien las prendas mostradas eran reales y estaban disponibles para su compra, la modelo fue generada íntegramente con IA. Como informó también CNN Style, en una entrevista con Bloomberg en octubre de 2024, el CEO de Mango, Toni Ruíz, justificó el uso de las modelos generadas por IA, afirmando que la publicidad se podía crear con mayor rapidez. «Se trata de crear contenido más rápido» dijo Ruíz en la entrevista. Es decir, ir aún más rápidamente a profundizar en la fast fashion, la moda super-rápida. CNN intentó conseguir su opinión al respecto, pero la empresa Mango no respondió a su solicitud de comentarios.
Si supone más velocidad y menos tiempo y un radical ahorro de costes, es muy probable que se avecine una avalancha de modelos generados por IA, y no solo eso. Kati Chitrakorn relata que «el auge de los modelos de IA no es ajeno al de los influencers virtuales, que ya se solapan con los de la vida real». Muchos usuarias y usuarios están interactuando con esos influencers digitales de IA ignorando que no son personas reales, porque contestan automáticamente a los comentarios, publican asiduamente y tienen montones de seguidores. Y, hoy, las marcas de moda persiguen denodadamente la interacción e incluso la adicción de las/los usuarias/os a estos infuencers (para eso han sido generados por IA en las plataformas). Y, por eso, pretenden hacerlos virales.
Otras marcas de moda globales que también se han querido quitar la presión de los reproches y los posibles boicots afirmando que no todo es completamente ficticio en lo que están desarrollando. En marzo, H&M anunció que crearía «gemelos» de IA de 30 modelos reales, con la intención de utilizarlos en campañas publicitarias y publicaciones en redes sociales. Como parte del acuerdo, cada modelo poseería los derechos de su gemelo, lo que significa que podría reservar múltiples sesiones de fotos con marcas (incluidas las de la competencia de H&M) y, en ese sentido, «estar en más de un lugar a la vez». Eso es casi ser cuántico. Las primeras imágenes, con fotos de modelos generadas con IA, se publicaron este mes. Es significativa otra declaración a CNN el director creativo de H&M, Jörgen Andersson, donde explica que la empresa «no cambiará su enfoque centrado en el ser humano»; y que, simplemente, estaban explorando cómo con la IA se podrían mejorar el proceso creativo. Y añadió: «Reconocemos que existen muchas inquietudes en torno a nuestra participación en la IA; sin embargo, nos comprometemos a abordar esto de forma ética, transparente y responsable». Pero eso sí, responsable, lo justo. De la enorme huella de carbono de la IA o de la propia industria de la fast fashion, la moda super-rápida; o de los problemas medioambientales que causa su ingente cantidad de residuos a nivel planetario, ni palabra.
La IA ha capturado la matemática de lo que encontramos bello o atractivo
Eso contrasta, precisamente, con el comportamiento de las empresas desarrolladores de IA, porque como explica en su ensayo la citada profesora Triantoro que cita al principio: «En primer lugar, la IA se ha convertido en una experta falsificadora de patrones humanos. Estos modelos LLM de IA se entrenan con gigantescas bibliotecas de arte creado por el hombre ; han analizado más pinturas, canciones y fotografías que cualquier persona jamás. Puede que estos modelos no tengan alma, pero han aprendido y capturado la fórmula matemática de lo que encontramos bello o atractivo». Además, la IA generadora de estas imágenes y vídeos irreales parece haber atravesado con éxito el valle inquietante, (uncanny valley), un concepto muy usado en la industria de los videojuegos propuesto por Masahiro Mori en 1970, que describe la sensación de rechazo o incomodidad que sentimos hacia entidades artificiales (como robots, animaciones o muñecos, o «personas digitales generadas por IA») cuando su apariencia es casi, pero no completamente, humana. Cuanto más se parecen a humanos, mayor es la afinidad inicialmente, pero en un punto intermedio de gran realismo, esa afinidad cae drásticamente, generando sensación de repulsión o miedo.
Pero el valle inquietante no parece importunar a los desarrolladores de esta nueva industria de personas digitales de IA aplicada a la Moda. Los fundadores de la empresa de IA Seraphinne Vallora confesaron, en un rapto de sinceridad, lo que de verdad importa en esta nueva industria digital asociada a la moda. Como graduados en arquitectura, expertos en fotografía, dibujo y medios digitales, recurrieron a la IA para generar una modelo IA que promocionara sus productos en internet. Los resultados, según Andreea Petrescu, fueron positivos. «Tuvimos millones de visualizaciones en nuestros Reels de Instagram y decenas de miles de «me gusta» en algunas publicaciones». Esto es lo que de verdad les importa. El escándalo viral del caso de las modelos inexistentes de Guess, les ha hecho más famosos, y más virales. Lo demás importa, pero menos.
Como dice mi amigo Ramón Palomar a la mayoría, sobre todo, de la gente joven y adolescente, no es que le guste que le engañen, es que le da igual. Quizá conceptos como interactuar con copias digitales sin original, sean conceptos algo demasiado sofisticado o complicado para su mente y para dedicarle una atención que está continuamente bombardeada, invadida, y re-dirigida a consumir más y más. Y ya no distinguen entre la mayoría de cosas reales con las irreales, o las personas inexistentes con las que se relacionan. Aparecen masivamente en sus pantallas y eso es suficiente. Y además quizá estén más cómodos con la irrealidad, porque lo real es tal vez demasiado duro para ellos y ellas. Quizá pueda ser que tengan problemas estado de ánimo o de salud mental, pero si eso ocurre ya hace un tiempo que automatizaron su estado emocional . Ya tienen un terapeuta IA en su móvil 24/7. Incluso le preguntarán al Chat GPT, que también es alguien que no existe. Ah! hoy seguir la Moda y las modas digitales se ha vuelto algo obligatorio. Hay muchas/os que, si no las siguen, si no tienen acceso a Instagram o Tik Tok, entran en emergencia vital. Por eso son tan importantes para ellos/ellas. No hay más que verles, masiva y aparentemente contentos por la calle sonriendo al smartphone, atrapados en esa trampa cognitiva casi infalible, siempre en la mano o frente a la nariz. Pero es lo que hay. Ni más ni menos.
Comparte esta publicación
Suscríbete a nuestro boletín
Recibe toda la actualidad en cultura y ocio, de la ciudad de Valencia