Cre­cien­te­men­te nues­tra vida está más y más inva­di­da por lo irreal, y la mayo­ría de la gen­te lo igno­ra. Muchos y muchas están inter­ac­tuan­do con cria­tu­ras irrea­les que no exis­ten y hay quien dice que no les impor­ta.

 

Adol­fo Pla­sen­cia, 1 de sep­tiem­bre de 2025

En el verano del año 124 de nues­tra era, el Empe­ra­dor Adriano reco­rrió en uno de sus via­jes la pro­vin­cia de Asia Menor. Que­ría cono­cer, entre otras, las enton­ces gran­des y prós­pe­ras ciu­da­des de Pér­ga­mo, Sar­dis, Esmir­na y Éfe­so. En una con­ver­sa­ción con Anto­nius Pole­mon –el gran sofis­ta, nati­vo de la pro­vin­cia, que le acom­pa­ña­ba–, el gran empe­ra­dor le mani­fes­tó su inten­ción de embe­lle­cer todas esas ciu­da­des por­que esta­ba con­ven­ci­do de que el bien­es­tar de los ciu­da­da­nos del impe­rio reque­ría que vivie­ran rodea­dos de belle­za, de bellos edi­fi­cios y bellas escul­tu­ras. Cual­quie­ra que haya visi­ta­do en Ber­lín el Museo con el Altar de Pér­ga­mo, o haya vis­to al natu­ral las mag­ní­fi­cas escul­tu­ras de las Tres Gra­cias o la de la mujer dan­zan­te, escul­pi­da en mag­ní­fi­co már­mol bei­ge, negro y gris, encon­tra­da en la glo­rio­sa ciu­dad de Per­ge, sabrá de qué hablo. Pér­ga­mo fue uno de los gran­des cen­tros del arte hele­nís­ti­co. Era famo­sa sobre todo por sus escul­tu­ras, que atraían hace 20 siglos a inte­lec­tua­les y artis­tas de todo el Medi­te­rrá­neo. ¿Tenía razón Adriano en que para mate­ria­li­zar nues­tro bien­es­tar nece­si­ta­mos estar rodea­dos de belle­za? ¿Se cum­ple esto aho­ra? Y, ¿qué tipo de belle­za nece­si­ta­mos hoy en día? Y, ¿esa belle­za a la que se refe­ría Adriano, hoy la dis­fru­ta­mos o sim­ple­men­te la con­su­mi­mos mala­men­te unos segun­dos para hacer­nos un sel­fie?

Vea­mos qué ha cam­bia­do nues­tra rela­ción con ese tipo de belle­za, en nues­tro mun­do actual aca­pa­ra­do e infec­ta­do por lo digi­tal en el que la belle­za ya solo pare­ce un suce­dá­neo bi-dime­n­­sio­­nal. La pro­fe­so­ra de aná­li­sis empre­sa­rial y sis­te­mas de infor­ma­ción de la Uni­ver­si­dad de Quin­ni­piac, en Con­nec­ti­cut, Tami­lla Trian­to­ro, mani­fes­ta­ba este pasa­do agos­to su asom­bro al abrir el núme­ro de ese mes de la Revis­ta Vogue USA. Pero no le asom­bró nin­gún artícu­lo o idea publi­ca­da en la revis­ta, sino un anun­cio publi­ci­ta­rio y, en con­cre­to, una ima­gen. Su asom­bro le hizo publi­car el 20 de agos­to un ensa­yo que comen­za­ba en estos tér­mi­nos: «Si bus­cas un ejem­plar del Vogue de agos­to de 2025, te encon­tra­rás con un anun­cio de la mar­ca Guess con una super­mo­de­lo des­lum­bran­te. Sin embar­go, escon­di­da en letra peque­ña, hay una sor­pren­den­te con­fe­sión: No es real (no exis­te). Fue gene­ra­da com­ple­ta­men­te por Inte­li­gen­cia Arti­fi­cial (IA)».

Comen­ta des­pués para acla­rar­lo que, duran­te déca­das, las imá­ge­nes de moda han sido reto­ca­das. Igual que pasa con las por­ta­das de gen­te famo­sa en el Hola, en la que espe­cia­lis­tas en Pho­toshop que se encar­gan de ‘mejo­rar’ el aspec­to de las per­so­nas foto­gra­fia­das para la revis­ta, en un pro­ce­so digi­tal equi­va­len­te en las foto­gra­fías a las ope­ra­cio­nes que los ciru­ja­nos de ciru­gía esté­ti­ca rea­li­zan en el cuer­po físi­co de muje­res u hom­bres bus­can­do la eli­mi­na­ción de arru­gas o defec­tos físi­cos pro­pios del paso de los años. Pero esto es dife­ren­te, –seña­la Tami­lla–. Esto no es reto­car a una per­so­na real; es una repre­sen­ta­ción digi­tal de una «per­so­na» crea­da, gene­ra­da, des­de cero. Se tra­ta de una com­po­si­ción digi­tal de pun­tos de datos, dise­ña­da para pare­cer una mujer her­mo­sa, gene­ra­da por algo­rit­mos entre­na­dos con millo­nes de imá­ge­nes de mode­los de moda y, quién sabe con qué otros millo­nes de imá­ge­nes, que pue­den incluir por­no­gra­fía, e incon­fe­sa­bles vídeos de des­nu­dos.

Sin ese entre­na­mien­to, –que pro­ce­de de un latro­cino pre­vio, un robo a gran esca­la y con impu­ni­dad de obras grá­fi­cas de una ingen­te can­ti­dad de auto­res huma­nos a los que no se pidió per­mi­so para usar­las–; sin ese robo, los algo­rit­mos de los mode­los LLM no podrían gene­rar estas super­mo­de­los fake. Lo falso/fake digi­tal no es nue­vo. En 2020, hace cin­co años, antes de que se lan­za­ran los LLM o el Chat GPT y sus pri­mos her­ma­nos para gene­rar imá­ge­nes fake, ya publi­qué sobre la nue­va eco­no­mía glo­bal de las fal­si­fi­ca­cio­nes pro­fun­das o ‘deep­fa­kes’, que se ha con­ver­ti­do en uno de los gran­des sec­to­res de nego­cio de la gran indus­tria glo­bal de la noto­rie­dad cuyo aspec­to viral tie­ne apli­ca­cio­nes des­de la polí­ti­ca al cine o a la moda, a las que con­vier­ten en cam­pos de bata­lla por la aten­ción y de la inva­si­va nue­va fic­ción digi­tal gene­ra­da por medio de la cone­xión ubi­cua (des­de cual­quier lugar y en cual­quier momen­to). Nos bus­can allá don­de vaya­mos. Estas bellas imá­ge­nes y vídeos fake, nos per­si­guen. Ya no tene­mos que ir a lugar alguno para ver­las, como hacían hace vein­te siglos inte­lec­tua­les y artis­tas que tenían que ir a las ciu­da­des para res­pi­rar su belle­za. Las imá­ge­nes fal­sas, hoy, lle­gan a la pan­ta­lla de nues­tro móvil impul­sa­das por los algo­rit­mos de las pla­ta­for­mas glo­ba­les y tam­bién por mucha gen­te que cono­ce­mos que dedi­ca gra­tis mucho de su tiem­po a hacer de re-difu­­so­­res con el WhatsApp y las redes socia­les. Tra­ba­jan para las pla­ta­for­mas y para la indus­tria de la noto­rie­dad glo­bal sin saber­lo, ni ser cons­cien­tes siquie­ra de ello.

La indus­tria de la Moda vive aho­ra, sobre todo, de las imá­ge­nes digi­ta­les y de su vira­li­dad que ges­tio­na y vehi­cu­la la gran eco­no­mía de las pla­ta­for­mas. Hoy en día, la indus­tria glo­bal de la Moda no se entien­de sin el comer­cio, pro­mo­ción y ven­ta onli­ne de sus pro­duc­tos. Y, ade­más, la rela­ción del fabri­can­te y el ven­de­dor con sus con­su­mi­do­res, tam­po­co se entien­de sin pla­ta­for­mas y redes socia­les como Ins­ta­gramTik Tok, y otras, que son usa­das com­pul­si­va y adic­ti­va­men­te por miles de millo­nes de per­so­nas cada día.

Ese mun­do comer­cial y pro­mo­cio­nal está comen­za­do a ser impac­ta­do por un nue­vo fac­tor, el de la Inte­li­gen­cia Arti­fi­cial Gene­ra­ti­va impul­sa­da por los gran­des mode­los lin­güís­ti­cos LLM, cuyo ejem­plo más famo­so es el Chat GPT. Y, sobre todo, por LLM adap­ta­dos para gene­rar imá­ge­nes y vídeos median­te algo­rit­mos cuyo pro­duc­to, tan­to imá­ge­nes como vídeos, no han sido obte­ni­das por nin­gu­na cáma­ra foto­grá­fi­ca ni de vídeo. Y sin que per­so­nas u obje­tos físi­cos hayan sido pues­tos ante cáma­ra algu­na. Los algo­rit­mos de IA las gene­ran por sí mis­mos, con un aca­ba­do de gran cali­dad, gra­cias a su entre­na­mien­to con ingen­tes can­ti­da­des de imá­ge­nes o vídeos usa­dos para ello. Eso sig­ni­fi­ca que, para la indus­tria de la Moda y su comer­cio aso­cia­do, se está gene­ran­do un cam­bio de para­dig­ma.

El Test de Turing de la belle­za

La pro­fe­so­ra Trian­to­ro recuer­da en su ensa­yo de agos­to que fue el infor­má­ti­co Alan Turing quien, en 1950, se pre­gun­tó si una máqui­na podría exhi­bir un com­por­ta­mien­to inte­li­gen­te indis­tin­gui­ble del de un humano. Para res­pon­der a esta pre­gun­ta pro­pu­so su famo­so Jue­go de la imi­ta­ción. En él, se pue­de intuir si hay com­por­ta­mien­to inte­li­gen­te en una máqui­na escu­chan­do la con­ver­sa­ción de un humano, una per­so­na, con un orde­na­dor –capaz de con­ver­sar, como ya hacen aho­ra los chat­bot de voz––, ambos situa­dos tras una cor­ti­na. Si no pode­mos dis­tin­guir dife­ren­cias entre los dos inter­lo­cu­to­res que están uno fren­te tras la cor­ti­na; uno, el orde­na­dor, y otro, la máqui­na, el arte­fac­to supera la prue­ba, que se cono­ce como el Test de Turing.

Duran­te déca­das, el Test de Turing se man­tu­vo como un pun­to de refe­ren­cia teó­ri­co esen­cial sobre el posi­ble com­por­ta­mien­to inte­li­gen­te de las máqui­nas. Pero con la recien­te explo­sión de poten­tes chat­bots con­ver­sa­cio­na­les como ChatGPT de Open AI; o Clau­de de la empre­sa Anth­ro­pic; o Gemi­ni desa­rro­lla­do por Goo­gle, entre muchos otros, se podría decir que la Prue­ba de Turing ori­gi­nal para la con­ver­sa­ción ha sido ya cla­ra­men­te supe­ra­da. Aho­ra, vaya­mos un paso más allá. Como vere­mos en el caso que nos ocu­pa hoy, y dado que con las nue­vas herra­mien­tas de la IA Gene­ra­ti­va se pue­den gene­rar ya per­fec­tas imá­ge­nes ––sim­ple­men­te a par­tir de prompts, o peti­cio­nes de tex­to–– de muje­res bellas, que son indis­tin­gui­bles de las foto­gra­fías toma­das por una cáma­ra de muje­res bellas reales. Si no dis­tin­gui­mos esas fotos de las mode­los, de las de super­mo­de­los gene­ra­das por los algo­rit­mos podría­mos afir­mar que la IA Gene­ra­ti­va ha supe­ra­do el Test de Turing de la belle­za, al menos en este caso.

Ya hay acce­so masi­vo a toda una bate­ría de apli­ca­cio­nes infor­má­ti­cas de IA Gene­ra­ti­va para gene­rar imá­ge­nes con un aca­ba­do extra­or­di­na­rio. Entre ellas, están dis­po­ni­bles gra­tui­ta­men­te herra­mien­tas de IA como Micro­soft Copi­lot; el famo­so ChatGPT para gene­rar imá­ge­nes; Grok, el chat­bot de inte­li­gen­cia arti­fi­cial de la red social X, la empre­sa de Elon Musk; Ideo­gram AIPer­ple­xity, desa­rro­lla­do por ex-emplea­­dos de Open AI, etc. En para­le­lo a estas apli­ca­cio­nes gra­tui­tas para el públi­co en gene­ral, se están desa­rro­llan­do varian­tes pro­fe­sio­na­les de pago y com­bi­na­cio­nes de ellas que son las que algu­nas empre­sas espe­cia­li­za­das están usan­do para el arte final de IA en la difu­sión de las gran­des mar­cas glo­ba­les de la Moda. Han sal­ta­do recien­te­men­te a la fama empre­sas como Lalaland.ai, o Seraphin­ne Vallo­ra.

Una copia sin ori­gi­nal

El cita­do cam­bio de para­dig­ma nos lle­va a nue­vos con­cep­tos y nue­vas pre­gun­tas sobre si las imá­ge­nes gene­ra­das por la IA nos lle­van a con­fu­sión en rela­ción a si esta­mos vien­do algo real o irreal. E inclu­so sobre si, a las imá­ge­nes gene­ra­das por IA ‚las pode­mos seguir lla­man­do foto­gra­fías o no.

El filó­so­fo ale­mán Wal­ter Ben­ja­min, publi­có en 1936 su famo­so ensa­yo «La obra de arte en la épo­ca de su repro­duc­ti­bi­li­dad téc­ni­ca», muy alar­ma­do por la faci­li­dad, ya enton­ces, de la foto­gra­fía quí­mi­ca para repro­du­cir múl­ti­ples copias de cada ima­gen foto­gra­fia­da. En el ensa­yo escri­be: «En la épo­ca de la repro­duc­ción téc­ni­ca de la obra de arte lo que se atro­fia es el aura de esta». Ben­ja­min iden­ti­fi­ca el aura con la sin­gu­la­ri­dad, con la expe­rien­cia de lo irre­pe­ti­ble. Una pin­tu­ra, según el filó­so­fo, tie­ne aura por­que se pue­den ver las pin­ce­la­das; una foto­gra­fía anti­gua tie­ne aura por­que cap­tu­ró un momen­to real.

Según Trian­to­ro, «El arte gene­ra­do por IA no tie­ne tal aura. Es infi­ni­ta­men­te repro­du­ci­ble, –clo­na­ble–, no tie­ne reco­rri­do y care­ce de una his­to­ria huma­na. Por eso, inclu­so cuan­do es téc­ni­ca­men­te per­fec­to, pue­de resul­tar hue­co, vacío». Así que, según su visión, la IA gene­ra­ti­va no se limi­ta a copiar la reali­dad, sino que crea una ver­sión sobre-per­­fe­c­­cio­­na­­da de ella. Es lo que el filó­so­fo fran­cés Jean Bau­dri­llard, en su obra “Simu­la­cres et Simu­la­tion» lla­mó Simu­la­cro: una copia sin ori­gi­nal.

El pro­pio Bau­dri­llard, citó en su ensa­yo, Cul­tu­ra y simu­la­cro, un cuen­to de Bor­ges sobre un mapa (es decir, una repre­sen­ta­ción) tan deta­lla­do que tenía una corres­pon­den­cia biuní­vo­ca con el terri­to­rio. Con base en esta his­to­ria seña­la que, en la era actual, el terri­to­rio ha deja­do de exis­tir y solo ha que­da­do el mapa o, mejor, una situa­ción en la que es impo­si­ble dis­tin­guir los con­cep­tos mis­mos de mapa y terri­to­rio, dado que se ha borra­do la dife­ren­cia que solía exis­tir entre ellos. Bau­dri­llard insis­te en que la fic­ción supera a la reali­dad y ase­gu­ra que los recep­to­res de la hiper­rea­li­dad desem­pe­ñan un papel pasi­voPara él, en este caso, no exis­te la cons­truc­ción de sen­ti­do inde­pen­dien­te. Los simu­la­cros son, enton­ces, aque­llos ele­men­tos que, según la metá­fo­ra de Bor­ges, hacen emer­ger un mapa (mode­lo vir­tual) por enci­ma del terri­to­rio real. Ese mapa (o mode­lo vir­tual), cons­trui­do por la suce­sión de simu­la­cros, lle­ga a suplan­tar a la reali­dad, dan­do lugar a la hiper­rea­li­dad. Según esto, y dado que la reali­dad se extin­gue bajo las bru­mas del mode­lo vir­tual, ya solo que­dan los simu­la­cros: de aquí en ade­lan­te, los simu­la­cros pre­ce­de­rán a cual­quier acon­te­ci­mien­to, o, más exac­ta­men­te, a cual­quier suce­so que ocu­rra en la hiper­rea­li­dad.

Está cla­ro que estas IA Gene­ra­ti­vas impul­san la hiper­rea­li­dad, en el sen­ti­do de que la gen­te se enfren­ta a la inca­pa­ci­dad de su con­cien­cia para dis­tin­guir la reali­dad de la fan­ta­sía, espe­cial­men­te en las cul­tu­ras tec­no­ló­gi­ca­men­te avan­za­das. Umber­to Eco abor­dó el tema en su libro Via­jes en hiper­rea­li­dad, des­cri­bien­do la ten­den­cia de la actual cul­tu­ra de sus­ti­tuir la reali­dad por simu­la­cros o mode­los que resul­tan más atrac­ti­vos y sig­ni­fi­ca­ti­vos que lo real mis­mo. Eco ana­li­za cómo la socie­dad, a tra­vés de los medios y la cul­tu­ra de masas, cre­cien­te­men­te, crea o expe­ri­men­ta reali­da­des arti­fi­cia­les y simu­la­das que se vuel­ven más pal­pa­bles que la expe­rien­cia direc­ta. Si com­bi­na­mos la IA Gene­ra­ti­va y la mag­ni­tud inva­si­va casi infi­ni­ta para la per­se­cu­ción y cap­tu­ra de la aten­ción con las omni­pre­sen­tes y adic­ti­vas redes socia­les a tra­vés de los telé­fo­nos inte­li­gen­tes, en el mun­do actual, la con­fu­sión está ser­vi­da.

Otra pre­gun­ta es qué nivel de irrea­li­dad admi­ti­rán las men­tes ase­dia­das por los algo­rit­mos, –y sin pro­tec­ción con­tra ellos–, de cual­quier humano de nues­tra socie­dad, con el que aún man­ten­gan la cor­du­ra. Jaron Lanier ya nos lo advir­tió«El mayor peli­gro de la IA no es que nos des­tru­ya, sino que nos vuel­va locos».

Hoy, cuan­do se sos­pe­cha sobre el ori­gen de una obra artís­ti­ca, al escu­char una can­ción o  al con­tem­plar una foto­gra­fía gene­ra­das por la IA, ya no se tra­ta sim­ple­men­te de sen­tir el rit­mo o pre­gun­tar­se si pudo haber exis­ti­do fue­ra de la pan­ta­lla. Esto tam­bién requie­re revi­sar men­tal­men­te una espe­cie de lis­ta de veri­fi­ca­ción men­tal, bus­can­do el fan­tas­ma esta­dís­ti­co en la máqui­na. Hoy por hoy, la IA, de mil mane­ras se aso­cia, casi siem­pre, a algo tras un enga­ño pre­vio.

El futu­ro de la belle­za en un mun­do sin­te­ti­za­do y gene­ra­do por la IA

Las polé­mi­cas mode­los inexis­ten­tes gene­ra­das por IA de Vogue son el ejem­plo per­fec­to. Esas no son imá­ge­nes de mujer reales. Son idea­les hiper­rea­les con los que nin­gu­na per­so­na viva pue­de com­pe­tir. Los usua­rios de las redes socia­les y los lec­to­res de la revis­ta no la tachan de fal­sa por­que, en cier­to sen­ti­do, es más «per­fec­ta» que real. Eso es lo que ha hecho viral a gran esca­la el escán­da­lo de su publi­ca­ción en la revis­ta Vogue.

Es curio­so, como afir­ma la espe­cia­lis­ta Kati Chi­tra­korn de CNN Sty­le que lo que ha hecho viral el ejem­plar de agos­to de 2025 no es la por­ta­da con famo­sa actriz y cele­brity Anne Hatha­way, que apa­re­ce en él tras el roda­je de la secue­la de «El dia­blo vis­te de Prada», si no que ha ocu­rri­do mucho más por los anun­cios en la revis­ta de la fir­ma de ropa cali­for­nia­na Guess, que publi­can imá­ge­nes de per­fec­tas mode­los inexis­ten­tes gene­ra­das por inte­li­gen­cia arti­fi­cial. La segun­da foto de este artícu­lo es una ima­gen que muchas lec­to­ras y lec­to­res no dis­tin­gui­rán de una ima­gen real. A sim­ple vis­ta, nada pare­ce inusual: mujer cau­cá­si­ca con cabe­llo rubio ondu­la­do, meji­llas son­ro­ja­das, dien­tes per­fec­tos y amplia son­ri­sa que luce un ves­ti­do lar­go de rayas con un bol­so de asa a jue­go.

Pero para los curio­sos, dis­cre­ta­men­te apa­re­ce, en la letra peque­ña de la pági­na de la revis­ta, algo que sí es inusual. Es una con­fe­sión de la edi­to­rial. Reve­la que la super­mo­de­lo fue crea­da median­te inte­li­gen­cia arti­fi­cial, lo cual aho­ra es nove­dad, la mate­ria pri­ma prin­ci­pal para la revis­ta. Es decir, esta­mos vien­do algo que no exis­te en una publi­ca­ción que habla de noti­cias reales. No con­tie­ne, se supo­ne, rela­tos de fic­ción. Y, curio­so, aún hoy la legis­la­ción ame­ri­ca­na no otor­ga dere­chos de autor a las rea­li­za­cio­nes no huma­nas. Pero, supon­go que, por si aca­so y para sumar­se a la noto­rie­dad, se infor­ma que la cam­pa­ña fue desa­rro­lla­da por Seraphin­ne Vallo­ra, agen­cia de mar­ke­ting lon­di­nen­se espe­cia­li­za­da en IA, cuyo tra­ba­jo tam­bién ha apa­re­ci­do en publi­ca­cio­nes como Elle, The Wall Street Jour­nal y Har­pe­r’s Bazaar. O sea, que esto es otra con­fe­sión. Dicha empre­sa lle­va tiem­po inun­dan­do las pági­nas de esas publi­ca­cio­nes de imá­ge­nes irrea­les gene­ra­das por IA, sin infor­mar al lec­tor. En este caso lo han hecho, lo cual, es de agra­de­cer.

 

La reve­la­ción de que había mode­los de IA en las pági­nas de Vogue des­ató un enor­me deba­te en redes socia­les sobre lo que esto podría sig­ni­fi­car para las mode­los de la vida real que luchan por una mayor repre­sen­ta­ción y diver­si­dad; y para los con­su­mi­do­res, espe­cial­men­te los jóve­nes, que a menu­do se enfren­tan a expec­ta­ti­vas de belle­za poco rea­lis­tas, por decir­lo sua­ve­men­te, que aca­ban pro­vo­can­do depre­sio­nes, ano­re­xias,  des­ór­de­nes de con­duc­ta, e inclu­so pro­ble­mas de salud men­tal.

Para hacer­nos una idea del subi­dón o hype en torno a estas fotos gene­ra­das por con IA, su vira­li­za­ción fue ini­cia­da por el usua­rio de Tik­Tok @lala4an, cuyo vídeo sobre el anun­cio de Guess ha sido vis­to des­de enton­ces más de 2,7 millo­nes de veces. Según rela­ta Kati Chi­tra­korn la perio­dis­ta de CNN, una usua­ria de Tik­Tok escri­bió este comen­ta­rio en la red social: «Es una locu­ra, no solo es por­que haya gen­te bus­can­do tra­ba­jo como mode­los, sino por otras cosas de este esti­lo» que ya tie­ne 67.700 «Me gus­ta». Y otra usua­ria de Tik­Tok, publi­có: «Pri­me­ro, las muje­res nor­ma­les se com­pa­ran con mode­los edi­ta­das… ¿Aho­ra tene­mos que com­pa­rar­nos con muje­res que ni siquie­ra exis­ten?». Por su par­te, Sara Ziff, fun­da­do­ra y CEO de The Model Allian­ce decla­ró: «Tene­mos que pre­gun­tar­nos en esto, quién cobra, quién es visi­ble y quién es borra­do (o can­ce­la­do)».

La mare­ja­da mediá­ti­ca subió de tono y muchos usua­rios de las redes socia­les lla­ma­ron al boi­cot con­tra Guess y Vogue. CNN recla­mó a la empre­sa pro­pie­ta­ria de la Revis­ta, Con­dé Nast, su opi­nión cor­po­ra­ti­va y un por­ta­voz de la empre­sa afir­mó al medio que «…una mode­lo de IA nun­ca ha apa­re­ci­do edi­to­rial­men­te en Vogue. Sin embar­go, mode­los crea­dos digi­tal­men­te por IA sí han apa­re­ci­do en edi­cio­nes inter­na­cio­na­les de la revis­ta. Vogue Sin­ga­pur pre­sen­tó ava­ta­res gene­ra­dos por IA en su edi­ción de mar­zo de 2023. (Acla­ró que Vogue Sin­ga­pur es licen­cia­ta­ria y no es pro­pie­dad ni está ope­ra­da por Con­dé Nast)». Más balo­nes fue­ra.

Otros impli­ca­dos inten­ta­ron mini­mi­zar el cre­cien­te escán­da­lo. Como Valen­ti­na Gon­zá­lez y Andreea Petres­cu, cofun­da­do­ras de 25 años de Seraphin­ne Vallo­ra, –la empre­sa que gene­ró con IA esas imá­ge­nes–, que afir­ma­ron que «la indig­na­ción gene­ra­da por la cam­pa­ña de Guess es infun­da­da». Al pre­gun­tár­se­le por qué las mar­cas no usa­ban sim­ple­men­te una mode­lo real en sus anun­cios, Petres­cu argu­men­tó que «la IA ofre­cía a los clien­tes mayor varie­dad y efi­cien­cia, al reque­rir menos tiem­po y pre­su­pues­tos más redu­ci­dos que una cam­pa­ña de mar­ke­ting típi­ca»Cla­ro, la pas­ta es la pas­ta.

El menor tiem­po en el mun­do de la moda, ade­más de que algo sea más bara­to, es muy impor­tan­te. Esen­cial. Guess no es la úni­ca mar­ca que ha uti­li­za­do mode­los de IA. El pasa­do julio, la empre­sa glo­bal de moda de matriz espa­ño­la Man­go pre­sen­tó su pri­me­ra cam­pa­ña gene­ra­da con IA para pro­mo­cio­nar ropa para ado­les­cen­tes. Una ima­gen de la cam­pa­ña es la de arri­ba de este párra­fo, en la que una joven luce un colo­ri­do con­jun­to. Pero esa joven no exis­te. No es real. Si bien las pren­das mos­tra­das eran reales y esta­ban dis­po­ni­bles para su com­pra, la mode­lo fue gene­ra­da ínte­gra­men­te con IA. Como infor­mó tam­bién CNN Sty­le, en una entre­vis­ta con Bloom­berg en octu­bre de 2024, el CEO de Man­go, Toni Ruíz, jus­ti­fi­có el uso de las mode­los gene­ra­das por IA, afir­man­do que la publi­ci­dad se podía crear con mayor rapi­dez. «Se tra­ta de crear con­te­ni­do más rápi­do» dijo Ruíz en la entre­vis­ta. Es decir, ir aún más rápi­da­men­te a pro­fun­di­zar en la fast fashion, la moda super-rápi­­da. CNN inten­tó con­se­guir su opi­nión al res­pec­to, pero la empre­sa Man­go no res­pon­dió a su soli­ci­tud de comen­ta­rios.

Si supo­ne más velo­ci­dad y menos tiem­po y un radi­cal aho­rro de cos­tes, es muy pro­ba­ble que se ave­ci­ne una ava­lan­cha de mode­los gene­ra­dos por IA, y no solo eso. Kati Chi­tra­korn rela­ta que «el auge de los mode­los de IA no es ajeno al de los influen­cers vir­tua­les, que ya se sola­pan con los de la vida real». Muchos usua­rias y usua­rios están inter­ac­tuan­do con esos influen­cers digi­ta­les de IA igno­ran­do que no son per­so­nas reales, por­que con­tes­tan auto­má­ti­ca­men­te a los comen­ta­rios, publi­can asi­dua­men­te y tie­nen mon­to­nes de segui­do­res. Y, hoy, las mar­cas de moda per­si­guen deno­da­da­men­te la inter­ac­ción e inclu­so la adic­ción de las/los usuarias/os a estos infuen­cers (para eso han sido gene­ra­dos por IA en las pla­ta­for­mas). Y, por eso, pre­ten­den hacer­los vira­les.

Otras mar­cas de moda glo­ba­les que tam­bién se han que­ri­do qui­tar la pre­sión de los repro­ches y los posi­bles boi­cots afir­man­do que no todo es com­ple­ta­men­te fic­ti­cio en lo que están desa­rro­llan­do. En mar­zo, H&M anun­ció que crea­ría «geme­los» de IA de 30 mode­los reales, con la inten­ción de uti­li­zar­los en cam­pa­ñas publi­ci­ta­rias y publi­ca­cio­nes en redes socia­les. Como par­te del acuer­do, cada mode­lo posee­ría los dere­chos de su geme­lo, lo que sig­ni­fi­ca que podría reser­var múl­ti­ples sesio­nes de fotos con mar­cas (inclui­das las de la com­pe­ten­cia de H&M) y, en ese sen­ti­do, «estar en más de un lugar a la vez». Eso es casi ser cuán­ti­co. Las pri­me­ras imá­ge­nes, con fotos de mode­los gene­ra­das con IA, se publi­ca­ron este mes. Es sig­ni­fi­ca­ti­va otra decla­ra­ción a CNN el direc­tor crea­ti­vo de H&M, Jör­gen Anders­son, don­de expli­ca que la empre­sa «no cam­bia­rá su enfo­que cen­tra­do en el ser humano»; y que, sim­ple­men­te, esta­ban explo­ran­do cómo con la IA se podrían mejo­rar el pro­ce­so crea­ti­vo. Y aña­dió: «Reco­no­ce­mos que exis­ten muchas inquie­tu­des en torno a nues­tra par­ti­ci­pa­ción en la IA; sin embar­go, nos com­pro­me­te­mos a abor­dar esto de for­ma éti­ca, trans­pa­ren­te y res­pon­sa­ble». Pero eso sí, res­pon­sa­ble, lo jus­to. De la enor­me hue­lla de car­bono de la IA o de la pro­pia indus­tria de la fast fashion, la moda super-rápi­­da; o de los pro­ble­mas medioam­bien­ta­les que cau­sa su ingen­te can­ti­dad de resi­duos a nivel pla­ne­ta­rio, ni pala­bra.

La IA ha cap­tu­ra­do la mate­má­ti­ca de lo que encon­tra­mos bello o atrac­ti­vo

Eso con­tras­ta, pre­ci­sa­men­te, con el com­por­ta­mien­to de las empre­sas desa­rro­lla­do­res de IA, por­que como expli­ca en su ensa­yo la cita­da pro­fe­so­ra Trian­to­ro que cita al prin­ci­pio: «En pri­mer lugar, la IA se ha con­ver­ti­do en una exper­ta fal­si­fi­ca­do­ra de patro­nes huma­nosEstos mode­los LLM de IA se entre­nan con gigan­tes­cas biblio­te­cas de arte crea­do por el hom­bre ; han ana­li­za­do más pin­tu­ras, can­cio­nes y foto­gra­fías que cual­quier per­so­na jamás. Pue­de que estos mode­los no ten­gan alma, pero han apren­di­do y cap­tu­ra­do la fór­mu­la mate­má­ti­ca de lo que encon­tra­mos bello o atrac­ti­vo». Ade­más, la IA gene­ra­do­ra de estas imá­ge­nes y vídeos irrea­les pare­ce haber atra­ve­sa­do con éxi­to el valle inquie­tan­te, (uncanny valley), un con­cep­to muy usa­do en la indus­tria de los video­jue­gos pro­pues­to por Masahi­ro Mori en 1970, que des­cri­be la sen­sa­ción de recha­zo o inco­mo­di­dad que sen­ti­mos hacia enti­da­des arti­fi­cia­les (como robots, ani­ma­cio­nes o muñe­cos, o «per­so­nas digi­ta­les gene­ra­das por IA») cuan­do su apa­rien­cia es casi, pero no com­ple­ta­men­te, huma­na. Cuan­to más se pare­cen a huma­nos, mayor es la afi­ni­dad ini­cial­men­te, pero en un pun­to inter­me­dio de gran rea­lis­mo, esa afi­ni­dad cae drás­ti­ca­men­te, gene­ran­do sen­sa­ción de repul­sión o mie­do.

Pero el valle inquie­tan­te no pare­ce impor­tu­nar a los desa­rro­lla­do­res de esta nue­va indus­tria de per­so­nas digi­ta­les de IA apli­ca­da a la Moda. Los fun­da­do­res de la empre­sa de IA Seraphin­ne Vallo­ra con­fe­sa­ron, en un rap­to de sin­ce­ri­dad, lo que de ver­dad impor­ta en esta nue­va indus­tria digi­tal aso­cia­da a la moda. Como gra­dua­dos en arqui­tec­tu­ra, exper­tos en foto­gra­fía, dibu­jo y medios digi­ta­les, recu­rrie­ron a la IA para gene­rar una mode­lo IA que pro­mo­cio­na­ra sus pro­duc­tos en inter­net. Los resul­ta­dos, según Andreea Petres­cu, fue­ron posi­ti­vos. «Tuvi­mos millo­nes de visua­li­za­cio­nes en nues­tros Reels de Ins­ta­gram y dece­nas de miles de «me gus­ta» en algu­nas publi­ca­cio­nes». Esto es lo que de ver­dad les impor­ta. El escán­da­lo viral del caso de las mode­los inexis­ten­tes de Guess, les ha hecho más famo­sos, y más vira­les. Lo demás impor­ta, pero menos.

Como dice mi ami­go Ramón Palo­mar a la mayo­ría, sobre todo, de la gen­te joven y ado­les­cen­te, no es que le gus­te que le enga­ñen, es que le da igual. Qui­zá con­cep­tos como inter­ac­tuar con copias digi­ta­les sin ori­gi­nal, sean con­cep­tos algo dema­sia­do sofis­ti­ca­do o com­pli­ca­do para su men­te y para dedi­car­le una aten­ción que está con­ti­nua­men­te bom­bar­dea­da, inva­di­da, y re-diri­­gi­­da a con­su­mir más y más. Y ya no dis­tin­guen entre la mayo­ría de cosas reales con las irrea­les, o las per­so­nas inexis­ten­tes con las que se rela­cio­nan. Apa­re­cen masi­va­men­te en sus pan­ta­llas y eso es sufi­cien­te. Y ade­más qui­zá estén más cómo­dos con la irrea­li­dad, por­que lo real es tal vez dema­sia­do duro para ellos y ellas. Qui­zá pue­da ser que ten­gan pro­ble­mas esta­do de áni­mo o de salud men­tal, pero si eso ocu­rre ya hace un tiem­po que auto­ma­ti­za­ron su esta­do emo­cio­nal . Ya tie­nen un tera­peu­ta IA en su móvil 24/7. Inclu­so le pre­gun­ta­rán al Chat GPT, que tam­bién es alguien que no exis­te. Ah! hoy seguir la Moda y las modas digi­ta­les se ha vuel­to algo obli­ga­to­rio. Hay muchas/os que, si no las siguen, si no tie­nen acce­so a Ins­ta­gram o Tik Tok, entran en emer­gen­cia vital. Por eso son tan impor­tan­tes para ellos/ellas. No hay más que ver­les, masi­va y apa­ren­te­men­te con­ten­tos por la calle son­rien­do al smartpho­ne, atra­pa­dos en esa tram­pa cog­ni­ti­va casi infa­li­ble, siem­pre en la mano o fren­te a la nariz. Pero es lo que hay. Ni más ni menos.

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