El gran artista Rafael Armengol expone en Cara a cara una serie de fotografías hechas bajo la creatividad insólita de su subversiva mirada en el MUVIM.
Son rostros de seres queridos y grandes amigos van mas allá de lo real. La muestra, comisariada por Amador Griñó, merece una visita urgente pues la sala Parpalló del museo valenciano adquiere estos días un aspecto fantasmal con sus obras. Una colorista muestra de arte japonés dotan al museo del jardín del Hospital de especial interés.
Estos días de calor infernal ese contenedor cultural, ese edificio estrambótico, que llena de sentido el viejo Jardín del Hospital, bien merece una visita. Hay en el dos mundos muy diferentes en su interés y composición. En las catacumbas una exposición sobre cultura japonesa asombra por su sutileza y objetos bellos que admirar, jarrones, tapices, pintura.
Pero la estrella del museo de los jardines del Hospital es la exposición de fotografías del gran artista valenciano Rafael Armengol, el artista de Benimodo que ha convertido la fotografía en un mundo personal, dentro de la colosal variedad de sus obras, que van desde la escultura a la pintura, del montaje al collage. La obra de Armengol es tan extensa y variada que parece un supermercado del arte mas valiente. La famosa sala Parpalló, alejada unos metros del edificio principal, expone una sucesión interminable de retratos que combinan el universo familiar del artista, fotos de su mujer, sus hijas, su familia, con retratos muy trabajados de sus mejores amigos entre los que se cuentan lo mas selecto de la intelectualidad valenciana del siglo XX.
De la banda espectacular de creadores antisistema como Manolo Boix y Artur Heras viene Armengol. Apareció por primera vez en los lejanos años 1962. Su obra incesante lo convierte en referente central del arte valenciano porque Armengol no se limita a hacer fotos sino que las transforma y al trabajarlas con diversas técnicas las conviertes en hermosas imágenes que recuerdan la obra renacetista de legendarios pintores como Boticelli o Veermeer. La originalidad de su lenguaje pictórico le hizo académico en 2011 de la Real Academia de Bella Artes de San Carlos. Institución valenciana con una historia que va desde el conservadurismo de sus primeros años a integrar en su seno a lo más granado de la vanguardia disidente de la Comunidad Valenciana.
El gran crítico de arte Vicente Aguilera Cerni (Valencia 1920–2005) califica a Armengol como “un artista hateramente hipercrítico, beatíficamente laborioso, sutilmente inquietante”. Y es que cuando uno entra en la sala donde cuelga la obra fotográfica de Armengol queda fascinado por cómo ha enfocado el retrato de la famosa alcaldesa de Valencia de tiempos pasados Clementina Ródenas, bella en su mirada y resuelta. En esta foto el artista saca de Clementina lo que era difícil observar en la vida real pues era mujer seria y rigurosa. La foto de Armengol de esta muestra expone a una mujer de una dulzura desconocida. Lo hace con otros. Al igual que su amigo Vicente Aguilera. Y sobre todo su gran compadre Vicent Andres Estellés. El poeta cuenta esta visita al su taller de esta manera:
“Rafael Armengol y yo somos unos grandes amigos. Teniendo unos instantes de relativa libertad voy a casa de Rafael Armengol, “Hola, Marisa, vinc a parlar en el teu marit”. “Està dalt”, me suele decir, Marisa, la bella Marisa. Subo al estudio y allí lo encuentro, siempre solo, siempre luchando con la rallita, con la nota de color, mi querido Rafael Armengol. Deja de trabajar cuando llego: “Hombre no…que después me tirarán la bronca por no tener acabar a tiempo el retrato. “Que es foten” y comenzamos a razonar Rafael y yo”. La reseña está traducida, exceptuando las partes más expresivas. Porque Rafael es un valenciano de cuerpo, alma y lengua.
Y es que cuando hablamos de Armengol y su obra estamos refiriéndonos a toda una época esplendorosa del arte valenciano, ligado al valencianismo, a la disidencia antifranquista y al arraigo en la cultura del país. Todos los personajes públicos que retrata han tenido un papel esencial en la transformación democrática de la ciudad de Valencia. La visión de su familia, en cambio, posee un aire mas entrañable, menos frio y personajes de todas las edades desfilan ante el espectador como impasibles rostros de un tiempo también feliz.
Armengol es uno de nuestros artistas vivos mas rompedores. Y demuestra que ser octogenario es solo una anécdota para crear. Es capaz de pintar un cuadro que se acerca a Miguel Ángel o Tintoretto y también, pintar una simple y vulgar col recién sacada de la huerta en un fondo de rayas de colores, cintas de color que tanto le interesan como fondo.
Armengol es un transgresor nato. Reinterpreta, manipula, colorea obra clásica. Los cuadros de este artista inclasificable escandalizan por su espíritu provocativo. Como si el creador buscara continuamente la descomposición del arte, destruir su sacralización y ahí puedes ver el perfil de una dama del renacimiento de Boticelli y en otra obra el interior de una carnicería con sus patas de ternera sangrientas colgando de sus ganchos. Y pintadas con un hiperrealismo notable. Hay humor en esta obra.
En Cara a cara uno no puede hacerse idea de la amplitud creativa de este artista incomparable. Aquí solo hay rostros. Un ajuste de cuentas con su vida y la gente que ama. La obra del artista de Benimodo no puede dejar indiferente a nadie. Supone una sorpresa tras otra, como ese cuadro donde pone a King Kong derribando aviones en la cumbre del famoso cuadro la torre de Babel de Brueghel. De el se ha dicho que es capaz de hacer uso de las obras de Boticelli, El Bosco, Velazquez Vermeer, Matisse e incluso Andy Warhol para crear obras plagadas de ironía y critica.
Hay que regresar a Armengol siempre, el deconstructor del arte, el creador subversivo valenciano que ya es leyenda.
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