Ha sido el riff de gui­ta­rra más famo­so de todos los tiem­pos y en cier­ta mane­ra sigue sien­do nues­tro himno de com­ba­te por enci­ma de los dul­zo­nes temas para niños y niñas cool de Cold­play.

 

Ha sido el riff de gui­ta­rra más famo­so de todos los tiem­pos y en cier­ta mane­ra sigue sien­do nues­tro himno de com­ba­te por enci­ma de los dul­zo­nes temas para niños y niñas cool de Cold­play. En un tiem­po en que muchos hitos se con­fun­den con melo­días para anun­ciar pro­duc­tos guays del mer­ca­do joven. A pesar de que el capi­ta­lis­mo con­su­mis­ta se haya devo­ra­do el rock, riffs como este son un icono indes­truc­ti­ble. Como fue­ra el “Uli­ses” de Joy­ce para la lite­ra­tu­ra o el adag­gio de Mah­ler para la músi­ca clá­si­ca. El riff mas macha­cón y con  voca­ción de eter­ni­dad que ha teni­do el uni­ver­so de la músi­ca moder­na, sigue vivo, y hoy ya tie­ne 65 años del ala.

Al escu­char­lo se expe­ri­men­ta una sen­sa­ción de deja vu que ya no te aban­do­na. Aun­que ten­gas 60 años y uses sono­to­ne. Es un recons­ti­tu­yen­te. Sí señor. Sue­na y apa­re­cen como en una movio­la enlo­que­ci­da las secuen­cias de lo que ya no regre­sa­rá jamás; la ima­gen del pri­mer magreo que con aque­lla novia que se lla­ma­ba Mick en un rin­cón de los Vive­ros.

Por­que era en ese par­que, que cons­tru­ye­ron los fran­ce­ses, don­de esca­pá­ba­mos en masa cada vez que en el Ins­ti­tu­to hacían ejer­ci­cios espi­ri­tua­les y que mar­ca­ban en el ini­cio de la pri­ma­ve­ra y el des­ma­dre.

Era una esce­na dig­na de Kea­ton. Los mose­nes nos hacían des­fi­lar en círcu­lo a lo lar­go del claus­tro del cen­tro, como si fué­se­mos una cuer­da de pre­sos, y nos hacían can­tar him­nos reli­gio­sos, pro­me­sas de ser bue­nos y otras zaran­da­jas impo­si­bles. Cuan­do la fila de cha­va­les alcan­za­ba la puer­ta que daba a la calle Játi­va, que siem­pre esta­ba abier­ta, los mas osa­dos salía­mos como balas, esca­pan­do de aquel muer­mo ves­per­tino que nos evi­ta­ba las cla­ses lec­ti­vas. Un abu­rri­mien­to bíbli­co .

Y fue para­do­ja que en aque­llos años gri­ses de nues­tra ado­les­cen­cia enca­de­na­da men­tal­men­te, las tar­des que hacía­mos fuchi­na para esca­par a Vive­ros a besu­quear­nos con las novias, fue­ran como una suer­te de paraí­so en la tie­rra. Pero antes de salir como cohe­tes rum­bo a la Ala­me­da nos que­dá­ba­mos un  buen rato a echar mone­das en los juke­box de los fut­bo­li­nes de la calle Pela­yo, otro paraí­so en la tie­rra de la ciu­dad, para escu­char una y otra vez el riff mas gran­dio­so del mun­do.

Se cum­plen en 2025 sesen­ta años de la apa­ri­ción de aque­lla can­ción sub­ver­si­va, exci­tan­te, luju­rio­sa y pesa­di­lla para los bien­pen­san­tes. Se titu­la­ba Satis­fac­tion y la com­pu­sie­ron los Rolling Sto­nes. Nues­tros dio­ses en la tie­rra. Y el riff de gui­ta­rra per­te­ne­cía a esa can­ción. Era tan sen­ci­llo y fácil de tara­rear que se con­vir­tió en un man­tra roque­ro con el que se ini­cia­ba nues­tro aven­tu­ra por el mun­do del pop y del rock and roll. Un via­je por la his­to­ria del rit­mo que no ha ter­mi­na­do toda­vía.

Satis­fac­tion fue prohi­bi­da en los USA cuan­do salió por­que habla­ba de todas las cosas que nos intere­sa­ban a los jóve­nes. Sexo, insa­tis­fac­ción, tedio, repul­sa al sis­te­ma…, y se con­vir­tió en nues­tro himno de bata­lla, como mas tar­de podrían ser las can­cio­nes de Mar­ley o Kiko Veneno. Nues­tra seña de iden­ti­dad. De mane­ra que cuan­do en cual­quier lugar comen­za­ba a escu­char­se ese riff con el que se ini­cia­ba la pie­za ‑su caden­cia sor­da, casi dia­bó­li­ca, como una pala­bra mal­so­nan­te, un insul­to para ini­ciar una pelea de ban­das, pun­tea­do e inven­ta­do por Keith Richards‑, la san­gre her­vía en nues­tra venas y nues­tros cora­zo­nes bom­bea­ban anhe­los de liber­tad abso­lu­ta y un deseo inevi­ta­ble de poner todo al revés y poner­se a liar ciga­rros con papel de fumar Smo­king.

Nadie podía sos­pe­char lo que pasa­ría des­pués de aquel año ini­ciá­ti­co de 1962, pero pasó mucho. La gue­rra de Viet­nam comen­za­ba a calen­tar­se de ver­dad y las artes de van­guar­dia ya no había quién las para­ra. Recuer­do que nos emo­cio­nó bas­tan­te ver como Fran­cis Ford Cop­po­la, inser­ta­ba Satis­fac­tion en la ban­da sono­ra de su genial Apo­caly­pse now. Recuer­do un via­je en un vie­jo camión por las sel­vas de Hai­tí escu­chan­do por la radio del vehícu­lo el riff mas poten­te de la his­to­ria rodea­do de negros son­rien­tes con sus fusi­les de asal­to en el rega­zo hacien­do las veces de gui­ta­rra.

No creo que haya un solo pavo de mi gene­ra­ción que no haya oído hablar de Satis­fac­tion y su sig­ni­fi­ca­do de señal de sali­da para un pro­ce­so que hizo al mun­do cam­biar de base. El riff de Satis­fac­tion, si te fijas, posee en sus diez notas que se repi­ten ‑papa. papa­pá, parapapapapa‑, una vio­len­cia inusi­ta­da. Es como un can­to afri­cano que se coló en occi­den­te de la mano de unos gam­be­rre­tes de la cla­se media bri­tá­ni­ca. Lue­go vinie­ron muchos más riffs y más mara­vi­llas de la músi­ca del siglo XX. Pero, ami­go, lar­ga vida a los 60 años del tema Satis­fac­tion y de su tema estre­lla. Can­ción de can­cio­nes. El riff más famo­so del pop que en oca­sio­nes seña­la­das aun gol­pea nues­tros cora­zo­nes.

 

 

 

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia