Siendo el paseo marítimo del Cabanyal, llamado de Neptuno, uno de los mas grandes y vistosos del país, su estado de servicios y mantenimiento claman al cielo.
Las playas del Cabanyal y Natzaret de Valencia se llevaron la peor parte en la terrible riada de 1957. Siendo el paseo marítimo del Cabanyal, llamado de Neptuno, uno de los mas grandes y vistosos del país, su estado de servicios y mantenimiento claman al cielo. Cada verano se repite la misma historia. Se invierte mucho en seguridad, las patrullas son incesantes, tanto de la policía local como la nacional, pero se abandonan los servicios sanitarios como retretes portátiles, que a faltos de atención, a la caída de la tarde y cuando el ambiente es mas animado, rebosan sin que sean vaciados por no hablar de las papeleras en las que ocurre lo mismo. Ese paseo merece mas atención de la que tiene.
La visita a la playa del Cabanyal en un día punta de jolgorio playero no ha podido ser más desoladora. Es algo que se repite cada año y no parece que hay mucha ilusión por arreglar.
Puede que sea por el hecho de que esa playa, única en Europa por su extensión y diáfano paisaje, situado en el ecuador del magnifico Golfo de Valencia, desde Sagunto al Montgó, se sitúa justo a una zona del barrio degradada. Repleta de infraviviendas y hábitat de familias marginales. Abandonada de la mano del Ayuntamiento desde que en un tiempo ya lejano el consistorio decidiera destruir una parte del barrio para prolongar la Avenida de Blasco Ibañez, la playa parece seguir su mismo destino de dejadez.
Por fortuna, no se llevó a cabo semejante desafuero. Caso parecido, este con final feliz, fue el Jardín del Turia, espacio abandonado que gracias a la acción cívica es hoy un pulmón esencial de verdor para que la ciudad respire en estos días apocalípticos de cambio climático.
La playa del Cabanyal es otro cantar. Pasear por el paseo Neptuno no es muy agradable pues los servicios del limpieza no dan a basto y las papeleras siguen a rebosar y con basuras por el suelo a las siete de la tarde. Al final de una jornada tumultuosa en un paseo marítimo multicultural y repleto de un paisanaje feliz que llegado de las zonas del interior disfruta de la linea azul de nuestro Mediterráneo salta a la vista que los servicios a los bañistas no son suficientes.
El hecho lamentable es que crecen como hongos los locales de restauración para turistas, discotecas, pubs y chiringuitos, pisos turísticos que desfiguran el sentido del barrio, y decrece la excelencia del paisaje, de los viejos escenarios de Sorolla y Benlliure o de los fotógrafos de todo el mundo que han visitado el lugar.
El paseo Neptuno, en la actualidad tiene dos partes bien segregadas, el paseo de siempre junto al puerto, donde se ha construido la Marina. Lugar repleto de restaurantes de paellas y tiendas de esas en las que se compran cosas que sirven para poco o en todo caso para señalar al regresar a casa, yo estuve aquí. Pasado el monumento a nuestro Ferrandis oscarizado, de dudoso gusto, entramos en un paseo que nos remonta hasta los confines de la playa de Alboraia.
Los jardines que bordean este paseo distan mucho de estar cuidados como debería ser y la ausencia de sombra sigue siendo aquí una constante, como si esta fuera una marca de fabrica de la ciudad de Valencia. Mucho espacio de nuevo diseño, la Reina, plaza del Ayuntamiento, San Agustín… pero escasos lugares de sombra.
La policía local dispone de un despliegue espectacular por la playa, motos de ultima generación que patrullan entre la marea de visitantes; coches de la PN en parejas que hacen lo propio. Lo más deplorable de este infierno playero es la ausencia de servicios sanitarios, hablamos de urinarios. Para un espacio y volumen de visitantes tan descomunal los fines de semana, tan solo cuatro urinarios portátiles están a disposición del visitante. Y eso es un decir, pues los turistas salen corriendo horrorizados cuando intentando vaciar su vejiga en estos cacharros comprueban que su contenido se desborda por la plaza y los alrededores. A poco metros, locales de ocio con mucho turista VIP disfrutan de los mojitos. Pero para las familias de currantes con su semanita de vacaciones las cosas no son tan fáciles. Ni casetas de baño para cambiarse, ni sombrillas suficientes y baratas. La playa del Cabanyal, joya del ocio valenciano, está dejada a su aire y la promesa de su remodelación se eterniza. Sería de desear que uno de las playas urbanas mas espectaculares de la península recibiera la atención que se merece. Mientras tanto, seguiremos esperando.
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