FILES This file pho­to taken on Octo­ber 09 2001 at the Colle­ge de Fran­ce in Paris shows Fran­ce s most famous con­tem­po­rary poet Yves Bon­ne­foy posing Bon­ne­foy died on July 2 2016 at the age of 93 local media repor­ted The author of more than 100 books trans­la­ted into 30 lan­gua­ges was highly deco­ra­ted in his nati­ve Fran­ce and his name was often men­tio­ned as a favou­ri­te to win a Nobel Pri­ze for Lite­ra­tu­re AFP PHOTO ERIC FEFERBERG

Foto­gra­fía: AFP PHOTO ERIC FEFERBERG

Yves Bon­ne­foy (Tours, 1924 – París, 2016)  poe­ta y crí­ti­co lite­ra­rio. Estu­dia mate­má­ti­cas y filo­so­fía en su ciu­dad natal; lue­go se tras­la­da a París don­de entra en con­tac­to con el movi­mien­to surrea­lis­ta, que aban­do­na­rá en 1947.  Es autor  de tex­tos poé­ti­cos (Del movi­mien­to y de la inmo­vi­li­dad de Dou­ve…) y  ensa­yís­ti­cos ( Sobre el ori­gen y el sen­ti­do, Luga­res y des­ti­nos de la ima­gen…)

El pre­sen­te ensa­yo es una con­si­de­ra­ción sobre el impac­to de las pri­me­ras foto­gra­fías en la expe­rien­cia del mun­do y su vin­cu­la­ción con el poe­ma.

El acto com­ple­ta­men­te nue­vo en la his­to­ria que la foto­gra­fía  efec­túa, influ­ye de mane­ra direc­ta en lo que la poe­sía aspi­ra a ser. Y por tan­to, la poe­sía debe a su vez ana­li­zar qué es ese acto, qué es lo que  impo­ne a la socie­dad con­tem­po­rá­nea. El poe­ma  es el esfuer­zo por reto­mar el con­tac­to per­di­do con lo que es.

En la ima­gen pic­tó­ri­ca no hay lugar para el azar. Lo que podría pare­cer­lo se apor­ta a escon­di­das. Los plie­gues en la túni­ca de la Vir­gen, el gato que da la impre­sión de estar allí por casua­li­dad, como en la Anun­cia­ción de Loren­zo Lot­to, son pro­duc­tos de los deseos, las fata­li­da­des inhe­ren­tes al sue­ño del pin­tor. Nada de azar pues en el ámbi­to de la ima­gen pic­tó­ri­ca tra­di­cio­nal.

Pero la ima­gen, por muy auto­afir­ma­ti­va que sea, siem­pre pre­sen­ta un fon­do de inquie­tud en esa figu­ra con­tro­la­da de azar, por lo que hay moti­vos para creer que ello está en el ori­gen de la belle­za agi­ta­da y febril de cier­tos cua­dros.

Este pre­sen­ti­mien­to que se tie­ne de lo que dejan fue­ra, fue expe­ri­men­ta­da de  mane­ra inten­sa por algu­nos de los gran­des artis­tas de tiem­pos de la Ilus­tra­ción. El vér­ti­go de cons­ta­tar que ya no exis­te nin­gu­na base para los valo­res mora­les anta­ño legi­ti­ma­dos por el ser divino, y asu­mir des­de enton­ces una res­pon­sa­bi­li­dad pro­pia­men­te huma­na.  Esto es lo que expe­ri­men­ta­ron Leo­par­di y Goya y lo que se vis­lum­bra en Sade.

Des­de la épo­ca román­ti­ca, la noche no hizo más que espe­sar­se, exten­der­se y con ella el vér­ti­go meta­fí­si­co, inclu­so aun­que los poe­tas de aque­llos años tra­ta­ran de reco­brar­se a tra­vés de la reli­gión, con repre­sen­ta­cio­nes y for­mas de creen­cias con­ce­bi­das  en pri­va­do.

Hacia 1840 todo esta­ba lis­to para una toma de con­cien­cia más inten­sa, tam­bién más deter­mi­na­da, del gran “fue­ra” de la ima­gen.   Esto tuvo lugar en el 7 de enero de 1839, cuan­do Fra­nçois Ara­go de la Aca­de­mia de Cien­cias de Fran­cia, anun­ció la inven­ción de lo que se lla­mó dague­rro­ti­po, pro­ce­di­mien­to median­te el cual las imá­ge­nes de lo real   se fijan de modo per­ma­nen­te en un sopor­te de cobre, y que fue el ger­men o de la foto­gra­fia.

AsÍ es como el “fue­ra”, el cam­bio per­pe­tuo, ha sido aho­ra fija­do en esta nue­va ima­gen sin­gu­lar. Hacia mucho tiem­po que la cap­tu­ra de un exte­rior se pro­du­cía sin la inter­ven­ción del artis­ta, como las cáma­ras oscu­ras pero no se fija­ban las imá­ge­nes.

El azar está acti­vo en la ima­gen foto­grá­fi­ca; mues­tra que las cosas exis­ten con una mate­ria­li­dad irre­duc­ti­ble. En la pin­tu­ra, en cam­bio, el azar es simu­la­do  por los mis­mos que están tra­tan­do de des­ha­cer­se de él. En la foto­gra­fía no hay nece­si­dad de simu­lar­lo, está pre­sen­te.

Pode­mos enten­der la razón por la cual los pri­me­ros fotó­gra­fos borra­ron en sus tra­ba­jos los deta­lles con­si­de­ra­dos inne­ce­sa­rios: los per­ci­bían peli­gro­sos. Con la inven­ción de Dague­rre, el no-ser se intro­du­jo en el cam­po has­ta enton­ces cerra­do de la ima­gen.

La insi­nua­ción ‑de la que el azar es tutor dies­tro — con­for­ma  una  minús­cu­la nade­ría a cau­sa de la cual todas las cer­te­zas  se derrum­ban. Por­que gene­ra una demo­nía­ca  des­pro­por­ción entre la insig­ni­fi­can­te cau­sa y el gigan­tes­co efec­to.  Como el demo­nio en la tra­di­ción cris­tia­na. Una leve fal­ta  pro­vo­ca el colap­so de todo un orbe moral.

Bon­ne­foy comen­ta La noche, rela­to de Mau­pas­sant de 1887, épo­ca en la que este  des­di­cha­do escri­tor se sumió en la locu­ra, Ese año comien­za  el empleo de la elec­tri­ci­dad en el alum­bra­mien­to públi­co de algu­nas zonas de París. Luchan­do con­tra la noche del fue­ra, la ilu­mi­na­ción públi­ca par­ti­ci­pa en la mis­ma lucha que las imá­ge­nes de su épo­ca: se encuen­tra en pri­me­ra línea de esta nun­ca aca­ba­da supre­sión de la nada.

La luz de la velas y las antor­chas (uti­li­za­das has­ta enton­ces) era dema­sia­do débil para anu­lar la pro­ve­nien­te de las estre­llas o de la luna, las cua­les tie­nen su lugar en la anti­gua expe­rien­cia del mun­do.

La lla­ma de la vela esta­ble­ce un puen­te entre lo des­co­no­ci­do y lo cono­ci­do, tran­qui­li­za en la mis­ma medi­da en que inquie­ta la luz de gas que tiem­bla o par­pa­dea.

Debi­do a su  homo­gé­nea inten­si­dad,  la luz  eléc­tri­ca mar­ca, en cam­bio, bru­tal lími­te entre el mun­do de aquí y la noche de “fue­ra”, que esta vez se per­ci­be como com­ple­ta oscu­ri­dad . La luz eléc­tri­ca con­ci­be la noche como el ver­da­de­ro Otro. Ope­ra como reve­la­do foto­grá­fi­co. La ciu­dad ilu­mi­na­da así reme­da la ima­gen de una foto­gra­fia en tres dimen­sio­nes.

Bon­ne­foy  pos­tu­la la fuer­te her­man­dad entre poe­ma y  foto­gra­fia  por su   capa­ci­dad para  explo­rar El Gran Afue­ra.


Títu­lo: «Poe­sía y foto­gra­fía»

Auto­res: Yves Bon­ne­foy

Edi­to­rial: Shan­gri­la

Tra­duc­ción: Ester Qui­rós

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