Anoté el otro día en mi muro de Facebook: “Los liberales comprenden, al menos en parte, a sus adversarios. A cualquiera de ellos. ‘En los demás siempre hay algunas razones que atender’ es una de las premisas principales del verdadero liberalismo ideológico. Ser un buen liberal, ecuánime y receptivo, es en el siglo XXI algo parecido a la santidad.”


¿Sig­ni­fi­ca esta refle­xión que me con­si­de­ro un libe­ral y que rei­vin­di­co los pos­tu­la­dos prin­ci­pa­les de tan incier­ta ideo­lo­gía? Posi­ble­men­te sí, pero qui­zá no. Pue­de que a estas altu­ras de la his­to­ria, des­pués de haber sido muchas cosas, aho­ra sea tan solo un libe­ral clá­si­co. Clá­si­co, pero con manías. Con­fie­so que me irri­to cuan­do leo o escu­cho ese len­gua­je inclu­si­vo en el que apa­re­cen “niñas, niños y niñes”. Soy pro­ba­ble­men­te un libe­ral, pero detes­to a la gen­te homó­fo­ba, machis­ta y racis­ta. Y me indig­nan los neo-fas­­ci­s­­mos y los neo-esta­­li­­ni­s­­mos… 

Con tan­tas con­tra­in­di­ca­cio­nes, mi libe­ra­lis­mo me abo­ca una y otra vez a la incohe­ren­cia teó­ri­ca. Y el caso es que ten­go más aler­gias: no sopor­to a los ciné­fi­los (vamos a lla­mar­los así) que pre­fie­ren La gue­rra de las gala­xias (Geor­ge Lucas, 1997) a la majes­tuo­sa 2001, una odi­sea del espa­cio (Stan­ley Kubrick, 1968). Me indig­nan tam­bién las per­so­nas que cali­fi­can de “fas­cis­tas” a todos sus dis­cre­pan­tes. El abu­so faci­lón de ese “como­dín ter­mi­no­ló­gi­co” es risi­ble des­de hace tiem­po. Se ter­mi­nó su efi­ca­cia de tan­to usar­lo.

Ira­zo­qui, es el Jesú­cris­to de Paso­li­ni en El Evan­ge­lio según San Mateo. Años des­pués se afi­lia­ría a Pode­mos.

Hace años tuve como con­tac­to en Face­book al actor, eco­no­mis­ta y aje­dre­cis­ta Enri­que Ira­zo­qui (Bar­ce­lo­na, 1944–2020), que encar­nó a Jesu­cris­to en una de las más bellas pelí­cu­las de Pier Pao­lo Paso­li­ni (1922–1975), Il Van­ge­lo secon­do Mateo (1964). Radi­cal y muy cul­to, Ira­zo­qui me remi­tió, unos meses antes de morir, el siguien­te men­sa­je: “Solo sopor­to a las per­so­nas que pien­san igual que yo”. Me pare­ció un afo­ris­mo tan sec­ta­rio y nar­ci­sis­ta como her­mo­so en su des­nu­dez expo­si­ti­va. Unos días des­pués des­cu­brí que Ira­zo­qui me había eli­mi­na­do de entre sus amis­ta­des vir­tua­les. Las peque­ñas y ama­bles con­ver­sa­cio­nes sobre cine y aje­drez se habían ter­mi­na­do entre noso­tros. No me lo tomé a mal. Fue la suya una deci­sión cohe­ren­te. Un mar­xis­ta a la izquier­da del mar­xis­mo (“yo soy el pan de la vida y la ver­dad”) no tenía nada que deba­tir con un libe­ral con­fu­so y con­tra­dic­to­rio. Un reac­cio­na­rio, en suma. 

“El voca­bu­la­rio polí­ti­co care­ce has­ta tal pun­to de rigor que hay moti­vos para pre­gun­tar­se si el equí­vo­co y la oscu­ri­dad no serán deli­be­ra­da­men­te cul­ti­va­dos y man­te­ni­dos”, afir­ma Jean-Fra­­nçois Revel (Mar­se­lla, 1924–2006) en El cono­ci­mien­to inú­til (Pági­na Indó­mi­ta, 2022,). “Tra­tán­do­se de una mate­ria en la que rei­na tan­ta con­fu­sión en las cosas, ¡qué pocos esfuer­zos se han hecho para intro­du­cir al menos un poco de cla­ri­dad en las pala­bras!”. Revel, con pacien­cia de san­to –la san­ti­dad de los autén­ti­cos libe­ra­les–, repa­sa el sig­ni­fi­ca­do del con­cep­to libe­ral según sea el sue­lo geo­po­lí­ti­co que pisen: en Euro­pa y Amé­ri­ca Lati­na, un libe­ral “es par­ti­da­rio de la libre empre­sa y cree en las socie­da­des abier­tas y tole­ran­tes”, pero en los Esta­dos Uni­dos “un libe­ral es todo lo con­tra­rio: defien­de la inter­ven­ción masi­va del Esta­do en la eco­no­mía (…) y sim­pa­ti­za más con los regí­me­nes socia­lis­tas”.

Aña­de Revel unas pala­bras sobre las ideo­lo­gías que, des­pués de haber dado tan­tos tum­bos en esa mate­ria, con­si­de­ro incues­tio­na­bles y diría que has­ta cien­tí­fi­cas: “En sus comien­zos, una ideo­lo­gía es una hogue­ra de creen­cias que, aun­que devas­ta­do­ra, pue­de infla­mar noble­men­te los espí­ri­tus. Al final, se degra­da en un sin­di­ca­to de intere­ses”.


LA COLUMNA ABIERTA de Rafa Marí

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

Duran­te los dos últi­mos años, el perio­dis­ta cul­tu­ral Rafa Marí ha veni­do publi­can­do en este espa­cio de Valen­cia City sus cró­ni­cas sobre cine, pri­me­ro como Dia­rio de un ciné­fi­lo, y pos­te­rior­men­te bajo el títu­lo Des­de el sillón de mi casa… en Mis­la­ta. Han sido dos años de diver­ti­das y ori­gi­na­les digre­sio­nes sobre su gran pasión, el cine, pero aho­ra toca explo­rar nue­vos terri­to­rios, reno­var una fruc­tí­fe­ra cola­bo­ra­ción, una colum­na abier­ta.

En aje­drez, otra de las inte­li­gen­tes acti­vi­da­des de Rafa Marí, una colum­na abier­ta es una colum­na sin peo­nes; en el perio­dis­mo, una colum­na abier­ta es una colum­na don­de pue­de refle­xio­nar­se sobre el pre­cio de las cosas, la alta coci­na, un libro, una pelí­cu­la o los amo­res de Isa­bel Pan­to­ja.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 se incor­po­ró a la redac­ción de Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te ejer­ce su acti­vis­mo como gran comen­ta­ris­ta.

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