En pleno auge de fake news que se cuelan por todas partes con la ayuda interesada de poderes oscuros y de miles de activistas en las redes sociales, es lógico que en esta tercera década del siglo XIX pongamos en duda casi todas las noticias de calado que recibimos, sean cuales sean quiénes las publican.


La des­con­fian­za y la inse­gu­ri­dad son dos carac­te­rís­ti­cas este­la­res de nues­tro tiem­po. Lee­mos en la BBC, en The New York Times o en Le Mon­de infor­ma­cio­nes pesi­mis­tas o lige­ra­men­te opti­mis­tas sobre la gue­rra en Ucra­nia. De inme­dia­to nos pre­gun­ta­mos: ¿Será ver­dad todo esto que nos reve­lan o se tra­ta de inven­tos que ocul­tan intere­ses comer­cia­les? El petró­leo, el gas, los cerea­les…. ¿Putin está a pun­to de caer o es cada vez más pode­ro­so? Asis­ti­mos a la cri­sis de la cre­di­bi­li­dad de cual­quier rela­to. Creer o no creer, esa es la cues­tión. 

Her­ma­nos y acto­res, Paco y María León.

Pasa lo mis­mo con acon­te­ci­mien­tos meno­res y más cer­ca­nos. La actriz María León (Sevi­lla, 1984) fue dete­ni­da hace unos días en Sevi­lla por su pre­sun­ta agre­sión a la poli­cía muni­ci­pal, en horas de madru­ga­da y, según el ates­ta­do, con María bajo los efec­tos del alcohol. Ella lo nie­ga tajan­te­men­te y lan­za la acu­sa­ción de “abu­so poli­cial”. El popu­lar actor y direc­tor Paco León cie­rra filas con su her­ma­na María. En las redes socia­les son mayo­ri­ta­rios los apo­yos a la actriz. La escri­to­ra Lucía Etxe­ba­rría, en un artícu­lo publi­ca­do en el dia­rio digi­tal The Obje­ti­ve, pre­gun­ta: “¿Fue María León víc­ti­ma de un mon­ta­je poli­cial?”. Aña­de una refle­xión: “No me gus­ta que se difun­da la idea de que en este país los poli­cías agre­den a la gen­te sin razón y se inven­tan mon­ta­jes por entre­te­ner­se”. Sin cáma­ras que pue­dan des­ve­lar­nos visual­men­te aque­lla secuen­cia de las cin­co de la madru­ga­da, ¿a quién creer? Hace cin­cuen­ta años, con­tro­la­dos todos por el fran­quis­mo, yo hubie­ra creí­do des­de pri­me­ra hora a la per­so­na que denun­cia­ba a la poli­cía por abu­so de auto­ri­dad. Hoy, tien­do a creer­me más la ver­sión de la poli­cía. Pero con una duda no fácil de resol­ver: ¿Quién dice la ver­dad y quién nos cuen­ta una tro­la?

Estoy leyen­do Un tal Gon­zá­lez, de Ser­gio del Molino (Alfa­gua­ra), his­to­ria nove­la­da de la per­so­na­li­dad de Feli­pe Gon­zá­lez (1942), pre­si­den­te del Gobierno espa­ñol des­de 1982 a 1996. El libro, seduc­tor e irre­gu­lar, tie­ne pági­nas bri­llan­tes. Entre ellas, cuan­do habla de la amis­tad, en los pri­me­ros años 70, de Feli­pe con Miguel Boyer (1939–2014), minis­tro de Eco­no­mía y Hacien­da en el pri­mer Gobierno del PSOE tras recu­pe­rar­se la demo­cra­cia. Año 1976: “Feli­pe y Boyer se enten­dían des­de los pri­me­ros tiem­pos, con admi­ra­ción y algo pare­ci­do a la cama­ra­de­ría. Feli­pe agra­de­cía el pri­vi­le­gio de tomar una cer­ve­za con un Boyer de cami­sa reman­ga­da al sol de abril. Sabía lo mucho que le cos­ta­ba a su ami­go qui­tar­se el tra­je y la cor­ba­ta (…) Eco­no­mis­ta y alto fun­cio­na­rio, Miguel Boyer había diri­gi­do el ser­vi­cio de estu­dios del Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Indus­tria (…) Por su carre­ra cono­cía a fon­do el entra­ma­do eco­nó­mi­co y finan­cie­ro esta­tal y por su fami­lia polí­ti­ca cono­cía a fon­do el barrio de Sala­man­ca y el todo Madrid”. Boyer, casa­do por aquel enton­ces con la gine­có­lo­ga Ele­na Arne­do, per­te­ne­cien­te a una influ­yen­te fami­lia, con­ven­ce a Feli­pe para que vaya esa noche a cenar en su casa. El inte­rés y el mor­bo polí­ti­co esta­ban ase­gu­ra­dos: el invi­ta­do prin­ci­pal era Manuel Fra­ga Iri­bar­ne (1922–2012), vice­pre­si­den­te en el Gobierno de esa figu­ra impo­si­ble lla­ma­da Car­los Arias Nava­rro (1908–1989). Fra­ga, Feli­pe y Boyer van a escu­char­se mutua­men­te. Esa es la idea de la cena. El post-fra­n­­qui­s­­mo refor­mis­ta y la opo­si­ción socia­lis­ta en una mis­ma mesa. La Tran­si­ción empe­za­ba a tomar cuer­po.

La cena tar­da en ser­vir­se y Fra­ga se pone ner­vio­so: “¿Qué pasa? ¿En esta casa no se cena o qué? –rugió el minis­tro galle­go”, cuen­ta Ser­gio del Molino. Sabe­mos que Fra­ga era bas­tan­te bru­to, pero ¿podía lle­gar a ser tan mal­edu­ca­do? Creer o no creer. Duran­te la cena, con varias des­ta­ca­das per­so­na­li­da­des, la polí­ti­ca es, natu­ral­men­te, el tema que impor­ta. Según el autor del libro, las obje­cio­nes al dis­cur­so del minis­tro son tibias y edu­ca­das. Pero Fra­ga se enfu­re­ce y suel­ta un órda­go de aúpa: “A ver si va a venir uno de bue­na fe a una cena y aca­ba de rome­ría con rojos terro­ris­tas. Cara­llo, lo que hay que oír” (pági­na 83). “Bueno, bueno, a ver si vamos a salir a bofe­ta­das”, dice Luis Gómez Llo­ren­te (1939–2012), maes­tro de Boyer. Fra­ga no cede: “No vamos a aca­bar así por­que a mí se me ha aca­ba­do el tiem­po. Bue­nas noches”. Y el futu­ro pre­si­den­te de la Jun­ta de Gali­cia (1990–2005) “se levan­tó sin tocar la exqui­si­ta mer­lu­za coru­ñe­sa”, y se mar­chó, reple­to de cóle­ra.

Feli­pe y Boyer tra­ba­ron una gran amis­tad inclu­so antes de la lle­ga­da de la demo­cra­cia. Ambos se reu­nie­ron en esa épo­ca con Manuel Fra­ga. El líder con­ser­va­dor tuvo, curio­sa­men­te, una bue­na sin­to­nía con San­tia­go Carri­llo, pero no se cono­cen dema­sia­dos deta­lles sobre su rela­ción con Feli­pe.

Para con­tar esta deli­ran­te cena, doy por hecho que Ser­gio del Molino habrá uti­li­za­do sóli­dos tes­ti­mo­nios ver­ba­les o narra­dos en libros de recuer­dos de unos y otros (esta es “una his­to­ria docu­men­ta­da con tes­ti­mo­nios de pri­me­ra mano”, se nos ase­gu­ra en la con­tra­por­ta­da de Un tal Gon­zá­lez). Las cosas pudie­ron ocu­rrir así. Segu­ra­men­te ocu­rrie­ron así. Pero uno tie­ne dudas: ¿Tan ener­gú­meno podía lle­gar a ser Fra­ga? ¿Tan­to y en una ele­gan­te cena con tan altos inter­lo­cu­to­res? Feli­pe Gon­zá­lez era a la sazón, des­de 1974, nada menos que el secre­ta­rio gene­ral del PSOE. ¿Fra­ga care­cía del más ele­men­tal olfa­to polí­ti­co?

Creer o no creer en las ver­sio­nes de unos y otros. Esa es la cues­tión.


LA COLUMNA ABIERTA de Rafa Marí

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

Duran­te los dos últi­mos años, el perio­dis­ta cul­tu­ral Rafa Marí ha veni­do publi­can­do en este espa­cio de Valen­cia City sus cró­ni­cas sobre cine, pri­me­ro como Dia­rio de un ciné­fi­lo, y pos­te­rior­men­te bajo el títu­lo Des­de el sillón de mi casa… en Mis­la­ta. Han sido dos años de diver­ti­das y ori­gi­na­les digre­sio­nes sobre su gran pasión, el cine, pero aho­ra toca explo­rar nue­vos terri­to­rios, reno­var una fruc­tí­fe­ra cola­bo­ra­ción, una colum­na abier­ta.

En aje­drez, otra de las inte­li­gen­tes acti­vi­da­des de Rafa Marí, una colum­na abier­ta es una colum­na sin peo­nes; en el perio­dis­mo, una colum­na abier­ta es una colum­na don­de pue­de refle­xio­nar­se sobre el pre­cio de las cosas, la alta coci­na, un libro, una pelí­cu­la o los amo­res de Isa­bel Pan­to­ja.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 se incor­po­ró a la redac­ción de Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te ejer­ce su acti­vis­mo como gran comen­ta­ris­ta.

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