Esperábamos demasiado de Y ahora Sonsoles en las tardes de A3. Ya veremos cómo evoluciona el programa y sus audiencias. De momento es más de lo mismo: un discreto convencionalismo televisivo. Sonsoles Ónega, guapa y risueña, hace de la amabilidad su bandera. Eso no está mal, pero no es mucho.


A fina­les del verano las revis­tas del cora­zón hacían augu­rios inquie­tan­tes para T5 (Son­so­les Óne­ga cul­mi­na su ven­gan­za. Su debut en Ante­na 3 pon­drá con­tra las cuer­das a Sál­va­me; Más­no­ti­cias, 19–25 de sep­tiem­bre). Tan drás­ti­co no ha sido el asun­to. Y aho­ra Son­so­les, duran­te sus pri­me­ros días de ter­tu­lias son­rien­tes, noti­cias de penúl­ti­ma hora y anéc­do­tas pin­to­res­cas, ha des­per­ta­do cier­to inte­rés, segu­ra­men­te por la nove­dad. Solo por eso. No abun­da la crea­ti­vi­dad en la tele actual.

Mien­tras tan­to, Sál­va­me sigue tan fal­tón y casi todos los días con tan alta audien­cia como antes (aun­que aho­ra con apu­ros y algu­nas agu­je­tas: en T5 hay mare­ja­da y sos­pe­chas de estar mane­jan­do fór­mu­las ago­ta­das). Sál­va­me es un pro­gra­ma extre­ma­da­men­te vul­gar y en muchos momen­tos odio­so. Pero los res­pon­sa­bles del vete­rano espa­cio saben lo que engan­cha a su públi­co. Y des­de lue­go no es la ama­bi­li­dad, sino los gri­tos, la estri­den­cia, los des­pe­lle­ja­mien­tos, el ren­cor, las acu­sa­cio­nes, los enfren­ta­mien­tos per­so­na­les y los coti­lleos de baja esto­fa.

Todo ese tono chi­llón, todas esas bron­cas triun­fan­tes pue­de que ni siquie­ra res­pon­dan a ten­sio­nes reales, sino a un guion pen­den­cie­ro pac­ta­do con los ter­tu­lia­nos a suel­do de T5. Las cosas que suce­den en Sál­va­me, sean ver­dad o men­ti­ra, ya no impor­tan ape­nas. 

Sea como sea el dis­cu­rrir de la com­pe­ten­cia entre los dos pro­gra­mas, a Y aho­ra Son­so­les –una hora de dura­ción, de sie­te a ocho de la tar­de– le fal­ta un buen “malo”. No lo ha encon­tra­do toda­vía. No me refie­ro ya a los ele­gan­tes mal­va­dos de las pelí­cu­las de Hitch­cock (Clau­de Rains en Enca­de­na­dos, 1946, o James Mason en Con la muer­te en los talo­nes, 1959). Eso sería mucho pedir. El uni­ver­so cató­di­co espa­ñol no está para esas exqui­si­te­ces. En sus cin­co horas de dura­ción, Sál­va­me se apa­ña más o menos bien con “malos” de segun­da cate­go­ría (Jor­ge Javier Váz­quez, Kiko Mata­mo­ros, Kiko Her­nán­dez María Pati­ño: ellos le han pro­por­cio­na­do al pro­gra­ma bue­nas audien­cias).

La plan­ti­lla de ter­tu­lia­nos del coti­lleo en T5.

T5 inclu­so ha dado cier­to pro­ta­go­nis­mo a malos de cuar­ta cate­go­ría, como el ávi­do y ges­ti­cu­la­dor José Anto­nio Avi­lés. Los teles­pec­ta­do­res se sien­ten más dig­nos, del­ga­dos y aman­tes de la ver­dad que el joven Avi­lés. Ver­lo sumer­gi­do en sus innu­me­ra­bles tro­las rela­ja y con­sue­la a muchos.

¿Sería Jai­me Peña­fiel un “malo” de pri­me­ra cate­go­ría para Y aho­ra Son­so­les? Sí, lo sería. Con sus ace­ra­dos comen­ta­rios y su esti­lo insu­mi­so, podría ser un esplén­di­do “per­ver­so”. Pero a su alta edad ya no lo veo en ese esfor­za­do papel. 90 años pesan lo suyo.

En Got Talent (T5)por hablar de otro pro­gra­ma, tie­nen un dis­cre­to “malo” lla­ma­do Ris­to Meji­de. Dis­cre­to, sí, pero con él van tiran­do. La de Ris­to es una mal­dad un tan­to impos­ta­da que has­ta aho­ra les ha fun­cio­na­do con cier­to deco­ro. Muchos con­cur­san­tes pare­cen obse­sio­na­dos, casi des­de el ini­cio de sus actua­cio­nes, con agra­dar a Ris­to, cuyo “exi­gen­te buen gus­to” es una frá­gil patra­ña. En el momen­to de las vota­cio­nes, la ama­bi­li­dad de la muy gua­pa Edur­ne com­po­ne una figu­ra aca­ra­me­la­da en exce­so. La que­re­mos, pero no nos la toma­mos en serio como bené­vo­la jue­za de los con­cur­san­tes.

¡Cuán­to nos acor­da­mos muchos teles­pec­ta­do­res del pro­gra­ma de deba­tes La cla­ve, emi­ti­do por TVE des­de 1976 a 1985! En La cla­ve lo que se valo­ra­ba no era la mal­dad o la ama­bi­li­dad de los ter­tu­lia­nos, sino su com­pe­ten­cia pro­fe­sio­nal, su tra­yec­to­ria (des­de San­tia­go Carri­llo Lola Flo­res), la impor­tan­cia de los temas a dis­cu­sión y la fuer­za de los argu­men­tos de cada cual. Todo ese enfo­que cul­to y libe­ral, que debe­ría ser pri­mor­dial en una demo­cra­cia diga­mos “nor­mal” –más o menos nor­mal– es, trein­ta y tan­tos años des­pués, un año­ra­do recuer­do del pasa­do. Cosas de enton­ces, ocu­rri­das en los ilu­sio­na­dos y ya leja­nos años de la Tran­si­ción.

El his­tó­ri­co deba­te de “La cla­ve” pre­vio a las elec­cio­nes de 1982.


LA COLUMNA ABIERTA de Rafa Marí

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

Duran­te los dos últi­mos años, el perio­dis­ta cul­tu­ral Rafa Marí ha veni­do publi­can­do en este espa­cio de Valen­cia City sus cró­ni­cas sobre cine, pri­me­ro como Dia­rio de un ciné­fi­lo, y pos­te­rior­men­te bajo el títu­lo Des­de el sillón de mi casa… en Mis­la­ta. Han sido dos años de diver­ti­das y ori­gi­na­les digre­sio­nes sobre su gran pasión, el cine, pero aho­ra toca explo­rar nue­vos terri­to­rios, reno­var una fruc­tí­fe­ra cola­bo­ra­ción, una colum­na abier­ta.

En aje­drez, otra de las inte­li­gen­tes acti­vi­da­des de Rafa Marí, una colum­na abier­ta es una colum­na sin peo­nes; en el perio­dis­mo, una colum­na abier­ta es una colum­na don­de pue­de refle­xio­nar­se sobre el pre­cio de las cosas, la alta coci­na, un libro, una pelí­cu­la o los amo­res de Isa­bel Pan­to­ja.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 se incor­po­ró a la redac­ción de Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te ejer­ce su acti­vis­mo como gran comen­ta­ris­ta.

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