El SARS-CoV‑2 es el sép­ti­mo miem­bro de los Coro­na­vi­ri­dae que se sabe que infec­tan a los huma­nos. Tres de estos virus, SARS CoV‑1, MERS y SARS-CoV‑2, pue­den cau­sar enfer­me­da­des gra­ves; cua­tro, HKU1, NL63, OC43 y 229E, están aso­cia­dos con sín­to­mas res­pi­ra­to­rios leves. Aquí revi­sa­mos lo que se pue­de dedu­cir sobre el ori­gen y la evo­lu­ción tem­pra­na del SARS-CoV‑2 a par­tir del aná­li­sis com­pa­ra­ti­vo de los datos dis­po­ni­bles sobre la secuen­cia del geno­ma. En par­ti­cu­lar, ofre­ce­mos una pers­pec­ti­va de las nota­bles carac­te­rís­ti­cas del geno­ma del SARS-CoV‑2 y dis­cu­ti­mos los esce­na­rios en los que estas carac­te­rís­ti­cas podrían haber sur­gi­do. Es impor­tan­te seña­lar que este aná­li­sis pro­por­cio­na prue­bas de que el SARS-CoV‑2 no es una cons­truc­ción de labo­ra­to­rio ni un virus mani­pu­la­do a pro­pó­si­to.

La com­pa­ra­ción genó­mi­ca de los virus alfa y beta­co­ro­na­vi­rus (fami­lia Coro­na­vi­ri­dae ) que se des­cri­be a con­ti­nua­ción iden­ti­fi­ca dos carac­te­rís­ti­cas nota­bles del geno­ma del SARS-CoV‑2: i) Sobre la base de la mode­li­za­ción estruc­tu­ral y los pri­me­ros expe­ri­men­tos bio­quí­mi­cos, el SARS-CoV‑2 pare­ce estar opti­mi­za­do para unir­se al recep­tor humano de la ECA2; ii) la pro­teí­na de pun­ta alta­men­te varia­ble (S) del SARS-CoV‑2 tie­ne un sitio de cli­va­je poli­bá­si­co (furi­na) en el lími­te S1 y S2 median­te la inser­ción de doce nucleó­ti­dos. Ade­más, este even­to con­du­jo a la adqui­si­ción de tres gli­ca­nos liga­dos al O pro­nos­ti­ca­do alre­de­dor del sitio de cli­va­je poli­bá­si­co.

Mutaciones en el dominio de unión de receptores del SARS-CoV‑2

El domi­nio de unión al recep­tor (RBD) en la pro­teí­na de pun­ta del SARS-CoV y los coro­na­vi­rus rela­cio­na­dos con el SARS es la par­te más varia­ble del geno­ma del virus. Seis resi­duos en el RBD pare­cen ser crí­ti­cos para la unión al recep­tor humano ACE2 y para deter­mi­nar el ran­go del huésped1. Usan­do coor­de­na­das basa­das en la cepa de Urba­ni del SARS-CoV, son Y442, L472, N479, D480, T487, y Y4911. Los resi­duos corres­pon­dien­tes en el SARS-CoV‑2 son L455, F486, Q493, S494, N501, y Y505. Cin­co de estos seis resi­duos están muta­dos en el SARS-CoV‑2 en com­pa­ra­ción con su virus más estre­cha­men­te rela­cio­na­do, el RaTG13 mues­trea­do de un mur­cié­la­go de Rhi­no­lophus affi­nis, al que es ~96% idéntico2 (Figu­ra 1a). Sobre la base de la modelización1 y de expe­ri­men­tos bioquímicos3,4 , el SARS-CoV‑2 pare­ce tener un RBD que pue­de unir­se con alta afi­ni­dad al ACE2 de huma­nos, pri­ma­tes no huma­nos, huro­nes, cer­dos y gatos, así como de otras espe­cies con alta homo­lo­gía de receptores1. Por el con­tra­rio, el SARS-CoV‑2 pue­de unir­se de mane­ra menos efi­cien­te a la IECA2 en otras espe­cies aso­cia­das con virus simi­la­res al SARS, inclui­dos roe­do­res y civetas1.

La feni­la­la­ni­na (F) en el resi­duo 486 de la pro­teí­na S del SARS-CoV‑2 corres­pon­de a L472 en la cepa Urba­ni del SARS-CoV. Cabe des­ta­car que en los expe­ri­men­tos de cul­ti­vo celu­lar del SARS-CoV el L472 muta a feni­la­la­ni­na (L472F), que se pre­vé que sea ópti­ma para la unión de la RBD del SARS-CoV al recep­tor humano ACE. Sin embar­go, una feni­la­la­ni­na en esta posi­ción tam­bién está pre­sen­te en varios CoV simi­la­res al SARS de mur­cié­la­gos (Figu­ra 1a). Si bien estos aná­li­sis sugie­ren que el SARS-CoV‑2 pue­de ser capaz de unir el recep­tor humano de la ECA2 con gran afi­ni­dad, no se pre­vé que la inter­ac­ción sea ópti­ma. Ade­más, varios de los resi­duos cla­ve en el RBD del SARS-CoV‑2 son dife­ren­tes de los des­cri­tos ante­rior­men­te como ópti­mos para la unión del recep­tor humano de IECA6. En con­tras­te con estas pre­dic­cio­nes compu­tacio­na­les, estu­dios recien­tes sobre la unión indi­can que el SARS-CoV‑2 se une con una alta afi­ni­dad al ACE humano. Así pues, el pico del SARS-CoV‑2 pare­ce ser el resul­ta­do de la selec­ción de un IECA humano o simi­lar al humano que per­mi­te que sur­ja otra solu­ción ópti­ma de unión. Esta es una fuer­te evi­den­cia de que el SARS-CoV‑2 no es el pro­duc­to de la inge­nie­ría gené­ti­ca.

Sitio de división polibásica y glicanos ligados al O

La segun­da carac­te­rís­ti­ca nota­ble del SARS-CoV‑2 es un sitio de cli­va­je poli­bá­si­co pre­dic­ti­vo (RRAR) en la pro­teí­na de pun­ta en la unión de S1 y S2, las dos subuni­da­des de la pro­teí­na de pun­ta (figu­ra 1b) . Ade­más de dos argi­ni­nas bási­cas y una ala­ni­na en el sitio de cli­va­je, tam­bién se inser­ta una pro­li­na prin­ci­pal; por lo tan­to, la secuen­cia total­men­te inser­ta­da es la ARP (Figu­ra 1b). Se pre­vé que el fuer­te giro crea­do por la inser­ción de la pro­li­na resul­te en la adi­ción de gli­ca­nos liga­dos al O a los S673, T678 y S686 que flan­quean el sitio de cli­va­je poli­bá­si­co. No se ha obser­va­do ante­rior­men­te un sitio de divi­sión poli­bá­si­ca en los beta­co­ro­na­vi­rus del lina­je B rela­cio­na­dos y es una carac­te­rís­ti­ca úni­ca del SARS-CoV‑2. Algu­nos beta­co­ro­na­vi­rus huma­nos, entre ellos el HCoV-HKU1 (lina­je A), tie­nen sitios de divi­sión poli­bá­si­ca, así como gli­ca­nos vin­cu­la­dos al O pro­nos­ti­ca­dos cer­ca del sitio de divi­sión S1/S2.

Si bien se des­co­no­ce la con­se­cuen­cia fun­cio­nal del sitio de cli­va­je poli­bá­si­co en el SARS-CoV‑2, los expe­ri­men­tos con el SARS-CoV han demos­tra­do que la inge­nie­ría de ese sitio en la unión S1/S2 mejo­ra la fusión célu­­la-célu­­la pero no afec­ta a la entra­da del virus10. Los sitios de cli­va­je poli­bá­si­co per­mi­ten un cli­va­je efec­ti­vo por la furi­na y otras pro­tea­sas, y pue­den adqui­rir­se en la unión de las dos subuni­da­des de la pro­teí­na hema­glu­ti­ni­na (HA) de los virus de la gri­pe aviar en con­di­cio­nes que selec­cio­nan para una rápi­da repli­ca­ción y trans­mi­sión del virus (por ejem­plo, pobla­cio­nes de pollos muy den­sas). La HA cum­ple una fun­ción simi­lar a la de la pro­teí­na S del coro­na­vi­rus en la fusión célu­­la-célu­­la y la entra­da del virus. La adqui­si­ción de un sitio de divi­sión poli­bá­si­ca en la HA, ya sea por inser­ción o recom­bi­na­ción, con­vier­te los virus de la gri­pe aviar de baja pato­ge­ni­ci­dad en for­mas alta­men­te pató­ge­nas. Tam­bién se ha obser­va­do la adqui­si­ción de sitios de divi­sión poli­bá­si­ca por el virus de la gri­pe HA des­pués del paso for­za­do repe­ti­do en cul­ti­vos celu­la­res o a tra­vés de ani­ma­les. Aná­lo­ga­men­te, un ais­la­do avi­ru­len­to del virus de la enfer­me­dad de New­castle se con­vir­tió en alta­men­te pató­geno duran­te el paso en serie en pollos median­te la adqui­si­ción incre­men­tal de un sitio de divi­sión poli­bá­si­ca en la unión de sus subuni­da­des de pro­teí­na de fusión. La fun­ción poten­cial de los tres gli­ca­nos liga­dos al O pro­nos­ti­ca­do es menos cla­ra, pero podrían crear un “domi­nio simi­lar a la muci­na” que pro­te­ge­ría los posi­bles epí­to­pos o resi­duos cla­ve en la pro­teí­na de pun­ta del SARS-CoV‑2. Se requie­ren aná­li­sis bio­quí­mi­cos o estu­dios estruc­tu­ra­les para deter­mi­nar si se uti­li­zan o no los sitios de gli­ca­nos liga­dos al O pre­vis­tos.

Figu­ra 1. A) Muta­cio­nes en los resi­duos de con­tac­to de la pro­teí­na de pun­ta del SARS-CoV‑2. La pro­teí­na de pun­ta del SARS-CoV‑2 (arri­ba) se ali­neó con los CoV simi­la­res al SARS y el SARS-CoV‑1 más estre­cha­men­te rela­cio­na­dos. Los resi­duos cla­ve en la pro­teí­na de pun­ta que hacen con­tac­to con el recep­tor ACE2 están mar­ca­dos con recua­dros azu­les tan­to en el SARS-CoV‑2 como en la cepa de Urba­ni del SARS-CoV. B) Adqui­si­ción del sitio de divi­sión poli­bá­si­ca y gli­ca­nos liga­dos al O. El sitio de cli­va­je poli­bá­si­co está mar­ca­do en gris con los tres gli­ca­nos adya­cen­tes liga­dos al O en azul. Tan­to el sitio de divi­sión poli­bá­si­ca como los gli­ca­nos liga­dos al O son exclu­si­vos del SARS-CoV‑2 y no se han vis­to ante­rior­men­te en los beta­co­ro­na­vi­rus de lina­je B. Las secuen­cias que se mues­tran son del NCBI Gen­Bank, núme­ros de acce­so MN908947, MN996532, AY278741, KY417146, MK211376. Las secuen­cias del coro­na­vi­rus del pan­go­lín son un con­sen­so gene­ra­do a par­tir de SRR10168377 y SRR10168378 (NCBI Bio­Pro­ject PRJNA573298)18,19.

Teorías sobre los orígenes del SARS-CoV‑2

Es impro­ba­ble que el SARS-CoV‑2 haya sur­gi­do median­te la mani­pu­la­ción en labo­ra­to­rio de un coro­na­vi­rus exis­ten­te rela­cio­na­do con el SARS. Como se ha seña­la­do ante­rior­men­te, el RBD del SARS-CoV‑2 está opti­mi­za­do para la unión del recep­tor humano ACE2 con una solu­ción de unión efi­cien­te dife­ren­te a la que se habría pre­di­cho. Ade­más, si se hubie­ra rea­li­za­do una mani­pu­la­ción gené­ti­ca, cabría espe­rar que se hubie­ra uti­li­za­do uno de los diver­sos sis­te­mas gené­ti­cos inver­sos dis­po­ni­bles para los beta­co­ro­na­vi­rus. Sin embar­go, no es así, ya que los datos gené­ti­cos mues­tran que el SARS-CoV‑2 no se deri­va de nin­gu­na espi­na dor­sal de virus pre­via­men­te uti­li­za­da.

En su lugar, pro­po­ne­mos dos hipó­te­sis que pue­den expli­car de mane­ra plau­si­ble el ori­gen del SRAS-CoV‑2:

  1. la selec­ción natu­ral en un hués­ped ani­mal no humano antes de la trans­fe­ren­cia zoo­nó­ti­ca, y
  2. la selec­ción natu­ral en los seres huma­nos des­pués de la trans­fe­ren­cia zoo­nó­ti­ca. Tam­bién se exa­mi­na si la selec­ción duran­te el paso por el cul­ti­vo podría haber dado lugar a las mis­mas carac­te­rís­ti­cas obser­va­das.

Selección en un animal huésped

Dado que muchos de los pri­me­ros casos de COVID-19 esta­ban rela­cio­na­dos con el mer­ca­do de maris­cos y vida sil­ves­tre de Hua­nan en Wuhan, es posi­ble que una fuen­te ani­mal estu­vie­ra pre­sen­te en este lugar. Dada la simi­li­tud del SARS-CoV‑2 con los CoV simi­la­res al SARS de los mur­cié­la­gos, en par­ti­cu­lar el RaTG13, es plau­si­ble que los mur­cié­la­gos sir­van como reser­vo­rios de hos­pe­da­je del SARS-CoV‑2. Sin embar­go, es impor­tan­te seña­lar que ante­rio­res bro­tes de beta­co­ro­na­vi­rus en seres huma­nos impli­ca­ron la expo­si­ción direc­ta a ani­ma­les dis­tin­tos de los mur­cié­la­gos, inclui­das las cive­tas (SARS) y los came­llos (MERS), que son por­ta­do­res de virus que son gené­ti­ca­men­te muy simi­la­res al SARS-CoV‑1 o al MERS-CoV, res­pec­ti­va­men­te. Por ana­lo­gía, los virus estre­cha­men­te rela­cio­na­dos con el SARS-Cov‑2 pue­den estar cir­cu­lan­do en una o más espe­cies ani­ma­les. Los aná­li­sis ini­cia­les indi­can que los pan­go­li­nes mala­yos ( Manis java­ni­ca ) impor­ta­dos ile­gal­men­te a la pro­vin­cia de Guang­dong con­tie­nen un CoV simi­lar al SARS-CoV-218. Aun­que el virus de los mur­cié­la­gos RaTG13 sigue sien­do el parien­te más cer­cano al SARS-CoV‑2 en todo el geno­ma, el CoV del pan­go­lín mala­yo es idén­ti­co al SARS-CoV‑2 en los seis resi­duos cla­ve del RBD (figu­ra 1). Sin embar­go, aún no se ha iden­ti­fi­ca­do nin­gún pan­go­lín CoV que sea lo sufi­cien­te­men­te simi­lar al SARS-CoV‑2 en todo su geno­ma como para sopor­tar una infec­ción huma­na direc­ta. Ade­más, el pan­go­lín CoV no lle­va una inser­ción en el sitio de cli­va­je poli­bá­si­co. Para que un virus pre­cur­sor adquie­ra el sitio de cli­va­je poli­bá­si­co y las muta­cio­nes en la pro­teí­na de pun­ta ade­cua­da para la unión del recep­tor ACE2 humano, un ani­mal hués­ped pro­ba­ble­men­te ten­dría que tener una alta den­si­dad de pobla­ción — para per­mi­tir que la selec­ción natu­ral pro­ce­da de mane­ra efi­cien­te — y un gen ACE2 que sea simi­lar al ortó­lo­go humano. La carac­te­ri­za­ción ulte­rior de los CoV en pan­go­li­nes y otros ani­ma­les que pue­dan alber­gar virus simi­la­res al SARS-CoV debe­ría ser una prio­ri­dad de salud públi­ca.

Adaptación críptica a los humanos

Tam­bién es posi­ble que un pro­ge­ni­tor del SARS-CoV‑2 haya sal­ta­do de un ani­mal no humano a los huma­nos, con las carac­te­rís­ti­cas genó­mi­cas des­cri­tas ante­rior­men­te adqui­ri­das median­te la adap­ta­ción duran­te la pos­te­rior trans­mi­sión de humano a humano. Supo­ne­mos que una vez adqui­ri­das estas adap­ta­cio­nes (ya sea jun­tas o en serie) per­mi­ti­ría el des­pe­gue del bro­te, pro­du­cien­do un gru­po sufi­cien­te­men­te gran­de e inusual de casos de neu­mo­nía para acti­var el sis­te­ma de vigi­lan­cia que final­men­te lo detec­tó.

Todos los geno­mas del SARS-CoV‑2 secuen­cia­dos has­ta aho­ra tie­nen el RBD bien adap­ta­do y el sitio de cli­va­je poli­bá­si­co, y por lo tan­to se deri­van de un ante­pa­sa­do común que tenía estas carac­te­rís­ti­cas. La pre­sen­cia de un RBD en las pan­go­li­nas que es muy simi­lar al del SARS-CoV‑2 sig­ni­fi­ca que pro­ba­ble­men­te ya esta­ba pre­sen­te en el virus que sal­tó a los huma­nos, aun­que toda­vía no tene­mos el virus pro­ge­ni­tor no humano exac­to. Esto deja que la inser­ción del sitio de divi­sión poli­bá­si­ca ocu­rra duran­te la trans­mi­sión de humano a humano. Siguien­do el ejem­plo del gen HA del virus de la gri­pe A, se requie­re un even­to espe­cí­fi­co de inser­ción o recom­bi­na­ción para per­mi­tir el sur­gi­mien­to del SARS-CoV‑2 como un pató­geno epi­dé­mi­co.

Las esti­ma­cio­nes del momen­to en que se pro­du­ce el ante­pa­sa­do común más recien­te (tMR­CA) del SARS-CoV‑2 uti­li­zan­do los datos de secuen­cias genó­mi­cas actual­men­te dis­po­ni­bles apun­tan a la apa­ri­ción del virus entre fina­les de noviem­bre y prin­ci­pios de diciem­bre de 2019, lo que es com­pa­ti­ble con los pri­me­ros casos con­fir­ma­dos retros­pec­ti­va­men­te. Por lo tan­to, este esce­na­rio supo­ne un perío­do de trans­mi­sión no reco­no­ci­da en los seres huma­nos entre el even­to ini­cial de trans­fe­ren­cia zoo­nó­ti­ca y la adqui­si­ción del sitio de divi­sión poli­bá­si­ca. Podría dar­se una opor­tu­ni­dad sufi­cien­te si hubie­ra habi­do muchos even­tos zoo­nó­ti­cos ante­rio­res que hubie­ran pro­du­ci­do cade­nas cor­tas de trans­mi­sión entre huma­nos (las lla­ma­das “cade­nas de tar­ta­mu­dez”) duran­te un perío­do pro­lon­ga­do. Esta es esen­cial­men­te la situa­ción para el MERS-CoV en la Penín­su­la Ará­bi­ga don­de todos los casos huma­nos son el resul­ta­do de repe­ti­dos sal­tos del virus des­de los came­llos dro­me­da­rios, pro­du­cien­do infec­cio­nes úni­cas o cade­nas cor­tas de trans­mi­sión que even­tual­men­te se resuel­ven. Has­ta la fecha, des­pués de 2.499 casos en 8 años, no ha sur­gi­do nin­gu­na adap­ta­ción huma­na que haya per­mi­ti­do al MERS-CoV arrai­gar­se en la pobla­ción huma­na.

¿Cómo podría­mos pro­bar si la pro­pa­ga­ción críp­ti­ca del SARS-CoV‑2 per­mi­tió la adap­ta­ción huma­na? Los estu­dios meta­ge­nó­mi­cos de las mues­tras de sue­ro alma­ce­na­das podrían pro­por­cio­nar infor­ma­ción impor­tan­te, pero dado el perío­do rela­ti­va­men­te bre­ve de vire­mia, tal vez sea impo­si­ble detec­tar la cir­cu­la­ción del SARS-CoV‑2 de bajo nivel en las mues­tras his­tó­ri­cas. Los estu­dios sero­ló­gi­cos retros­pec­ti­vos podrían ser infor­ma­ti­vos y ya se han rea­li­za­do algu­nos de esos estu­dios. En uno de ellos se deter­mi­nó que los comer­cian­tes de impor­ta­ción de ani­ma­les tenían una sero­po­si­ti­vi­dad del 13% a los coro­na­vi­rus, mien­tras que en otro se obser­vó que el 3% de los resi­den­tes de una aldea del sur de Chi­na eran sero­po­si­ti­vos a esos virus. Curio­sa­men­te, 200 resi­den­tes de Wuhan no mos­tra­ron sero­rreac­ti­vi­dad a los coro­na­vi­rus. Sin embar­go, lo más impor­tan­te es que esos estu­dios no pudie­ron dis­tin­guir si las res­pues­tas sero­ló­gi­cas posi­ti­vas se debían a una infec­ción pre­via con el virus del SARS-CoV‑1 o ‑2. Debe­rían rea­li­zar­se más estu­dios sero­ló­gi­cos retros­pec­ti­vos para deter­mi­nar el alcan­ce de la expo­si­ción huma­na ante­rior a los beta­co­ro­na­vi­rus en dife­ren­tes zonas geo­grá­fi­cas, en par­ti­cu­lar uti­li­zan­do ensa­yos que per­mi­tan dis­tin­guir entre múl­ti­ples beta­co­ro­na­vi­rus.

Selección durante el paso

Las inves­ti­ga­cio­nes bási­cas sobre el paso de coro­na­vi­rus simi­la­res al SARS de los mur­cié­la­gos en cul­ti­vos celu­la­res y/o mode­los ani­ma­les han esta­do en cur­so en el BSL‑2 duran­te muchos años en múl­ti­ples labo­ra­to­rios de todo el mun­do. Tam­bién hay casos docu­men­ta­dos de adqui­si­ción del SARS-CoV‑1 por per­so­nal de labo­ra­to­rio que tra­ba­ja en la con­ten­ción del BSL‑2. Por con­si­guien­te, debe­mos con­si­de­rar la posi­bi­li­dad de una libe­ra­ción deli­be­ra­da o inad­ver­ti­da de SARS-CoV‑2. En teo­ría, es posi­ble que el SARS-CoV‑2 haya adqui­ri­do el sitio de las muta­cio­nes del RBD obser­va­das duran­te la adap­ta­ción al paso en el cul­ti­vo celu­lar, como se ha obser­va­do en estu­dios con el SARS-CoV5 así como con el MERS-CoV31. Sin embar­go, la adqui­si­ción del sitio de divi­sión poli­bá­si­ca o de los gli­ca­nos liga­dos al O — si son fun­cio­na­les — se opo­ne a este esce­na­rio. Los nue­vos sitios de divi­sión poli­bá­si­ca sólo se han obser­va­do des­pués del paso pro­lon­ga­do del virus de la gri­pe aviar de baja pato­ge­ni­ci­dad en cul­ti­vos celu­la­res o ani­ma­les. Ade­más, la gene­ra­ción del SARS-CoV‑2 por cul­ti­vo celu­lar o paso de ani­ma­les habría reque­ri­do el ais­la­mien­to pre­vio de un virus pro­ge­ni­tor con una simi­li­tud gené­ti­ca muy alta. La gene­ra­ción pos­te­rior de un sitio de divi­sión poli­bá­si­ca habría reque­ri­do enton­ces un inten­so pro­gra­ma de paso en cul­ti­vos celu­la­res o ani­ma­les con un recep­tor ACE‑2 simi­lar al de los seres huma­nos (por ejem­plo, huro­nes). Tam­bién es cues­tio­na­ble si la gene­ra­ción de los gli­ca­nos liga­dos al O se habría pro­du­ci­do en el paso por el cul­ti­vo celu­lar, ya que esas muta­cio­nes sue­len suge­rir la par­ti­ci­pa­ción de un sis­te­ma inmu­no­ló­gi­co que no está pre­sen­te in vitro.

Conclusiones

En medio de la emer­gen­cia de salud públi­ca mun­dial de COVID-19 es razo­na­ble pre­gun­tar­se por qué impor­tan los orí­ge­nes de la epi­de­mia. Una com­pren­sión deta­lla­da de cómo un virus ani­mal sal­tó las fron­te­ras de las espe­cies para infec­tar a los huma­nos de mane­ra tan pro­duc­ti­va ayu­da­rá en la pre­ven­ción de futu­ros even­tos zoo­nó­ti­cos. Por ejem­plo, si el SARS-CoV‑2 se pre­adap­tó en otra espe­cie ani­mal, enton­ces esta­mos en ries­go de futu­ros even­tos de re-eme­r­­ge­n­­cia, inclu­so si la actual epi­de­mia está con­tro­la­da. En cam­bio, si el pro­ce­so de adap­ta­ción que des­cri­bi­mos se pro­du­jo en seres huma­nos, enton­ces, aun­que ten­ga­mos repe­ti­das trans­fe­ren­cias zoo­nó­ti­cas, es impro­ba­ble que des­pe­guen a menos que se pro­duz­ca la mis­ma serie de muta­cio­nes. Ade­más, la iden­ti­fi­ca­ción de los parien­tes ani­ma­les más cer­ca­nos del SARS-CoV‑2 será de gran ayu­da para los estu­dios de la fun­ción del virus. De hecho, la dis­po­ni­bi­li­dad de la secuen­cia de mur­cié­la­gos RaTG13 faci­li­tó el aná­li­sis genó­mi­co com­pa­ra­ti­vo rea­li­za­do aquí, ayu­dan­do a reve­lar las muta­cio­nes cla­ve en el RBD así como la inser­ción del sitio de cli­va­je poli­bá­si­co.

Las carac­te­rís­ti­cas genó­mi­cas aquí des­cri­tas pue­den expli­car en par­te la infec­cio­si­dad y la trans­mi­si­bi­li­dad del SARS-CoV‑2 en los seres huma­nos. Aun­que las prue­bas genó­mi­cas no apo­yan la idea de que el SARS-CoV‑2 es una cons­truc­ción de labo­ra­to­rio, actual­men­te es impo­si­ble pro­bar o refu­tar las otras teo­rías de su ori­gen des­cri­tas aquí, y no está cla­ro si los datos futu­ros ayu­da­rán a resol­ver este pro­ble­ma. La iden­ti­fi­ca­ción de la fuen­te ani­mal no huma­na inme­dia­ta y la obten­ción de secuen­cias de virus a par­tir de ella sería la for­ma más defi­ni­ti­va de reve­lar los orí­ge­nes del virus. Ade­más, sería útil obte­ner más datos gené­ti­cos y fun­cio­na­les sobre el virus, inclui­dos los estu­dios expe­ri­men­ta­les de la unión de los recep­to­res y el papel del sitio de divi­sión poli­bá­si­ca y los gli­ca­nos vin­cu­la­dos con el O pre­vis­to. La iden­ti­fi­ca­ción de un posi­ble hués­ped inter­me­dio del SARS-CoV‑2, así como la secuen­cia­ción de los casos muy tem­pra­nos, inclui­dos los que no están rela­cio­na­dos con el mer­ca­do de Wuhan, sería igual­men­te muy infor­ma­ti­va. Inde­pen­dien­te­men­te de la for­ma en que se ori­gi­nó el SARS-CoV‑2, es evi­den­te que la vigi­lan­cia con­ti­nua de la neu­mo­nía en los seres huma­nos y otros ani­ma­les es de suma impor­tan­cia.


Kris­tian G. Ander­sen es miem­bro del Depar­ta­men­to de Inmu­no­lo­gía y Micro­bio­lo­gía, el Ins­ti­tu­to de Inves­ti­ga­ción Scripps, La Jolla, EE.UU.

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