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Ni las lesio­nes ni los lini­men­tos pare­cen poder parar el incon­men­su­ra­ble arran­que del Valen­cia Bas­ket. En el momen­to en que se escri­ben estas líneas el equi­po taron­ja enca­de­na seis vic­to­rias con­se­cu­ti­vas en Liga Ende­sa, el mejor regis­tro de la era Pera­so­vic, mien­tras la mitad del jue­go inte­rior per­ma­ne­ce en la enfer­me­ría.

Fal­ta Dublje­vic, que a pesar de su esta­tu­ra ate­so­ra una chis­te­ra con sal­do inago­ta­ble para ences­tar de tres en tres. No está Lish­chuk, un gla­dia­dor de la pin­tu­ra que debió nacer sobre el par­qué con un cuchi­llo entre los dien­tes. Per­ma­ne­ce ausen­te, tam­bién, un súper­cla­se como Pablo Agui­lar, que ha bur­la­do el tan mani­do “perio­do de adap­ta­ción” y pare­ce lle­var toda una vida desa­yu­nan­do zumo de naran­ja. Y mien­tras, el bueno de Pau Ribas (¡ay Pau!) sigue iné­di­to esta tem­po­ra­da… Este sí, un escol­ta, que ter­mi­nó la pasa­da cam­pa­ña con la Fonte­ta entre­ga­da al sal­mo de “Ribas selec­ción”.

Aún a pesar de las ausen­cias, en Valen­cia Bas­ket no se ha mani­fes­ta­do sín­to­ma alguno de extra­vío. Los núme­ros en pis­ta han segui­do sien­do incon­tes­ta­bles. Pera­so­vic ha cons­trui­do un gru­po sóli­do y soli­da­rio, una máqui­na engra­sa­da de tri­tu­rar riva­les; tra­ba­jan y se dejan la piel, y eso tie­ne su corres­pon­den­cia en el lumi­no­so. Han pues­to la direc­ta para abor­dar el tra­yec­to que con­du­ce a revi­si­tar, si no los títu­los, sí las esta­dís­ti­cas de las mejo­res cam­pa­ñas del Club con el espí­ri­tu de quien va a Lour­des y pasa de lar­go por­que sabe que el mila­gro se obra des­de el barro, ences­tan­do, no más, sino mucho más que tu rival.

Las cifras que mane­ja esta plan­ti­lla no se daban des­de que hace dos años Sve­tis­lav Pesic se sen­ta­ra en el ban­qui­llo de un equi­po que venía de con­quis­tar, a las órde­nes de Spahi­ja, el segun­do títu­lo euro­peo de su his­to­ria (la Euro­cup —o ULEB, o como quie­ran lla­mar­la—). Equi­pos gana­do­res impreg­na­dos, como este, del bar­niz mar­cial de los entre­na­do­res bal­cá­ni­cos. En Valen­cia nos sien­ta bien la dis­ci­pli­na y el mono de tra­ba­jo, aun­que no le haga­mos ascos a un gene­ral de cua­tro estre­llas como Jus­tin Doell­man.

El chi­co de Ohio pare­ce tener hecho en sas­tre­ría el tra­je de MVP. Y qué decir de un fran­co­ti­ra­dor del 6,75 con pier­nas de fut­bo­lis­ta como el recién lle­ga­do Romain Sato… tene­mos a suel­do al segun­do tri­plis­ta más efi­cien­te de toda la Liga Ende­sa. Este equi­po tie­ne mim­bres (¡ben­di­to Toni Mue­dra!) y apun­ta a todas par­tes menos a que el ini­cio de cam­pa­ña se con­vier­ta en el can­to del cis­ne.

Y enci­ma cada par­ti­do en casa es una fies­ta. Da gus­to ver como entre fami­lias y cha­ran­gas la Fonte­ta va suman­do afo­ro cada fin de sema­na. Sólo nos fal­ta lle­var a la Gepe­ru­de­ta al bás­quet y que el pabe­llón cuel­gue el “no hay bille­tes”. Valen­cia Bas­ket aprie­ta y la afi­ción res­pon­de, aun­que no debe­mos pasar por alto el esfuer­zo ímpro­bo de la direc­ti­va para devol­ver el lus­tre a nues­tras tar­des depor­ti­vas. Aho­ra que nos bir­lan las retrans­mi­sio­nes de la tele­vi­sión auto­nó­mi­ca, una tar­de de balon­ces­to en direc­to nos sale a poco más de lo que cues­ta una entra­da de cine. Y el espec­tácu­lo, se lo garan­ti­zo, sue­le ser más edi­fi­can­te. Si en la otra ace­ra de la ciu­dad el fút­bol nos da dolo­res de cabe­za, tene­mos otro equi­po valen­ciano al que abra­zar­nos. Apos­ta­ten del balom­pié, hágan­me caso, en Valen­cia aho­ra lo que se lle­va es el balon­ces­to.

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