El fút­bol es real­men­te sor­pren­den­te. Es de todos los mun­dos afec­ta­dos por la pan­de­mia del coro­na­vi­rus el que de modo menos cohe­sio­na­do y más anár­qui­co se está com­por­tan­do. Tal vez ahí radi­que su éxi­to, en que se com­por­ta de una mane­ra natu­ral, mos­tran­do abier­ta­men­te sus intere­ses com­pe­ti­ti­vos, seme­jan­te al ver­da­de­ro sen­tir humano. El fút­bol es una autén­ti­ca pará­bo­la de nues­tras socie­da­des, tri­ba­les por momen­tos, glo­ba­li­za­das en los últi­mos tiem­pos.

En cam­bio, sin entre­te­ni­mien­to fut­bo­lís­ti­co para el res­to de los mor­ta­les es como si los fines de sema­na se hubie­ran vola­ti­li­za­do como tales. Jun­to con la Misa cris­tia­na for­ma­ba par­te de una orga­ni­za­ción del tiem­po for­ma­lis­ta en la que todos nos hemos cria­do, una ruti­na que según los psi­có­lo­gos es muy reco­men­da­ble para inte­grar­se social­men­te. Eso, al menos, reco­mien­dan aho­ra, duran­te el con­fi­na­mien­to. Pero fal­ta el fút­bol para recor­dar­nos que la vida sigue igual como can­ta­ra Julio Igle­sias, ya sabe­mos aho­ra que erró­nea­men­te.

Y aun­que es cier­to que el Covid-19 nos tie­ne des­con­cer­ta­dos, en un mar de incer­ti­dum­bres, con el fút­bol pare­ce que no va la cosa. Mien­tras médi­cos e inves­ti­ga­do­res se afa­nan por com­ba­tir bio­ló­gi­ca­men­te al extra­ño virus, con los polí­ti­cos y eco­no­mis­tas des­bor­da­dos ante la mag­ni­tud de la cri­sis y una legión de para­dos lla­man­do a las puer­tas bené­fi­cas del Esta­do, el fút­bol anda como en esta­do de cata­to­nia.

Blogs y pren­sa depor­ti­va hablan toda­vía de hipo­té­ti­cos ficha­jes de fut­bo­lis­tas, de las fór­mu­las para ter­mi­nar los cam­peo­na­tos sus­pen­di­dos y has­ta del futu­ro comien­zo de las ligas y cham­pions veni­de­ras. Entre tan­to, sor­pren­de al públi­co en gene­ral que diver­sos clubs hayan pues­to en mar­cha Ertes para sus­pen­der empleos siquie­ra de modo pro­vi­sio­nal, o que algu­nas plan­ti­llas de fut­bo­lis­tas –no todas y no todas las que lo han hecho lo hicie­ron por ini­cia­ti­va pro­pia–, con­sin­tie­ran reba­jas sala­ria­les, en torno a un 25% como mucho. 

No obs­tan­te, hay depor­tis­tas ejem­pla­res, fal­ta­ría. Lo han sido real­men­te gene­ro­sos y altruis­tas. Por ejem­plo, Rafael Nadal y Pau Gasol, que pusie­ron en mar­cha una rápi­da ini­cia­ti­va para recau­dar fon­dos entre atle­tas de éli­te. O el fut­bo­lis­ta colom­biano del Villa­rreal, Car­los Bac­ca, quien repar­te comi­das a tra­vés de Cári­tas. Hay otros muchos: los mis­mos Mes­siCris­tiano Ronal­do, Djo­ko­vic y Fede­rer, y cómo no, el de siem­pre, el exva­len­cia­nis­ta Juan Mata, el pri­mer fut­bo­lis­ta pro­fe­sio­nal que donó par­te de su suel­do para accio­nes soli­da­rias mucho antes del Covid-19.

Pero estas han sido, por lo gene­ral, reac­cio­nes indi­vi­dua­les, enal­te­ci­das por la con­cien­cia de los pro­pios pro­fe­sio­na­les pri­vi­le­gia­dos. Se echa en fal­ta, en cam­bio, una res­pues­ta más colec­ti­va. La fede­ra­ción, la liga, los gran­des clubs callan y ape­nas mue­ven ficha solo para dar su opi­nión sobre nece­da­des en torno a cam­peo­na­tos que tran­si­tan aho­ra mis­mo por el lim­bo.

Las dudas sobre el futu­ro del fút­bol, sin embar­go, son tre­men­das. No es que aho­ra mis­mo se des­co­noz­ca cuán­do y cómo se van a vol­ver a dispu­tar par­ti­dos ofi­cia­les, de la liga incon­clu­sa o de la de por venir. En Fran­cia, por ejem­plo, ya se ha dado por ter­mi­na­da la que se sus­pen­dió en mar­zo. Son otras cues­tio­nes, más tras­cen­den­tes inclu­so, las que están aho­ra en jue­go: como si será posi­ble vol­ver a lle­nar esta­dios con públi­co, o con una can­ti­dad de públi­co razo­na­ble. ¿Alguien es capaz de ima­gi­nar un Ber­na­beu o un Nou Camp vacíos en sus cuar­tas quin­tas par­tes por moti­vos de obli­ga­da sepa­ra­ción sani­ta­ria…?

Pase lo que pase y en el lap­so de tiem­po que pase, las pér­di­das de los clubs por ingre­sos van a ser impor­tan­tes, y con el futu­ro depor­ti­vo por des­pe­jar va a tocar nego­ciar muy a la baja los emo­lu­men­tos de los juga­do­res pro­fe­sio­na­les. No será extra­ño, tam­po­co, que la socie­dad pos­t­­co­­vid-19 ya no vea con tan bue­nos ojos que un fut­bo­lis­ta gane una for­tu­na que se anto­ja­rá des­pro­por­cio­na­da en rela­ción a un inves­ti­ga­dor médi­co o un cien­tí­fi­co cor­pus­cu­lar. Pue­de que el fut­bo­lis­ta del futu­ro ya no sig­ni­fi­que lo mis­mo por­que la esca­la de valo­ra­ción de aque­llos a los que con­si­de­ra­mos héroes está cam­bian­do en el momen­to pre­sen­te.

El depor­te, pese a todo, va a seguir atra­yen­do mucho a la gen­te, y en espe­cial el fút­bol, que inter­pre­ta de la for­ma más común a la socie­dad con­tem­po­rá­nea, pero el modo de ver­lo segu­ra­men­te va a revo­lu­cio­nar­se. Las tele­vi­sio­nes se van a hacer car­go. Y la tec­no­lo­gía. Así que lo más pro­ba­ble es que los esta­dios ya no van a ser en el futu­ro como nos los ima­gi­na­mos aho­ra, sino con mucha menos capa­ci­dad y muchí­si­mas más cáma­ras y sen­so­res para trans­mi­tir los par­ti­dos inclu­yen­do reali­dad vir­tual.

Tal vez no poda­mos ir con tan­ta movi­li­dad a los gra­de­ríos pero des­de casa igual sen­ti­re­mos sen­sa­cio­nes increí­bles, como si estu­vié­ra­mos en el área ata­can­do un cór­ner, vis­tien­do la cami­se­ta de nues­tro equi­po y ganán­do­le la liza a Ser­gio Ramos. El depor­te, en su con­jun­to, va a ser una gran cien­cia e indus­tria audio­vi­sual. Es cues­tión de no dema­sia­do tiem­po. En la NBA, por ejem­plo, ya ensa­yan con cami­se­tas de balon­ces­tis­tas que en reali­dad son cen­tros de trans­mi­sión de impul­sos que miden cual­quier pará­me­tro, inclu­so el de la visión, una espe­cie de puer­ta al depor­te fic­ción del futu­ro.

*Este artícu­lo fue publi­ca­do el pasa­do domin­go 3 de mayo en la edi­ción digi­tal de Leva­n­­te-EMV

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