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Mar­zo, por si no lo saben, es uno de los meses gran­des de Valen­cia. Empie­za el calor­ci­to, han flo­re­ci­do los almen­dros al nor­te y los cere­zos del sur están en ello… hue­le a bri­sa lige­ra pero tam­bién a pól­vo­ra y rui­do, y comien­zan los pere­gri­na­jes por la urbe. Rum­bo a la pla­za –del Ayun­ta­mien­to, de todos– para cum­plir con el ritual de los mas­clets, o camino del río las noches de cas­ti­llos de fue­gos o hacia la Vir­gen cuan­do hay ofren­da.
Se vuel­ve a cami­nar la ciu­dad aun­que sea en pocas fechas y tacho­na­da de mul­ti­tu­des, y noso­tros pro­po­ne­mos des­de nues­tras pági­nas una bue­na ofer­ta gas­tro­nó­mi­ca para apro­ve­char la mas­cle­tà o cual­quier otra escu­sa y andar de tapas, o sen­tar­se a comer, da igual. Aun­que es cier­to que a la ciu­dad debe­ría­mos andar­la más, sobre todo en pri­ma­ve­ra, o tener­la con más árbo­les de som­bra para cuan­do lle­guen los calo­res. Como en Nue­va York, don­de las ace­ras son gigan­tes­cas, o como en Ber­lín, toda arbo­la­da. Es una peti­ción a nues­tra alcal­de­sa, Rita Bar­be­rá, aho­ra que ella pide ideas para la Dár­se­na una vez los ame­ri­ca­nos se han lle­va­do la copa de vela a Cali­for­nia. ¡Cuán­to echa­re­mos de menos la sal­se­ra gigan­te, esa que atraía a los ricos que tan­to hacían por nues­tros comer­cios, hote­les y res­tau­ran­tes! Por fal­ta de ideas no será, se las dare­mos.
Menos mal que nos que­da par­te de la otra Cali­for­nia, la de la man­sión sobre Anti­bes don­de Picas­so se jun­tó con Jac­que­li­ne y puso el mun­do del arte patas arri­ba. Dibu­jos, libros y foto­gra­fías de aque­lla épo­ca picas­sia­na per­te­ne­cen, chino, chano, a la colec­ción de Ban­ca­ja, y aho­ra pode­mos admi­rar­las en su fun­da­ción, en la pla­za de Tetuán. Con todo ello y más Ban­ca­ja podría crear un pode­ro­so museo de arte sobre papel –el San Pío V tie­ne miles de dibu­jos sin mos­trar al públi­co–. A lo mejor en la anti­gua Hari­ne­ra del Grao camino de la Dár­se­na, o en el Edi­fi­cio del Reloj. ¿Bue­na idea?
Coin­ci­de Picas­so, ade­más, en el IVAM, don­de sir­ve de pun­to final y coro­la­rio a la expo­si­ción dedi­ca­da al moder­nis­mo que empie­za con Gau­dí y repa­sa en espe­cial la pin­tu­ra y escul­tu­ra espa­ño­las que se suma­ron a ese pri­mer movi­mien­to de moder­ni­dad que tuvo lugar a fina­les del siglo xix, con figu­ras como el pro­pio y más joven Picas­so o el pri­mer Julio Gon­zá­lez.
No hay nada de van­guar­dis­ta en ello pero si de evo­ca­dor. Me quie­ro refe­rir a la deli­cio­sa expo­si­ción de minia­tu­ras que dedi­ca l’Iber con apo­yo de Caja Mur­cia al tema del colo­nia­lis­mo inglés en la India. Lan­ce­ros ben­ga­líes, maha­ra­jás y cuan­to a los faná­ti­cos de Kipling se les ocu­rra: Si lle­nas un minu­to envi­dia­ble y cier­to, de sesen­ta segun­dos que te lle­ven al cie­lo.… 

Mar­zo, por si no lo saben, es uno de los meses gran­des de Valen­cia. Empie­za el calor­ci­to, han flo­re­ci­do los almen­dros al nor­te y los cere­zos del sur están en ello… hue­le a bri­sa lige­ra pero tam­bién a pól­vo­ra y rui­do, y comien­zan los pere­gri­na­jes por la urbe. Rum­bo a la pla­za –del Ayun­ta­mien­to, de todos– para cum­plir con el ritual de los mas­clets, o camino del río las noches de cas­ti­llos de fue­gos o hacia la Vir­gen cuan­do hay ofren­da.
Se vuel­ve a cami­nar la ciu­dad aun­que sea en pocas fechas y tacho­na­da de mul­ti­tu­des, y noso­tros pro­po­ne­mos des­de nues­tras pági­nas una bue­na ofer­ta gas­tro­nó­mi­ca para apro­ve­char la mas­cle­tà o cual­quier otra escu­sa y andar de tapas, o sen­tar­se a comer, da igual. Aun­que es cier­to que a la ciu­dad debe­ría­mos andar­la más, sobre todo en pri­ma­ve­ra, o tener­la con más árbo­les de som­bra para cuan­do lle­guen los calo­res. Como en Nue­va York, don­de las ace­ras son gigan­tes­cas, o como en Ber­lín, toda arbo­la­da. Es una peti­ción a nues­tra alcal­de­sa, Rita Bar­be­rá, aho­ra que ella pide ideas para la Dár­se­na una vez los ame­ri­ca­nos se han lle­va­do la copa de vela a Cali­for­nia. ¡Cuán­to echa­re­mos de menos la sal­se­ra gigan­te, esa que atraía a los ricos que tan­to hacían por nues­tros comer­cios, hote­les y res­tau­ran­tes! Por fal­ta de ideas no será, se las dare­mos.
Menos mal que nos que­da par­te de la otra Cali­for­nia, la de la man­sión sobre Anti­bes don­de Picas­so se jun­tó con Jac­que­li­ne y puso el mun­do del arte patas arri­ba. Dibu­jos, libros y foto­gra­fías de aque­lla épo­ca picas­sia­na per­te­ne­cen, chino, chano, a la colec­ción de Ban­ca­ja, y aho­ra pode­mos admi­rar­las en su fun­da­ción, en la pla­za de Tetuán. Con todo ello y más Ban­ca­ja podría crear un pode­ro­so museo de arte sobre papel –el San Pío V tie­ne miles de dibu­jos sin mos­trar al públi­co–. A lo mejor en la anti­gua Hari­ne­ra del Grao camino de la Dár­se­na, o en el Edi­fi­cio del Reloj. ¿Bue­na idea?
Coin­ci­de Picas­so, ade­más, en el IVAM, don­de sir­ve de pun­to final y coro­la­rio a la expo­si­ción dedi­ca­da al moder­nis­mo que empie­za con Gau­dí y repa­sa en espe­cial la pin­tu­ra y escul­tu­ra espa­ño­las que se suma­ron a ese pri­mer movi­mien­to de moder­ni­dad que tuvo lugar a fina­les del siglo xix, con figu­ras como el pro­pio y más joven Picas­so o el pri­mer Julio Gon­zá­lez.
No hay nada de van­guar­dis­ta en ello pero si de evo­ca­dor. Me quie­ro refe­rir a la deli­cio­sa expo­si­ción de minia­tu­ras que dedi­ca l’Iber con apo­yo de Caja Mur­cia al tema del colo­nia­lis­mo inglés en la India. Lan­ce­ros ben­ga­líes, maha­ra­jás y cuan­to a los faná­ti­cos de Kipling se les ocu­rra: Si lle­nas un minu­to envi­dia­ble y cier­to, de sesen­ta segun­dos que te lle­ven al cie­lo.… 

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