Hace tiem­po que la medi­ci­na se apo­ya en la esta­dís­ti­ca para sus pre­dic­cio­nes. Hace tiem­po que los médi­cos se comu­ni­can con sus pacien­tes y fami­lia­res cal­cu­lan­do el por­cen­ta­je de cura­ción una vez diag­nos­ti­ca­da la enfer­me­dad y su velo­ci­dad de desa­rro­llo. Ya no se pade­ce un mal, con toda la car­ga nega­ti­va que con­lle­va la semán­ti­ca clí­ni­ca, sino que se valo­ra la mate­má­ti­ca favo­ra­ble a la sana­ción. 

Siem­pre ha sido difí­cil la comu­ni­ca­ción entre el saber médi­co y el temor del pacien­te. De entre estos últi­mos los hay que siguen cie­ga­men­te las deci­sio­nes de su doc­tor de con­fian­za, los hay tam­bién que no quie­ren saber nada, pero hay muchos otros que tra­tan de com­pren­der su esta­do o el de sus alle­ga­dos. Este últi­mo seg­men­to va en aumen­to como lo corro­bo­ra que algu­nas series de mucho éxi­to tele­vi­si­vo ten­gan los deba­tes clí­ni­cos en hos­pi­ta­les como ele­men­to narra­ti­vo de su inte­rés, de Urgen­ciasHou­se, The Good Doc­tor, Ana­to­mía de Grey oThe Knick,por citar solo algu­nas de las más rele­van­tes.

No obs­tan­te, la esta­dís­ti­ca apli­ca­da a la medi­ci­na no había teni­do un pro­ta­go­nis­mo tan cen­tral como en la actual epi­de­mia de coro­na­vi­rus. Entre la cur­va y el pico, mate­má­ti­cos y por­ta­vo­ces guber­na­men­ta­les salen cada día a con­ta­bi­li­zar casos y dece­sos, inclu­yen­do rit­mos de ace­le­ra­ción o fre­na­da en las líneas de evo­lu­ción de la epi­de­mia, con cada vez más abun­dan­tes cálcu­los deta­lla­dos e info­gra­fías por paí­ses, auto­no­mías, fran­jas de edad y de géne­ro, etc.

Varias sema­nas des­pués del decre­to de alar­ma y absor­bi­dos por la esta­dís­ti­ca es una evi­den­cia que, con el actual caos en la meto­do­lo­gía de recuen­to de los datos que se pro­por­cio­nan, no es posi­ble pre­de­cir nada ni siquie­ra lle­var a cabo una apro­xi­ma­ción al cur­so de los acon­te­ci­mien­tos. Hágan­se a la idea, por­que camino de los 200.000 con­ta­gios que nos anun­cian las auto­ri­da­des sani­ta­rias espa­ño­las, algu­nos cen­tros de compu­tación inter­na­cio­na­les –del Impe­rial Colle­ge a la Uni­ver­si­dad de Oxford–, hablan de millo­nes de per­so­nas infec­ta­das en Espa­ña, en torno a 7 según sus cálcu­los medios sien­do opti­mis­tas.

Como cual­quier per­so­na ave­za­da podrá com­pro­bar, hace tiem­po que la medi­ción de con­ta­gios y dece­sos es muy dis­tin­ta de unos luga­res a otros, inclu­so se ha ido modi­fi­can­do el méto­do de con­ta­bi­li­dad en fun­ción del con­trol o des­con­trol de la epi­de­mia. Y en paí­ses don­de se ha fede­ra­li­za­do la sani­dad, como en los Esta­dos Uni­dos o nues­tro pro­pio país, resul­ta toda­vía más com­ple­jo hacer­se una idea cer­te­ra de lo que real­men­te está ocu­rrien­do en tér­mi­nos numé­ri­cos con el virus. Sobre Chi­na, ade­más, pesa la sos­pe­cha de que no han faci­li­ta­do toda la infor­ma­ción posi­ble sobre su bro­te ori­gi­na­rio, tra­tan­do de evi­tar la pena­li­za­ción a su pres­ti­gio como nación. Así pues, los datos, y menos aún las com­pa­ra­cio­nes de datos, resul­tan caó­ti­cas en estos momen­tos. En ese con­tex­to pue­de que, úni­ca­men­te, las cifras sobre per­so­nas ingre­sa­das en uni­da­des hos­pi­ta­la­rias de cui­da­dos inten­si­vos sean algo fia­bles para cono­cer la evo­lu­ción de la epi­de­mia.

La Sani­dad occi­den­tal en fue­ra de jue­go

Ese es uno de los deba­tes sur­gi­dos en torno a la pan­de­mia. El otro es la fal­ta de pre­vi­sión de auto­ri­da­des polí­ti­cas y sani­ta­rias al res­pec­to. Los paí­ses del Lejano Orien­te, los lla­ma­dos dra­go­nes del Pací­fi­co, lo han enten­di­do a la pri­me­ra por­que tenían la expe­rien­cia del ante­rior SARS y del hecho de que con fre­cuen­cia sea Chi­na el ori­gen de bue­na par­te de los coro­na­vi­rus cono­ci­dos, que inclu­yen algu­nos pató­ge­nos que pro­vo­can los habi­tua­les cons­ti­pa­dos inver­na­les y tie­nen su reser­vo­rio en ani­ma­les sil­ves­tres, en espe­cial en los mur­cié­la­gos.

En paí­ses don­de se ha fede­ra­li­za­do la sani­dad, como en los EEUU o nues­tro país, es toda­vía más com­ple­jo hacer­se una idea cer­te­ra de lo que ocu­rre

Las hipó­te­sis sobre el supues­to éxi­to de los paí­ses asiá­ti­cos en su lucha con­tra el coro­na­vi­rus son diver­sas, e invo­can tan­to el espí­ri­tu dis­ci­pli­na­do de la colec­ti­vi­dad deri­va­do de las ense­ñan­zas filo­só­fi­cas de Con­fu­cio como el carác­ter auto­ri­ta­rio del Par­ti­do Comu­nis­ta chino. Tal vez los orien­ta­les, tan egoís­tas como los occi­den­ta­les, creen más en el gru­po como agen­te pro­tec­tor fren­te al indi­vi­dua­lis­mo que la auto­no­mía libre­pen­sa­do­ra de Occi­den­te ha pro­pi­cia­do en nues­tras socie­da­des avan­za­das.

Pero habrá que tener en cuen­ta, ade­más, que Chi­na, como hemos comen­ta­do, es fuen­te per­ma­nen­te y ori­gi­na­ria de virus que se trans­mi­ten de ani­ma­les a huma­nos, entre otras razo­nes por las exó­ti­cas cos­tum­bres culi­na­rias de algu­nos de sus terri­to­rios, don­de siguen prac­ti­can­do el peli­gro­so con­su­mo de ani­ma­les sal­va­jes sin con­tro­les sani­ta­rios. En ese sen­ti­do con­vie­ne recor­dar los avan­ces en higie­ne ali­men­ta­ria que se han pro­du­ci­do en las últi­mas déca­das en Occi­den­te, con medi­das como los con­tro­les en la mani­pu­la­ción de ali­men­tos o la prohi­bi­ción de pro­duc­tos como la san­gre de ani­ma­les, deter­mi­na­das vís­ce­ras o leches sin pas­teu­ri­zar.

Lo que está cla­ro es que la Sani­dad occi­den­tal no ha teni­do pers­pi­ca­cia algu­na res­pec­to al Covid-19. A pesar de que la mayor par­te de las mejo­res revis­tas médi­cas inter­na­cio­na­les libe­ra­ron muy pron­to el acce­so a los nue­vos artícu­los sobre el coro­na­vi­rus, muchos pro­ce­den­tes de los pro­pios cien­tí­fi­cos chi­nos que aler­ta­ban sobre las carac­te­rís­ti­cas dis­tin­ti­vas del mis­mo, duran­te dema­sia­do tiem­po no hubo nin­gún estu­dio a pie de cam­po –en Wuhan– de cien­tí­fi­cos occi­den­ta­les o de la OMS.

Duran­te sema­nas, las auto­ri­da­des sani­ta­rias occi­den­ta­les –y no solo las espa­ño­las–, com­pa­ra­ron el Covid-19 con una sim­ple gri­pe, des­pre­cia­ron sus índi­ces de leta­li­dad –que aho­ra sabe­mos que se pon­de­ra­ban de modo inapro­pia­do–, pen­san­do que esta­ba dema­sia­do lejos y que, en cual­quier caso, sería rela­ti­va­men­te fácil ais­lar­lo y ate­nuar­lo como ocu­rrió con la gri­pe A, el SARS o inclu­so el ébo­la. Pero dos fac­to­res derrum­ba­ron por com­ple­to las pre­vi­sio­nes: en torno al 80% de los con­ta­gia­dos eran asin­to­má­ti­cos pero, a la vez, trans­mi­tían el virus, y en un mun­do más glo­ba­li­za­do que nun­ca y con una capa­ci­dad de inter­co­ne­xión con Chi­na que se ha mul­ti­pli­ca­do en los últi­mos años.

No toda la comu­ni­dad médi­ca reac­cio­nó así de dis­pli­cen­te. En Ita­lia, nada más cono­cer­se los pri­me­ros con­ta­gios que pro­vo­ca­ron el con­fi­na­mien­to de Codogno y otras peque­ñas pobla­cio­nes cer­ca­nas a Milán en la Lom­bar­día, un pres­ti­gio­so viró­lo­go ita­liano con prác­ti­cas médi­cas en los EEUU com­pa­ró el Covid-19 con la gri­pe espa­ño­la de 1918, la pan­de­mia que mató a cer­ca de 50 millo­nes de per­so­nas. La mayor par­te de sus cole­gas refu­ta­ron sus pre­sa­gios y le til­da­ron de apo­ca­líp­ti­co y de bus­car pro­ta­go­nis­mo en los medios.

En nues­tro país tam­bién ha habi­do cien­tí­fi­cos médi­cos que han pues­to en sol­fa las pre­vi­sio­nes del Cen­tro Nacio­nal de Aler­tas y Emer­gen­cias Sani­ta­rias, cuyo por­ta­voz es el cono­ci­do y cri­ti­ca­do Fer­nan­do Simón, el doc­tor del jer­sey. Algu­nas de esas crí­ti­cas, no obs­tan­te, han sido ideo­ló­gi­ca­men­te intere­sa­das pues pro­ce­den de per­so­nas muy vin­cu­la­das a la opo­si­ción polí­ti­ca, e inclu­so al nacio­na­lis­mo cata­lán, como es el caso del mediá­ti­co Oriol Mit­jà

Lo cier­to es que Simón y los ase­so­res en los pri­me­ros momen­tos del Minis­te­rio de Sani­dad no tenían nin­gún plan B. Con­fia­ban en el pres­ti­gio del ser­vi­cio nacio­nal de salud –aho­ra des­per­di­ga­do por las auto­no­mías y con bas­tan­te poca capa­ci­dad de coor­di­na­ción, como se ha podi­do com­pro­bar–. No se per­ca­ta­ron siquie­ra de que las far­ma­cias espa­ño­las habían que­da­do total­men­te des­abas­te­ci­das de mas­ca­ri­llas y geles desin­fec­tan­tes a lo lar­go del mes de febre­ro y que inclu­so se pro­du­cían fenó­me­nos de aca­pa­ra­mien­to.

Casi al mis­mo tiem­po, otro médi­co de pres­ti­gio, un espa­ñol al fren­te del ins­ti­tu­to de pató­ge­nos emer­gen­tes del hos­pi­tal Mon­te Sinaí de Nue­va York, Adol­fo Gar­­cía-Sas­­tre, aler­ta­ba de los peli­gros que el colap­so del sis­te­ma sani­ta­rio podría pro­du­cir. Se tra­ta­ba de con­se­guir pro­me­diar los con­ta­gios –que enton­ces ya con­si­de­ra­ba inevi­ta­bles– dada la alta capa­ci­dad del Covid-19 para trans­mi­tir­se y de su rapi­dí­si­ma mul­ti­pli­ca­ción en las vías res­pi­ra­to­rias supe­rio­res. Para Gar­­cía-Sas­­tre era evi­den­te que nin­gún sis­te­ma sani­ta­rio actual sería capaz de sopor­tar el estrés de un con­ta­gio masi­vo de coro­na­vi­rus en pocos días, como así final­men­te ha ido suce­dien­do pri­me­ro en Wuhan y lue­go en Lom­bar­día, Madrid, la pro­pia Nue­va York y aho­ra en Fran­cia e Ingla­te­rra.

Para cuan­do esto ha suce­di­do tan­to las auto­ri­da­des médi­cas como polí­ti­cas han des­cu­bier­to que la indus­tria occi­den­tal, inclui­da la sani­ta­ria, lle­va años des­lo­ca­li­za­da, pre­ci­sa­men­te en Chi­na, y que ope­ra según cri­te­rios dejust in time,esto es, que com­pra al día según pedi­do y ya no tie­ne capa­ci­dad de alma­ce­na­je de mate­rias pri­mas para sus manu­fac­tu­ras: ni alcohol ni plás­ti­cos, ni telas espe­cia­les… con las que pro­du­cir artícu­los de urgen­cia en esta cri­sis: mas­ca­ri­llas, geles y, en espe­cial, res­pi­ra­do­res y equi­pa­mien­to pro­tec­tor per­so­nal para sani­ta­rios. La cri­mi­na­li­za­ción del plás­ti­co, esen­cial para la fabri­ca­ción de guan­tes de látex, gafas pro­tec­to­ras y tubos de res­pi­ra­ción, ha hecho el res­to.

El pro­pio Gar­­cía-Sas­­tre, que pre­di­ce la recu­rren­cia de epi­de­mias vira­les impor­tan­tes cada 20/30 años en los pró­xi­mos tiem­pos, excul­pa a los sis­te­mas sani­ta­rios occi­den­ta­les del desas­tre actual pues nin­guno esta­ba pre­pa­ra­do para tan rápi­da pro­pa­la­ción del Covid-19. Úni­ca­men­te una polí­ti­ca de imple­men­ta­ción inves­ti­ga­do­ra y hos­pi­ta­la­ria ade­cua­da podría com­ba­tir con más efi­ca­cia pan­de­mias futu­ras. Para ello, ade­más del obvio incre­men­to de la inver­sión en estas áreas, debe de pro­du­cir­se un mayor flu­jo de infor­ma­ción espe­cia­li­za­da, más ensa­yos clí­ni­cos coor­di­na­dos y mucha más cola­bo­ra­ción entre áreas médi­cas dife­ren­tes, pues no es lo mis­mo un exper­to en salud públi­ca y epi­de­mio­lo­gía que un inves­ti­ga­dor bio­quí­mi­co cen­tra­do en cono­cer la cade­na gené­ti­ca de un virus o una bac­te­ria, ni mucho menos un inter­nis­ta, un neu­mó­lo­go o un médi­co de cui­da­dos inten­si­vos. Y todos ellos resul­tan pro­ta­go­nis­tas en la actual pan­de­mia del Covid-19.

La Medi­ci­na al res­ca­te

Ya hemos vis­to que los exper­tos en salud públi­ca e inclu­so muchos epi­de­mió­lo­gos, inclu­yen­do los de la OMS, han sido abier­ta­men­te supe­ra­dos por la pan­de­mia. Ni ellos ni los polí­ti­cos a los que ase­so­ra­ban debían cono­cer la mora­le­ja del cuen­to del prín­ci­pe hin­dú y su súb­di­to Sis­sa, gra­cias al cual es fácil com­pren­der cuán rápi­do y cuán­to más pue­de aumen­tar un cre­ci­mien­to expo­nen­cial. Auto­ri­da­des y sani­ta­rios han vis­to cómo en ape­nas dos sema­nas se pasa­ba de tener un bro­te con­fi­na­do en un peque­ño círcu­lo de per­so­nas a des­bo­car­se con miles de con­ta­gia­dos y cen­te­na­res de muer­tos. Así es el cre­ci­mien­to expo­nen­cial (*).

Con la pobla­ción infec­tán­do­se a velo­ci­dad de vér­ti­go por cul­pa de la alta trans­mi­sión que carac­te­ri­za al Covid-19, el cam­po de bata­lla se tras­la­dó pron­to a los hos­pi­ta­les. Mien­tras, los micro­bió­lo­gos estu­dian toda­vía par­tes sus­tan­cia­les del com­por­ta­mien­to de este nue­vo pató­geno, habién­do­se ini­cia­do una afa­no­sa carre­ra por desa­rro­llar inves­ti­ga­cio­nes que den con algu­na vacu­na o algún tra­ta­mien­to far­ma­co­ló­gi­co efi­caz: hay más de 50 pro­yec­tos mun­dia­les de vacu­na y cer­ca de un cen­te­nar de estu­dios tera­péu­ti­cos inter­na­cio­na­les en estos momen­tos, aun­que sin que los gran­des labo­ra­to­rios se hayan movi­li­za­do por ello.

Y ahí sí, en las Ucis, con­ver­ti­das en la prin­ci­pal línea de fue­go con­tra la acción letal del virus, la medi­ci­na, la orien­tal y la occi­den­tal, han demos­tra­do un cora­je y una capa­ci­dad de tra­ba­jo inusual, has­ta el pun­to de que la ciu­da­da­nía ha ori­gi­na­do –en nues­tro país– una fór­mu­la de reco­no­ci­mien­to sin pre­ce­den­tes: el ritual del aplau­so colec­ti­vo des­de ven­ta­nas y bal­co­nes en señal de gra­ti­tud hacia el ejér­ci­to de sani­ta­rios que vie­nen tra­ba­jan­do en con­di­cio­nes no muy ópti­mas con­tra el gran enemi­go micros­có­pi­co. El par­te de bajas en los sani­ta­rios resul­ta, ade­más, sobre­co­ge­dor, y toda­vía no está lo sufi­cien­te­men­te jus­ti­fi­ca­do.

Los veci­nos de San­ta Cruz de Tene­ri­fe salen a los bal­co­nes y ven­ta­nas de sus casas para aplau­dir a los sani­ta­rios que cui­dan a los enfer­mos del coro­na­vi­rus. (EFE)

Cier­to es que los médi­cos chi­nos de los cen­tros hos­pi­ta­la­rios de urgen­cias, las trin­che­ras prin­ci­pa­les de esta gue­rra sani­ta­ria, han ido dejan­do pis­tas sobre los pro­ble­mas y solu­cio­nes con los que esta­ban topan­do. No obs­tan­te, toda­vía no había esca­la­do la epi­de­mia en Euro­pa cuan­do en Fran­cia se pro­du­jo una con­tro­ver­sia médi­ca que ha hecho correr ríos de tin­ta en la sani­dad fran­ce­sa: Des­de el pres­ti­gio­so hos­pi­tal uni­ver­si­ta­rio de Mar­se­lla (el IHU), el direc­tor de la uni­dad del Ins­ti­tu­to Medi­te­rrá­neo de Infec­ción, el reco­no­ci­do viró­lo­goDidier Raoult anun­cia­ba en un vídeo “el final de la par­ti­da” con­tra el Covid-19. Raoult, con un cier­to aspec­to de drui­da, se hacía eco de algu­nas reco­men­da­cio­nes chi­nas y corea­nas y había uti­li­za­do en sus pacien­tes una medi­ca­ción que se reco­men­da­ba con­tra la mala­ria, la clo­ro­qui­na, de la que ade­más había muchas y bara­tas exis­ten­cias. 

A Raoult le res­pon­die­ron el Minis­te­rio de Sani­dad fran­cés y el Inserm (el ins­ti­tu­to de inves­ti­ga­cio­nes sani­ta­rias ofi­cial), los mis­mos que aler­ta­ron con­tra el ibu­pro­feno. Reco­men­dar la clo­ro­qui­na era pre­ma­tu­ro y se corrían ries­gos. Para com­pli­car el deba­te clí­ni­co, otros médi­cos de hos­pi­ta­les fran­ce­ses aña­die­ron a la medi­ci­na anti­ma­la­ria una segun­da tera­pia: la azi­tro­mi­ci­na, un anti­bió­ti­co amplia­men­te uti­li­za­do con­tra las neu­mo­nías.

Mien­tras en Fran­cia ha segui­do la polé­mi­ca, que aho­ra se ha tras­la­da­do a los Esta­dos Uni­dos, con el pre­si­den­te Donald Trump defen­dien­do el uso de la clo­ro­qui­na con­tra la opi­nión de sus pro­pios ase­so­res sani­ta­rios, en Ita­lia y en Espa­ña el pro­pio Minis­te­rio de Sani­dad ha reco­men­da­do esta tera­pia. Así que en Espa­ña se está admi­nis­tran­do hidro­xi­clo­ro­qui­na anti­pa­lú­di­ca a pesar de sus efec­tos secun­da­rios por­que, según pare­ce, fun­cio­na, y más toda­vía com­bi­na­da con el men­cio­na­do anti­bió­ti­co.

Tal vez esta osa­día médi­ca expli­que el alto índi­ce de cura­cio­nes que osten­tan los hos­pi­ta­les espa­ño­les, o tal vez sea la abne­ga­ción y el valor de sus recur­sos huma­nos, pues los mate­ria­les están fue­ra de con­trol des­de hace sema­nas, para lo cual medio país ha teni­do que poner­se a bus­car mas­ca­ri­llas o a fabri­car res­pi­ra­do­res. En cual­quier caso, en Espa­ña se está ganan­do la bata­lla de las Ucis, con­tan­do ade­más con unos nive­les de cola­bo­ra­ción social sin pre­ce­den­tes.

Médi­cos espa­ño­les han des­pe­ja­do tam­bién el desa­rro­llo de la enfer­me­dad neu­mó­ni­ca del Covid-19 y han adap­ta­do sus tera­pias al mis­mo. Al pare­cer no es la infec­ción en sí lo que pro­vo­ca la muer­te del enfer­mo sino la sobre­ac­tua­ción del sis­te­ma inmu­no­ló­gi­co una vez el virus se mul­ti­pli­ca en los dos pul­mo­nes. Ese exce­so inmu­no­ló­gi­co pro­vo­ca­ría una infla­ma­ción gene­ra­li­za­da de órga­nos vita­les y con­du­ci­ría a una situa­ción irre­ver­si­ble. Los neu­mó­lo­gos e inter­nis­tas espa­ño­les de urgen­cias han enten­di­do, sin embar­go, que en la fase de la infec­ción hay que com­ba­tir al virus con la clo­ro­qui­na pero una vez se pasa o se está cer­ca de pasar a la fase infla­ma­to­ria hay que olvi­dar­se del virus y pro­ce­der a des­in­fla­mar al enfer­mo con cor­ti­coi­des. En saber mane­jar los tiem­pos y la medi­ca­ción esta­ría la cla­ve de la sana­ción de los enfer­mos gra­ves del virus.

Por qué los gran­des bro­tes en Ita­lia y Espa­ña

La últi­ma cues­tión que nos gus­ta­ría plan­tear no tra­ta de expli­car nin­gu­na de las abun­dan­tes teo­rías cons­pi­ra­ti­vas que cir­cu­lan en torno al coro­na­vi­rus SARS-CoV‑2. Algu­nas muy difun­di­das, como las que seña­lan la exis­ten­cia de un labo­ra­to­rio bio­ló­gi­co mili­tar en Wuhan, de don­de pudo haber­se esca­pa­do el bicho. U otras, más espe­cu­la­res y rela­ti­vas a supues­tas gue­rras micro­bió­ti­cas entre los EE UU y Chi­na, ade­más de las que supo­nen que Bill Gateses una espe­cie de gurú con pode­res en el más allá por­que tras la cri­sis del ébo­la tra­tó de con­cien­ciar a la Huma­ni­dad de los ries­gos de las epi­de­mias víri­cas. 

Hay teo­rías aún más increí­bles, como las del doc­tor nor­te­ame­ri­cano Tho­mas Cowan, quien en la recien­te cum­bre de salud y dere­chos huma­nos en Tuc­son, Ari­zo­na, vino a expli­car la estre­cha rela­ción exis­ten­te entre los virus –una excre­cen­cia bio­ló­gi­ca según los defi­ne– y la con­ta­mi­na­ción radio­ló­gi­ca. Para Cowan no es casua­li­dad que la gri­pe espa­ño­la del 18 se pro­du­je­ra en un momen­to de fuer­te expan­sión de las emi­sio­nes de radio, o que el Covid-19 coin­ci­da aho­ra con la lle­ga­da del 5G en las tele­co­mu­ni­ca­cio­nes.

Mucho más sig­ni­fi­ca­ti­vos que tales cons­pi­ra­cio­nes resul­tan los cono­ci­mien­tos que se están adqui­rien­do res­pec­to al com­por­ta­mien­to del coro­na­vi­rus espe­cí­fi­co Covid-19, del que no se tenía más idea que su pare­ci­do a otros pató­ge­nos ante­rio­res –el Sars o el Mers–, pero poco más. Es ver­dad que muy pron­to se des­ci­fró su com­po­si­ción pri­ma­ria y que se supo que uti­li­za­ba su “coro­na” de pro­teí­nas para enla­zar –tos­ca­men­te, al pare­cer– con la enzi­ma ECA2 –ACE2 en inglés– gra­cias a la cual pene­tra­ba en las célu­las huma­nas des­de don­de se repro­du­ci­ría por millo­nes.

Pero toda­vía se des­co­no­cen aspec­tos fun­da­men­ta­les del virus, tan­tos que se entien­de el des­pis­te gene­ral que han sufri­do los gru­pos de salud públi­ca en el mun­do. De nue­vo es la esta­dís­ti­ca la que echa un cable a la medi­ci­na: los datos rese­ñan que el virus es mayo­ri­ta­ria­men­te asin­to­má­ti­co, que cur­sa con sín­to­mas leves y que afec­ta con mayor gra­ve­dad a per­so­nas mayo­res, a hom­bres más que a muje­res y a enfer­mos de pato­lo­gías pre­vias como car­dio­pa­tías, hiper­ten­sión o dia­be­tes. Pero toda­vía no se sabe por qué estos ras­gos, o las cau­sas por las que se pro­du­cen excep­cio­nes, como tam­po­co se cono­cen las reper­cu­sio­nes de la sobre­ex­po­si­ción al virus o la lla­ma­da car­ga víri­ca de las gotas infec­ta­das que un indi­vi­duo pue­de con­ta­giar o por las que pue­de ser con­ta­gia­do.

El caso de la hiper­ten­sión es par­ti­cu­lar­men­te opa­co. Duran­te la pri­me­ra gran olea­da del virus en Chi­na, un viró­lo­go mexi­cano entre­vis­ta­do por un pres­ti­gio­so medio nacio­nal vino a decir que el pro­ble­ma de los hiper­ten­sos pro­ce­día de su hiper­ac­ti­vi­dad, lo que faci­li­ta­ba su con­ta­gio. Tiem­po des­pués se con­clu­yó que el pro­ble­ma no era la pre­sión san­guí­nea alta sino la medi­ca­ción para mode­rar­la. En con­cre­to se aler­ta­ba sobre el hecho de que algu­nos medi­ca­men­tos inhi­bían la enzi­ma ECA2, la mis­ma que uti­li­za el coro­na­vi­rus para pene­trar en las célu­las y pre­sen­te en los pul­mo­nes, lo que podría ace­le­rar la gra­ve­dad de la infec­ción víri­ca.

Fren­te a estas noti­cias tan­to el Minis­te­rio de Sani­dad fran­cés como el espa­ñol se posi­cio­na­ron para fre­nar las con­clu­sio­nes con­tra la medi­ca­ción anti­hi­per­ten­si­va: no hay nin­gún estu­dio clí­ni­co que corro­bo­re tales supues­tos. Pero muchos médi­cos, ante la duda, han veni­do optan­do por cam­biar a sus pacien­tes el gru­po tera­péu­ti­co con el que con­tro­lan la ten­sión arte­rial. Has­ta que doc­to­res chi­nos de hos­pi­ta­les y el reco­no­ci­do inter­nis­ta de Har­vard, Leo Galland, han dic­ta­mi­na­do todo lo con­tra­rio: los pacien­tes hiper­ten­sos tra­ta­dos con medi­ca­men­tos BRA que blo­quean la angio­ten­si­na II –una hor­mo­na vaso­cons­tric­to­ra– que se pro­du­ce gra­cias a nues­tra ami­ga la enzi­ma ECA2 de los pul­mo­nes, esta­rían en mejo­res con­di­cio­nes de mejo­rar fren­te al Covid-19, dado que el virus pro­vo­ca el “ago­ta­mien­to” de la enzi­ma, y cuan­tas más enzi­mas menos ago­ta­mien­to. Todo un lío en un apa­sio­na­do deba­te médi­co de aho­ra mis­mo.

Y algo pare­ci­do ocu­rre con las hipó­te­sis tér­mi­cas y geo­grá­fi­cas. A estas altu­ras, por ejem­plo, sabe­mos poco de la posi­ble trans­mi­sión del coro­na­vi­rus por el agua, por los ali­men­tos o inclu­so por la acti­vi­dad sexual. Se supo­ne que con el calor se miti­ga­rá su acti­vi­dad, pero nadie está segu­ro de ello, como tam­po­co del carác­ter esta­cio­nal del virus, mien­tras todo el mun­do se pre­pa­ra para una segun­da olea­da del Covid-19 una vez con­clu­yan las cua­ren­te­nas, segun­da olea­da que en el caso de la gri­pe del 18 fue la real­men­te mor­tí­fe­ra.

Un estu­dio de la uni­ver­si­dad nor­te­ame­ri­ca­na de Mary­land diri­gi­do por Moham­mad Sajadytam­bién esta­dís­ti­co, con­cluía hace la eter­ni­dad de un mes que el Covid-19 mos­tra­ba bro­tes mucho más inten­sos en una lati­tud geo­grá­fi­ca del hemis­fe­rio nor­te coin­ci­dien­do con tem­pe­ra­tu­ras entre 5 y 10–12 gra­dos y una hume­dad rela­ti­va entre el 45 y el 80%. Nada de eso se ha demos­tra­do por más que en esa fran­ja hayan coin­ci­di­do el Wuhan chino, Ita­lia, Espa­ña y Esta­dos Uni­dos, así como otros muchos paí­ses con una inci­den­cia de con­ta­gios mucho más baja. Otro estu­dio geo­grá­fi­co, este de la Uni­ver­si­dad de Ali­can­te, con­clu­ye que el virus no se tras­mi­te por el aire, dado que si fue­ra así la corrien­te prin­ci­pal des­de Chi­na toma­ría la direc­ción Este y no la con­tra­ria, como ha ocu­rri­do con el Covid-19: lue­go sería el con­ta­gio direc­to entre per­so­nas el que actúa en esta enfer­me­dad.

Hay quien, en cam­bio, atri­bu­ye a la cul­tu­ra social de los lati­nos la per­sis­ten­cia e inten­si­dad del bro­te víri­co en Espa­ña e Ita­lia. Más socia­bi­li­dad, una mayor cali­dad de vida gra­cias a la die­ta medi­te­rrá­nea, una gené­ti­ca más inmu­no­ló­gi­ca, una demo­gra­fía con pirá­mi­des de pobla­ción más enve­je­ci­da gra­cias tam­bién a la salu­da­ble acti­tud ante la exis­ten­cia de espa­ño­les e ita­lia­nos… todo esto por sepa­ra­do o a la vez, esta­ría jugan­do en con­tra de ambos paí­ses. Pero resul­ta tam­bién con­tra­dic­to­rio que úni­ca­men­te ocu­rra aquí, y que paí­ses como Gre­cia, Por­tu­gal o Mal­ta, tan medi­te­rrá­neos como noso­tros, ten­gan unos índi­ces muy bajos de pade­ci­mien­tos por el Covid-19.

Tam­po­co Nue­va York o Nue­va Jer­sey, don­de aho­ra el virus está ata­can­do con mayor viru­len­cia, se ase­me­jan dema­sia­do a las for­mas de vida medi­te­rrá­neas, y es la hora en que está por ver, del mis­mo modo, cómo se com­por­ta el Covid-19 en paí­ses como el Rei­no Uni­do, Ale­ma­nia, Rusia o los terri­to­rios escan­di­na­vos, peri­fé­ri­cos a la cri­sis sani­ta­ria has­ta la fecha. 

Como han podi­do com­pro­bar, todo un océano de dudas. Y esa es la prin­ci­pal con­clu­sión actual de la pan­de­mia pro­vo­ca­da por este coro­na­vi­rus: que la cien­cia no es todo­po­de­ro­sa y que nece­si­ta tiem­po y recur­sos para lle­gar al cono­ci­mien­to com­ple­jo de las cosas, y que por más que haya­mos con­ver­ti­do el pla­ne­ta en nues­tro cha­let de vaca­cio­nes, segui­mos a mer­ced de los dio­ses de la natu­ra­le­za y pade­cien­do una fra­gi­li­dad bio­ló­gi­ca cier­ta­men­te inevi­ta­ble. El hom­bre, cada vez que se enfren­ta al dra­ma de la exis­ten­cia, reci­be una lec­ción de humil­dad.

(*) La fábu­la de Sis­sa: La leyen­da popu­lar narra que un prín­ci­pe hin­dú, afli­gi­do por la tris­te­za infi­ni­ta de la pér­di­da de un hijo, pudo entre­te­ner­se al fin gra­cias a un nue­vo jue­go que le ense­ñó uno de sus súb­di­tos, de nom­bre Sis­sa. Ese jue­go era el aje­drez, y com­pla­ció tan­to al prín­ci­pe que éste qui­so recom­pen­sar a Sis­sa. 

Píde­me lo que quie­ras por este inge­nio­sí­si­mo jue­go,le dijo… 

A lo que Sis­sa res­pon­dió: —Mi señor, dame un grano de tri­go por cada casi­lla… 

El prín­ci­pe, asom­bra­do por la peti­ción, le res­pon­dió con des­dén: —¿Un sim­ple grano de tri­go por cada casi­lla? 

Enton­ces Sis­sa le repli­có: —Está bien, dame el doble por cada casi­lla… 

A lo que de nue­vo con­tes­tó el prín­ci­pe con cier­ta irri­ta­ción: —De acuer­do, cada casi­lla dupli­ca­rá a la siguien­te…y sol­tó una gran car­ca­ja­da. 

Enton­ces se pusie­ron a con­tar y el resul­ta­do dejó boquia­bier­to al prín­ci­pe: daba en la últi­ma casi­lla 263; lo que, tenien­do en cuen­ta que en un kilo de tri­go pue­de haber has­ta unos 25.000 gra­nos, equi­va­le a 737.869.762.948 tone­la­das de tri­go, o lo que es lo mis­mo: la pro­duc­ción mun­dial de tri­go de algo más de los pró­xi­mos 1.000 años. 

Eso es un cre­ci­mien­to expo­nen­cial: 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128 en la pri­me­ra línea del table­ro; 256, 512, 1.024, 2.048, 4.096, 8.192, 16.384, 32.768 en la segun­da…  

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