Nece­si­to del mar por­que me ense­ña; no sé si apren­do músi­ca o con­cien­cia: no sé si es ola o sola, o ser pro­fun­do. O sólo ron­ca voz o des­lum­bre supo­si­ción de peces y navíos. El hecho es que has­ta cuan­do estoy dor­mi­do, de algún modo mag­né­ti­co circu­lo en la uni­ver­si­dad del olea­je”. Este poe­ma se lo robo a Pablo Neru­da pues me lle­va a pen­sar en la obra y mane­ra de ser de Ana Doca­vo.

El mar como mate­ria pri­ma, el mar como fuen­te de ins­pi­ra­ción. Es el mar infi­ni­to quien ha lle­va­do a Ana Doca­vo a des­cu­brir a la artis­ta que lle­va­ba den­tro. Una artis­ta nada con­ven­cio­nal, que ha con­ver­ti­do su “afi­ción”, el buceo y el mar, en su tra­ba­jo y fuen­te de ins­pi­ra­ción.

Doca­vo, escul­pe y pin­ta con ele­men­tos mari­nos, encon­tra­dos en las inmer­sio­nes que rea- liza por los océa­nos, tra­tan­do de refle­jar la belle­za de los colo­res que allí se escon­den, ese cro­ma­tis­mo mági­co que a todos nos eclip­sa cuan­do nos hemos sumer­gi­do bajo las aguas.

Voy a reco­no­cer que pocas son las per­so­nas que levan­tan mi envi­dia y Ana lo logró des­de el pri­mer minu­to que entré en su estu­dio y me puse a hablar con ella: rodea­da de tan­ta belle­za, la luz, el mar y todos los colo­res que éste nos rega­la, con­ver­ti­dos en pie­zas artís­ti­cas, pie­zas úni­cas lle­nas de vida en el que la natu­ra­le­za res­pi­ra. Pan­to­nes de los océa­nos en eri­zos enmar­ca­dos en meta­cri­la­tos, lan­gos­tas que sue­ñan ser esta­tuas, con- chas que flo­tan… todos pare­cen latir en sus nue­vas vidas. De diver­sos mares: For­men­te­ra, las Mal­di­vas, Sey­che­lles, Mallor­ca o Dénia… vie­nen para for­mar par­te de su arte, todos han sido bucea­dos por ella y de sus fon­dos ha guar­da­do imá­ge­nes como moti­vo de ins­pi­ra­ción y mate­ria­les que recon­vier­te en pin­tu­ras y escul­tu­ras de belle­za casi indes­crip­ti­ble. ¡Bucean­do encuen­tra la ins­pi­ra­ción!

Ana Doca­vo es una artis­ta dife­ren­te que no deja de sor­pren­der allá don­de ense­ña sus obras: Nue­va York, París, Japón… De ver­dad hacía tiem­po que nin­gún artis­ta me sor­­pren- día de tal mane­ra, ni una obra me cau­sa tal entu­sias­mo: es el mar y la cal­ma, sus colo­res, la belle­za de sus com­po­si­cio­nes la que me hace sen­tir bien cuan­do los miro como cuan­do estoy fren­te al mar y escu­cho sus olas.

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