En la crisis de 2007, la deriva social, económica y culinaria nos llevó a dos extremos: lo barato y lo (casi) exclusivo. Desapareció una parte de la clase media como desaparecieron los tickets moderados. Y, con ellos, muchas de las propuestas de buen nivel que superaban lo básico pero no tenían por qué ubicarse en las zonas Premium.
Hoy la variedad es mucho mayor que entonces. Aunque también el coste vital. Cuando hace 15 años superar los 30 euros hacía levantar las orejas a los comensales, en 2025 comer por debajo de 40 es casi milagroso si se busca calidad. Y eso juega en contra de los clientes, pero también de los empresarios de la hostelería.
Bien lo saben Germán Carrizo y Carito Lourenço. En una década han pasado de apostar por asesorar nuevos proyectos a consolidar Doña Petroña, conseguir una Estrella Michelin para Fierro, surtir de dulces a la ciudad con La Central de Postres y convertirse en los herederos de Maipi. Pero, curiosamente, jamás se habían planteado como argentinos apostar por un asador, aunque no sea al uso.
Lee el reportaje completo de David Blay en el Almanaque Gastronómico CV
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