Comer en Kibo nun­ca supo­ne la mis­ma expe­rien­cia. En par­te por su apues­ta por mez­clar ingre­dien­tes medi­te­rrá­neos y tra­di­ción japo­ne­sa, usan­do la tem­po­ra­da como foco. Pero tam­bién por una car­ta mucho más amplia de lo habi­tual en loca­les de simi­la­res carac­te­rís­ti­cas.

Si bien dis­po­nen de un menú de medio­día entre sema­na a un pre­cio de 21 euros y de una opción de degus­ta­ción (muy com­ple­ta) por 58 euros, el comen­sal podría vol­ver al menos una vez al mes y ape­nas repe­tir pla­tos. Una ven­ta­ja en la mayo­ría de los casos, pero qui­zá un aspec­to que res­ta ancla­jes emo­cio­na­les a quie­nes per­si­guen rece­tas que se que­dan en la memo­ria y que bus­cas vol­ver a ser dis­fru­ta­das una y otra vez.

 

Lee el repor­ta­je com­ple­to de David Blay en el Alma­na­que Gas­tro­nó­mi­co CV

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