La película, de acceso libre y con entrada gratuita, se proyectará el domingo 27 de agosto (22 h.) en el claustro gótico de la institución

El joven Phi­lip­pe Dion­net en el papel del joven «Yoyo».

Yoyo, la obra maes­tra del actor y direc­tor fran­cés Pie­rre Étaix (1928–2016), es el títu­lo que lle­ga el domin­go 27 de agos­to al CCC­Ci­ne­ma d’Estiu. La pro­yec­ción se inte­gra en el ciclo bau­ti­za­do como ¿De qué nos reí­mos en Euro­pa?, que este año cum­ple su quin­ta edi­ción y que ha sido coor­di­na­da por el crí­ti­co Daniel Gas­có. En total, la selec­ción inclu­ye 25 títu­los que se pro­yec­ta­rán has­ta el pró­xi­mo 31 de agos­to, a las 22 horas, en el claus­tro góti­co del el  Cen­tre del Car­me Cul­tu­ra Con­tem­po­rà­nia (CCCC). La entra­da es libre (has­ta com­ple­tar el afo­ro) y gra­tui­ta.

Entre los prin­ci­pa­les acti­vos del film des­ta­ca el guion de Jean-Clau­­de Carriè­re, cola­bo­ra­dor habi­tual de Buñuel, para el que escri­bió el libre­to de títu­los como Dia­rio de una cama­re­ra (1964), Belle de jour (1967), El dis­cre­to encan­to de la bur­gue­sía (1972), El fan­tas­ma de la liber­tad (1974) o Ese oscu­ro obje­to del deseo (1977). Carriè­re, uno de los gran­des nom­bres del surrea­lis­mo fran­cés, tam­bién cola­bo­ró con direc­to­res como Luís Gar­cía Ber­lan­ga (Tama­ño natu­ral), Vol­ker Schlön­dorff (El tam­bor de oja­la­ta), Louis Malle (Milou en mayo) o Milos For­man (Los fan­tas­mas de goya).

Uno de los datos que con­tri­bu­yó a afian­zar el pres­ti­gio de la pelí­cu­la fue que el humo­ris­ta Jerry Lewis, duran­te una visi­ta a Fran­cia, la vio y que­dó fas­ci­na­do has­ta tal pun­to que pidió cono­cer a Étaix. La cin­ta, ade­más, le ins­pi­ró su títu­lo más famo­so, pese a estar incom­ple­to y que nun­ca se haya pro­yec­ta­do: El día que el paya­so llo­ró (1972), que no podrá estre­nar­se has­ta 2024, por expre­so deseo del cómi­co.

La pelí­cu­la inclu­ye un peque­ño gui­ño al direc­tor Fede­ri­co Felli­ni, con quien tra­ba­jó en Los clowns (1970), una de las gran­des influen­cias de Étaix. Cuan­do el cir­co lle­ga al pue­blo, en el car­tel anun­cia­dor apa­re­cen Zam­pano y Gel­so­mi­na ‚los per­so­na­jes que inter­pre­ta­ron Anthony Quinn y Giu­liet­ta Masi­na en La Stra­da. Otros gui­ños van diri­gi­dos a Char­lie Cha­plin y Bus­ter Kea­ton, a los que Étaix admi­ra­ba.

Pie­rre Étaix en una esce­na de la pelí­cu­la que él mis­mo diri­gió.

Todo… menos el amor

La pelí­cu­la cuen­ta la his­to­ria de un millo­na­rio (el pro­pio Étaix) que lo tie­ne todo—decenas de sir­vien­tes, un pala­cio, exten­sos bos­ques, jar­di­nes, un lago, jugue­tes mecá­ni­cos, gru­pos de entre­te­ni­mien­to pri­va­dos for­ma­dos por músi­cos y bai­la­ri­nes— menos el amor.

Un día, con la cri­sis del 29, pier­de toda su for­tu­na y deci­de unir­se a un cir­co como paya­so. Allí se reen­cuen­tra con una joven ama­zo­na, Iso­li­na (Clau­di­ne Auger), su amor de juven­tud, con la que tuvo un hijo que no cono­cía: YoYo (Phi­lip­pe Dion­net). El tiem­po pasa y un día Yo-Yo, gra­cias a su éxi­to en el mun­do del cir­co, se con­vier­te en el due­ño del dete­rio­ra­do pala­cio de su padre. Empe­zan­do des­de cero, lo recons­trui­rá y será elo­gia­do como un gran paya­so, un artis­ta, un cineas­ta, un millo­na­rio. Sin embar­go, aca­ba escla­vo de una vida que no es la que él que­ría.

La carre­ra cine­ma­to­grá­fi­co de Étaix se limi­ta (prác­ti­ca­men­te) a cin­co lar­go­me­tra­jes y varios cor­tos roda­dos a lo lar­go de una déca­da (entre 1961 y 1971), y pese a su influen­cia en la come­dia fran­ce­sa—Jac­ques Tati con­tó con él para su obra maes­tra Mi tío— su obra es poco cono­ci­da. El prin­ci­pal pro­ble­ma fue el plei­to por dere­chos de autor que le enfren­ta­ron a él y Carriè­re con su pro­duc­to­ra y que duró más de 20 años. Cuan­do, en 2010, la jus­ti­cia le dio la razón, toda­vía tuvo que espe­rar varios años a que se res­tau­ra­ran los ori­gi­na­les, que se encon­tra­ban en un esta­do peno­so de con­ser­va­ción.

La pelí­cu­la, poco cono­ci­da en Espa­ña —en Valen­cia, la Fil­mo­te­ca le dedi­có una retros­pec­ti­va en 2011— ganó el Gran Pre­mio de la Juven­tud en el Fes­ti­val de Can­nes de 1965 y el OCIC (que entre­ga la Inter­na­tio­nal Catho­lic Orga­ni­za­tion for Cine­ma and Audio­vi­sual) en el de Vene­cia. Este reco­no­ci­mien­to se suma al Oscar que logró en 1963 con su cor­to Heu­reux anni­ver­sai­re.

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