El submarino amarillo ya es campeón. Tocaba serlo, era el día, lo sabían los jugadores, lo sabía la afición, lo sabía su presidente, Fernando Roig, que tenía que vivirlo desde casa y así lo hicieron saber a sus rivales y a toda Europa.
Una tanda de penaltis de récord e histórica
Tras un partido que acabó uno a uno, con prórroga, se entraba en una tanda de penaltis histórica por muchos motivos.
El Villarreal iba acertando todos, uno a uno, con goles de Gerard Moreno, Rada, Alcácer, Alberto Moreno y Parejo a lo que el Manchester respondía con lo mismo, y así se llegaba al cinco a cinco en los penaltis. Y empezaba la muerte súbita.

Moi Gómez lograba el sexto y Fred hacía lo propio para el United. Ya en el séptimo, el turno era para el veterano defensa valenciano Raúl Albiol. Y el capitán del equipo, también marcaba con gran tranquilidad. Y ahí, James respondía también para marcar.
Era el turno de Coquelin. El ex del Valencia, otro de tantos en el equipo amarillo también marcaba, por toda la escuadra, y ya iban ocho seguidos. Pero el Manchester también marcaba el suyo.
Tras 16 penaltis marcados de forma consecutiva. Le tocaba lanzar a Mario y, cómo no, también marcaba. Y tras el gol del Manchester la responsabilidad caía en las botas de un canterano como Pau Torres que también lograba marcar.
Ya se había batido, por entonces, el récord de aciertos de penaltis en una final europea. Pero no era suficiente, faltaba un poco más. Algo más de sufrimiento, porque iba a valer la pena, y tanto que sí…
Y ya le tocaba, por eliminación, el turno a los porteros, primero era Jerónimo y, para darle más emoción a la cosa, también marcaba de forma sensacional su penalti. Finalmente, De Gea era quien fallaba, por fin, para hacer campeón al Villarreal por primera vez en su historia.
Gdansk quedará para siempre en la historia de este submarino amarillo que, desde allí, desde el mar Báltico, vuelve a sumergirse en las aguas europeas, rumbo a casa, pero sacando siempre el periscopio para otear sus próximos objetivos. Ahora, con algo más de experiencia, con un poco más de sabiduría y con la tranquilidad y la alegría que da tener, por fin, un título en su palmarés.
La historia de una final para la épica
El Villarreal llegaba a su primera final europea y luchaba por conseguir, por fin, el primer título para su palmarés en sus casi 100 años de historia, pues se fundó el 10 de marzo de 1923. Un equipo que, con Fernando Roig al frente, ha logrado deslumbrar a España y a Europa en diversas ocasiones, como cuando fue subcampeón de la Liga en la temporada 2007/08 o cuando llegó a la semifinal de la Liga de Campeones, en 2006.
Pero ahora, nada de esto jugaba, ni tampoco las tres Ligas de Campeones del Manchester United o sus 20 títulos de Liga o sino, simplemente, los jugadores, de uno y otro equipo, que buscaban un trofeo que, pasara lo que pasara, iba a tener una trascendencia muy diferente en uno y otro lado.

El encuentro arrancaba con el Manchester, como era previsible, encerrando al Villarreal en su campo. Pero no acababan de generar un peligro claro.
En el minuto 29 del partido Dani Parejo, cómo no, sacó una falta y su compañero Gerard Moreno, en el segundo palo, estaba más atento que todo el mundo y lograba avanzar a su equipo con un gol que forma parte ya de la historia del Villarreal. El Manchester dominaba el juego y la posesión, pero el equipo castellonense se mostraba más eficiente, que, en definitva, es lo que importa en partidos decisivos como este.
La ilusión, la alegría, la pasión, los sueños, se desataban entre la afición amarilla y, por extensión, en toda una ciudad que vivía una noche, literalmente, pegada a la televisión. Una de esas veladas que nunca se olvidan.
El equipo entrenado por Unai Emery aguantó la ventaja hasta el minuto 54 de esta final cuando Cavani lograba el empate con un gol que vino acompañado de la tensión propia que ocasionan las revisiones del VAR. Pero, al final, el árbitro concedía el tanto para el equipo inglés.
Tocaba volver a remar, sacar la garra, la casta, el tesón de un equipo, de un club, de una ciudad, que saben muy bien lo complicado que ha sido llegar hasta aquí y que no estaban dispuestos a dejarse doblegar hasta el último aliento.

La gran final de la Europa League llegaba al minuto 90 con empate en el marcador. Emery apuraba casi todos sus cambios, pues sabía que enfrente tenía a un equipo con más físico, con más rodaje y, lo que era, tal vez, más preocupante, con más experiencia en lides similares.
Y así, con empate a uno en el marcador, se llegaba al final de los 90 minutos reglamentarios y arrancaba una prórroga tan incierta como agónica.
Prórroga tras el empate a uno en los primeros 90 minutos

Con los dos equipos fundidos, en apariencia, los castellonenses algo más, la prórroga empezaba, pero, ya se sabe, en momentos así cualquier cosa puede pasar y las ocasiones se sucedieron en una y otra área mientras que, la respiración se contenía en uno y otro lado de la grada. Paco Alcácer y Gerard Moreno se entendían a la perfección y disfrutaban de varias ocasiones que podrían haber sido decisivas. Poco después De Gea despejaba a córner otra, en este caso de Raúl Albiol. El Villarreal generaba peligro, sobre todo, a balón parado, que era como había llegado, precisamente, su gol.
Treinta minutos que, a pesar de la insistencia en ataque del Villarreal, y del entusiasmo de su afición desde la grada, finalizaban con empate a uno, dando paso así a unos penaltis con el desenlace ya conocido y glorioso para el Villarreal.




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