La dise­ña­do­ra y edi­to­ra valen­cia­na Car­la Gómez de Lechón ha publi­ca­do un cuen­to para expli­car a los más peque­ños la pan­de­mia del COVID-19, así como «ren­dir home­na­je a los niños que se por­ta­ron como autén­ti­cos cam­peo­nes duran­te la cua­ren­te­na», según expli­ca la pro­pia auto­ra en el perió­di­co de la dió­ce­sis de Valen­cia, Para­ula.

Un bichi­to muy, muy feo es un cuen­to, ilus­tra­do con los dibu­jos de Mar­ta Arnau, con el que Car­la Gómez de Lechón encon­tró la for­ma de expli­car­le a su hija Manue­la, de 3 años, qué esta­ba pasan­do y qué era «ese bichi­to del que todo el mun­do habla­ba», expli­ca.

El rela­to «pre­ten­de res­pon­der a pre­gun­tas que se hacían los niños y niñas como ¿por qué nos hemos de que­dar en casa sin salir?, ¿por qué no voy al cole?, ¿por qué no pue­do bajar a jugar al par­que?, ¿por qué no pue­do ver a los abue­los? o ¿qué está pasan­do?, entre otras.

Con un tex­to com­pues­to por estro­fas en rima, el rela­to cuen­ta «la his­to­ria pro­ta­go­ni­za­da por un bichi­to y todos los niños que se han por­ta­do genial duran­te la cua­ren­te­na», según la auto­ra, que ase­gu­ra que el cuen­to «pue­de ser un recuer­do de esta épo­ca fea de encie­rro, para cual­quier fami­lia con niños».

Tan­to el con­te­ni­do como el títu­lo se ins­pi­ran en algu­nos comen­ta­rios que hacía la pro­pia hija de la auto­ra, que «cada vez que alguien de la fami­lia salía a com­prar, pre­gun­ta­ba si había vis­to al bichi­to», aña­de. Asi­mis­mo, la dise­ña­do­ra valen­cia­na reco­no­ce que «el hecho de ser cre­yen­tes, nos ha ayu­da­do a vivir la pan­de­mia des­de la cal­ma», ya que han vivi­do momen­tos de ora­ción en fami­lia y han podi­do dis­fru­tar de un tiem­po jun­tos, «que en una situa­ción nor­mal, cuan­do vamos de cabe­za, no ocu­rre», según Car­la.

El bene­fi­cio de la ven­ta de los ejem­pla­res será des­ti­na­do a los eco­no­ma­tos de Cári­tas Dio­ce­sa­na y la ayu­da a per­so­nas con esca­sos recur­sos. Duran­te el con­fi­na­mien­to, ase­gu­ra «fui­mos cons­cien­tes de la tris­te reali­dad que muchas per­so­nas vivían en la calle, empe­za­mos a refle­xio­nar con los niños sobre cómo era posi­ble que nos que­já­ra­mos de estar en casa y no poder salir, a pesar de todas las como­di­da­des que tenía­mos, cuan­do esos días había gen­te vivien­do la pan­de­mia en la calle», comen­ta Car­la.

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