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El “10é Cicle de Companyies Valencianes” programa la presentación de la primera obra de la formación Vivirei Teatro, fundada por la actriz, dramaturga y directora de escena Iria Márquez, madrileña de origen gallego y afincada en Valencia.

Lo per­so­nal, muchas veces es uni­ver­sal, es lo que opi­na la actriz, dra­ma­tur­ga y direc­to­ra de esce­na Iria Már­quez, que esta sema­na estre­na en Sala Rus­sa­fa la pie­za de auto­fic­ción Un lugar de par­ti­da, que per­ma­ne­ce­rá en car­tel del 29 de abril al 9 de mayo. La obra for­ma par­te del pro­gra­ma “Gra­ners de Crea­ció”, que esti­mu­la la pues­ta en pie de espec­tácu­los por par­te de crea­do­res loca­les. Y se inser­ta en la pro­gra­ma­ción del “10é Cicle de Com­pan­yies Valen­cia­nes” del tea­tro de Ruza­fa de la mano de Vivi­rei Tea­tro, for­ma­ción que la crea­do­ra ha fun­da­do para desa­rro­llar sus pro­yec­tos pro­pios.

 

A la hora de escri­bir el espec­tácu­lo que Sala Rus­sa­fa estre­na esta sema­na, Már­quez se ha basa­do en la expe­rien­cia de sus padres, una joven pare­ja que emi­gró a Ale­ma­nia en los años 60, cuan­do Espa­ña se con­vir­tió en pro­vee­dor de mano de obra para gran par­te de Euro­pa, con más de un millón de ciu­da­da­nos salien­do de sus fron­te­ras en poco más de una déca­da.

 

Una obra basada en las migraciones españolas de los años 60

Una aven­tu­ra que en la fami­lia se repi­tió más tar­de, en 2008, cuan­do su her­mano se ins­ta­ló en Esta­dos Uni­dos para cre­cer pro­fe­sio­nal­men­te. Y que ella tam­bién ha vivi­do, tras­la­dan­do su resi­den­cia a Valen­cia des­de hace sie­te años para desa­rro­llar una carre­ra liga­da a la com­pa­ñía de tea­tro Arden y al Cen­tre Cul­tu­ral i Docent Sala Rus­sa­fa, don­de impar­te cla­ses de inter­pre­ta­ción, ade­más de par­ti­ci­par en las pro­duc­cio­nes pro­pias del tea­tro.

 

“Es muy curio­so ver cómo cada uno de mis padres vivió la emi­gra­ción de mane­ra dife­ren­te y cómo al mar­char­nos por moti­vos de tra­ba­jo mi her­mano y yo, con cir­cuns­tan­cias muy dis­tin­tas, segu­ra­men­te hemos tenien­do con­flic­tos simi­la­res, como la año­ran­za, la des­lo­ca­li­za­ción, la bús­que­da de un lugar que poder con­si­de­rar pro­pio”, refle­xio­na Már­quez, quien ha bucea­do en su his­to­ria fami­liar para enten­der­se a sí mis­ma, pero tam­bién a una socie­dad que muchas veces impul­sa estos des­pla­za­mien­tos de pobla­ción sin ser cons­cien­te de lo que impli­can.

 

La crea­do­ra que­ría poner en cues­tión has­ta qué pun­to este tipo de fenó­me­nos res­pon­de ver­da­de­ra­men­te a deci­sio­nes per­so­na­les. “El Fran­quis­mo ani­ma­ba a salir de Espa­ña con una pro­me­sa de pros­pe­ri­dad que sedu­jo a muchí­si­ma gen­te.

Igual que los cole­ta­zos de la cri­sis inmo­bi­lia­ria lle­va­ron al éxo­do a muchí­si­mos jóve­nes que que­rían bus­car­se un futu­ro. Pero nadie esta­ba tenien­do en cuen­ta las con­se­cuen­cias per­so­na­les, emo­cio­na­les y vita­les, que tenía para esa gen­te el des­pla­za­mien­to”.

De ahí el títu­lo de la pie­za, Un lugar de par­ti­da que “no solo hace refe­ren­cia al ini­cio de un via­je, tam­bién a la frac­tu­ra que se sufre cuan­do tie­nes la cabe­za y el cora­zón en un sitio mien­tras que el cuer­po está en otro”, según la actriz, direc­to­ra y dra­ma­tur­ga.

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