Una esce­na de la obra «Ama­lia y el río».

El nuevo espectáculo de la compañía extremeña Teatro Guirigai, basado en una historia real, se estrena este fin de semana

Una esce­na de la obra «Ama­lia y el río».

Sala Rus­sa­fa estre­na este fin de sema­na el nue­vo espec­tácu­lo de la com­pa­ñía extre­me­ña Tea­tro Gui­ri­gai. El 29 y 30 de octu­bre pue­de ver­se en el tea­tro de Ruza­fa Ama­lia y el río, basa­da en el tes­ti­mo­nio real de una mujer que se dedi­có al con­tra­ban­do y estra­per­lo para sub­sis­tir duran­te la pos­gue­rra. 

La his­to­ria ha silen­cia­do una reali­dad que fue coti­dia­na duran­te la déca­da de los años 40 y 50, cuan­do el país esta­ba des­trui­do por la con­tien­da civil y ais­la­do a cau­sa de la dic­ta­du­ra fran­quis­ta. En cada fami­lia había peque­ños true­ques, ali­men­tos obte­ni­dos de estra­per­lo. «Esto no apa­re­ce más que de refi­lón en las pelí­cu­las o en los libros que se han hecho sobre la épo­ca. Qui­zás no se habla de ello por ver­güen­za, a nadie le gus­ta reco­no­cer que ha sido pobre o que ha hecho cosas que esta­ban per­se­gui­das. Pero de algu­na mane­ra había que comer», comen­ta Agus­tín Igle­sias, autor y direc­tor de la obra, que se inte­gra en el Ciclo de Com­pa­ñías Nacio­na­les de Sala Rus­sa­fa. 

Ama­lia y el río nace del hallaz­go de la tesis doc­to­ral del pro­fe­sor uni­ver­si­ta­rio Euse­bio Medi­na que habla­ba sobre el estra­per­lo y con­tra­ban­do en la pro­vin­cia de Extre­ma­du­ra, lin­dan­te con Por­tu­gal. Incluía la trans­crip­ción de tes­ti­mo­nios ora­les don­de des­ta­ca­ba el de Anto­nia La Liri­na, veci­na de Oli­ven­za. Igle­sias que­dó fas­ci­na­do por la for­ta­le­za y vita­li­dad de esa mujer, que repre­sen­ta­ba a tan­tas otras del momen­to. «Había comu­ni­da­des de mochi­le­ras que se car­ga­ban 30 kilos de pro­duc­to a la espal­da, cami­na­ban duran­te horas de noche y se metían en el río para cru­zar la fron­te­ra.

Ama­lia, la pro­ta­go­nis­ta de la obra, inter­pre­ta­da por Mag­da Gar­­cía-Are­­nal.

Era un ofi­cio extre­ma­da­men­te duro por muchas cosas, no solo el des­gas­te físi­co. Había com­pe­ten­cia entre ellas y con los hom­bres con­tra­ban­dis­tas. Pero, sobre todo, esta­ba el peli­gro de ser dete­ni­das, de que les roba­ran la mer­can­cía los guar­dinhas o la guar­dia civil, o de que abu­sa­ran de ellas», expli­ca Igle­sias. Por eso se esta­ble­cía una soro­ri­dad con la que bus­ca­ban pro­te­ger­se, pero a veces era trai­cio­na­da por las denun­cias entre com­pa­ñe­ras o inclu­so des­de la pro­pia fami­lia. 

La obra de Tea­tro Gui­ri­gai recrea esta face­ta de la his­to­ria de Espa­ña a tra­vés del per­so­na­je de Ama­lia, ins­pi­ra­do en Anto­nia, una mujer que fue mochi­le­ra des­de 1942 a 1964, cuan­do tuvo que emi­grar a Bar­ce­lo­na viu­da y con 8 hijos para seguir sobre­vi­vien­do. 

Mag­da Gar­­cía-Are­­nal encar­na a la pro­ta­go­nis­ta de Ama­lia y el río, que regre­sa al pue­blo y a los pai­sa­jes de su juven­tud como en un ensue­ño, mez­clan­do el pasa­do con su pre­sen­te, recor­dan­do las can­cio­nes de su madre que ento­na­ba en sus sali­das noc­tur­nas, con gru­pos de muje­res atra­ve­san­do las aguas frías bajo la luna. 

Com­par­te esce­na­rio con Cán­di­do Gómez, que inter­pre­ta a El Hom­bre de Pie­dra, repre­sen­ta­ción de las dife­ren­tes encar­na­cio­nes que adop­ta­ba el patriar­ca­do en una socie­dad en la que las muje­res habían per­di­do sus dere­chos y eran con­si­de­ra­das eter­nas meno­res de edad, al car­go de sus mari­dos o padres. La pues­ta en esce­na se com­ple­ta con una esce­no­gra­fía oní­ri­ca, crea­da por Mar­ce­lino de San­tia­go Kukas, la músi­ca ori­gi­nal de Irma Cata­li­na y la ilu­mi­na­ción de Lucía Alva­ra­do.

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