Ima­gen del dis­tri­to Small Heath en el Bir­mingham de entre­gue­rras, según la esce­no­gra­fía de la serie Peaky Blin­ders.

La eco­no­mía le está ganan­do la par­ti­da a la salud como antes se la ganó al medio ambien­te. Ha habi­do tiem­pos peo­res, no obs­tan­te. La pri­me­ra indus­tria­li­za­ción dejó un esce­na­rio deso­la­dor a su paso. Bas­ta ver la serie de los Peaky Blin­ders para ima­gi­nar­se la vida en el Bir­mingham de prin­ci­pios del siglo XX entre nubes de car­bón y meta­lur­gias. Aho­ra, fren­te al coro­na­vi­rus mutan­te la pri­me­ra línea de com­ba­te con­sis­tió en resis­tirlos emba­tes de la enfer­me­dad. Arma­dos de para­ce­ta­mol, diver­sos arse­na­les anti­vi­ra­les ya cono­ci­dos, res­pi­ra­do­res insu­fi­cien­tes y equi­pos de pro­tec­ción par­chea­dos con bol­sas de basu­ra, los sani­ta­rios cura­ban ani­ma­dos por el himno del Dúo Diná­mi­co y el olea­je de los aplau­sos des­de los bal­co­nes. Fin de la pri­me­ra par­te.

Ya ape­nas se ova­cio­na a nadie. Hace días que la corrien­te domi­nan­te es la que cri­ti­ca sin pie­dad a los gobier­nos. Como quie­ra que la sani­dad está trans­fe­ri­da y en el Minis­te­rio de Sani­dad que­da­ban cua­tro, las res­pon­sa­bi­li­da­des pare­cen alcan­zar a todos. Pero muchos men­sa­jes de whatsapp dan mie­do, radio­gra­fían un país mani­queo como pocos, toca­do toda­vía en su memo­ria colec­ti­va por la tra­ge­dia y las con­se­cuen­cias de la gue­rra inci­vil, don­de se lle­va la pug­na polí­ti­ca a los extre­mos de modo recu­rren­te. 

Los dos inte­lec­tua­les del Gobierno, Iván Redon­do y Manuel Cas­tells, teo­ri­zan la con­ve­nien­cia de una posi­ción ideo­ló­gi­ca níti­da, sin com­po­nen­das con el ala con­ser­va­do­ra del Par­la­men­to. Pero la debi­li­dad numé­ri­ca de Pedro Sán­chez es tal que no ha teni­do más reme­dio que abrir las ven­ta­nas hacia la mode­ra­ción. Sobre el asun­to se aba­lan­zan ter­tu­lia­nos que hablan de todo sin saber de casi nada, y care­ce del míni­mo inte­rés. La cla­se polí­ti­ca anda para­li­za­da por la mag­ni­tud de la cri­sis y solo ati­na a resol­ver lo ruti­na­rio de siem­pre: reco­ger la basu­ra, cobrar los impues­tos, pro­me­ter ayu­das…

El día a día corre de cuen­ta de los empre­sa­rios, muchos de los cua­les se mues­tran resuel­tos de una vez a situar­se como las loco­mo­to­ras socia­les que han de ser. Un esce­na­rio ideal para gran­des pac­tos entre gobier­nos, patro­na­les y sin­di­ca­tos con la mira­da pues­ta en la com­pe­ti­ti­vi­dad del país y en ter­mi­nar con las malas prác­ti­cas éti­cas. El momen­to de la resi­lien­cia, la capa­ci­dad de supera­ción de los acon­te­ci­mien­tos crí­ti­cos, trau­má­ti­cos. Segun­do cuar­to ter­mi­na­do y al ves­tua­rio.

A la vuel­ta del des­can­so con­fi­na­do, la ciu­da­da­nía se ha lan­za­do albo­ro­za­da al paseo veci­nal. Los niños corre­tean por los pocos bule­va­res que dis­po­nen nues­tras mal pla­ni­fi­ca­das ciu­da­des. Por fin se ve cla­ro que la urbe tam­bién es de uso pedes­tre, que debe ser más ver­de, depor­ti­va y ama­ble. Tal vez el Covid-19 trai­ga el fin del auto­mó­vil para uso en la metró­po­li. Pero los datos esta­dís­ti­cos nos hablan de otra reali­dad que nada tie­ne que ver con dar una vuel­ta por las ala­me­das y jar­di­nes.

Vie­ne la rece­sión, agu­da, y no ten­drá for­ma de V. De nada ser­vi­rán los lla­ma­mien­tos a la autar­quía eco­nó­mi­ca o las visio­nes idí­li­cas para una vuel­ta a la eco­no­mía local. Hay quien sue­ña con el true­que en medio de los huer­tos pero los eco­no­mis­tas de ver­dad guar­dan silen­cio por­que esta­mos ante una situa­ción dema­sia­do anó­ma­la y ya se sabe que la eco­no­mía es la cien­cia que pre­di­ce lo que ya ha pasa­do. En mes y medio ha cre­ci­do el paro un 5%. Se habla de per­der de dos a tres millo­nes de empleos de aquí al verano. Y es posi­ble que se superen las dra­má­ti­cas cifras de 2012–2013 cuan­do alcan­za­mos los 6 millo­nes de para­dos fren­te a 17 millo­nes de emplea­dos. Menos de tres por uno.

Dada la inter­co­ne­xión de todas las eco­no­mías pla­ne­ta­rias, nadie va a estar a sal­vo de la caí­da. En los Esta­dos Uni­dos la situa­ción está envuel­ta en tin­tes de locu­ra. Su deli­ran­te pre­si­den­te cada día es más popu­lar, mien­tras supe­ran ya los 3 millo­nes de des­em­plea­dos en ape­nas dos meses y los muer­tos esca­lan hacia mag­ni­tu­des de seis cifras. Han deci­di­do vol­ver a la nor­ma­li­dad pase lo que pase, aun­que les cues­te un millón de muer­tos. Sin cober­tu­ra social ni médi­ca para bue­na par­te de la pobla­ción. El ideal ame­ri­cano del que nos hemos ali­men­ta­do muchas gene­ra­cio­nes apa­re­ce hun­di­do en la pla­ya, como en la últi­ma esce­na del Pla­ne­ta de los simios.

El par­ti­do, sin embar­go, no está resuel­to. Res­ta un últi­mo cuar­to, el de la recons­truc­ción. En el Con­gre­so han apro­ba­do una comi­sión al efec­to pre­si­di­da por Patxi López. Más de lo mis­mo. Allí andan enre­da­dos en jus­ti­fi­ca­cio­nes retó­ri­cas y dis­qui­si­cio­nes admi­nis­tra­ti­vas. Otros, filó­so­fos como Sla­voj Zizek, bus­can epa­tar a la con­cu­rren­cia pre­di­can­do el retorno de un nue­vo comu­nis­mo. En Espa­ña, diver­sos inte­lec­tua­les a la moda fir­man un mani­fies­to para una nue­va gober­nan­za: Vic­to­ria Camps, Daniel Inne­ra­rity pos­tu­lan el momen­to de un gobierno mun­dial, de la eco­no­mía cir­cu­lar y de la socia­bi­li­dad y femi­ni­za­ción. Brin­dis al sol des­de las tri­bu­nas uni­ver­si­ta­rias.

Para ganar el match hay que bajar a la are­na. Se tra­ta, pri­me­ro, de reco­no­cer que el país no cuen­ta con recur­sos pro­pios para salir del ato­lla­de­ro y que se debe nego­ciar ya con la Unión Euro­pea las con­di­cio­nes del dine­ro que nos van a pres­tar, lo que sig­ni­fi­ca que van a venir los hom­bres de negro y que las pen­sio­nes, el sala­rio de los fun­cio­na­rios y las reba­jas del IVA van a estar sobre el tape­te. Pero ese fabu­lo­so cho­rro de dine­ro euro­peo que se supo­ne va a impri­mir Chris­ti­ne Lagar­de –entre 150 y 200.000 millo­nes de euros, más del 10% de nues­tro PIB–, hay que deci­dir en qué se gas­ta. Y ese es el quid de la recons­truc­ción.

En mi modes­ta opi­nión es una gran opor­tu­ni­dad para lan­zar nue­vas fron­te­ras en el país. Se tra­ta­ría de dar tra­ba­jo pro­duc­ti­vo cuan­to antes a los 2–3 millo­nes de nue­vos para­dos, muchos de ellos sin cua­li­fi­car, tra­ba­ja­do­res vin­cu­la­dos mayor­men­te a los ser­vi­cios turís­ti­cos. De ese modo se man­ten­dría un cier­to nivel de con­su­mo interno –el 60% de la eco­no­mía espa­ño­la– y no gas­tar todo en polí­ti­cas impro­duc­ti­vas. La cons­truc­ción, motor tra­di­cio­nal del desa­rro­llis­mo nacio­nal, no va a poder tirar de ese carro, y tam­po­co la rein­dus­tria­li­za­ción, cuya razón de ser se basa­rá en la incor­po­ra­ción de tec­no­lo­gías robo­ti­za­das e inge­nie­rías avan­za­das.

No que­da otra aven­tu­ra estra­té­gi­ca, posi­ble­men­te, que la recu­pe­ra­ción de la vida rural, incen­ti­van­do la reha­bi­li­ta­ción de pue­blos –hay más de 7.000 con menos de 1.000 habi­tan­tes en nues­tro país, la mayo­ría en la Espa­ña vacia­da– así como de espa­cios medioam­bien­ta­les, com­pro­me­tién­do­se la admi­nis­tra­ción a dotar­les de ser­vi­cios edu­ca­ti­vos, sani­ta­rios, de trans­por­te, comu­ni­ca­ción y wifi. Con que cada pro­vin­cia con­si­guie­ra poner en pie pro­yec­tos en el cam­po para 5.000 per­so­nas habría­mos gana­do la con­tien­da. 

  • Artícu­lo publi­ca­do en Leva­n­­te-EMV el pasa­do 10 de mayo.  

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