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Es el tercer potro de esta emblemática especie africana incluida en la lista roja de la UICN. Con una población en decrecimiento, se encuentra cada vez en mayor amenaza de extinción y el parque valenciano es referencia en su conservación.

 

La madru­ga­da del pasa­do sába­do, cuan­do Valen­cia olía a la pól­vo­ra de las fallas, nacía una cebra de Grant (Equus bur­chell iboeh­mi) en BIOPARC. El perio­do de ges­ta­ción de esta espe­cie es entre 360 y 370 días y, en este caso, vemos cómo el ciclo repro­duc­ti­vo fun­cio­na a la per­fec­ción. Bom, la madre, jus­to parió el 2 de sep­tiem­bre del año pasa­do, así que el equi­po téc­ni­co ya espe­ra­ba ilu­sio­na­do esta últi­ma cría. A prin­ci­pios de año, en enero y febre­ro, nacían sus her­ma­nos, dos machos, así que aho­ra se com­ple­ta la pro­le de esta fér­til mana­da.

El padre es el macho Zam­bé y, una vez más, el par­to suce­dió con total nor­ma­li­dad y la madre y su cría están en per­fec­to esta­do. Aún se des­co­no­ce el sexo de la peque­ña a la que ya pode­mos ver jun­to a los otros miem­bros del gru­po en el recin­to mul­ti­es­pe­cie de la saba­na de BIOPARC don­de con­vi­ven con rino­ce­ron­tes, aves­tru­ces y mara­bús.

 

Pese a que la cebra de Grant es la espe­cie más común de Áfri­ca, el decre­ci­mien­to en su pobla­ción ha des­per­ta­do la preo­cu­pa­ción entre los con­ser­va­cio­nis­tas y la inclu­sión en la en la lis­ta roja de la UICN (Unión Inter­na­cio­nal para la Con­ser­va­ción de la Natu­ra­le­za) como “casi ame­na­za­da” es mues­tra de ello. En este sen­ti­do, cada vez cobra mayor impor­tan­cia su pre­ser­va­ción en cau­ti­vi­dad, en la que BIOPARC Valen­cia tie­ne una des­ta­ca­da posi­ción.

 

El dibujo de las franjas de las cebras es como la huella digital

 

Exis­ten dife­ren­tes espe­cies y sub­es­pe­cies de cebra que com­par­ten un patrón de dise­ño, aun­que el dibu­jo de las fran­jas es úni­co en cada indi­vi­duo. Es como la hue­lla digi­tal en un humano. Se pien­sa que el labe­rin­to de rayas que cons­ti­tu­ye el reba­ño con­fun­de al depre­da­dor, com­pli­cán­do­le la tarea de ele­gir pre­sa.

Por otro lado, al tra­tar­se de patro­nes úni­cos, pue­den uti­li­zar­los para reco­no­cer­se unas a otras den­tro de la mana­da. Por últi­mo, exis­te una últi­ma hipó­te­sis que seña­la que bajo cada fran­ja negra exis­te una capa de gra­sa que pue­de calen­tar­se cer­ca de 20º más que las zonas blan­cas. Esta dife­ren­cia de tem­pe­ra­tu­ra a lo lar­go de su cuer­po pare­ce gene­rar corrien­tes de aire, que ten­drían una fun­ción ter­mo­rre­gu­la­do­ra.

Tie­nen la ten­den­cia a adop­tar una posi­ción de uno con la cabe­za sobre el lomo de la otra por el peli­gro que corren de ser caza­das por los leo­nes. En la natu­ra­le­za viven en gru­pos fami­lia­res de 5 a 20 indi­vi­duos for­ma­dos por un semen­tal, hem­bras y los potri­llos.

 

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