Los alumnos de la Fundación Shakespeare celebran con una representación la 27ª edición de «Hamlet» de la editorial Cátedra

Un momen­to de la repre­sen­ta­ción.

Un curio­so mari­da­je entre una selec­ción de poe­mas de auto­res la Gene­ra­ción del 27 y esce­nas Ham­let. Esa ha sido la ori­gi­nal mane­ra que han teni­do los alum­nos de la Fun­da­ción Sha­kes­pea­re, que pre­si­den­te Manuel Ángel Cone­je­ro, de fes­te­jar la 27ª edi­ción en cas­te­llano de la edi­to­rial Cáte­dra de una de las obras más cono­ci­das del bar­do de Avon y que el exca­te­drá­ti­co de Lite­ra­tu­ra Ingle­sa se encar­gó de tra­du­cir. «Eso es muy raro lle­gar a estas cifras, pro­ba­ble­men­te no haya ante­ce­den­tes».

Fue en cla­ve de ensa­yo, «des­en­fa­da­do y sin gran cere­mo­nial», pero a lo lar­go del cur­so aca­dé­mi­co la semi­lla de esta pro­pues­ta irá cre­cien­do has­ta con­ver­tir­se en una repre­sen­ta­ción de toda la obra. Otra posi­bi­li­dad será poner en para­le­lo algu­nas de las esce­nas de Ham­let con poe­mas de Lor­ca. Se tra­ta, en defi­ni­ti­va, de recu­pe­rar el tex­to La rosa y la espi­na, del que Cone­je­ro es autor y ha lle­va­do en ante­rio­res oca­sio­nes a los esce­na­rios. «La ver­ba­li­dad en ambos es esplén­di­da, el tex­to de ambos es una par­ti­tu­ra sono­ra sono­ra fan­tás­ti­ca y enca­jan muy bien».

Los alum­nos de la Fun­da­ción, en los loca­les de Ruza­fa Stu­dio, demos­tra­ron sus dotes duran­te la repre­sen­ta­ción, en la que los tex­tos clá­si­cos con­tras­ta­ban con una moder­na pues­ta en esce­na. La sobrie­dad del ves­tua­rio (todos de rigu­ro­so blan­co) con­tras­ta­ba con el uso de la músi­ca y de la dan­za como medio para enfa­ti­zar los tex­tos.

De los jóve­nes acto­res que, este miér­co­les, se subie­ron al esce­na­rio, podrían salir algu­nos de los gran­des nom­bres de la dra­ma­tur­gia espa­ño­la que han pasa­do por las aulas de la Fun­da­ción.

Entre los alum­nos de Cone­je­ro — «pare­ce un chis­te», advier­te— des­ta­ca un joven Daniel Craig, hoy cono­ci­do por haber encar­na­do a James Bond en cua­tro oca­sio­nes y, más recien­te­men­te, al detec­ti­ve Benoit Blanc en Puña­les por la espa­da y su recién estre­na­da secue­la. «Eso fue cuan­do la Escue­la tam­bién tenía sede en Lon­dres, pero por aquí han pasa­do Ser­gio Peris-Men­­che­­ta, posi­ble­men­te el mejor direc­tor de tea­tro que hay aho­ra en Espa­ña y un gran actor, Enri­que Arce, Ale­jo Sau­ra, Juan Gea, Ángel de Miguel…».

¿Y que se sien­te al ver a un alumno lle­gar tan lejos? «Se sien­te uno muy bien, pero lo que fun­cio­na no es el talen­to del pro­fe­sor sino del alumno; noso­tros des­ta­pa­mos la olla, pero si no hay nada den­tro… Es muy satis­fac­to­rio. Mi vida ha esta­do vin­cu­la­da a Sha­kes­pea­re inclu­so cuan­do tenía la cáte­dra ya tenía un gru­po de tea­tro, pero al final deci­dí dedi­car­me a la Fun­da­ción y hacer lo que me gus­ta»,

La Fun­da­ción Sha­kes­pea­re nació en 1986 con un doble obje­ti­vo: el de la for­ma­ción de un colec­ti­vo de maes­tros y jóve­nes inves­ti­ga­do­res dedi­ca­dos a la edi­ción y tra­duc­ción de las obras de Sha­kes­pea­re, y el del estu­dio del arte de la inter­pre­ta­ción que se lle­va a cabo en la que hoy cono­ce­mos como Escue­la de Acto­res Sha­kes­pea­re, (tam­bién cono­ci­da por aca­de­mia de tea­tro o escue­la de tea­tro).

Manuel Ángel Cone­je­ro con sus alum­nos.

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