La efec­ti­vi­dad y el alcan­ce de los pla­nes de pro­tec­ción de la salud fren­te al calor podrían ver­se dis­mi­nui­dos en un con­tex­to de adver­ten­cias y con­se­jos de salud gene­ra­li­za­dos ante la pan­de­mia de COVID-19, según seña­la el artícu­lo Pro­tect the vul­ne­ra­ble from extre­me heat during the COVID-19 pan­de­mic. 

El tra­ba­jo está publi­ca­do en Envi­ro­men­tal Research, lide­ra­do por Gerar­do Sán­chez Mar­tí­nez, de la Uni­ver­si­dad Téc­ni­ca de Dina­mar­ca, y cuen­ta con la cola­bo­ra­ción de los inves­ti­ga­do­res Cris­ti­na Lina­res y Julio Díaz de la Escue­la Nacio­nal de Sani­dad del Ins­ti­tu­to de Salud Car­los III; en el artícu­lo tam­bién cola­bo­ra Fran­ces­ca de’Donato, del Depar­ta­men­to de Epi­de­mio­lo­gía de los ser­vi­cios de salud de Lazio (Roma). 

Los auto­res indi­can en el estu­dio que, a medi­da que se acer­ca el verano, en esta situa­ción de pan­de­mia exis­te una gran preo­cu­pa­ción por cómo la COVID-19 pue­de agra­var los impac­tos de las olas de calor sobre la salud y difi­cul­tar los esfuer­zos de los pla­nes de pre­ven­ción que una gran par­te de las auto­ri­da­des euro­peas, entre ellas las de Espa­ña, ponen en mar­cha para com­ba­tir los efec­tos adver­sos del calor en la salud, espe­cial­men­te en la de la pobla­ción más vul­ne­ra­ble. 

Dichos pla­nes com­pren­den una serie de inter­ven­cio­nes que inclu­yen con­se­jos e infor­ma­ción sobre cómo man­te­ner­se a sal­vo del calor; aten­der a gru­pos de pobla­ción vul­ne­ra­bles (prin­ci­pal­men­te ancia­nos y enfer­mos cró­ni­cos); vigi­lar la mor­ta­li­dad y las enfer­me­da­des rela­cio­na­das con el calor, y rea­li­zar inter­ven­cio­nes loca­les para redu­cir la expo­si­ción al calor (por ejem­plo, con reco­men­da­cio­nes de paseos por par­ques, pasar tiem­po en loca­les públi­cos refri­ge­ra­dos, amplia­ción de aper­tu­ra de pis­ci­nas, etc.). 

Según expli­can los fir­man­tes, la evi­den­cia cien­tí­fi­ca sur­gi­da has­ta aho­ra no ha deter­mi­na­do de mane­ra con­clu­yen­te si las con­di­cio­nes cli­má­ti­cas serán un fac­tor modu­la­dor cla­ve que influi­rá en la trans­mi­sión del SARS-COV‑2. A esta fal­ta de evi­den­cia cien­tí­fi­ca se suma que las medi­das de dis­tan­cia­mien­to físi­co y las res­tric­cio­nes comu­nes de uso del espa­cio esta­ble­ci­das por la mayo­ría de los paí­ses en res­pues­ta a la pan­de­mia de COVID-19 pue­den obs­ta­cu­li­zar la imple­men­ta­ción de esas acti­vi­da­des bási­cas de pre­ven­ción de la salud por calor, y agra­var la vul­ne­ra­bi­li­dad de la pobla­ción a tem­pe­ra­tu­ras extre­mas este verano.

¿Cómo pueden afectar las restricciones?

Por ello, el tra­ba­jo remar­ca la impor­tan­cia de comu­ni­car las adver­ten­cias de salud de los ries­gos que plan­tea el calor extre­mo, inclu­so en el con­tex­to actual de una pan­de­mia. En este sen­ti­do, seña­la que la capa­ci­dad de alcan­zar y aten­der a las per­so­nas vul­ne­ra­bles (por ejem­plo, per­so­nas que vivan solas, enfer­mos cró­ni­cos y per­so­nas de la ter­ce­ra edad) podría ver­se gra­ve­men­te afec­ta­das en el con­tex­to actual, en el que los sis­te­mas de salud y la asis­ten­cia social están abru­ma­dos a todos los nive­les. 
Ade­más, advier­ten los auto­res, el cie­rre de ins­ta­la­cio­nes públi­cas ‑como biblio­te­cas con aire acon­di­cio­na­do, pis­ci­nas, espa­cios refri­ge­ra­dos típi­cos como cen­tros comer­cia­les y cafe­te­rías y el uso del trans­por­te públi­co res­­tri­n­­gi­­do- pue­de no ser com­pa­ti­ble con las direc­ti­vas actua­les que exi­gen man­te­ner la dis­tan­cia físi­ca y evi­tar reu­nir­se en espa­cios inte­rio­res. 
Según los inves­ti­ga­do­res, estas res­tric­cio­nes sobre los espa­cios refri­ge­ra­dos de acce­so públi­co afec­ta­rán más a quie­nes, por ejem­plo, no pue­dan per­mi­tir­se el aire acon­di­cio­na­do en sus hoga­res, con lo que los resi­den­tes sin pro­tec­ción con­tra el calor pue­den acu­dir a luga­res al aire libre más fres­cos, como fuen­tes, jar­di­nes comu­ni­ta­rios, par­ques y pla­yas. Si no se mane­ja ade­cua­da­men­te, con­clu­yen, una mayor asis­ten­cia en estos luga­res podría soca­var la efec­ti­vi­dad de las medi­das para el dis­tan­cia­mien­to físi­co acon­se­ja­das para com­ba­tir la pan­de­mia. 

Ante el calor, cabeza fría

Por otra par­te, OMS Euro­pa ha pues­to en mar­cha la pasa­da sema­na una cam­pa­ña de sen­si­bi­li­za­ción que insis­te en la impor­tan­cia de las medi­das de salud que hay que adop­tar ante el calor duran­te la pan­de­mia por COVID-19. La cam­pa­ña, titu­la­da Ante el calor, man­ten­ga la cabe­za fríareco­ge una serie de con­se­jos habi­tua­les en los pla­nes fren­te a las altas tem­pe­ra­tu­ras que cada año pone en mar­cha el Minis­te­rio de Sani­dad de Espa­ña. 

Los con­se­jos más comu­nes son evi­tar el calor, man­te­ner el hogar fres­co, hidra­tar­se y uti­li­zar ropas que favo­rez­can la trans­pi­ra­ción, todo ello den­tro del con­tex­to de la pan­de­mia y favo­re­cien­do las medi­das de dis­tan­cia­mien­to e higie­ne esta­ble­ci­das para fre­nar la trans­mi­sión del nue­vo virus. 

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