
31 de enero de 2022.
Hago un recuento cinéfilo de días recientes, con la amenaza del Covid 19 y el Ómicron aún sobre nuestras cabezas. ¿Cuándo pasará todo esto? A día de hoy, después de casi dos años de pesadilla, se diría que nunca. Algunos científicos nos aconsejan que nos hagamos a la idea de acostumbrarnos a convivir con la pandemia.
24 de enero. Termino de releer Mis inmortales del cine. Años 60, de Terenci Moix (1942–2003), editado con esplendor gráfico por Planeta-Círculo de Lectores en 2003, pocas semanas después de la muerte del escritor catalán. La edición del libro la concluyó Maruja Torres, que en el prólogo dice: “Trágicamente, éste es por fuerza, un libro inacabado, dado que su autor tuvo que acudir a una cita ineludible con sus inmortales predilectos”. Muchos apuntes de Moix son malévolos y divertidos. Reproduzco uno, entre centenares de ellos: “Sean Connery estuvo a punto de ser el oponente de Ingrid Bergman en la conmovedora odisea espiritual El albergue de la sexta felicidad (1958), pero la Fox prefirió a Curd Jürgens, el peor actor del mundo y uno de los más petulantes”.

¿Jürgens es el peor actor del mundo? No lo creo. Es un buen candidato, desde luego, pero ese liderazgo yo se lo daría a Helmut Berger o a Julio Iglesias (en La vida sigue igual, Eugenio Martín,1969).
26 de enero. Me enamoro un poco más de Milagro en Milán (Vittorio de Sica, 1951). Neorrealismo en alianza con fantasías del guionista Cesare Zavattini. Mezcla teóricamente casi imposible que por una vez funciona de modo espléndido. La película “está preñada de humor literario, cargado de ternura y de sentido de la observación, y también de humor cinematográfico, de espectador perspicaz de las películas de Keystone, de Charles Chaplin, Buster Keaton y Harry Langdon”, comentan Aguilar y Cabrerizo en el volumen dedicado en 2015 por la editorial Cátedra a Vittorio de Sica, cuya impresionante y zigzagueante filmografía, como actor y realizador, descolocó muchísimo a la crítica de los años 50–60.

Especializado en papeles farsescos, De Sica estuvo conmovedor en dos grandes películas dramáticas, Madame de… (Max Ophüls, 1953) y El general de la Rovere (Roberto Rossellini, 1959). En su faceta como director, casi todos los expertos lo dieron ya por amortizado cuando dejó atrás su soberbio cine neorrealista (La puerta del cielo, 1945; El limpiabotas, 1946; Ladrón de bicicletas, 1948; la citada Milagro en Milán; Umberto D, 1952; El oro de Nápoles, 1954, y El techo, 1956). Pero De Sica siguió siendo un gran hombre de cine, entregándonos en los años 60 el estremecedor drama Dos mujeres, 1960; y dos magistrales comedias, Ayer, hoy y mañana, 1963, y Matrimonio a la italiana, 1964. En 1970, el resistente Vittorio, a punto de cumplir setenta años, aún tuvo fuerzas y talento para lograr un taquillazo mundial con Los girasoles, y ganar ese mismo año, con El jardin de los Finzi-Contini, el Oscar a la mejor película extranjera. El Oscar era entonces un galardón muy prestigioso. Ahora, tras una colección de atroces decisiones en los últimos tiempos y un exceso de propaganda agotadora, el Oscar ha perdido buena parte de su anterior relevancia.

29 de enero. En la librería París-Valencia del Parterre compro por 1,95 euros La vida va en serie. De Star Trek a Mad Men (Larousse, 2015), de Quim Casas, uno de los mejores historiadores de cine de nuestro país. Hago dos observaciones a propósito de este notable y erudito ensayo: me entristece que esfuerzos intelectuales como el de Quim Casas en su análisis de las series televisivas, acaben vendiéndose, en la sección de “ofertas” de las librerías, por menos de dos euros. La segunda observación: el título del libro de Casas es, como he indicado antes, La vida va en serie. Este Diario de un cinéfilo que publico desde hace más de un año en Valencia City la subtitulé La vida iba en serie. Quim Casas le tributaba un homenaje a unos célebres versos de Gil de Biedma (“que la vida iba en serie / uno lo empieza a comprender más tarde”). A mí me movió ese mismo reconocimiento al poeta catalán, aunque ignoraba el título del estudio de Quim Casas. De haberlo sabido, habría hecho otra elección para bautizar mi sección. Por ejemplo, Diario de un cinéfilo. Cara a cara con la televisión. O Diario de un cinéfilo. Desde el sillón de mi casa en Mislata. La dirección de Valencia City tiene la palabra. El cambio del subtítulo sería oportuno y elegante. Yo opto por la segunda alternativa: Desde el sillón de mi casa en Mislata. Es guerrero y autocrítico.
DIARIO UN CINÉFILO

«Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”
Jaime Gil de Biedma
DIARIO DE UN CINÉFILO Es una sección dedicada al mundo de las Series de TV, a todos sus aspectos cinéfilos pero también a sus derivaciones sociológicas y relativas a la vida cotidiana de las personas. La construcción de roles, las relaciones familiares, la actualidad, la comedia y el drama, la épica histórica, dragones y mazmorras… Todo cabe en el mundo de las series, y cualquier perspectiva del mundo puede ser vista desde la óptica de un cinéfilo, de un seriófilo inteligente y perspicaz. La sección está personalizada en Rafa Marí, uno de los últimos grandes cinéfilos españoles. La periodicidad es aleatoria, y la longitud de cada entrada, también. Puede ser tanto muy corta: un aforismo, como un extenso miniensayo, o entrevista, o diálogo interior.
Pese a ser un periodista tardío, Rafa Marí (Valencia, 1945) ha tenido tiempo para trabajar en muchos medios de comunicación: Cartelera Turia, Cal Dir, Valencia Semanal, cartelera Qué y Donde, Noticias al día, Papers de la Conselleria de Cultura, Levante-EMV, El Hype… Siempre en las páginas de cultura. En 1984 fichó por Las Provincias, diario donde actualmente es columnista y crítico de arte.
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