14 de noviem­bre de 2021.


Estos últi­mos días he inten­ta­do recu­pe­rar algu­nos de los asom­bros que tuve, en mi niñez o en mi ado­les­cen­cia, vien­do modes­tos films de cie­n­­cia-fic­­ción de serie B. Recu­rrí a los fon­dos de Movis­tar y me pre­pa­ré un atrac­ti­vo pro­gra­ma para la segun­da sema­na de noviem­bre. Una pelí­cu­la el lunes 8, otra el miér­co­les 10 y una ter­ce­ra el vier­nes 12, yo solo ante la pan­ta­lla del tele­vi­sor, a media tar­de y con un poco de ver­güen­za por mi infan­til bús­que­da “de remo­tos tiem­pos ciné­fi­los”. Estas son las impre­sio­nes que ano­té bre­ve­men­te des­pués de cada sesión.


Lunes 8‑XI. Con des­tino a la luna (Irving Pichel, 1950). Se estre­nó en Espa­ña en 1953. Yo la vería en un cine de barrio (¿el Mun­dial, el Ibe­ria?) o tal vez de rees­treno (¿el Coli­seum, el Tyris, el Goya?) segu­ra­men­te en 1954. Impre­sión pro­fun­da con sus imá­ge­nes. Aho­ra la veo y año­ro y envi­dio y al mis­mo tiem­po me irri­ta y suble­va aque­lla inge­nui­dad mía como espec­ta­dor ansio­so de expe­rien­cias fuer­tes. Con des­tino a la luna cuen­ta la fan­tás­ti­ca his­to­ria esta­dou­ni­den­se de un empre­sa­rio, un gene­ral reti­ra­do y un inves­ti­ga­dor aero­es­pa­cial que unen sus fuer­zas para poner en órbi­ta un cohe­te pro­pul­sa­do con ener­gía ató­mi­ca. El cohe­te lo cons­tru­yen en el desier­to de Moja­ve (Cali­for­nia sur). Mal­va­dos agen­tes de una poten­cia extran­je­ra (¡fal­ta­ría más!) inten­tan sabo­tear el pro­yec­to. Final­men­te, el cohe­te des­pe­ga con des­tino a la Luna. A la sali­da del cine pen­sé: “Los terrí­co­las nun­ca lle­ga­re­mos a la Luna”. La reali­dad me des­min­tió déca­da y media des­pués.

Foto­gra­mas de Con des­tino a la luna.


Miér­co­les 10-XI. Cuan­do los mun­dos cho­can (Rudolph Maté, 1951). Estreno en Espa­ña, en 1954. Creo que la vi en el Mun­dial. Es una bue­na pelí­cu­la con argu­men­to y esté­ti­ca de tebeo futu­ris­ta que con­tem­plé enton­ces con el áni­mo sobre­co­gi­do. Y aho­ra un poco tam­bién, a cau­sa de la gra­ve ame­na­za del cam­bio cli­má­ti­co. Sinop­sis argu­men­tal: Una estre­lla gigan­te está a pun­to de cho­car con la Tie­rra, lo que inevi­ta­ble­men­te pro­vo­ca­ría el fin del mun­do. El Gobierno (USA, por supues­to) rehú­sa escu­char a los cien­tí­fi­cos, pero un gru­po de empre­sa­rios finan­cia la cons­truc­ción de una nave espa­cial con el fin de trans­por­tar a un núme­ro limi­ta­do de per­so­nas (selec­cio­na­das con cri­te­rios razo­na­bles) a otro pla­ne­ta para crear allí una nue­va civi­li­za­ción. Los via­je­ros ten­drán que luchar con­tra el dis­cu­rrir del tiem­po y con­tra el páni­co de los que están con­de­na­dos a que­dar­se en la Tie­rra.

El nue­vo pla­ne­ta en uno de los últi­mos foto­gra­mas de Cuan­do los mun­dos cho­can.


Vier­nes 13-XI. El mons­truo de otro pla­ne­ta (Nathan Juran, 1957). Un cohe­te espa­cial del ejér­ci­to nor­te­ame­ri­cano (¡por supues­to!) regre­sa de una explo­ra­ción a Venus y se estre­lla en el mar de la cos­ta sici­lia­na. De los res­tos del cohe­te se recu­pe­ra un reci­pien­te que guar­da una masa gela­ti­no­sa de la que sur­ge una extra­ña cria­tu­ra que dobla su tama­ño cada vez que se hace de noche (una her­mo­sa idea). Ima­gi­na­ti­va mez­cla de King Kong (Merian C. Cooper Ernest B. Schoed­sack, 1933) y El expe­ri­men­to del doc­tor Qua­ter­mass (Val Guest, 1955). Creo que vi la pelí­cu­la en la tele en los pri­me­ros años sesen­ta (¿1961, en el bar Pere­lló, mien­tras mi padre juga­ba al aje­drez?). El “mons­truo” está dise­ña­do por el gran Ray Harryhau­sen (1920–2013). En mi ado­les­cen­cia el mons­truo me daba mie­do y asco. Que­ría que aca­ba­sen con él cuán­to antes (cosa que ocu­rre al final de la pelí­cu­la ¡en el Coli­seo de Roma!). Aho­ra me ape­na su des­truc­ción por­que, apar­te de ser dis­tin­to a los huma­nos, en dicho “mons­truo” no hay agre­si­vi­dad algu­na. Lo úni­co que hace es defen­der­se del hos­ti­ga­mien­to humano.

Car­tel ori­gi­nal de El mons­truo de otro pla­ne­ta, 20 Million Miles to Earth.


En mi pró­xi­ma sesión dedi­ca­da a la cie­n­­cia-fic­­ción años 50 recu­rri­ré a tres resis­ten­tes clá­si­cos del géne­ro, para ave­ri­guar su esta­do de salud en el esque­ma de mis pre­fe­ren­cias ciné­fi­las. Me pon­dré la cita­da El expe­ri­men­to del doc­tor Qua­ter­mass y dos man­ja­res que has­ta aho­ra han resis­ti­do muy bien el demo­le­dor paso del tiem­po: Ulti­má­tum a la Tie­rra (Robert Wise, 1951, un direc­tor al que cono­cí hará vein­ti­tan­tos años en el fes­ti­val de Sit­ges) y Pla­ne­ta prohi­bi­do (Fred M. Wil­cox, 1956). 

DIARIO UN CINÉFILO

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

DIARIO DE UN CINÉFILO Es una sec­ción dedi­ca­da al mun­do de las Series de TV, a todos sus aspec­tos ciné­fi­los pero tam­bién a sus deri­va­cio­nes socio­ló­gi­cas y rela­ti­vas a la vida coti­dia­na de las per­so­nas. La cons­truc­ción de roles, las rela­cio­nes fami­lia­res, la actua­li­dad, la come­dia y el dra­ma, la épi­ca his­tó­ri­ca, dra­go­nes y maz­mo­rras… Todo cabe en el mun­do de las series, y cual­quier pers­pec­ti­va del mun­do pue­de ser vis­ta des­de la ópti­ca de un ciné­fi­lo, de un serió­fi­lo inte­li­gen­te y pers­pi­caz. La sec­ción está per­so­na­li­za­da en Rafa Marí, uno de los últi­mos gran­des ciné­fi­los espa­ño­les. La perio­di­ci­dad es alea­to­ria, y la lon­gi­tud de cada entra­da, tam­bién. Pue­de ser tan­to muy cor­ta: un afo­ris­mo, como un exten­so mini­en­sa­yo, o entre­vis­ta, o diá­lo­go inte­rior.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 fichó por Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te es colum­nis­ta y crí­ti­co de arte.

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia

Otros artículos del autor