Baldassare Castiglione

Bal­das­sa­re Cas­ti­glio­ne

Cáte­dra recu­pe­ra El Cor­te­sano, la obra de Bal­das­sa­re Cas­ti­glio­ne, una obra admi­ra­da por Menén­dez y Pela­yo, Mon­taig­ne o Bal­ta­sar Gra­cían

Bal­das­sa­rre Cas­ti­glio­ne, vis­to por Raf­fae­llo San­zio.

Bal­das­sa­re Cas­ti­glio­ne (1478 Casa­ti­co — 1529 Tole­do) fue diplo­má­ti­co y escri­tor. Entró al ser­vi­cio del duque de Urbino. En 1524 el papa Cle­men­te VII lo envió a Espa­ña como nun­cio apos­tó­li­co «para tra­tar la paz uni­ver­sal entre los cris­tia­nos».

No fue un rima­dor nota­ble en latín. El cor­te­sano es la gran obra de su vida. Comen­zó su redac­ción en 1508; tar­dó en con­cluir­la 20 años.

Su tex­to está reple­to de refe­ren­cias direc­tas u obli­cuas a clá­si­cos grie­gos, lati­nos e ita­lia­nos; así como a obras que pos­tu­la­ban un ideal del cor­te­sano espa­ñol —como El Doc­tri­nal de gen­ti­le­za de Her­nan­do de Lude­na, o Cár­cel de Amor de Die­go de San Pedro—.

El tex­to cons­ta de 4 par­tes o Libros. En el pri­me­ro asis­ti­mos a una con­ver­sa­ción que se desa­rro­lla en los apo­sen­tos de la Duque­sa Gon­za­ga, la noche de 8 de mar­zo de 1507. Se pro­po­nen varios jue­gos. Final­men­te se eli­ge el tema de cómo «for­mar al per­fec­to cor­te­sano».

Esta­ble­ce para el cor­te­sano una nor­ma cla­ve: huir de lo que los lati­nos lla­man «afec­ta­ción», usan­do en cam­bio cier­to «des­pre­cio» o «des­cui­do», con el que se encum­bre el arte y se mues­tre que todo se hace sin apa­ren­te fati­ga ni, al pare­cer, haber­lo pen­sa­do. Todos los valo­res se deben ade­cuar a esta dis­po­si­ción, que con­fie­re noble ele­gan­cia y sol­tu­ra. El con­cep­to de des­cui­do (sprez­za­tu­ra) está implí­ci­to y es el fun­da­men­ta­dor del mode­lo clá­si­co de belle­za.

Al final de esta par­te, el ilus­tre con­ter­tu­lio Pie­tro Bem­bo desea que se decla­re la pre­emi­nen­cia de las letras sobre las armas.

En el Libro II, el tema del diá­lo­go es en qué modo y tiem­po debe el cor­te­sano usar sus bue­nas cua­li­da­des y poner por obra todo aque­llo que hemos dicho que le con­vie­ne. Un par­ti­ci­pan­te enun­cia nor­mas gene­ra­les: huir de la afec­ta­ción, mos­trar sen­ti­do de la opor­tu­ni­dad y dis­cre­ción en actos y pala­bras, per­se­guir el honor y ala­ban­za en el ejer­ci­cio de las armas y en los espec­tácu­los públi­cos. Abor­da la con­ve­nien­cia de otras prác­ti­cas: dan­za, músi­ca, can­to… Sub­ra­ya la impor­tan­cia del modo de ves­tir­se, la elec­ción de pro­ve­cho­sas amis­ta­des, la prác­ti­ca del jue­go de aje­drez… Regir­se, en resu­men, por una sabía media­nia.

Bib­bie­na, otro inter­vi­nien­te, teo­ri­za sobre la natu­ra­le­za del humor: nos reí­mos de las cosas que en sí des­con­vie­nen y pare­ce que están mal, pero real­men­te no lo están.

El Libro III se dedi­ca a la con­di­ción de las muje­res. Lo que se ha dicho para el cor­te­sano sir­ve tam­bién para la dama de pala­cio. Debe pues guar­dar esa razo­na­ble media­nía com­pues­ta de con­tra­rios —ale­ja­da del retrai­mien­to taci­turno y de la liber­tad inapro­pia­da—.

La socie­dad cor­te­sa­na —a dife­ren­cia de los círcu­los huma­nis­tas— es muy sen­si­ble a la  cues­tión  de las muje­res. Hay una dispu­ta apa­sio­na­da entre Giu­liano el Mag­ní­fi­co (pro­to­fe­mi­nis­ta) y Palla­vi­cino (misó­gino). La defen­sa argu­men­tal del pri­me­ro se basa sobre todo en un exten­so catá­lo­go vidas ejem­pla­res de gran­des damas de otras épo­cas.

En el Libro IV y últi­mo se ocu­pa de alcan­zar la bene­vo­len­cia del prín­ci­pe para poder decir­le siem­pre la ver­dad, apar­tar­lo de las incli­na­cio­nes per­ver­sas e indu­cir­lo por el camino de la vir­tud.

Esta­ble­ce una suer­te de mode­lo: el cor­te­sano como con­se­je­ro y edu­ca­dor de prín­ci­pes. Tra­ta de encon­trar —para lo que hoy lla­ma­ría­mos inte­lec­tua­les— una fun­ción polí­ti­ca­men­te acti­va. 

Cas­ti­glio­ne uti­li­za el diá­lo­go que se ade­cúa mejor a sus aspi­ra­cio­nes lite­ra­rias y evi­ta así las ari­de­ces del tra­ta­do sis­te­má­ti­co.

El Cor­te­sano no es un manual o reper­to­rio de rece­tas sino obra que sugie­re la idea de una bús­que­da lle­va­da a cabo a tra­vés de la dis­cu­sión entre igua­les.  Las obje­cio­nes se hacen con humor y res­pe­to: nadie bus­ca la obs­ce­na satis­fac­ción de salir triun­fan­te de la dispu­ta.

El cor­te­sano fue ins­pi­ra­ción para la idea de hon­nê­te hom­me de La Roche­fou­cauld. Tuvo en Bal­ta­sar Gra­cián un lec­tor cons­tan­te y apa­sio­na­do

El cor­te­sano fue un tex­to con enor­me reper­cu­sión euro­pea que influ­yó en el gus­to, com­por­ta­mien­to y cul­tu­ra. Mon­taig­ne vio en él uno de los pre­ce­den­tes con­for­ma­do­res de su ideal de hom­bre. Fue ins­pi­ra­ción para la idea de hon­nê­te hom­me de La Roche­fou­cauld. Tuvo en Bal­ta­sar Gra­cián un lec­tor cons­tan­te y apa­sio­na­do. Cum­plió, asi­mis­mo, la fun­ción de divul­gar el neo­pla­to­nis­mo —corrien­te esen­cial en el movi­mien­to rena­cen­tis­ta— de modo más efi­cien­te que las obras de esca­sa cir­cu­la­ción como las de Mar­si­lio Ficino o Pie­tro Bem­bo.

 La tra­duc­ción al cas­te­llano de Juan Bos­cán apa­re­ció en 1534, y pron­to se tra­du­jo a diver­sas len­guas. En opi­nión de Menén­dez y Pela­yo, es el mejor libro en pro­sa escri­to en Espa­ña duran­te el rei­na­do de Car­los V.

Juan Bos­cán, per­te­ne­cía a una ilus­tre fami­lia comer­cian­tes cata­la­nes. Fue pre­cep­tor del Duque de Alba. Intro­du­jo el ende­ca­sí­la­bo en la lite­ra­tu­ra espa­ño­la. Gar­ci­la­so y él, en su bús­que­da de un nue­vo cla­si­cis­mo, pre­ci­sa­ban nue­vas for­mas métri­cas así como una fun­da­men­ta­ción ideo­ló­gi­ca con  la que escri­bir ver­sos que no fue­ra un  mero entre­te­ni­mien­to banal sino  exi­gen­te prác­ti­ca con ele­va­dos pro­pó­si­tos poé­ti­cos y mora­les. Esa fun­da­men­ta­ción la encon­tra­ron en el tex­to de Cas­ti­glio­ne.

La tra­duc­ción de Bos­cán no solo tie­ne impor­tan­cia como mode­lo ideo­ló­gi­co sino que esta­ble­ce un canon lin­güís­ti­co para la con­so­li­da­ción del cas­te­llano como len­gua cul­ta, de enor­me influen­cia en Euro­pa y el res­to del mun­do. Su tono colo­quial, ele­gan­te, noble y sen­ci­llo, con­so­li­da una tra­di­ción de pro­sa alta, en la que el con­cep­to de sprez­za­tu­ra cum­ple una fun­ción deci­si­va.

Sobre la sprez­za­tu­ra  hay decla­ra­cio­nes doc­tri­na­les en la tra­duc­ción de Bos­cán que son, entre otras cosas, un cabal ade­lan­to de la pro­sa de Bal­ta­sar Gra­cián: «Extre­ma gra­cia el des­cui­do y la lla­ne­za avi­sa­da; en loor de la cual y en vitu­pe­rio de la afec­ta­ción muchas más cosas se podrían decir, pero ago­ra diré solo una».

Ha sido enor­me la influen­cia de ese con­cep­to en los más diver­sos cam­pos. Veláz­quez es un emi­nen­te ejem­plo de sprez­za­tu­ra apli­ca­da al arte pic­tó­ri­co; al nove­les­co, Stendhal.

Títu­lo: El cor­te­sano

Autor: Bal­das­sa­re Cas­ti­glio­ne

Tra­duc­tor: Juan Bos­cán

Edi­ción: Mario Poz­zi

Edi­to­rial: Cáte­dra

Pági­nas: 564

Pre­cio: 21,95 euros

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