[vc_row full_width_row=“true”][vc_column][vc_column_text]Cornelio Táci­to ‑que vivió entre fina­les del siglo I y comien­zos del II- fue un ora­dor, polí­ti­co e his­to­ria­dor romano. Escri­bió diver­sas obras entre las que des­ta­can Ana­les e His­to­rias. Pero los ini­cios de su tarea como his­to­ria­dor se sus­tan­cia­ron con Vida de Julio Agrí­co­la, que es una mez­cla géne­ros:  bio­gra­fía, ora­to­ria fúne­bre y la mono­gra­fía his­to­rio­grá­fi­ca.  La par­te pro­pia­men­te bio­grá­fi­ca ocu­pa los pri­me­ros capí­tu­los. Dos ter­cios de la obra están dedi­ca­dos a las cam­pa­ñas mili­ta­res de Julio Agrí­co­la en Bri­ta­nia.

 

La por­ta­da de la obra “Vida de Agrí­co­la”, de la edi­to­rial Cáte­dra.

 

Irritación literaria, motivo y muerte

La obra fue redac­ta­da tras la muer­te su pro­ta­go­nis­ta a los 53 años de edad. Por ello sigue en gran medi­da la tra­di­ción del elo­gio fúne­bre (lau­da­tio fune­bris) que pro­nun­cia­ba un fami­liar en el entie­rro de los per­so­na­jes des­ta­ca­dos, con­for­me a la tra­di­ción roma­na.

 

Esta­tua de Julio Agrí­co­la.

El pro­pó­si­to de enco­mio bio­grá­fi­co de su sue­gro qui­zá expli­que la indo­len­cia his­to­rio­grá­fi­ca­men­te des­con­cer­tan­te por deta­lles con­cre­tos y fechas pre­ci­sas.

Táci­to no tra­ta solo de la vida y cua­li­da­des mili­ta­res de su sue­gro. Tam­bién dedi­ca su aten­ción a lo que supu­so el terri­ble perio­do del gobierno de Domi­ciano; entre sus igno­mi­nias, se hace eco del rumor según el cual la cau­sa de la muer­te de Agrí­co­la habría sido un enve­ne­na­mien­to orde­na­do por Domi­ciano, quien era capaz de con­de­nar a muer­te al autor de un pasa­je lite­ra­rio que le irri­ta­ra.

 

Dos arengas

El capí­tu­lo 10 del libro lo dedi­ca a los sie­te años de gobierno en Bri­ta­nia, que comien­za con con­­si­­de­­ra­­cio­­ne­s­­geo­­grá­­fi­­co-etno­­grá­­fi­­cas, y lue­go s sub­ra­ya que bajo el gobierno de Agrí­co­la toda la isla fue final­men­te cono­ci­da y some­ti­da en su tota­li­dad.

 

Des­em­bar­co romano en Bri­ta­nia año 43. Un cen­tu­rión y su sig­ni­fer a pun­to de sal­tar al agua, al fon­do gue­rre­ros cata­ve­llau­nos . Autor Angus McBri­de / arreacaballo.es

Lue­go des­cri­be sus sie­te cam­pa­ñas mili­ta­res, espe­cial­men­te la bata­lla del Mon­te Grau­pio, en el verano del 83. Efec­túa alu­sio­nes elo­gio­sas a su polí­ti­ca con­tra los abu­sos admi­nis­tra­ti­vos y sus inte­li­gen­tes incen­ti­vos a la roma­ni­za­ción.

La bata­lla de Grau­pio es la pie­za cen­tral con un peso evi­den­te en toda la narra­ción, en la que se inclu­yen dos pie­zas ora­to­rias: el dis­cur­so del jefe cale­do­nio Cal­ga­co a su ejér­ci­to y la corres­pon­dien­te aren­ga de Agrí­co­la a sus tro­pas.

El dis­cur­so del “bár­ba­ro” Cal­ga­co a con­clu­ye así: “Ni Orien­te ni Occi­den­te han podi­do saciar­les (a los roma­nos): ellos codi­cian lo des­pro­vis­to con la mis­ma inten­si­dad que lo pró­di­go. Al saqueo, al ase­si­na­to y al robo lo lla­man por fal­so nom­bre “ley y orden”, y des­pués de arra­sar­lo todo hablan de “paz´”. Que esta alo­cu­ción esté redac­ta­da por el pro­pio Táci­to mues­tra una capa­ci­dad de dis­tan­cia­mien­to his­to­rio­grá­fi­co y moral que lo con­vier­te en lo que es: un clá­si­co.

Igual­men­te, en con­si­de­ra­cio­nes de cariz más gene­ral: “cuan­tas más vuel­tas les doy a las cosas huma­nas, a las vie­jas lo mis­mo que a las recien­tes, más me sal­ta a los ojos su estu­pi­dez en todos los aspec­tos”, cuya actua­li­dad resul­ta tan des­alen­ta­do­ra como admi­ra­ble.

 

Un eufemismo

 

Des­em­bar­co de Clau­dio en Bri­ta­nia año 43, los roma­nos ocu­pan la cos­ta. Foto: arreacaballo.es

Alu­dien­do al pro­ce­so de colo­ni­za­ción cul­tu­ral que acom­pa­ña al poder cas­tren­se, y a la uti­li­za­ción del deseo que mos­tra­ban las cla­ses altas bri­ta­nas para emu­lar al patri­cia­do romano, Táci­to dice: “entre aque­llos incau­tos se lla­ma­ba ‘civi­li­za­ción’ a lo que era sino par­te de su escla­vi­tud”. Des­nu­dar un eufe­mis­mo de esta índo­le, supo­ne mover­se en un terreno equí­vo­co entre el cinis­mo his­tó­ri­co y la iro­nía moral quien tra­ta de enten­der y expli­car el esta­do de las cosas.

 

“Entre aque­llos incau­tos se lla­ma­ba ‘civi­li­za­ción’ a lo que era sino par­te de su escla­vi­tud”.

Táci­to

Entre las pecu­lia­ri­da­des de la pro­sa artís­ti­ca de Táci­to, lla­ma la aten­ción el uso de expre­sio­nes y aso­cia­cio­nes ver­ba­les sin pre­ce­den­te docu­men­ta­do. Se ale­ja en cuan­to pue­de de los tópi­cos retó­ri­cos y mora­les. Rehú­sa las refe­ren­cias direc­tas con pare­ci­da cir­cuns­pec­ción con que la des­de­ña (como se ha dicho) la pre­ci­sión en luga­res y otros datos que sería razo­na­ble espe­rar en un his­to­ria­dor.  No es extra­ño pues que acos­tum­bre a uti­li­zar expre­sio­nes toma­das de poe­tas como Vir­gi­lio.

 

Tácito y el jazz

En sus exce­len­tes comen­ta­rios y notas, el pro­fe­sor Juan Luis Con­de advier­te que la pro­sa artís­ti­ca de Táci­to es el resul­ta­do de una con­jun­ción entre la tra­di­ción his­to­rio­grá­fi­ca de Salus­tio y el vir­tuo­sis­mo esti­lís­ti­co de la corrien­te enca­be­za­da por Séne­ca.

Para carac­te­ri­zar la opo­si­ción lite­ra­ria entre Táci­to y Cice­rón, el pro­fe­sor Con­de emplea un símil tan ines­pe­ra­do como ilus­tra­ti­vo: Cice­rón es melo­día; Táci­to con­tra­pun­to, rico en diso­nan­cias como el jazz. En tér­mi­nos pic­tó­ri­cos: la figu­ra­ción con­ven­cio­nal lo repre­sen­ta el pri­me­ro; el laco­nis­mo impre­sio­nis­ta, el segun­do.

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