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Con­sue­lo Tomás Ben­lloch, psi­có­lo­ga espe­cia­lis­ta en Psi­co­lo­gía y res­pon­sa­ble del Cen­tro Psi­co­ló­gi­co Con­sue­lo Tomás y del Ins­ti­tu­to Valen­ciano de Ludo­pa­tía y Adic­cio­nes no Tóxi­cas, ana­li­za la impor­tan­cia de los abra­zos y del con­tac­to físi­co, en este sába­do, día 26 de junio, en el que las mas­ca­ri­llas dejan de ser obli­ga­to­rias en espa­cios abier­tos en el terri­to­rio espa­ñol.

 

Los abra­zos entre dos per­so­nas o inclu­so colec­ti­vos son muy impor­tan­tes.

Es difí­cil vivir sin el con­tac­to físi­co que repre­sen­tan  de los abra­zos. Abra­zar­se es fun­dir­se con el otro como mues­tra de nues­tro cari­ño. Debi­do al Covid-19, tan­to nues­tras rela­cio­nes socia­les como el acer­ca­mien­to físi­co a tra­vés de los abra­zos, se han se han vis­to res­trin­gi­dos. Nun­ca has­ta aho­ra de for­ma masi­va se nos había impe­di­do abra­zar­nos. Qui­zás por ello, no éra­mos cons­cien­tes de la impor­tan­cia que tal ges­to tenía en nues­tras vidas.

Como en muchos aspec­tos que nos rodean, no echa­mos de menos las cosas has­ta que las per­de­mos o no las pode­mos hacer como ha  suce­di­do con el hecho de no poder abra­zar­nos o aca­ri­ciar­nos con otras per­so­nas fue­ra del ámbi­to de los con­vi­vien­tes. Inclu­so entre los con­vi­vien­tes  en ple­na pan­de­mia y con­fi­na­mien­to cuan­do lle­ga­ban a casa las per­so­nas con tra­ba­jos esen­cia­les, evi­ta­ban besar o abra­zar a  sus seres que­ri­dos por el temor a con­ta­giar­les. Duran­te todos estos meses hemos sus­ti­tui­do los abra­zos por un leve “toque” de codos. Más vale eso que nada, pero tan dis­tin­to de la cali­dez de un abra­zo a la hora de salu­dar­nos con ami­gos y fami­lia­res o de entre­la­zar­nos con nues­tra pare­jas.

 

¿Por qué es tan importante el abrazo?

 

Un even­to de abra­zos gra­tis pre­pan­de­mia. Foto: Rodri­go Sepúl­ve­da Heer­wa­gen.

La comu­ni­ca­ción que esta­ble­ce­mos con los demás no solo es ver­bal, una par­te muy impor­tan­te tie­ne que ver con la comu­ni­ca­ción no ver­bal. En este sen­ti­do, los abra­zos for­man par­te de una for­ma de acer­car­nos a los demás de for­ma posi­ti­va y bene­fi­cio­sa ale­ja­da de otros modos de comu­ni­ca­ción no ver­bal que trans­mi­ten hos­ti­li­dad y resen­ti­mien­to.

El pri­mer con­tac­to que tie­ne un bebé nada más nacer es el abra­zo de su madre y de su padre que le envuel­ven de ter­nu­ra, amor y pro­tec­ción. ¿Os habéis para­do a pen­sar algu­na vez una vida sin abra­zos? ¿Cómo os sen­ti­rías? El abra­zo es fun­da­men­tal en nues­tras vidas has­ta el pun­to de que hay un Día Inter­na­cio­nal del Abra­zo el 21 de Enero.

 

Los niños han sufri­do la ausen­cia de abra­zos en estos meses. Foto: Lizet­te Gauthe­reau.

Abra­zar­se es nece­sa­rio para un buen desa­rro­llo. Los niños a los que no se les abra­za sufren pro­ble­mas de salud físi­ca y emo­cio­nal que con­di­cio­nan su bien­es­tar y pos­te­rior cre­ci­mien­to inte­rior y exte­rior,  favo­re­cien­do su res­pues­ta inmu­no­ló­gi­ca,  la adqui­si­ción del len­gua­je y la psi­co­mo­tri­ci­dad,  su iden­ti­dad y víncu­los afec­ti­vos, su segu­ri­dad, su tran­qui­li­dad, etc.

Pero no solo en los niños son impor­tan­tes los abra­zos, sino en todas las eda­des, sien­do cla­ves para sen­tir­nos bien. La ausen­cia de abra­zos aca­rrea con­se­cuen­cias nega­ti­vas y, a la inver­sa, abra­zar­se nos ayu­da a mejo­rar nues­tro bien­es­tar físi­co y emo­cio­nal.

 

Efectos negativos por la ausencia de abrazos

 

El salu­do con los codos se ha popu­la­ri­za­do duran­te la pan­de­mia. Foto: Fran­cis­co Rami­rez

La ausen­cia de abra­zos per­tur­ba nues­tra salud. Si no nos abra­zar­nos se debi­li­ta nues­tro sis­te­ma inmu­no­ló­gi­co, aumen­ta los nive­les de pre­sión arte­rial, se favo­re­ce el enve­je­ci­mien­to pre­ma­tu­ro, incre­men­ta la ten­sión mus­cu­lar, etc.

La fal­ta de abra­zos inter­fie­re nega­ti­va­men­te en todas las áreas de vida tan­to a cor­to como a lar­go pla­zo, afec­tan­do la esfe­ra psi­co­ló­gi­ca dan­do lugar a dife­ren­tes pro­ble­mas como son:   el aumen­to de la ansie­dad, sen­ti­mien­tos de inse­gu­ri­dad,  angus­tia, sole­dad, ais­la­mien­to, esta­dos de áni­mo decaí­dos, alte­ra­cio­nes de com­por­ta­mien­to, due­los, pato­ló­gi­cos, tras­tor­nos de per­so­na­li­dad, depen­den­cia emo­cio­nal, inca­pa­ci­dad para reci­bir y trans­mi­tir emo­cio­nes, hábi­tos noci­vos como comer o fumar en exce­so, etc.

 

Ausencia de abrazos en la pandemia

Los bene­fi­cios de los abra­zos son enor­mes. Es difí­cil poder vivir sin abra­zar­nos. La pan­de­mia ha impe­di­do que pudié­ra­mos hacer­lo y lo cier­to es que lo echa­mos en fal­ta. Muchas per­so­nas que vie­nen a la con­sul­ta y en mi vida per­so­nal, comen­tan que se mue­ren de ganas para poder abra­zar­se de nue­vo. Es cier­to, en nues­tras rela­cio­nes fami­lia­res, de pare­ja, socia­les…, nece­si­ta­mos los abra­zos. Ese con­tac­to direc­to que nos ayu­da a tran­qui­li­zar­nos y a expre­sar y trans­mi­tir de for­ma posi­ti­va nues­tras emo­cio­nes. ¿Qué sería una vida sin abra­zos?…

 

Los abra­zos tie­nen que vol­ver a nues­tras vidas. Foto: Efra Tzuc

La pan­de­mia nos cam­bió nues­tras vidas de un día para otro: tuvi­mos que con­fi­nar­nos, limi­tar nues­tra for­ma de vida, cam­biar nues­tros hábi­tos y deja­mos de abra­zar­nos inde­pen­dien­te­men­te de nues­tra edad y cir­cuns­tan­cias. Las per­so­nas mayo­res han sido uno de los colec­ti­vos más afec­ta­dos por la pan­de­mia. No poder ver a sus fami­lia­res y unir­se a ellos con un abra­zo, ha sido muy difí­cil para ellas y aní­mi­ca­men­te las reper­cu­sio­nes sobre su esta­do de salud físi­ca y emo­cio­nal tar­da­rán tiem­po en supe­ra­ra­las.

En la pan­de­mia hemos apren­di­do a abra­zar­nos de otras mane­ras: jun­tan­do los codos, con nues­tras mira­das, susu­rran­do con nues­tra voz… pero el mejor abra­zo duran­te todo este tiem­po ha sido demos­trar nues­tro cari­ño y amor sien­do res­pon­sa­bles a nivel indi­vi­dual y colec­ti­vo, cui­dan­do a los que nos quie­ren y rodean pres­cin­dien­do de las ganas de estre­char a los demás en un abra­zo. Abra­zar en tiem­pos de pan­de­mia ha sido no abra­zar. Esta ha sido la mejor mues­tra de cari­ño y soli­da­ri­dad. Aún así, vol­ver a abra­zar­nos será cuan­do poda­mos, el mejor rega­lo. Ima­gi­ne­mos las pró­xi­mas Navi­da­des si todo va bien, reu­ni­dos con la fami­lia y pudien­do abra­zar­nos ¡Qué inmen­so pla­cer!

Esta­mos desean­do vol­ver a la nor­ma­li­dad. Para ello las vacu­nas nos están ayu­dan­do. Pero al igual que suce­de con el tema de la vacu­nas y la reti­ra­da gra­dual de las mas­ca­ri­llas, pese a las ganas de vol­ver a la reali­dad de la que antes gozá­ba­mos, no va a ser fácil recu­pe­rar las expre­sio­nes de afec­to de anta­ño.

 

Las dos caras de la vuelta a la normalidad

 

Vol­ver a reci­bir y dar abra­zos en la medi­da en que se vayan eli­mi­nan­do las res­tric­cio­nes debi­do a la pan­de­mia nos per­mi­ti­rá incre­men­tar nues­tro opti­mis­mo y bien­es­tar. Sin embar­go, no todas las per­so­nas reac­cio­na­rán de la mis­ma mane­ra. La mayor par­te de per­so­nas se sen­ti­rán con­ten­tas y ale­gres de poder vol­ver abra­zar a sus fami­lia­res y ami­gos. Por el con­tra­rio, toda­vía se mos­tra­ran rea­cias a los abra­zos.

 

¿Cómo es posible que haya personas que, cuando se pueda, sean remisas a dar y recibir abrazos tras la pandemia?

La pan­de­mia nos va a dejar “hue­llas” y, los pro­ble­mas psi­co­ló­gi­cos se van a con­ver­tir en una de las prio­ri­da­des en los sis­te­mas de salud. Si nos ceñi­mos a los abra­zos, hay per­so­nas que, pre­via­men­te o duran­te estos meses con­vi­vien­do con el Covid, han desa­rro­lla­do una ansie­dad inten­sa ante el temor a con­ta­giar­se y, por ello, cuan­do nos per­mi­tan, no podrán evi­tar mie­do y eva­di­rán los abra­zos.

Así mis­mo, dar abra­zos tam­bién se apren­de y, a muchos niños se les ha pri­va­do de la opor­tu­ni­dad de abra­zar a sus com­pa­ñe­ros u otros niños. Por tan­to,  habrá que ani­mar­les a que lo hagan de for­ma espon­tá­nea.

 

No solo los niños, sino per­so­nas de cual­quier edad pue­den mos­trar­se inse­gu­ras ante los abra­zos. Muchas per­so­nas mayo­res han esta­do en resi­den­cias o con­fi­na­das en sus casas sin poder ver a sus hijos o res­to de fami­lia­res y, pese a la nece­si­dad de vol­ver a sen­tir el con­tac­to físi­co, pue­den expe­ri­men­tar inquie­tud si se les abra­za por el mie­do a con­ta­giar­se.

Por otra par­te, pese a que las vacu­nas, nos están ayu­dan­do a pre­ve­nir la enfer­me­dad, hay per­so­nas que con­ti­núan man­te­nien­do sus dudas ante la fal­ta de datos sobre el por­cen­ta­je de inmu­ni­dad depen­dien­do de cada vacu­na, perío­do de inmu­ni­za­ción y, por con­si­guien­te, pre­fie­ren duran­te más tiem­po  man­te­ner todas las medi­das de pro­tec­ción inde­pen­dien­te­men­te de lo que nos vayan acon­se­jan­do des­de las admi­nis­tra­cio­nes.

Otros fac­to­res que se rela­cio­nan con el mie­do a vol­ver a abra­zar­se cuan­do nos lo per­mi­tan, tie­nen que ver con aspec­tos como la baja tole­ran­cia a la incer­ti­dum­bre, esque­mas rígi­dos y dico­tó­mi­cos de pen­sa­mien­to, haber pasa­do la enfer­me­dad uno mis­mo o algún fami­liar e inclu­so la muer­te de algún parien­te cer­cano, etc. Varia­bles muy pare­ci­das que ya ana­li­za­mos en el artícu­lo sobre el mie­do a las vacu­nas.

 

Volver a abrazarse es necesario

 

Gra­dual­men­te, en la medi­da que las auto­ri­da­des nos vayan acon­se­jan­do, ire­mos recu­pe­ran­do la posi­bi­li­dad de abra­zar­nos de nue­vo y nos sen­ti­re­mos arro­pa­dos con el con­tac­to físi­co. Entre tan­to, es impor­tan­te no bajar la guar­dia por­que toda­vía el virus está ahí y, aún que­dan muchas per­so­nas para reci­bir las dosis com­ple­tas de vacu­nas.

Pese a que aún ten­ga­mos que man­te­ner algu­nas medi­das de pro­tec­ción, cuan­do lle­gue el momen­to, aque­llas per­so­nas que sien­tan mucha ansie­dad y temor y  se sien­tan intran­qui­las cuan­do vayan a abra­zar o ser abra­za­das, es impor­tan­te que bus­quen ayu­da psi­co­ló­gi­ca.

Vol­ver a dis­fru­tar de los abra­zos será la mejor de las expe­rien­cias. El afán de supera­ción del ser humano es increí­ble y vol­ver a abra­zar­nos nos infun­di­rá segu­ri­dad, pro­tec­ción y ten­drá un efec­to tera­péu­ti­co muy favo­ra­ble en todos noso­tros.

 

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