la mama y la puta

la mama y la puta

La película del realizador Jean Eustache, que se proyecta en una cinta restaurada, llevaba 50 años sin distribuirse

Jean-Pie­­rre Léaud, Ber­nar­det­te Lafont y Fra­nçoi­se Lebrun, en una esce­na icó­ni­ca de la pelí­cu­la.

La Fil­mo­te­ca Valen­cia­na, en su apues­ta por recu­pe­rar cin­tas res­tau­ra­das que mar­ca­ron la his­to­ria del cine euro­peo, ha pro­ga­ma­do dos pases de La mámá y la puta (1973). Se tra­ta de la pri­me­ra obra del rea­li­za­dor Jean Eus­ta­che y está con­si­de­ra­da como el últi­mo títu­lo que pue­de encua­drar­se en la lla­ma­da Nou­ve­lle Vague.

La cin­ta arras­tra cier­ta fama de pelí­cu­las mal­di­ta y, de hecho, no ha sido dis­tri­bui­da en los últi­mos 50 años. La copia res­tau­ra­da que se pro­yec­ta en la Fil­mo­te­ca se pre­sen­tó en la pasa­da edi­ción del Fes­ti­val de Can­nes, en una gala que reu­nió a sus prin­ci­pa­les intér­pre­tes.

La polé­mi­ca por La mámá y la puta comen­zó el día de su estreno en el Fes­ti­val de Can­nes de 1973, don­de aca­bó alzán­do­se con el gran pre­mio del jura­do. La actriz Ingrid Berg­man, que pre­si­día el jura­do en esa edi­ción, lle­gó a afir­mar que le pare­cía lamen­ta­ble que Fran­cia estu­vie­se repre­sen­ta­da por una pelí­cu­la tan sór­di­da y vul­gar, en la que ‑algo inusual en la época‑ se emplea­ban expre­sio­nes como bai­ser (“follar”) y mer­di­que (“mier­do­so”), y que hicie­ron que a más de uno se le caye­ra el monócu­lo ante tal atre­vi­mien­to.

Por su par­te el escri­tor Law­ren­ce Durrell y el direc­tor Syd­ney Pollack, que for­ma­ban par­te del tri­bu­nal, salie­ron en su defen­sa. La polé­mi­ca, y las duras crí­ti­cas de la pren­sa más con­ser­va­do­ra, fue­ron las cla­ves de su pos­te­rior éxi­to (ganó inclu­so el Pre­mio FIPRESCI de la Fede­ra­ción Inter­na­cio­nal de la Pren­sa Cine­ma­to­grá­fi­ca).

Jean Eus­ta­che, duran­te el roda­je de la pelí­cu­la.

La resaca del 68

La mamá y la puta es una des­en­can­ta­da refle­xión con apun­tes auto­bio­grá­fi­cos sobre la socie­dad fran­ce­sa tras la pér­di­da de ilu­sión de los jóve­nes revo­lu­cio­na­rios de los sesen­ta y el fra­ca­so de las revuel­tas estu­dian­ti­les del mayo de 1968. Está inter­pre­ta­da por tres acto­res emble­má­ti­cos del cine de la Nou­ve­lle Vague: Jean-Pie­­rre Léaud, Ber­nar­det­te Lafont y Fra­nçoi­se Lebrun. El com­bo pro­ta­go­ni­za­ba un trián­gu­lo amo­ro­so que remi­tía direc­ta­men­te a Jules y Jim (1962), de Fra­nçois Truf­faut, uno de los gran­des títu­los de la Nou­ve­lle Vague.

Ale­xan­dre (Léaud) es un joven bur­gués cíni­co y egoís­ta que vive en París. Se encuen­tra en una fase nihi­lis­ta de su exis­ten­cia y lo úni­co que le intere­sa son las muje­res y vivir de ellas. Con­si­gue for­mar un trío sen­ti­men­tal con su novia Marie (Lafont), con la que vive y lo man­tie­ne, y con Vero­ni­ka (Lebrun), una enfer­me­ra que ha cono­ci­do en un café. 

A pesar de la resis­ten­cia ini­cial de ambas, el trián­gu­lo amo­ro­so es abso­lu­ta­men­te satis­fac­to­rio para Ale­xan­dre, por­que repre­sen­ta un equi­li­brio entre lo sexual, lo mater­nal y lo mate­rial.

El títu­lo de la pelí­cu­la hace refe­ren­cia a la dis­yun­ti­va que se le pre­sen­ta a Ale­xan­dre: ele­gir entre la como­di­dad y la vida fami­liar que le ofre­ce Marie (la mamá) o la pasión y la nove­dad que encuen­tra en Vero­ni­ka (la puta). Duran­te las tres horas y media que dura el lar­go­me­tra­je, los per­so­na­jes man­tie­nen con­ver­sa­cio­nes inten­sas.

El trio pro­ta­go­nis­ta.

Hasta la vista

El méto­do de roda­je de Eus­ta­che tam­bién sir­vió para echar más leña al fue­go del mito que rodea a la pelí­cu­la. A lo lar­go de sus 215 minu­tos se enca­de­nan lar­gas con­ver­sa­cio­nes sobre el amor, el sexo y las rela­cio­nes entre hom­bres y muje­res y el rea­li­za­dor obli­ga­ba a sus acto­res, no solo a memo­ri­zar has­ta la últi­ma pala­bra (la impro­vi­sa­ción esta­ba prohi­bi­da), sino a rodar las esce­nas en una úni­ca toma.

Eus­ta­che, anti­guo obre­ro de la com­pa­ñía nacio­nal de ferro­ca­rri­les recon­ver­ti­do en bur­gués y aman­te del güis­qui, no era pre­ci­sa­men­te fácil de tra­tar. La pelí­cu­la tie­ne, ade­más, una impor­tan­te car­ga auto­bio­grá­fi­ca.

La mamá y la puta fue el pri­me­ro de los dos úni­cos lar­go­me­tra­jes que lle­gó a fir­mar. En 1981 estre­nó Mes peti­tes amou­reu­ses, y poco des­pués sufrió un acci­den­te que le con­de­na­ría a una coje­ra per­ma­nen­te. Inca­paz de asi­mi­lar­lo, deci­dió ade­lan­tar­se a los acon­te­ci­mien­tos y se pegó un tiro.

La mámá y la puta se proyectará el jueves 13 de octubre (18 horas) y el viernes 14 (20 horas) en la Filmoteca de la Generalitat Valencia. (Plaza del Ayuntamiento, 17. Valencia)

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