[vc_row full_width_row=“true”][vc_column][vc_column_text]La Mari­na Alta es una de las comar­cas con mayo­res recla­mos turís­ti­cos de la Comu­ni­dad Valen­cia­na, cono­ci­da en verano por sus pla­yas, acan­ti­la­dos, calas y pue­blos mari­ne­ros como Denia, Javea, Benis­sa o Cal­pe, su inte­rior ate­so­ra todo tipo de joyas arqui­tec­tó­ni­cas y natu­ra­les que se pue­den dis­fru­tar a lo lar­go de todo el año. Hoy vamos a hacer una para­da en dos de ellas, como son la Cue­va de las Cala­ve­ras, en Beni­do­leig y el Barranc de l’In­fern, en la Vall de Laguar, más cono­ci­do como “La cate­dral del sen­de­ris­mo” pues su ruta cir­cu­lar inclu­ye más de 6.800 esca­lo­nes de pie­dra.

 

Viajamos al pasado en la Cueva de las Calaveras

 

Como esta­mos en invierno y tam­bién para evi­tar aglo­me­ra­cio­nes, la pri­me­ra para­da de nues­tra ruta será la Cue­va de las Cala­ve­ras, pues sus puer­tas están abier­tas des­de las 9 horas de la maña­na has­ta las 18 horas de la tar­de de for­ma inin­te­rrum­pi­da.

Si el Barranc de l’In­fern se con­si­de­ra “la cate­dral del sen­de­ris­mo”, este lugar se podría deno­mi­nar la “cate­dral de la espe­leo­lo­gía”, sí por­que ya su mis­ma entra­da se ase­me­ja a la de una gran cate­dral góti­ca, con sus for­mi­da­bles dimen­sio­nes y sus capri­cho­sas for­mas labra­das por la natu­ra­le­za con el paso de los siglos.

 

Unas dimen­sio­nes y unas joyas natu­ra­les que tam­bién se pue­den apre­ciar en sus 440 metros de pro­fun­di­dad. La cue­va, per­fec­ta­men­te habi­li­ta­da por un camino rea­li­za­do con tablo­nes de made­ra y cui­da­do­sa­men­te ilu­mi­na­da para apre­ciar lo más posi­ble todas sus rique­zas y curio­si­da­des, cuen­ta ade­más, con un hilo musi­cal que nos intro­du­ce, toda­vía más, en un ambien­te espe­cial y mági­co.

Antes de acce­der a ella, ade­más, nos aguar­dan sor­pre­sas como repro­duc­cio­nes de varios dino­sau­rios y otros ani­ma­les camu­fla­dos por aquí y por allá que apa­sio­nan a gran­des y peque­ños y que son recla­mo obli­ga­do para tomar foto­gra­fías para el recuer­do.

 

En la mis­ma puer­ta nos reci­be una curio­sa pare­ja de per­so­na­jes de la edad de pie­dra y, ya en su inte­rior, una colec­ción de fósi­les y pie­dras nos dan una idea de la rique­za arqueo­ló­gi­ca del lugar.

Esta­lag­mi­tas, estal­cti­tas, anti­guos líque­nes, rin­co­nes que sir­vie­ron para dor­mir, cazar, pin­tar o con­tar his­to­rias a nues­tros ante­pa­sa­dos pre­his­tó­ri­cos y muchas más sor­pre­sas nos espe­ran a cada paso de esta sin­gu­lar Cue­va de las Cala­ve­ras.

Ya en la sali­da, resul­ta muy reco­men­da­ble dete­ner­se un tiem­po en su com­ple­ta tien­da de recuer­dos y de pie­dras pre­cio­sas así como repo­ner fuer­zas en su bar para con­ti­nuar lue­go nues­tro camino.

 

Un exigente paseo en “la catedral del senderismo”

 

Con nues­tro ins­tin­to cul­tu­ral y patri­mo­nial satis­fe­cho y con el estó­ma­go tam­bién, nos diri­gi­mos hacia el segun­do pun­to de nues­tra ruta, “El Barranc de l’In­fern” en la Vall de Laguar. Como curio­si­dad, cabe resal­tar que esta loca­li­dad está con­for­ma­da por varias peda­nías como son Beni­mau­rell, Cam­pell, Fleix y Fon­ti­lles. Deja­mos el vehícu­lo en el par­king habi­li­ta­do en Fleix y des­de ahí ire­mos a la izquier­da, hacia el ini­cio de la ruta sen­de­ris­ta cono­ci­da como “la cate­dral del sen­de­ris­mo”, el sen­de­ro PR-CV 147 que se ini­cia en la Font Gros­sa y lava­de­ro de Fleix.

 

Toda per­so­na aman­te del sen­de­ris­mo y de la natu­ra­le­za debe­ría tener en su colec­ción de rutas com­ple­ta­das la de este Barranc de l’In­fern. Eso sí, con­vie­ne lle­var buen cal­za­do, ropa ade­cua­da, así como agua y algo de comi­da, por­que la ruta es exi­gen­te y cuen­ta con impor­tan­tes des­ni­ve­les y, como ya hemos indi­ca­do, con unos 6.800 esca­lo­nes cons­trui­dos con pie­dras y tie­rra.

 

Ya en su inte­rior, con­vie­ne dejar­se lle­var y mara­vi­llar­se con el estre­cho y pre­cio­so cañón que la natu­ra­le­za y las pacien­tes aguas del río Giro­na han ido escul­pien­do con el paso de los años y de los siglos. Pasa­re­mos por luga­res emble­má­ti­cos de esta ruta como El Forat de la Juvea, un for­mi­da­ble agu­je­ro talla­do en la roca, así como por la cas­ca­da de unos 65 metros cono­ci­da como El Barranc del Salt, has­ta lle­gar al seco lecho del riu Giro­na des­de el cual, y pre­vio des­can­so casi obli­ga­do, ini­cia­re­mos un ascen­so de unos 300 metros de des­ni­vel, y con esca­lo­nes que nos lle­va­rá a Juvees d’Enmig y el Pou de la Juvea.

 

Segui­re­mos avan­zan­do por sus baja­das y subi­das has­ta lle­gar a la Font de Reinós y de ahí a Juvees de Dalt para con­ti­nuar hacia la loca­li­dad de Beni­ma­ru­rell, don­de aca­ba la ruta sen­de­ris­ta. Des­de allí toma­re­mos un rela­ja­do y tran­qui­lo paseo de unos dos kiló­me­tros de regre­so a Fleix duran­te el que podre­mos comen­tar las sen­sa­cio­nes y expe­rien­cias vivi­das en esta fan­tás­ti­ca y sobre­co­ge­do­ra “Cate­dral del Sen­de­ris­mo”.

Y para aca­bar esta inmer­sión en el inte­rior de la Mari­na Alta no pode­mos olvi­dar­nos de pro­bar su fan­tás­ti­ca gas­tro­no­mía en sus bares y res­tau­ran­tes entre los que des­ta­ca el Nou Cavall Verd de Eva­rist Mira­lles en pleno cora­zón de La Vall de Laguar o el Hotel res­tau­ran­te Alahuar, un hotel de 4 estre­llas ubi­ca­do en las afue­ras de Beni­mau­rell.

 

 

 

 

 

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