Los nue­vos estre­lla­dos con los once tres estre­llas espa­ño­les, un esca­la­fón que per­ma­ne­ce inal­te­ra­ble.

Había mucha expec­ta­ción, lo que se tra­du­jo en una terri­ble carre­ra por con­se­guir invi­ta­cio­nes por par­te de los orga­ni­za­do­res. Hábil­men­te, las auto­ri­da­des polí­ti­cas atra­je­ron hacia Valen­cia el espec­tácu­lo mediá­ti­co de las estre­llas Miche­lin y todo el mun­do con­clu­yó que se tra­ta­ba de una elec­ción por mere­ci­mien­tos. Las mul­ti­na­cio­na­les, sin embar­go, rara vez actúan en esa lon­gi­tud espi­ri­tual y, en cam­bio, pri­man el ren­di­mien­to mate­rial.

Allí, sin embar­go, está­ba­mos, todos y todas los que hace­mos y razo­na­mos sobre coci­na en Valen­cia arro­pan­do a la Miche­lín y pasean­do jun­to a la nue­va aris­to­cra­cia culi­na­ria, de Joan Roca a Mar­tín Bera­sa­te­gui, del tele­vi­si­vo Jor­di Cruz a los her­ma­nos Torres, sin olvi­dar­nos de Ando­ni Adu­ritz, el coci­ne­ro con más cuen­tas pen­dien­tes en la guía Miche­lín y, sin embar­go, pre­sen­te en los pasi­llos del ver­nis­sa­ge. La noche, no obs­tan­te, iba a ser valen­cia­na, pero tam­bién fue obvia la apues­ta por Por­tu­gal, o por las Balea­res, Cana­rias y Gali­cia, las tres regio­nes peri­fé­ri­cas que se están incor­po­ran­do a la alta coci­na

La orga­ni­za­ción fue casi per­fec­ta y des­pil­fa­rran­do medios. Y no es fácil hacer­se con ese valle de los reyes arqui­tec­tó­ni­co que ha plan­ti­fi­ca­do San­tia­go Cala­tra­va en Valen­cia. El impo­si­ble por inau­di­ble audi­to­rio supe­rior esta­ba domi­na­do por un vis­to­so esce­na­rio y unas bri­llan­tes luces que ora enro­je­cían ora trans­for­ma­ban el inmen­so espa­cio en una espe­cie de luciér­na­ga ver­de. Cáma­ras y fotó­gra­fos por todas par­tes. Las chi­cas lucien­do galas, los chi­cos hacien­do lo que podían por­que en este país –y en esta ciu­dad– no se lle­va el esmo­quin. Esta es tie­rra agrí­co­la, de peque­ños pro­pie­ta­rios, y el tra­je del seño­ri­to está mal vis­to. Si nos deja­ran, iría­mos con alpar­ga­tas de espar­to.

Tan­to la pues­ta en esce­na como el dise­ño grá­fi­co y el de los obje­tos era exce­len­te, no lo fue el guion de la gala. Superó las dos horas y media. Y ya lo dijo John Ford en su día, que las nal­gas huma­nas no esta­ban pre­pa­ra­das para sopor­tar más de hora y media sen­ta­das en una buta­ca. Pues casi el doble duró el even­to, dado que al peña­zo habi­tual de los dis­cur­sos polí­ti­cos hubo que aña­dir las locu­cio­nes de has­ta tres repre­sen­tan­tes de la Miche­lín, más otros patro­ci­na­do­res. Y suer­te que la pre­sen­ta­do­ra, la actriz ali­can­ti­na Ana Milán, estu­vo suel­ta y ele­gan­te, aun­que se gus­ta­ba en oca­sio­nes con tics sobre­ac­tua­dos.

El pre­si­den­te de la Gene­ra­li­tat no supo qué decir dado que la ambi­cio­sa vice­al­cal­de­sa San­dra Gómez le había qui­ta­do el tema al cen­trar­se en la géne­sis fabril de los her­ma­nos del cau­cho, los Miche­lin. Nadie se acor­dó del gran ban­que­te para un cen­te­nar y pico de sus agen­tes comer­cia­les que el malo­gra­do Édouard Miche­lin ofre­ció en el Mer­ca­do Cen­tral de la mano de San­ti San­ta­ma­ría. Era 2005 y Édouard se había ena­mo­ra­do del pro­duc­to y del acer­vo de nues­tra coci­na tra­di­cio­nal. Tres lus­tros des­pués, des­de el cas­ca­rón pos­mo­derno de les Arts, los direc­ti­vos actua­les de la mul­ti­na­cio­nal de los neu­má­ti­cos resul­ta­ron sopo­rí­fe­ros, sal­vo su direc­tor téc­ni­co para Espa­ña. Ori­gi­nal y atrac­ti­vo, tam­bién el pre­si­den­te de la Dipu­tación, Toni Gas­par, sor­pren­dió a todos fusio­nan­do poe­sía con coci­na popu­lar para ter­mi­nar defi­nién­do­nos como “la tie­rra de la feli­ci­dad”.

Paté­ti­co, rozan­do el ridícu­lo, estu­vo Gwen­dal Pou­llen­nec, direc­tor inter­na­cio­nal de las guías Miche­lín, quien no se limi­tó a reco­no­cer su nulo cas­te­llano y a sol­tar un pre­vi­si­ble dis­cur­so en inglés que iban tra­du­cien­do las pan­ta­llas, sino que cogió la direc­ta para acom­pa­ñar a la Milán en la decla­ma­ción de los nom­bres que iban con­si­guien­do las ansia­das estre­llas. Su pro­nun­cia­ción era un ver­da­de­ro insul­to a la len­gua de Nebri­ja, una fal­ta de res­pe­to que daba lugar a equí­vo­cos cuan­do cons­tan­te­men­te con­fun­día las síla­bas tóni­cas al modo de una char­lo­ta­da. Bien sûr, mon ami. En fin, un desas­tre suma­do al enor­me rui­do ambien­te que se crea en el audi­to­rio inge­nia­do por Cala­tra­va y que impe­día escu­char los moti­vos de la pre­sen­ta­do­ra al expli­car las razo­nes de la selec­ción de estre­lla­dos. Ade­más de la mul­ti­tud de erro­res en los vídeos pro­du­ci­dos para la oca­sión como atri­buir Moi­xent o Pal­me­ra a la pro­vin­cia de Ali­can­te. Está cla­ro que la Miche­lín nece­si­ta un chef edi­tor y un copyw­ri­ter para Espa­ña.

EL REPARTO DE ESTRELLAS

A esas altu­ras, obvia­men­te, el per­so­nal esta­ba ansio­so por cono­cer su suer­te en el repar­to de para­bie­nes. Pero no. Antes hubo un reco­no­ci­mien­to a los estre­lla­dos del año pasa­do, el del con­fi­na­mien­to sin gala… Así que subie­ron todos los del 2021 con Naza­rio Cano a la cabe­za, aho­ra jugan­do para la capi­tal mur­cia­na en Odi­seo. Más tar­de die­ron los nue­vos pre­mios al talen­to joven, equi­vo­can­do el nom­bre en el rótu­lo del gana­dor (Mario Cachi­ne­ro, y no Cha­ci­ne­ro, de Mar­be­lla), y otro al magis­te­rio del incom­bus­ti­ble Bera­sa­te­gui. A ese nue­vo preám­bu­lo siguie­ron los tré­bo­les ver­des. Y lue­go sí, empe­za­ron las nue­vas estre­llas: un total de 33. 

Los rumo­res apun­ta­ban a 6 nue­vas dis­tin­cio­nes para la Comu­ni­dad Valen­cia­na, y así fue. Pero pocos acer­ta­ron las qui­nie­las. Arrels, de la joven­cí­si­ma Vicky Sevi­lla, en Sagun­to, esta­ba entre las favo­ri­tas y así fue. Peix i Bra­ses, el buque insig­nia en Dénia de Tomás Arri­bas que lle­va tiem­po en manos de José Manuel López Igle­sias, más que mere­ci­do. Y el Lien­zo, en Valen­cia, al fren­te del cual desa­rro­lla un buen tra­ba­jo des­de hace un lus­tro la joven mur­cia­na María José Mar­tí­nez jun­to a su pare­ja, Juan José Soria. Hacia Alco­ce­bre se fue otra estre­lla, para la pare­ja del Ata­la­ya en el edi­fi­cio Mar del Pla­ta: el ita­liano Ema­nuel Car­luc­ci y Ale­jan­dra Herra­dor. Se for­ma­ron en Bera­sa­te­gui y con San­ti Aro­la.Toda­vía no hemos esta­do allí. Una sor­pre­sa. Han falla­do los advi­sers cas­te­llo­nen­ses. 

La quin­ta estre­lla fue para un japo­nés, rela­ti­va­men­te nue­vo, en Valen­cia, el Kai­do sushi bar, en la calle Chi­le, con­ti­nua­dor de otros “japos” en la mis­ma zona, y que aho­ra diri­ge Yoshi­ka­zu Yano­me. Tén­ga­se en cuen­ta que Japón es el segun­do gran país de la guía Miche­lín, por enci­ma inclu­so de Fran­cia. Pero en Valen­cia hay una penúl­ti­ma tra­di­ción de comi­da orien­tal que enca­be­zan Momi­ji, Komo­ri y Nozo­mi, que tam­bién debe­rían haber sido reco­no­ci­dos por los ins­pec­to­res fran­ce­ses. Final­men­te, una nue­va pare­ja, la argen­ti­na for­ma­da por Ger­mán Carri­zo y Cari­to Lou­re­nço, quie­nes tras salir del influ­jo de Qui­que Dacos­ta y rein­ven­tar su coci­na de la expe­rien­cia en Fie­rro con­si­guen una estre­lla que abre el paso hacia otros pro­yec­tos con menos deca­den­cia en la sala.

No hubo más sor­pre­sas, por­que la Miche­lín no otor­gó nin­gu­na nue­va ter­ce­ra estre­lla, para cabreo de la gen­te del Muga­ritz, que sin­ce­ra­men­te mere­cía Ricard Cama­re­na y su extra­or­di­na­rio tra­ba­jo con las nue­vas ver­du­ras. En cam­bio, la guía fue esplén­di­da con Dacos­ta –le dio una estre­lla a su noví­si­mo Dee­sa en el Ritz-Man­­da­­rín madri­le­ño–, y con el mala­gue­ño Dani Gar­cía, al que con­ce­dió dos de gol­pe a pesar de lle­var abier­to ape­nas medio año con su nue­vo asa­dor de humo tam­bién en Madrid.

A la sali­da nos ente­ra­mos de los nue­vos res­tau­ran­tes de la zona bib gour­mand de la guía –res­tau­ran­tes más peque­ños, más eco­nó­mi­cos, recién lle­ga­dos…– y en esa lis­ta se cola­ron varios des­co­no­ci­dos de Ali­can­te y dos de Valen­cia, Foras­te­ra –de otra pare­ja, el utie­lano Xis­cu Nué­va­los y Lau­ra Jura­do– y el extra­or­di­na­rio Yar­za, de Manu Yar­za, el mejor coci­ne­ro neo­clá­si­co de la ciu­dad en estos momen­tos.

LOS PERDEDORES Y LA CENA

Y los caí­dos. Algu­nos cerra­dos como el Sents de Ontin­yent o el Suce­de del hotel Caro, o los de Albert Adrià en Bar­ce­lo­na o el Sant Celo­ni de Madrid. Otros degra­da­dos por la ins­pec­ción: Monas­trell de María José San Román –un desas­tre des­pués del esfuer­zo de esta mujer y su gru­po, con espe­cial men­ción a La Taber­na del Gour­met–, el Oro­bian­co de Cal­pe que no hace más que cam­biar de coci­ne­ro cada vez que con­si­gue estre­llas, y el res­tau­ran­te de Manuel Alon­so en la pla­ya de Dai­mús, una inex­pli­ca­ble e injus­ta caí­da del here­de­ro del sen­tis­mo. Ire­mos pron­to a ver­le, sin duda.

Lue­go hubo una cena mul­ti­tu­di­na­ria, un poco desas­tre, la ver­dad, dados los pro­ble­mas higié­ni­cos que plan­tea el coro­na­vi­rus en estos momen­tos. Hubo quien comió a dos carri­llos, pero no se tra­ta­ba de eso. Quien lo com­pren­dió fue el genio de Dacos­ta, que rega­ló a los ami­gos más de vein­te kilos de las mejo­res gam­bas raya­das del mun­do. Una bar­ba­ri­dad. Y los vinos, que gran­des sumi­lle­res como José Anto­nio Nava­rre­te, Alber­to Redra­do Enri­que Gar­cía Albel­da ele­gían para los invi­ta­dos, des­ta­can­do el blan­co de Javier Revert (dels Alfo­rins), un vino espe­cial, natu­ra­lí­si­mo… y el tin­to Paro­tet de Pablo Cala­ta­yud (tam­bién dels Alfo­rins), de quien no se sepa­ra­ba Luis Gutié­rrez, el hom­bre de Par­ker para Espa­ña tras los anti­guos escán­da­los de Jay Miller en la revis­ta nor­te­ame­ri­ca­na, incor­po­ra­da al gru­po Miche­lín des­de fina­les de 2019.

El hom­bre de Wine Advo­cat con los bode­gue­ros valen­cia­nos.

Por si quie­ren más tela al res­pec­to de la gala, les reco­mien­do la cró­ni­ca que a tra­vés de inter­net ha escri­to uno de los gran­des e incom­bus­ti­bles crí­ti­cos de este país, Igna­cio Medi­na. Su escri­to para 7 Caní­ba­les es impa­ga­ble. Les dejo el link.

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