El escritor valenciano recupera «La llavor» 30 años después y la adapta a las inquietudes de los jóvenes actuales

La Tierra está al borde del abismo. La Humanidad solo puede sobrevivir colonizando otros planetas. La única esperanza es enviar a un grupo de jóvenes a Alfa-Centauri, a la búsqueda de un nuevo mundo desde el que volver a empezar. Pero la nueva semilla que se quiere plantar no puede sustraerse a miles de años de existencia anterior: el ser humano es lo que es, y se comporta igual en cualquier punto del universo. Ese es el argumento de La llavor [La semilla], la última novela del escritor José Miguel Aguilera (Valencia, 1960), uno de los pioneros de la ciencia ficción española. Publicada originalmente en 1992, la que llega ahora es una versión renovada y adaptada al público actual.
«La llavor es un relato que escribí a principios de los 90 —explica el autor— y con la que gané el Juli Verne [que concede el Círculo de las Artes y de las Letras de Andorra]. Cuando Pablo Herranz, de la editorial Galés, me propone reeditarlo y mejorar la redacción preferí rehacerlo y actualizarlo». A aquella entrega de premios, cuenta entre risas, acudió el Obispo de la Seu de Urgell quien, con el presidente de Francia, es la máxima autoridad de ese pequeño país.
Lo decisión no es un capricho de un autor descontento con una antigua obra, sino que tiene su sentido. Un viaje de cuatro millones de años luz en un relato pueden no ser muchos, pero treinta años en una novela de ciencia ficción sí. El género «nos lleva al futuro, pero habla del presente. A finales del siglo pasado los temores eran otros, como la superpoblación, pero ahora el gran peligro es el cambio climático», dice. Además «no solo evoluciona la ciencia, que es la base que hace creíble la novela, sino también la mentalidad de la gente».
El fondo de la historia no ha cambiado, pero la realidad sí. En los 90, por ejemplo, «los exoplanetas eran una hipótesis, pero ahora conocemos más de 4.000. Además, son muchos los cambios que se han producido a nivel tecnológico. La llavor es una novela juvenil que busca nuevos lectores, y no se les puede hablar como hace treinta años».
La historia, además, tiene un trasfondo real muy curioso y que sirvió al autor de inspiración. En 1992, ocho científicos de distintas especialidades entraron en un complejo construido en el desierto de Arizona llamado Biosfera 2. «La idea era ver cómo se podía mantener un ecosistema independiente, como ocurriría si intentamos colonizar otro planeta, pero también observar lo que pasaba con la convivencia». Dos años y 150 millones de dólares después, lo que debía haber sido Star Trek se parecía más a El señor de las moscas y hubo que ponerle fin.
Pionero de la ciencia ficción en España —su primer relato, Sangrando correctamente, se publicó en 1981— su nombre es, desde hace tiempo, sinónimo de ventas en países con Francia, Italia o Alemania. Así Aguilera rememora cómo ha cambiado la ciencia ficción española en estos tiempos. «Yo soy de la primera generación que empezó a firmar con su nombre y a escribir ciencia ficción que iba más allá de las aventuras espacial», dice. Era la época en la que el escritor de Llíria Pascual Enguídanos firmaba como George H. White o el valenciano José Caballer era Larry Winters para los lectores, y el título que mejor definía el género era La saga de los Aznar (space opera en estado puro), que publicaba la Editorial Valenciana.

Cruzar la frontera
Aunque tampoco está a la última de lo que llega a las librerías, recuerda que el género sigue siendo de nicho, y que suele estar maltratado. «En España se supone que la ciencia ficción buena es la que se escribe en inglés, pero en Francia, los autores anglosajones apenas son el 10% de lo que se publica, se traduce únicamente lo que ha vendido mucho en su país de origen. En una librería española, en cambio, es casi imposible encontrar a autores franceses o italianos». Así, se entiende que él o Javier Negrete sean de los pocos que han podido cruzar nuestras fronteras; no se cuida la cantera.
Pero como género, al menos tiene un reconocimiento del que antes carecía. «Permite hablar de muchos temas y hay autores como Rosa Montero que se han atrevido. Eso sirve para que la gente tenga otra percepción» Pero, lo importante para él «es que esté bien escrita para llegar a nuevos públicos: una buena idea mal escrita no sale del circuito friki. Si está bien escrita, es más fácil que tenga vida más allá de ámbito de los aficionados».
Por último, destacar que La llavor tiene un pequeño guiño. Aguilera es, además, ilustrador. Pero hace unos años sufrió una enfermedad que prácticamente le paralizó. «La primera que hice cuando me recuperé fue dibujar la portada del libro, ver cómo iba quedando me sirvió para darme cuenta de cuánto estaba mejorando».
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