El escritor catalán vuelve a las librerías con «El Español», una novela ambientada en la Guerra de Independencia americana.
A Jorge Molist (Barcelona, 1951) le gusta viajar en el tiempo. Lo ha demostrado novela a novela, y ya van once, desde que se dio a conocer con Los muros de Jericó (2000). La diferencia es que a él le gusta mirar en los intersticios de la historia, en aquellos lugares en los que nadie se fija, para construir sus relatos. Ahora, con El Español (Grijalbo), pone sobre la mesa unos hechos prácticamente desconocidos para el gran público: el papel de la corona española en la guerra de independencia de EEUU. Y lo hace de la mano del aventurero Jaume Ferrer, trasunto de Jorge Ferragut, que suministró las armas con las que los rebeldes consiguieron doblegar al ejército británico.
- ¿Qué le ha llevado a fijarse esta vez en el papel de los españoles en la guerra de Independencia de Estados Unidos? Los franceses, al regalarles la Estatua de la Libertad, han pasado a la historia como los que ayudaron a los colonos a ganar la guerra contra la metrópoli, pero el papel de los españoles no fue ni mucho menos menor.
- Yo viví muchos años en Estados Unidos, y hace tiempo, creo que antes incluso de dedicarme a escribir, empecé a tirar del hilo. Por ejemplo, descubres que hay una calle Borbón en Nueva Orleans y te preguntas de dónde viene. Empiezas a ver el papel que tuvo España en la guerra y te das cuenta de que es una historia completamente olvidada. No solo fuera, también aquí. La ignorancia es mutua. Cuando vivía en EEUU, me encontraba con gente que pensaba que España estaba en Sudamérica, pero claro, aquí en España tampoco sabríamos ubicar Arkansas.
- ¿Qué van a encontrar tus lectores en ‘El Español’?
- La novela es ante todo una historia de amor prohibido, intensa y desesperada. También es una historia de venganza. El protagonista, Jaume Ferrer, parte de Menorca, dominada por los británicos, y atraviesa España. Allí se integra en una nación que empieza a sentir como propia, y se hacer llamar “El Español”, cuando pocos se consideraban realmente españoles. Después cruza el Atlántico y se suma a la lucha contra los británicos en América, hasta convertirse en una figura clave de la guerra de independencia.
- Es curioso que sean tan desconocido este episodio, porque a finales del siglo XVIII España ha alcanzado un nivel de expansión internacional que no conocía desde el Descubrimiento, es uno de los grandes momentos del imperio.
- Totalmente. La llegada de los Borbones desmanteló buena parte del antiguo imperio, sobre todo el Mediterráneo, que venía de la Corona de Aragón. Se perdieron Flandes, partes de Italia… el imperio quedó en América, Filipinas y algunos territorios africanos. Pero luego, con Carlos III, España vivió un momento brillante, nunca había ocupado tanto territorio.
- ¿Por qué consideras a Carlos III una figura clave?
- Porque es innegable que fue un gran gobernante para su época. Era absolutista, sí, como lo era toda Europa, pero entendía el momento histórico. Supo aprovechar la rebelión de las colonias americanas contra los británicos para expandir el imperio. A cambio de apoyar a Francia, recibió la Luisiana. España llegó a controlar desde el Mississippi hasta Alaska. Recuperamos Florida, el Golfo de México, América Central, Uruguay y Menorca. Fue un momento álgido, de máxima extensión territorial. Y nadie lo recuerda.
- ¿Por qué crees que hemos olvidado ese periodo? Históricamente, es fundamental, es el momento de las dos revoluciones, la francesa y la inglesa, que dieron lugar a la Edad Contemporánea, aunque fuéramos ajenos a esos cambios.
- Por un lado, por la propaganda anglosajona. Los británicos y, luego, los estadounidenses, han difundido una imagen negativa de España, y nosotros no hemos sabido contrarrestarla. Nunca fuimos buenos propagandistas, ni siquiera en nuestros propios territorios. Por otro lado, hay una especie de auto-olvido. Nos hemos tragado el relato de que todo lo que hicimos fue tiránico o sangriento. Y eso no es justo. Es verdad que Francia apoyó a las colonias mucho antes que España, y que no tiene sentido restarle importancia a la ayuda que ofreció, pero al regalarle la Estatua de la Libertad convirtió en símbolo su papel. España tardó mucho en incorporarse a la llegada de la democracia, y eso hizo que aquí se tuviera poco interés en el tema.
- ¿Fue la colonización española fue diferente a la de otros imperios?
- Absolutamente. España fue la única potencia que intentó integrar a los indígenas como ciudadanos. Recordemos que, en EE.UU., los matrimonios mixtos fueron ilegales hasta 1967 y, en estados como Alabama, la ley que los prohibía ‑aunque sin efecto- no se derogó oficialmente hasta el año 2000. España fomentó esos matrimonios desde Isabel la Católica, la Corona creía que los indios tenían alma, que se podían salvar, por eso en lugar de exterminarlos trató de evangelizarlos. Es verdad que les impuso una cultura, pero no los mató. Los indios en los territorios españoles aprendían español, se les enseñaba agricultura, ganadería. No éramos perfectos, pero había una intención integradora. Otros imperios trataban a los indígenas como cosas, sin alma. Hubo cosas buenas y cosas malas, pero lo que no se puede es hacer presentismo e intentar ver la conquista de América con nuestros ojos.
- ¿Quién es Jaume Ferrer?
Es el protagonista de «El Español», un clon de Jorge Ferragut, un personaje real. En Menorca era Jordi Ferragut; en la España borbónica, Jorge Ferragut; y en América, George Farragut. Es un héroe desconocido tanto aquí como allí. En su libro ‘Foreign-Born American Patriots’, la historiadora René Lyons, lo llama “el olvidado”, y es el único español al que cita en una lista en la que, por ejemplo, también está Thomas Paine, el padre ideológico de la revolución. Recuerda además que fue el único español que luchó bajo bandera estadounidense. Fue marino, comandante de caballería, artillero… un verdadero aventurero y un personaje fascinante.
— También hay un personaje femenino importante.
Sí, Almudena. Es una mujer profundamente religiosa, fiel a los dogmas de la Iglesia, pero también con sus dudas. Vive marcada por el destino de su padre, condenado a trabajos forzados en La Carraca tras el motín de Esquilache. No es real, aunque sí verídica; diría que es histórica y simbólica. Su biografía es pura ficción, pero me sirve para hacer, o al menos intentarlo, un retrato de la situación de la mujer en aquella época Es una figura muy humana, atrapada entre su fe y sus emociones. La novela es también la historia de ese amor imposible entre ella y Jaime.
- En la novela, el protagonista llega a Barcelona y no lo entienden. ¿Es una metáfora?
- No [se ríe], es algo real. Jaime huye de Menorca, ocupada por los ingleses, y llega a Barcelona proclamándose español, pero no entiende el castellano. Solo habla menorquín e inglés. Es una forma de mostrar esa España diversa, complicada, en la que alguien que se considera español no puede comunicarse en la lengua oficial. Y también es un modo de introducir al lector en la España de Carlos III, a través de los ojos de un forastero.
-Tu novela parece combinar historia y emociones con bastante equilibrio.
- Lo intento. Creo que las novelas que nos llegan al corazón son las que hablan de sentimientos. Las que nos cuentan lo que le pasa al vecino. El lector se conecta con eso. Por eso la novela tiene amor, pasiones buenas y malas, emociones humanas, muy humanas.
- En tus libros, nos ha hecho viajar por diferentes siglos de la historia de España. ¿Hay algún suceso del siglo XX que te gustaría novelar o que crees que podría servirte para una buena historia?
- Como escritor, me interesan los momentos de esplendor y no creo que haya ninguno en el siglo XX. Podría escribir un relato ambientado en la Guerra Civil, pero no creo que lo haga, es una etapa muy tratada, fue una tragedia. Me gusta más rescatar épocas brillantes: la expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo, la época de los Reyes Católicos, incluso los reinados de Fernando el Católico o Carlos III. Fueron déspotas, sí, pero llevaron a España a sus grandes momentos.
- ¿Y qué opinas de la actualidad? ¿No te inspira?
- Me cuesta. Me parece que ahora todo está muy desprovisto de épica. Antes salían santos a docenas; ahora ya no. Sabemos demasiado de todo el mundo como para admirar a alguien. Ya no hay héroes. Lo último realmente épico que vivimos fue la guerra civil. Hoy vivimos nuestras miserias. Y no me interesa contarlas. Prefiero ir al pasado, a esos momentos en que fuimos grandes, aunque lo hayamos olvidado.
- ¿Crees que dentro de un siglo habrá un Jorge Molist que escriba una historia que pase en la España actual?
- La verdad es que no lo sé, creo que ya no hay épica. Lo que no se puede negar es que Pedro Sánchez es un personaje curioso e inteligente.
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