Durante los 60 años que la compañía estuvo en activo, hasta 1962, se construyeron bajo su sello más de 1.000 edificios en los Estados Unidos

Grand Cen­tral Sta­tion de Nue­va York.

La ciu­dad de Valèn­cia ha reco­no­ci­do la obra del arqui­tec­to valen­ciano Rafael Guas­ta­vino, al que el New York Times bau­ti­zó como El arqui­tec­to de Nue­va York, con la ins­ta­la­ción de una escul­tu­ra en su honor en la pla­za de la Rei­na. Una esta­tua rea­li­za­da por el artis­ta Alfre­do Llo­rens, pro­fe­sor e inves­ti­ga­dor en la Uni­ver­si­tat Poli­tèc­ni­ca de Valèn­cia.

Guas­ta­vino cam­bió el sis­te­ma de cons­truc­ción en los Esta­dos Uni­dos, don­de expor­tó una tra­di­ción mile­na­ria del área medi­te­rrá­nea. La bóve­da tabi­ca­da igní­fu­ga. Un gran núme­ro de edi­fi­cios icó­ni­cos de Nue­va York lle­van su fir­ma, Guas­ta­vi­no’s Com­pany. Su lega­do se pue­de ver en el Car­ne­gie Hall, el metro de City Hall, la Grand Cen­tral Sta­tion, la cate­dral de Saint John the Divi­ne, el Hotel Van­der­bilt en Nue­va York, en la actua­li­dad el Wolf­gan­g’s Steakhou­se, o el Puen­te de Queens­bo­rough, entre otros.

Duran­te los 60 años que la com­pa­ñía estu­vo en acti­vo, has­ta 1962, se cons­tru­ye­ron bajo su sello más de 1.000 edi­fi­cios en los Esta­dos Uni­dos.

Guas­ta­vino lle­gó a Nor­te­amé­ri­ca en 1881, a los 39 años, con una vida pro­fe­sio­nal de éxi­to a sus espal­das, pero arrui­na­do, sin hablar el idio­ma y con un hijo peque­ño, tam­bién lla­ma­do Rafael, que se con­vir­tió con el tiem­po en su ayu­dan­te. A los 20 años ya se encar­ga­ba de la cons­truc­ción de una répli­ca de la Lon­ja de Valen­cia para la Expo­si­ción Uni­ver­sal de Chica­go de 1893. Digno hijo de su padre, que a los 24 ya había dise­ña­do y cons­trui­do la fábri­ca Batlló de Bar­ce­lo­na. Ambos, padre e hijo, for­ma­ron un tán­dem inse­pa­ra­ble y muy ren­ta­ble. Crea­ron una mar­ca.

La Biblio­te­ca Públi­ca de Bos­ton, dise­ña­da por la fir­ma McKim, Mead and Whi­te, mar­có el pri­mer gran pro­yec­to de Guas­ta­vino en los Esta­dos Uni­dos. En 1889, el arqui­tec­to reci­bió el encar­go de cons­truir bóve­das de azu­le­jos en todo el edi­fi­cio. La con­fian­za en el sis­te­ma de los valen­cia­nos impre­sio­nó a otras fir­mas de arqui­tec­tos y gene­ró cien­tos de encar­gos para la Guas­ta­vino Com­pany. La empre­sa logró comer­cia­li­zar un sis­te­ma que era estruc­tu­ral y deco­ra­ti­vo, amplian­do los lími­tes de la arqui­tec­tu­ra esta­dou­ni­den­se del momen­to.

El Ayun­ta­mien­to de Valèn­cia ha ins­ta­la­do la escul­tu­ra cer­ca de don­de se ubi­ca­ba su casa natal, antes de la aper­tu­ra de la actual pla­za de la Rei­na. «Es incon­ce­bi­ble que los valen­cia­nos y valen­cia­nas no pon­ga­mos en valor el hecho de que la esta­ción cen­tral de Nue­va York, tan carac­te­rís­ti­ca y que tan­tas veces se ha mos­tra­do en el cine, es obra de un valen­ciano, entre otros muchos edi­fi­cios impor­tan­tes de los Esta­dos Uni­dos. Con esta actua­ción le damos pro­ta­go­nis­mo a la figu­ra de Guas­ta­vino, que se ins­pi­ró en edi­fi­cios de Valèn­cia, su ciu­dad, como la Lon­ja, para crear su paten­te de bóve­da tabi­ca­da», des­ta­ca la con­ce­ja­la de Patri­mo­nio y Recur­sos Cul­tu­ra­les, Glò­ria Tello.

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