[vc_row full_width_row=“true”][vc_column][vc_column_text]Mucho se está hablan­do en los últi­mos meses de la gene­ra­ción pan­de­mia, de la gene­ra­ción coro­na­vi­rus, o como se la quie­ra lla­mar. Segu­ro que todo esto que esta­mos vivien­do va a mar­car a las nue­vas gene­ra­cio­nes, para bien o para mal. Como tam­bién lo hicie­ron antes otros acon­te­ci­mien­tos his­tó­ri­cos. Hoy, por ejem­plo, se cum­plen 40 años del 23F. Uno de los momen­tos más rele­van­tes, y más peli­gro­sos, de los últi­mos tiem­pos para nues­tro país.

 

Los tan­ques salie­ron a las calles de Valen­cia la noche del 23 de febre­ro de 1981.

Muchos, segu­ra­men­te, lo vivis­teis pega­dos a la tele, ya por enton­ces en color, o a la radio, pues a aque­lla lar­ga y ten­sa noche se la cono­ce tam­bién como la noche de los tran­sis­to­res. Céle­bre son ya los movi­mien­tos, des­de den­tro del Con­gre­so de los Dipu­tados, de los tra­ba­ja­do­res de la Cade­na Ser para mover sus apa­ra­tos y seguir gra­ban­do lo que ocu­rría. Al mis­mo tiem­po, los gol­pis­tas se afa­na­ban en tomar el con­trol de radio­te­le­vi­sión espa­ño­la y de otros medios de comu­ni­ca­ción. Ya se sabe, los aman­tes de la vio­len­cia y el auto­ri­ta­ris­mo nun­ca lo han sido de la pren­sa libre.

Una noche en la que se decre­tó un toque de que­da, a par­tir de las 21 horas, que, afor­tu­na­da­men­te, no se había vuel­to a implan­tar en Espa­ña has­ta que lle­gó la pan­de­mia del coro­na­vi­rus que aún nos azo­ta.

Otros de voso­tros, algo más jóve­nes, cono­ce­réis todo tipo de his­to­rias al res­pec­to, narra­das por fami­lia­res, leí­das o vis­tas en medios de comu­ni­ca­ción, en series o pelí­cu­las… Segu­ro que habréis escu­cha­do todo tipo de rumo­res al res­pec­to, que quién era el “ele­fan­te blan­co”, que si el rey, aho­ra fuga­do de Espa­ña, lo sabía todo de ante­mano, o si, por el con­tra­rio, fue deci­si­vo para que no triun­fa­ra el gol­pe, que si la CIA tuvo algo que ver… no ayu­da dema­sia­do que gran par­te de los archi­vos de aque­lla noche y de la inves­ti­ga­ción de ese caso sigan hoy, 40 años des­pués, cla­si­fi­ca­dos.

 

El coro­nel Teje­ro duran­te el asal­to al Con­gre­so de los Dipu­tados.

Pero, para algu­nos de noso­tros, aquel 23F supu­so el ini­cio de una nue­va épo­ca. La gene­ra­ción 23F, de la que tal vez no se ha habla­do tan­to como otras, y a la que per­te­ne­ce quien escri­be estas líneas, naci­mos en un año que mar­có un antes y un des­pués para la demo­cra­cia y para la his­to­ria de Espa­ña. Pue­de, como dicen algu­nos, que el 23F fue­ra un “gol­pe blan­do”, acep­ta­do por par­te del ejér­ci­to e inclu­so de la polí­ti­ca, para evi­tar otro “gol­pe duro” mucho más peli­gro­so. O tal vez no.

Pue­de que fue­ra algo medi­ta­do y bien orga­ni­za­do o un arran­que de impro­vi­sa­ción e ímpe­tu por algu­nos nos­tál­gi­cos del fran­quis­mo. Pero de lo que no hay duda hoy, cua­ren­ta años des­pués, es que supu­so el fin de cual­quier inten­to de mirar hacia el pasa­do, hacia los oscu­ros años del fran­quis­mo, y empe­zar a cons­truir, de ver­dad, una Espa­ña demo­crá­ti­ca. Un país, más o menos uni­do, pero que mira­ba, por fin, hacia Euro­pa y tam­bién hacia la paz.

Yo nací el 9 de sep­tiem­bre de 1981. Como me han reco­no­ci­do mis padres, en más de una oca­sión, y aun­que esto no ven­ga mucho a cuen­to, soy fru­to de una Noche­vie­ja un poco desen­fre­na­da, la que daba paso a ese año 1981 que arran­ca­ría tan con­vul­so. Mi madre, ese 23F, esta­ba espe­ran­do “la segun­da fal­ta”. Como ella me con­ta­ba ayer mis­mo, “está­ba­mos en el alma­cén y nos dije­ron que nos tenía­mos que ir a casa por­que unos mili­ta­res habían entra­do en el Con­gre­so”. Con­cre­ta­men­te, el tenien­te coro­nel Teje­ro, acom­pa­ña­do de algu­nos guar­dias civi­les, había entra­do en el Con­gre­so a las 18:23 horas, inte­rrum­pien­do así la sesión de inves­ti­du­ra de Leo­pol­do Cal­­vo-Sote­­lo que se había ini­cia­do a las 17.

Eran poco más de las seis de la tar­de y mi pue­blo natal, Bar­xe­ta, de ape­nas 1.600 habi­tan­tes, se con­mo­cio­na­ba con esta noti­cia, como lo hacía toda Espa­ña y como lo hacían mis padres que espe­ra­ban por enton­ces su segun­do hijo. “Decre­ta­ron el toque de que­da y nos que­da­mos en casa tra­tan­do de escu­char la radio o ver la tele para saber qué ocu­rri­ría”, rela­ta mi madre. Mien­tras tan­to, a unos 60 kiló­me­tros al nor­te, en la ciu­dad de Valen­cia, los tan­ques salían a la calle, orde­na­dos por Milans del Bosch, uno de los prin­ci­pa­les artí­fi­ces del gol­pe, quien anun­cia­ba tam­bién el esta­do de excep­ción.

“No sabía­mos que iba a pasar, pero no tenía­mos mie­do de que regre­sa­ra un régi­men como el fran­quis­mo por­que sabía­mos que eran otros tiem­pos, tan­to en Espa­ña como en Euro­pa, y eso no podía ocu­rrir”, recuer­da mi padre. Aún así, la ten­sión y la angus­tia de aque­lla “noche de los tran­sis­to­res” era inevi­ta­ble.

 

La por­ta­da de Diario16 del 24 de febre­ro de 1981.

No fue has­ta la 1:14 de la madru­ga­da cuan­do el rey de Espa­ña, Juan Car­los I, salió por tele­vi­sión en un men­sa­je, por cier­to, gra­ba­do, para anun­ciar su recha­zo al gol­pe y su defen­sa de la Cons­ti­tu­ción. El país vol­vía a res­pi­rar, ali­via­do, y lo hacía más aún cuan­do, pasa­das las 10 de la maña­na del 24 de febre­ro, se per­mi­tía la sali­da de los dipu­tados y Teje­ro pac­ta­ba su ren­di­ción.

Aquel 23F falli­do mar­có a nues­tros padres y nos ha mar­ca­do lue­go a noso­tros. Quie­ro pen­sar, que, de algún modo, fui tes­ti­go, des­de la barri­ga de mi madre, de todo aque­llo. Tal vez por eso sien­to tan­ta aver­sión a cual­quie­ra que quie­ra impo­ner sus ideas por la fuer­za. Tal vez por eso pre­fie­ro el poder de las pala­bras, escri­tas o narra­das. Tal vez por eso sien­to que ante momen­tos difí­ci­les, como los actua­les, nues­tra fuer­za está en la unión, en la soli­da­ri­dad mutua y en la con­fian­za de con­se­guir salir ade­lan­te. Y tal vez por eso deci­dí estu­diar perio­dis­mo, aun­que eso for­ma par­te ya de otra his­to­ria.

 

 

 

 

 

 

 

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