Jay Jay Johanson

El cantante de la voz melancólica se subirá al escenario de Loco Club el domingo 18 de febrero.

Jay Jay Johan­son.

Para unos es «croo­ner digi­tal», para otros «el hom­bre más bello del mun­do» —has­ta ha hecho sus pini­tos como mode­lo de la mano de la mai­son Balen­cia­ga—, pero, para todos, es Jay Jay Rohan­son una de las voces más sin­gu­la­res del pano­ra­ma musi­cal actual y un soni­do que pare­ce pen­sa­do para poner ban­da sono­ra a un día de llu­via. El sue­co de la voz melan­có­li­ca lle­ga este domin­go al Loco Club (20:45 h) para pre­sen­tar su últi­mo tra­ba­jo, Fetish, su deci­mo­cuar­to dis­co de estu­dio. El pre­cio de las entra­das es de 25 euros (20 anti­ci­pa­da).

Naci­do como Jäje Johans­son en 1968, el hom­bre cono­ci­do como Jay-Jay Johan­son cre­ció en la ciu­dad indus­trial sue­ca de Trollhät­tan. Influen­cias tem­pra­nas como Rod Ste­wart y Kraft­werk —aun­que el siem­pre qui­so ser Chet Bar­ker— des­per­ta­ron su inte­rés musi­cal, que ali­men­tó con lec­cio­nes de piano, saxo­fón y cla­ri­ne­te. Mien­tras estu­dia­ba dise­ño, tra­ba­jó como DJ, lo que dio for­ma aún más a su sen­si­bi­li­dad artís­ti­ca.

Su anda­du­ra musi­cal comen­zó a media­dos de los años 90. Ins­pi­rán­do­se en los melan­có­li­cos pai­sa­jes sono­ros del trip-hop, creó su álbum debut, Whis­key (1996). Su voz de jazz y su atmós­fe­ra de esti­lo noir obtu­vie­ron elo­gios de la crí­ti­ca, esta­ble­cien­do su soni­do carac­te­rís­ti­co. El éxi­to, pri­me­ro en Fran­cia lue­go su país, le per­mi­tió cum­plir su sue­ño de la épo­ca: dejar de vivir como un sin­te­cho y del dine­ro de sus ami­gos.

Tat­too (1998) soli­di­fi­có el arte de Johan­son, ofre­cien­do tex­tu­ras más ricas y liris­mo poé­ti­co. Poi­son(2000) obtu­vo el reco­no­ci­mien­to gene­ral, debu­tan­do en el núme­ro cua­tro de las lis­tas fran­ce­sas y con­tan­do con cola­bo­ra­cio­nes con Robin Guth­rie de Coc­teau Twins. Bus­can­do una evo­lu­ción sono­ra, Johan­son adop­tó influen­cias elec­tró­ni­cas en Anten­na (2002), con el con­ta­gio­so éxi­to de pis­ta de bai­le On the Radio. Rush (2005) con­ti­nuó esta explo­ra­ción, man­te­nien­do su com­po­si­ción intros­pec­ti­va.

La músi­ca de Johan­son tras­cen­dió las fron­te­ras geo­grá­fi­cas y encon­tró audien­cias lea­les en toda Euro­pa y Asia. Se embar­có en exten­sas giras, soli­di­fi­can­do su repu­tación como un cau­ti­va­dor intér­pre­te en vivo. Las cola­bo­ra­cio­nes con artis­tas como David Lynch y Novem­ber Novem­bre diver­si­fi­ca­ron aún más su soni­do.

Álbu­mes pos­te­rio­res como Orgi­nal Man (2006) y Self-Por­­trait (2008) mos­tra­ron a un artis­ta madu­ro, pro­fun­di­zan­do en temas per­so­na­les y en la expe­ri­men­ta­ción. Scor­pion (2017) mar­có un regre­so a sus raí­ces de trip-hop, obte­nien­do un reno­va­do reco­no­ci­mien­to de la crí­ti­ca.

 

 

Más allá de la música

La expre­sión artís­ti­ca de Johan­son se extien­de más allá de la músi­ca. Con­tri­bu­yó a ban­das sono­ras de pelí­cu­las, en par­ti­cu­lar Lost in Trans­la­tion (Sofia Cop­po­la, 2003) y The Dar­jee­ling Limi­ted (Wes Ander­son, 2007). Tam­bién ha fir­ma­do las ban­das sono­ras de La con­fu­sión de géne­ros (Ilan Duran Cohen, 2000) y La Troi­siè­me Par­tie du Mon­de (Eric Fores­tier, 2008) Su pro­yec­to mul­ti­me­dia Cos­mo­dro­me com­bi­nó músi­ca, imá­ge­nes y artes escé­ni­cas, mos­tran­do su talen­to mul­ti­fa­cé­ti­co.

Hoy en día, Jay-Jay Johan­son con­ti­núa escri­bien­do, gra­ban­do y actuan­do, cau­ti­van­do al públi­co con su com­bi­na­ción úni­ca de belle­za melan­có­li­ca y explo­ra­ción sono­ra. Sus 14 álbu­mes de estu­dio y sus fas­ci­nan­tes shows en vivo son un tes­ti­mo­nio de su per­du­ra­ble lega­do musi­cal. Y el que no me crea, que se acer­que el domin­go al Loco y ver­lo en direc­to, en una de sus cua­tro para­das en Espa­ña de esta gira.

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