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La muestra está integrada por una decena de piezas y permite exponer, junto a la obra Yo soy el pan de la vida de Sorolla, otras obras de encargo realizadas en el cambio de siglo por Pinazo y Mongrell

La Fun­da­ción Ban­ca­ja pre­sen­ta Pina­zo, Soro­lla y Mon­grell: pin­tu­ra en torno a 1900, una mues­tra que reúne a tres gran­des maes­tros de la pin­tu­ra valen­cia­na cuyas tra­yec­to­rias artís­ti­cas se suce­die­ron en el cam­bio del siglo XIX al XX: Igna­cio Pina­zo Camar­lench (1849 — 1916), Joa­quín Soro­lla Bas­ti­da (1863- 1923) y José Mon­grell Torrent (1870 — 1937).

 

El panel titu­la­do Yo soy el pan de la vida (1897), de Joa­quín Soro­lla.

La expo­si­ción, a tra­vés de una dece­na de obras pro­ce­den­tes de la colec­ción de la Fun­da­ción Ban­ca­ja, Casa Museo Pina­zo (Gode­lla), Colec­ción Fami­lia Lla­dró y colec­cio­nes par­ti­cu­la­res, reve­la la pre­sen­cia de la pin­tu­ra deco­ra­ti­va por encar­go en Pina­zo, Soro­lla y Mon­grell, jun­to a otras obras de los artis­tas.

Comi­sa­ria­da por Isa­bel Jus­to, la mues­tra refle­ja estra­te­gias y acti­tu­des dife­ren­tes des­ple­ga­das por los tres artis­tas para expre­sar­se en estos pro­yec­tos aún a pesar de las res­tric­cio­nes que un encar­go pudie­ra entra­ñar. Por otro lado, se con­tra­po­nen ejem­plos de pin­tu­ra de caba­lle­te de los mis­mos auto­res.

En el caso de Joa­quín Soro­lla, la expo­si­ción mues­tra el panel titu­la­do Yo soy el pan de la vida (1897), rea­li­za­do por encar­go de Rafael Errá­zu­riz para su casa en Val­pa­raí­so (Chi­le), jun­to a tres apun­tes del artis­ta con esce­nas de Bia­rritz y San Sebas­tián.

 

Igna­cio Pina­zo, Bacan­te y amor­ci­llo, 1890

 

Las obras de Pinazo en la exposición

En la expo­si­ción se mues­tra la obra Bacan­te y amor­ci­llo (1890) de Pina­zo, en la que no deja de sor­pren­der que Sal­va­dor Gon­zá­lez Gómez acep­ta­ra de buen gra­do una esce­na de alto con­te­ni­do eró­ti­co rea­li­za­da para colo­car en el techo de su casa en la ave­ni­da Nava­rro Rever­ter de Valen­cia. La maes­tría de Pina­zo al repre­sen­tar la esce­na con­si­gue que no se tra­te de una esce­na con­tem­po­rá­nea car­ga­da de ero­tis­mo, sino de una estam­pa mito­ló­gi­ca pro­te­gi­da por el velo de la cul­tu­ra clá­si­ca a la que cita. La excu­sa clá­si­ca a la hora de pre­sen­tar el des­nu­do no es una excep­ción en la obra de Pina­zo como se apre­cia tam­bién en Niño tocan­do el aulós (1890).

Igna­cio Pina­zo pue­de que sea, de los tres, el pin­tor más rebel­de a la hora de ceñir­se a los dic­ta­dos de un encar­go, bien fue­ra un retra­to o un gran panel dise­ña­do para ambien­tar un inte­rior. Aun así Pina­zo era per­fec­ta­men­te capaz de con­tro­lar su expre­si­vi­dad moder­na y valien­te. Lo hizo en nume­ro­sos retra­tos como en Retra­to de los niños Ampa­ro y Anto­nio Mar­to­rell (1886) que se pre­sen­ta en esta mues­tra en una de sus ver­sio­nes más libres.

 

La mesura y el equilibrio de Mongrell

 

De José Mon­grell se ha ala­ba­do su mesu­ra y equi­li­brio, la armo­nía clá­si­ca y el ges­to pon­de­ra­do de sus mode­los, inclu­so su que­ren­cia por la pin­tu­ra japo­ne­sa, de la que se decla­ra­ba gran admi­ra­dor. El pin­tor valen­ciano pasó gran par­te de su vida pro­fe­sio­nal en Bar­ce­lo­na, aun­que miran­do y año­ran­do siem­pre Culle­ra, el rin­cón de Valen­cia que pin­ta­ba siem­pre y al que pro­cu­ra­ba regre­sar cada verano. Dos de los lien­zos mos­tra­dos en la expo­si­ción están fir­ma­dos en Culle­ra: El Piro­po y El beso (ha. 1910 y 1909 res­pec­ti­va­men­te).

La rela­ción de Mon­grell con el cariz más uti­li­ta­rio de la pin­tu­ra inclu­ye la obra Ale­go­ría de la músi­ca (ha. 1908) pre­sen­te en la expo­si­ción. Este cua­dro ador­nó uno de los salo­nes de la pri­me­ra plan­ta del moder­nis­ta Edi­fi­cio Orte­ga (1906, Manuel Peris Ferran­do) en la ave­ni­da Mar­qués del Turia, nº 9 de Valèn­cia. Se tra­ta de una pie­za rea­li­za­da ex pro­fe­so para dia­lo­gar con la arqui­tec­tu­ra, que lite­ral­men­te abra­za­ba el lien­zo con sus moder­nis­tas ten­tácu­los de esca­yo­la, de los que toda­vía se apre­cian las hue­llas. El come­di­mien­to pro­pio de las escul­tu­ra­les figu­ras a las que tie­ne acos­tum­bra­do al espec­ta­dor Mon­grell, se repi­te en los per­so­na­jes ale­gó­ri­cos, des­de los peque­ños amor­ci­llos des­nu­dos a la mis­ma repre­sen­ta­ción de la músi­ca. La figu­ra feme­ni­na prin­ci­pal com­par­te con las habi­tua­les pro­ta­go­nis­tas de José Mon­grell los ojos cla­ros, la tez rubi­cun­da y cabe­llos lar­gos y cobri­zos.

La expo­si­ción podrá visi­tar­se has­ta el 31 de julio de 2022 en la sede de la Fun­da­ción Ban­ca­ja en Valen­cia.

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