por Rafa Marí
15 de mayo de 2022.
De vez en cuando improviso en mi casa de Mislata mini-ciclos cinematográficos con la ayuda del DVD y el Blu-Ray, además de la oferta de diversas plataformas streaming (cada vez que utilizo un anglicismo me siento incómodo; la sumisión del castellano al inglés es toda una derrota cultural).
Estos últimos días, para distanciarme del omnipresente Festival de Eurovisión 2022 en los medios de comunicación y, sobre todo, del enervante asunto del espionaje en España (uno y otro, temas casi hegemónicos en las teles, se diría que el Covid-19 ya es una cosa del pasado), me he refugiado en los brazos fílmicos de Terence Fisher (Londres, 1904–1980), uno de mis cineastas preferidos. Sus películas siempre me excitan y deslumbran, aunque las haya visto varias veces.
Terence Fisher es un tonificante refugio en tiempos temerosos. De entre su amplia filmografía elegí Extraño suceso (1950) y Drácula (1958). Cuando uno vuelve a ver películas antiguas que tiene mitificadas, de alguna manera se está poniendo a prueba. Por debajo o alrededor de los actos mecánicos e inmediatos, se agitan dos preguntas de fondo: ¿en qué habré cambiado estás últimas décadas y por qué lo habré hecho? Hago algunos apuntes sobre estas dos grandes películas.


La dirección de Extraño suceso la comparte Fisher con el productor Anthony Damborough (en uno de esos pactos de autoría que de vez en cuando se dan en el mundo del cine). Extraño suceso es apasionante a partir de la media hora de metraje. Hasta entonces todo parece convencional, todo es soporífero pese a los excelentes actores (Jean Simmons, Dirk Bogarde, Honor Blackman, Cathleen Nesbitt, David Tomlinson…). Ese aburrimiento esconde en realidad una paulatina carga de dinamita que nos lleva a un suspense de la mejor ley. El tema central es la inexplicable desaparición, en el París de la Exposición Universal de 1889, del hermano de la protagonista. Los dos directores del hotel, así como el conserje y el mozo de las maletas niegan haberlo visto, aunque los espectadores de la película sabemos que no es así. ¿Por qué mienten? El tema del personaje que se esfuma enigmáticamente también es el central de Alarma en el expreso (Alfred Hitchcock, 1938), Travesía peligrosa (Joseph M. Newman, 1953), Frenético (Roman Polanski, 1988) y Plan de vuelo: desaparecida (Robert Schwentke, 2005).



Qué mala suerte. Me hubiera gustado asistir también a la desaparición, misteriosa o no, de todo lo concerniente al festival de Eurovisión, celebrado esta semana en Turín (o Torí, o Torino), y ya de paso, al olvido de la canción SloMo, interpretada por Chanel en representación de España. Pero a nadie con poder mediático se le ocurrió esa saludable medida.

La primera vez que vi el Drácula de Fisher fue, más o menos, en 1959–1960 y en el Coliseum de Valencia. Era yo un pre-adolescente que empezaba a ir solo a los cines. Cuando se terminó la película salí a la calle impresionado y con las ideas confusas. ¿Por qué el Mal podía ser tan erótico?, pensaba al cruzar la Gran Vía Germanías en dirección a la Avenida José Antonio, hoy del Antic Regne de València. ¿Porqué Christopher Lee, encarnando al satánico barón Drácula, me subyugaba tanto, pese al miedo que me daba? Tardé años en dar una respuesta medio convincente a esas perturbadoras preguntas.

Hoy domingo me toca enfrentarme a otro desconcierto, menos carismático aunque muy pegajoso. Veo el siguiente titular en la primera página de un periódico, con una fotografía a cinco columnas y letras mayúsculas: “Chanel fascina a Europa”. Entonces, me pregunto, ¿por qué no ganó y se limitó a clasificarse en tercer lugar? En la crónica de páginas interiores se lee el siguiente comentario: “Bendita tú eres, Chanel, entre todas las mujeres (…) Es una cantante tocada por el halo divino”.
¡La propaganda cultural recurriendo al lenguaje del fervor religioso! Esperemos que la política española no caiga en esa tentación demoniaca.
DESDE EL SILLÓN DE MI CASA… EN MISLATA

«Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”
Jaime Gil de Biedma
DESDE EL SILLÓN DE MI CASA… EN MISLATA (antes llamada DIARIO DE UN CINÉFILO), es una sección dedicada al mundo de las Series de TV, a todos sus aspectos cinéfilos pero también a sus derivaciones sociológicas y relativas a la vida cotidiana de las personas. La construcción de roles, las relaciones familiares, la actualidad, la comedia y el drama, la épica histórica, dragones y mazmorras… Todo cabe en el mundo de las series, y cualquier perspectiva del mundo puede ser vista desde la óptica de un cinéfilo, de un seriófilo inteligente y perspicaz. La sección está personalizada en Rafa Marí, uno de los últimos grandes cinéfilos españoles. La periodicidad es aleatoria, y la longitud de cada entrada, también. Puede ser tanto muy corta: un aforismo, como un extenso miniensayo, o entrevista, o diálogo interior.
Pese a ser un periodista tardío, Rafa Marí (Valencia, 1945) ha tenido tiempo para trabajar en muchos medios de comunicación: Cartelera Turia, Cal Dir, Valencia Semanal, cartelera Qué y Donde, Noticias al día, Papers de la Conselleria de Cultura, Levante-EMV, El Hype… Siempre en las páginas de cultura. En 1984 fichó por Las Provincias, diario donde actualmente es columnista y crítico de arte.
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