por Rafa Marí


19 de junio de 2022.

Me repro­cha un ami­go lec­tor que esté tan pen­dien­te de los cen­te­na­rios (Chris­topher Lee, Juan Anto­nio Bar­dem, Judy Gar­land…) y sin embar­go no le pres­te aten­ción, cuan­do lle­gan fechas seña­la­das, a los ani­ver­sa­rios de algu­nos gran­des títu­los de la his­to­ria del cine. Copio el párra­fo prin­ci­pal del repro­che, que me lle­ga vía e‑mail: “¿Por qué no cele­bras­te el año pasa­do el 50 ani­ver­sa­rio de La naran­ja mecá­ni­ca, de Kubrick o Muer­te en Vene­cia, de Vis­con­ti?’’. Entien­do la recri­mi­na­ción, aun­que no com­par­ta el apa­sio­na­mien­to por dos films que para mí son de los más flo­jos y ama­ne­ra­dos de sus rea­li­za­do­res. Pero en la cues­tión de fon­do le doy la razón a mi aten­to lec­tor –ver­da­de­ra­men­te aten­to–. Bajo el influ­jo de su rega­ñi­na, me cen­tro aho­ra en el recor­da­to­rio del 50 cum­plea­ños de El dis­cre­to encan­to de la bur­gue­sía (Luis Buñuel, 1972), gana­do­ra al año siguien­te del Oscar a la mejor pelí­cu­la extran­je­ra.

El dis­cre­to encan­to de la bur­gue­sía es una come­dia surrea­lis­ta en cuyo roda­je Buñuel se lo pasó muy bien, sobre todo diri­gien­do a sus acto­res. Es muy exci­tan­te fijar­se bien en los movi­mien­tos y expre­sio­nes de Stéphan Audran, ausen­te en casi todo momen­to, ida, imper­tur­ba­ble, estu­pe­fac­ta y fría a la vez, como si fue­se una autó­ma­ta cuyo buen gus­to le impi­die­ra gri­tar o mos­trar su asom­bro ante las deli­ran­tes cosas que les ocu­rren a ella y a sus que­ri­dos ami­gos bur­gue­ses (deje­mos apar­te sus calen­tu­ras con Jean-Pie­­rre Cas­sel). La inter­pre­ta­ción de Audran, siem­pre ele­gan­te y mar­cia­na, es uno de los aspec­tos más diver­ti­dos de una his­to­ria gam­be­rra en la que todo pare­ce posi­ble. Lo que menos me gus­ta de El dis­cre­to encan­to de la bur­gue­sía es su esté­ti­ca fran­ce­sa, muy de las déca­das de los 60–70, con esos abo­rre­ci­bles colo­res pas­tel y una tona­li­dad foto­grá­fi­ca de lo más asép­ti­ca. Lejos que­da el len­gua­je de los sue­ños en blan­co y negro de la eta­pa mexi­ca­na de Buñuel: las extra­or­di­na­rias y oní­ri­cas Los olvi­da­dos (1950), Él (1953), Ensa­yo de un cri­men (1958–1959), Naza­rín (1958), El ángel exter­mi­na­dor (1962) o Simón del desier­to (1964–1965).

En el libro 21 cineas­tas espa­ño­les (Cáte­dra, 2022), de Augus­to M. Torres, se repro­du­ce una char­la que los vein­tea­ñe­ros Vicen­te Moli­na Foix, Manuel Pérez Estre­me­ra, Car­los Rodrí­guez Sanz y el pro­pio Augus­to M. Torres man­tu­vie­ron en 1967 con el exi­lia­do Buñuel, los cin­co de ter­tu­lia duran­te horas en el apar­ta­men­to que el gran rea­li­za­dor de Viri­dia­na (1961) ocu­pó duran­te unos días en la Torre de Madrid (Pla­za de Espa­ña), con el cono­ci­mien­to y con­trol de las auto­ri­da­des fran­quis­tas. Las cosas que dice Buñuel, resi­den­te en Méxi­co des­de 1947, son insó­li­tas a menu­do.

Le pre­gun­tan a don Luis: “¿Le gus­ta Méxi­co?”. Res­pon­de: “Sí, es un país muy tran­qui­lo, muy libre, por­que nadie habla, es como una bal­sa de acei­te; pero si alguien habla, enton­ces le pegan un tiro”. Los cua­tro jóve­nes crí­ti­cos elo­gian su pelí­cu­la Susa­na. Demo­nio y car­ne (1951). “Sí, esta­ba la tetu­da”, dice Buñuel. La “tetu­da” era la actriz mexi­ca­na Rosi­ta Quin­ta­na. Sale en la con­ver­sa­ción Gus­ta­vo Ala­tris­te, pro­duc­tor de Viri­dia­naEl ángel exter­mi­na­dor Simón del desier­to. Buñuel no se cor­ta: “Ala­tris­te es un señor que tie­ne mucho dine­ro y una de sus manías es pagar­me pelí­cu­las, pero lue­go resul­ta peor que cual­quier otro pro­duc­tor. En Simón del desier­to había días en los que no paga­ba la comi­da a la gen­te, y así no quie­ro tra­ba­jar, no se pue­de”. Quie­ren saber su opi­nión sobre Mar­co Belloc­chio: “He vis­to Las manos en el bol­si­llo y no me intere­sa nada, me da asco, es muy fácil. Está tan recar­ga­da… la madre cie­ga, el her­mano retra­sa­do men­tal… resul­ta todo tan fácil”. ¿Le gus­tó Giu­liet­ta degli spi­ri­ti, de Felli­ni?: “Me salí antes de aca­bar, me fui a tomar un Cam­pa­ri y lue­go vol­ví para ver la cara de la gen­te al salir, esta­ban serios, pare­cían cadá­ve­res”.

Esta entre­vis­ta se publi­có ínte­gra en el núme­ro 63 de la revis­ta Nues­tro Cine. Buñuel, enfu­re­ci­do, con argu­men­tos pre­ci­sos, remi­tió a los vein­tea­ñe­ros crí­ti­cos una dura car­ta. “Creo recor­dar –escri­be Buñuel– que me opu­se a que se gra­ba­se nues­tra con­ver­sa­ción en cin­ta mag­né­ti­ca y tam­bién a que se toma­sen notas de la mis­ma. Supon­go que, reu­ni­dos uste­des des­pués de la entre­vis­ta, ela­bo­ra­ron uste­des de memo­ria (…) el tex­to que han publi­ca­do (…) No es lo mis­mo hacer comen­ta­rios, expre­sar ideas atro­pe­lla­da­men­te, aven­tu­rar jui­cios, lan­zar algún exabrup­to más o menos chis­to­so en una mesa de café o ter­tu­lia de ami­gos, que dar lue­go a la publi­ci­dad esa mis­ma char­la tal como se pro­du­jo (…) En una char­la ínti­ma, amis­to­sa, el ges­to pue­de sub­sa­nar o corre­gir lo que se está expre­san­do y un gui­ño de ojos o una son­ri­sa pue­den cam­biar total­men­te el sen­ti­do de una locu­ción”. La car­ta del direc­tor de Las Hur­des (1934) tam­bién se publi­có en Nues­tro Cine.

“Creo que Buñuel tenía razón –afir­ma Augus­to M. Torres, cin­cuen­ta y tan­tos años más tar­de– con su rela­ti­vo enfa­do que, a tra­vés de Ricar­do Muñoz Suay, nos había lle­ga­do e hizo muy bien en man­dar­nos una car­ta con unas sim­pá­ti­cas y diver­ti­das pun­tua­li­za­cio­nes que, apar­te de repro­char­nos las liber­ta­des que nos había­mos toma­do con sus pala­bras y lo mal que las había­mos trans­cri­to, era una con­fir­ma­ción de ellas”.

Luis Buñuel con Ricar­do Muñoz Suay.

En este comen­ta­rio final de Augus­to M. Torres hay pala­bras que me sor­pren­den: “¿rela­ti­vo enfa­do?”, “¿sim­pá­ti­cas y diver­ti­das pun­tua­li­za­cio­nes?” Ten­go otra opi­nión sobre este encon­tro­na­zo. Lo que Vicen­te Moli­na Foix, Manuel Pérez Estre­me­ra, Car­los Rodrí­guez Sanz y Augus­to M. Torres le hicie­ron a Buñuel fue una cana­lla­da. 


DESDE EL SILLÓN DE MI CASA… EN MISLATA

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

DESDE EL SILLÓN DE MI CASA… EN MISLATA (antes lla­ma­da DIARIO DE UN CINÉFILO), es una sec­ción dedi­ca­da al mun­do de las Series de TV, a todos sus aspec­tos ciné­fi­los pero tam­bién a sus deri­va­cio­nes socio­ló­gi­cas y rela­ti­vas a la vida coti­dia­na de las per­so­nas. La cons­truc­ción de roles, las rela­cio­nes fami­lia­res, la actua­li­dad, la come­dia y el dra­ma, la épi­ca his­tó­ri­ca, dra­go­nes y maz­mo­rras… Todo cabe en el mun­do de las series, y cual­quier pers­pec­ti­va del mun­do pue­de ser vis­ta des­de la ópti­ca de un ciné­fi­lo, de un serió­fi­lo inte­li­gen­te y pers­pi­caz. La sec­ción está per­so­na­li­za­da en Rafa Marí, uno de los últi­mos gran­des ciné­fi­los espa­ño­les. La perio­di­ci­dad es alea­to­ria, y la lon­gi­tud de cada entra­da, tam­bién. Pue­de ser tan­to muy cor­ta: un afo­ris­mo, como un exten­so mini­en­sa­yo, o entre­vis­ta, o diá­lo­go inte­rior.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 fichó por Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te es colum­nis­ta y crí­ti­co de arte.

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