La madrileña se impone en la XVIII edición de los premios Tusquets con «Mira esa chica», sobre una víctima de una agresión sexual grupal

La escri­to­ra Cris­ti­na Araú­jo, gana­do­ra de la últi­ma edi­ción de los pre­mios Tus­quets.

Dice la ficha que ha dis­tri­bui­do la edi­to­rial que Cris­ti­na Araú­jo Gámir (Madrid, 1980) es licen­cia­da en Filo­lo­gía Ingle­sa, y que tras la carre­ra tra­ba­jó en un estu­dio de dobla­je revi­san­do tra­duc­cio­nes de docu­men­ta­les para los cana­les His­to­ria, Natio­nal Geo­graphic, Dis­co­very Chan­nel, BBC y Tele­ma­drid. Escri­be des­de muy peque­ña, sigue la nota, y sus rela­tos han mere­ci­do varios pre­mios y han sido publi­ca­dos en revis­tas lite­ra­rias como Archi­le­tras. Des­de 2011 vive en Frank­furt, don­de reto­mó el hábi­to de la escri­tu­ra. Mira a esa chi­ca es su pri­me­ra nove­la, con la que ha obte­ni­do el XVIII Pre­mio Tus­quets Edi­to­res. Con ella hemos habla­do.

Has gana­do un pre­mio lite­ra­rio y no eres pre­sen­ta­do­ra de un tele­dia­rio ¿te debes sen­tir muy sola?

[Se ríe] No, la ver­dad es que no. Estoy muy bien arro­pa­da y me lo estoy pasan­do muy bien con la pro­mo­ción. Estoy muy bien rodea­da.

Cuén­ta­nos para empe­zar de qué va la nove­la

Mira esa chi­ca comien­za el día des­pués de un acon­te­ci­mien­to tan trau­má­ti­co como es una vio­la­ción gru­pal. A par­tir de ahí vamos siguien­do a Miriam, la pro­ta­go­nis­ta, a tra­vés de todas las eta­pas que siguen a ese momen­to: la explo­ra­ción en el hos­pi­tal, las prue­bas médi­cas, hablar con la poli­cía… pero tam­bién de lo que va a ocu­rrir alre­de­dor de la víc­ti­ma, la reac­ción de su entorno, como escu­cha hablar de ella a gen­te que no sabe quién es a medi­da que el hecho sea va cono­cien­do. Hablo de todo lo que des­en­ca­de­na una vio­la­ción, pero sobre todo de lo que no vemos en tele­vi­sión o en los medios, que se cen­tran en el hecho con­cre­to, pero hay mucho más.

En la nove­la hay una víc­ti­ma y unos cul­pa­bles, pero no es de bue­nos y malos: los que rodean a Miriam y sus reac­cio­nes están en una zona gris. ¿Te cos­tó cons­truir­la?

No me cos­tó por­que sabía des­de el prin­ci­pio lo que que­ría con­tar y lo que no. No era un ale­ga­to, sino la situa­ción de una per­so­na en este tran­ce, pero que­ría estu­diar­la a tra­vés de muchos ángu­los y opi­nio­nes. Ele­gí situar­la en el con­tex­to de un gru­po de ado­les­cen­tes por­que es un momen­to de nues­tra exis­ten­cia muy par­ti­cu­lar, en la que todo es muy com­pli­ca­do, tu mun­do es muy peque­ño —tu fami­lia, tus ami­gos, el ins­ti­tu­to y poco más— y quie­res enca­jar y no sabes cómo. Creo que todos quie­ren actuar de la mejor mane­ra posi­ble, aun­que no lo con­si­guen, pero no es su cul­pa. Si fue­ran adul­tos sería otra cosa. No es lo mis­mo cul­pa­bi­li­zar a la víc­ti­ma por haber bebi­do o ir ves­ti­da pro­vo­ca­do­ra si tie­nes 16 años que si eres un adul­to. En el pri­mer caso es un pen­sa­mien­to que asus­ta pero lo pue­des lle­gar a enten­der; en el segun­do, no.

Por­ta­da de la nove­la.

Es muy intere­san­te el uso que haces del uso de la segun­da y la ter­ce­ra per­so­na del sin­gu­lar. Ayu­da a enten­der el ais­la­mien­to de la víc­ti­ma. ¿Fue un recur­so bus­ca­do?

La ver­dad es que me salió de mane­ra espon­tá­nea, no lo pla­neé, creo que lo pedía la nove­la. En Luces de neón Jay Mci­ner­ney uti­li­za la segun­da per­so­na, pero cuan­do lo lees no te das cuen­ta, pare­ce que esté usan­do la pri­me­ra. Tam­bién lo hizo Lor­nie Moo­re en uno de sus rela­tos. Supon­go que de algu­na mane­ra esta­ba en mi cabe­za, pero no fue has­ta el día en que bajé a la cafe­te­ría y empe­cé a escri­bir cuan­do se me ocu­rrió la idea. Al prin­ci­pio pen­sé en hacer en segun­da per­so­na, pero vi que había cosas que se con­ta­ban mejor en ter­ce­ra, que per­mi­tían ale­jar­me de la visión de la pro­ta­go­nis­ta y dar voz a su entorno. Es un recur­so que crea la dis­tan­cia per­fec­ta para la diso­cia­ción y la refle­ja muy bien. Miriam, en segun­da per­so­na, se insul­ta, se cul­pa, se juz­ga… y eso es lo que hacen muchas veces las víc­ti­mas.

Es impo­si­ble leer tu nove­la sin pen­sar en La Mana­da.

Sí, pero no me basé en ella. El caso ocu­rrió cuan­do yo había comen­za­do la nove­la, aun­que es ver­dad que seguí el caso y hay cosas que han aca­ba­do incor­po­rán­do­se a Mira esa chi­ca, pero no qui­se hacer la nove­la de La Mana­da. Pero habla­mos de un caso muy mediá­ti­co que se ana­li­zó des­de todos los pun­tos de vis­ta, y a mí eso me ayu­dó para docu­men­tar­me. Pero el ver­da­de­ro ori­gen es otra noti­cia, una en la que con­ta­ban que pasa des­pués de la vio­la­ción, todo ese pro­ce­so que sigue la víc­ti­ma cuan­do toda­vía está en shock y acu­de al hos­pi­tal don­de tie­ne que some­ter­se a todo tipo de explo­ra­cio­nes y prue­bas. Y lue­go está el día siguien­te, cuan­do hay que empe­zar a recom­po­ner la vida, cuán­do lo hablas con la fami­lia, con tus ami­gos… La vio­la­ción es el des­en­ca­de­nan­te del libro, lo que me intere­sa­ba con­tar es el des­pués. Leía varias bio­gra­fías y tes­ti­mo­nios que me ayu­da­ron a cons­truir ese día des­pués

¿Por­qué ele­gis­te una víc­ti­ma ado­les­cen­te? ¿Sería dis­tin­to si hubie­ras ele­gi­do a una mujer adul­ta?

La ado­les­cen­cia es una eta­pa que me intere­sa mucho. Las reac­cio­nes son más espon­tá­neas, fal­ta madu­rez y pers­pec­ti­va, y los jui­cios que hacen los pro­ta­go­nis­tas son nor­ma­les y natu­ra­les, aun­que pue­dan sor­pren­der­nos. La cabe­za de un joven es incon­tro­la­ble, pero lo impor­tan­te es lo que hacen con esos pen­sa­mien­tos. Eso me per­mi­tía ale­jar­me del bino­mio bue­nos y malos. Hay reac­cio­nes que pue­den no gus­tar­nos, pero son natu­ra­les. En los adul­tos, la dife­ren­cia entre lo que pien­sas y lo que haces es dis­tin­to, tie­nes más fil­tros y más capa­ci­dad para auto­cues­tio­nar­te, pero a esa edad no, es mucho más difí­cil.

¿Qué te lle­vó a dar el sal­to del rela­to cor­to a la nove­la?

En reali­dad no he dado ese sal­to. Escri­bo des­de peque­ña y ya había escri­to algu­na nove­la, a las que lla­ma­ba “mis cosas lar­gas”, pero sacar­las ade­lan­te es más difí­cil por cues­tio­nes edi­to­ria­les. A los rela­tos cor­tos es más fácil dar­les sali­da por­que hay más con­cur­sos y como he gana­do alguno, por eso creo que se me aso­cia a ellos.

Es decir, que aho­ra hay algún edi­tor por ahí tirán­do­se de los pelos por no haber hecho caso a un manus­cri­to de una futu­ra gana­do­ra del Tus­quets.

Más de uno, pero no les cul­po tenien­do en cuen­ta lo que les man­dé [se ríe].

¿Y cómo es cuan­do te lla­man de Tus­quets y te dicen que has gana­do uno de los pre­mios más pres­ti­gio­sos de Espa­ña?

En mi caso, un desas­tre [se ríe]. Vivo en Ale­ma­nia y ten­go un móvil con una tar­je­ta de allí y otro espa­ño­la. Cuan­do sue­na esta siem­pre es de Voda­fo­ne que me quie­re ven­der algo, así que si no ten­go el núme­ro guar­da­do no res­pon­do. Lue­go me sonó el ale­mán, pero como tam­po­co lo cono­cía, pues no hice caso. Dos días más tar­de me lle­gó un corre de la edi­to­rial que decía «hemos inten­ta­do con­tac­tar con­ti­go…» y ahí sí que casi me da un ata­que, pero sobre todo por­que pen­sa­ba que era un «no». Cuan­do ya vi que había gana­do empe­cé a dar sal­tos en casa por el pasi­llo.  

¿Un pre­mio así te qui­ta el sín­dro­me de la impos­to­ra?

No, para nada. Aho­ra en algu­na pre­sen­ta­ción me ha hecho leer algún pasa­je y ya me lo empie­zo a creer, pero cuan­do me die­ron el pre­mio me daba un poco de ver­güen­za, has­ta me cos­ta­ba releer­lo,

Los últi­mos cua­tro pre­mios Tus­quets se los han lle­va­do muje­res ¿Te lo han pre­gun­ta­do ya? Lo digo por­que de los onces ante­rio­res diez fue­ron auto­res y a nadie le lla­mó la aten­ción.

Pues… no lo sé. A eso pre­fie­ro no res­pon­der, no me líes [risas]

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